Ayer el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, Paulo Bravo, denunció la posibilidad de que el gobierno de los EE.UU. esté mandando armas al gobierno del Presidente Gonzalo Sánchez Losada para la represión de los movimientos sociales y sindicales.
Si se confirma la denuncia, no sería de sorprender, puesto que el Plan Dignidad, y la campaña de calumnias orquestrada desde la embajada norteamericana en contra del diputado Evo Morales, ya representan intervenciones directas del gobierno norteamericano en los asuntos internos bolivianos.
Las actuales protestas a favor de que el gas se ponga en manos del pueblo boliviano, y que los indígenas del altiplano tengan el derecho de la autodeterminación, y que los trabajadores y trabajadoras bolivianas se liberen del yugo del neoliberalismo tanto nacional como internacional-éstas son metas altamente dignas. Al lograrse, significarán un nuevo paso adelante en la lucha contra la globalización capitalista y la militarización de la región andina.
No se puede dudar de que el gobierno estadounidense tiene diseños militares en toda América Latina. El propósito está bien claro: defender el orden neoliberal contra cualquier amenaza de la gente sencilla y trabajadora.
La gente latinoamericana ha sufrido el empobrecimiento, la precarización, y la humillación a que el neoliberalismo les ha destinado durante 20 años. El modelo sufrió un infarto en la Argentina en 2001. Es de esperar que se le acerque la hora de su muerte en Bolivia en 2003.
En EE.UU., la mayoría trabajadora también sufre los efectos del modelo. Se han eliminado permanentemente más de dos millones de puestos de trabajo-la mayoría en el sector industrial-desde el comienzo de la administración de Baby Bush, y más de tres millones desde los 1990. Hay recortes masivos en la educación y los servicios sociales. Unos 45 millones de ciudadanos no tienen acceso ni al médico ni al hospital. Hay una crisis profunda en el sistema de pensiones privadas, y, sin embargo, todavía se habla de privatizar el sistema de seguridad social.
La gente sencilla y trabajadora de los EE.UU. no tiene ningún interés en apoyar al imperialismo económico y militar del gobierno norteamericano. Nosotros, por ejemplo, no vamos a percibir los beneficios de las superganancias de la venta del gas boliviano a través de las empresas transnacionales. Estas ganancias van a llenar los cofres de un pequeño cartel de capitalistas mezquinos. Y ya padecemos de los efectos sobre nosotros y nuestras familias de los costos de la guerra imperialista sobre Irak.
Pero sí nos interesa la victoria de la mayoría trabajadora contra el neoliberalismo y su cartel nacional en Bolivia. En EE.UU. existe hoy mucha ira contra la política económica y contra la política exterior del gobierno. El caso es que la ira todavía no ha encontrado una vía de expresión organizada que sea suficientemente poderosa para derrocar los planes del gobierno.
Las organizaciones sociales, religiosas, sindicales, y políticas en EE.UU.-las que sí se oponen a la guerra y la ocupación imperialista de Irak, y hay más cada día-podemos lanzar el grito contra un aumento de la presencia militar estadounidense en Bolivia. Esa presencia impide el desarrollo de formas de autogobierno, y de autogestión de los recursos naturales y sociales, por parte de los trabajadores y trabajadoras bolivianas.
Nosotros deseamos la victoria de la mayoría trabajadora contra el neoliberalismo y su estado asesino en Bolivia. Y lo deseamos no solamente para ustedes, sino también para nosotros y nuestro aprendizaje en la lucha por la justicia social.
(*) Profesor titular de literaturas y culturas españolas en la Universidad de Iowa (EE.UU.) y redactor para Latinoamérica de la revista International Socialist Review. Es miembro de la International Socialist Organization, con sede en Chicago.