Autonomía indígena y Estado democrático
Guillermo Almeyra
La Jornada
En el campo popular boliviano se enfrentan actualmente dos proyectos: por un lado, el de Felipe Quispe, el Mallku aymara, que plantea la reconstrucción del Kollasuyo prehispánico, basado en la propiedad comunitaria del ayllu, y considera reaccionaria la idea misma de una Asamblea Constituyente "porque remendaría un tejido ya podrido", el del Estado boliviano, y por el otro el de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS) y la Central Obrera Boliviana, que exigen dicha asamblea a la que pretenden llegar acumulando fuerzas, organizando y utilizando las movilizaciones para ganar instituciones, como los municipios, y de allí llegar a la mayoría para la elección presidencial de 2007.
Este sector también se apoya en las comunidades y tiene fuertes exigencias indígenas, pero no sólo para los aymaras, sino también para los quechuas y los guaraníes, así como para los mestizos. Su programa es nacionalista-socialista, no étnico. Ambos sectores no están divididos por el institucionalismo, pues participan en el Parlamento y en las municipalidades. Asimismo, el MAS no es un partido típico, sino, para Filemón Escobar, su teórico, es el partido de los movimientos, sobre todo de los sindicatos.
De este modo, la autonomía que propone Quispe es una autonomía para los aymaras, india y local; sobre todo es cultural-lingüística, porque el ayllu es hoy una rareza y el Movimiento Indígena Pachacutic (MIP) no define en qué consistiría la autonomía aymara y qué relaciones tendría con otras regiones y etnias (los quechuas y los mestizos del Altiplano, de Cochabamba y de las yungas, los quechuas trasplantados y los guaraníes de oriente). Para el Mallku lo fundamental es lo étnico, no el problema de clase. Para Quispe, Germán Coquehuanca, líder del MAS que le disputa la dirección de la central campesina (Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia) es "un indio de mierda", y el propio Morales un "fascista disfrazado de indio". La concepción esencialista y localista de la autonomía lleva así lógicamente a una fragmentación del frente popular -que derribó al hombre de la embajada estadunidense, Gonzalo Goni Sánchez de Lozada-, cuya unidad es indispensable para hacer frente al intento del actual presidente Carlos Mesa de reconstruir el mando de la oficialidad sobre las fuerzas armadas y la reorganización de éstas (por ejemplo, trayendo rangers orientales a las zonas indígenas del altiplano). La autonomía con una estructura tradicional indígena es, además, verticalista, antidemocrática y machista; no es en realidad una autonomía, ya que la zona aymara es pobre (los recursos están en otras zonas del país) y al no poder extenderse a todo el territorio depende del Estado central. No hay autonomía en una sola región y no puede haber autonomía sin democracia interna y sin real y masiva participación de todas y de todos.
Por su parte, Morales tampoco tiene muy claro cómo construir el país independiente sin explotación capitalista ni opresión nacional que es su objetivo. Comprende que el capitalismo de Estado nacionalista fracasó y propone empresas autogestionarias formadas por trabajadores que el Estado debería apoyar. Pero, ¿de dónde saldrían los fondos y el know how para hacer esas empresas de modo masivo? ¿Y qué gobierno debe ser el de ese Estado democrático y asistencialista? ¿El del MAS dentro de cuatro años? ¿Y mientras tanto qué comen los trabajadores bolivianos? ¿La solución sería hacer una Constituyente a la Chávez, junto con las elecciones municipales de 2004 para tener mayoría en las instituciones, combinando movilizaciones con institucionalización del movimiento, y conseguir el know how que le brinde la tecnoburocracia argentina de Néstor Kirchner (como negoció con éste en Santa Cruz)? Pero eso significa no tocar al gran capital que se mantendría al mando de las grandes empresas privatizadas, como las que administran el petróleo y el gas (ni al capital en general) y, por tanto, quitar los objetivos sociales a las autonomías que serían meramente municipales, administradoras de la miseria.
Mientras tanto, ¿se congela todo, desde los efectos de la crisis internacional sobre Bolivia hasta la actividad subversiva del imperialismo, el hambre y la desocupación? La autonomía, a escala de todo el territorio, debe ser construcción de un nuevo poder de los trabajadores, obreros y campesinos; debe ser base de la democracia multicultural y multiétnica que construya desde abajo un Estado democrático. Debe ser la base misma de la Asamblea Constituyente, junto con la resurrección del ayllu o la construcción de nuevas formas comunitarias y con un programa de reorganización de la economía sin las trasnacionales (o las empresas argentinas o brasileñas), con propuestas técnicas a la exportación de gas (sea por una Ciudad Libre, al estilo de Trieste después de la guerra, administrada por un fideicomiso internacional con fuerte participación boliviana, sea por el gasoducto del norte argentino, aunque esto aumentaría los fletes, que podrían ser compensados por el gobierno argentino y el mexicano, destino final del gas antes de su rexportación a Estados Unidos, u otra semejante). Ayudar a los trabajadores bolivianos en esta discusión es el mejor modo de ayudarlos.