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Latinoamérica

Bolivia: Cuando llegue el gran día

Adalid Contreras Baspineiro*

Volveré y seré millones

Tendió un cerco sobre La Paz en 1781 para que se reconociera a aymaras y quechuas como personas. En respuesta lo descuartizaron creyendo que así lo destruían. Su cabeza fue exhibida en la plaza principal de La Paz y cada una de sus extremidades enviada a regiones distintas siguiendo los cuatro puntos cardinales. Lo descuartizaron creyendo que lo destruían y crearon la leyenda. En todos los caminos la memoria de Tupac Katari retumba en su "¡¡volveré y seré millones!!" que desafía a construir el Jacha Uru o Gran Día en el que los caminos se encuentran, las partes se unen y los diversos se entretejen.
El centro de La Paz, donde se exhibió la cabeza que nunca dejó de mirar el horizonte, es una hoyada sitiada por una cima urbanizada a los 4.200 metros de altura, la ciudad de El Alto, cuyo 85% de su población es aymara. El Alto es una ciudad abandonada a su suerte por las políticas estatales, carente de servicios básicos, hecha a fuerza de reciprocidades y trabajo comunitario, es una ciudad pobre, muy pobre, en la que el ingreso promedio anual es de 450 $us., lo que equivale a 37 dólares mensuales. El alteño es un migrante expulsado de la pobreza rural a la miseria urbana y La Paz es una ciudad cercada por la pobreza de la ciudad de El Alto y por su empuje para incluirse en el mapa del desarrollo.
El nuevo cerco No era fácil transitar por las calles de La Paz y El Alto la fatídica semana del 11 al 17 de octubre. Los vecinos de los barrios levantaron barricadas y trincheras en sus esquinas, las plazas habían cedido sus adoquines a los bloqueos, alfombras humanas impedían el paso en las avenidas, colas interminables de mujeres y niños esperaban la venta de gas y de pan, y avalanchas humanas llegadas de los cuatro caminos ocuparon la ciudad buscando (re)encontrarse en su centro controlado por tanquetas y fusiles. Buscaban en diálogo la revisión de la Ley de Hidrocarburos. Les respondieron con bala convencidos acaso de que la democracia necesita sacrificios humanos. Pudo haberse evitado la masacre. El número de muertos en 72 horas de espanto en La Paz y El Alto superó los 77, más de uno por hora sin contar el medio millar de heridos. Los muertos en los 14 meses de gobierno de Gonzalo (Goni) Sánchez de Lozada pasa de 140, a un ritmo de 10 por mes, cifras inéditas para un régimen que se jacta de democrático. El nuevo cerco no vino desde las laderas ni desde los cuatro caminos, sino desde el vientre de un sistema carcomido por la ineptitud de su modelo de ajuste, por la corrosión de su sistema partidista y por su desprecio de los movimientos sociales.
¡El gas no se vende, carajo! El detonante fue el anuncio de la venta del gas a los Estados Unidos por Chile. El problema no está tanto en que se pretenda que la venta se realice por Chile, país causante del enclaustramiento boliviano desde 1879, sino en las características de la política hidrocarburífera manejada por una relación de compadrazgo entre las elites locales y las transnacionales y que se representa en la Ley de Hidrocarburos promulgada por el gobierno capitalizador de Sánchez de Lozada dos días antes de la conclusión de su primer gobierno en 1997.
Esta Ley establece a partir de su aplicación un pago del 18% por regalías en las reservas nuevas de gas, mientras que las reservas ya existentes pagan el 50%. Se arguye que el 94 por ciento de las reservas existentes ahora habrían sido descubiertas después de la promulgación de la Ley, es decir, que serían nuevas, cuando se sabía ya el 97 que las reservas llegaban a 27 Tpc, a pesar que se declaraban apenas 4,7. Por este mecanismo, el ingreso de 350 millones año que tenía el Estado boliviano por regalías del gas entre 1990 y 1995, se reduce apenas a 150. Y eso no es todo, pues el artículo 7º de la Ley limita el derecho boliviano de propiedad al gas sólo en su estado natural bajo tierra, mientras que apenas besa la superficie son consorcios internacionales los que lo usufructúan, dejándonos la posibilidad de rentar con el transporte. De productores e industrializadores pasamos a camioneros. Es por esto y no por ponerle un candado al mundo que Bolivia demanda decidir el destino de sus recursos.
Pero el tema no es sólo la Ley, sino también lo que implicaría para el país la venta del gas a California vía el consorcio Pacific LNG que agrupa a Repsol-YPF, British Gas y Panamerican Energy, concesionarios desde 1998 del bloque Caipipendi, donde se encuentra el campo Margarita en el sureño departamento de Tarija, que tiene la reserva más importante de gas del país con 13,42 Tpc. Sucede que mientras que en el mercado mundial el precio por metro cúbico de gas está hasta en 4,5 $us., Bolivia le vende la misma cantidad al PETROBRAS brasilero por tan sólo 1,7 $us. Pésimo negocio que sirve de precedente para la indignación ante la posibilidad de la entrega del metro cúbico de gas en 0,70 $us. a los Estados Unidos en un contexto de crecimiento del consumo del gas a nivel mundial. Además, Bolivia país mediterráneo necesita un puerto para exportar el gas. Perú ofrece compartir una zona de desarrollo y Chile tan sólo un tratado comercial en el puerto de Patillos, al norte chileno, en el departamento de Mejillones, antes boliviano, en cuyos espacios se deben instalar una planta de licuefacción y un polo de desarrollo que contaría también con una flota de buques "metaneros" hasta el puerto de destino donde se instalaría una planta de regasificación. Ante estas alternativas, el grito ciudadano de "¡ni por Chile ni por Perú, el gas para Bolivia!", está sugiriendo gestionar un puerto propio, soberano.
El poder no hace la fuerza Goni marcó un itinerario de la muerte acudiendo a un discurso cínico de defensa de la democracia mientras vomitaba fuego.
Primero acribillaron campesinos en Warisata, una histórica población aymara, bajo el pretexto del "rescate" de un grupo de turistas que quedó varado por un bloqueo de caminos, y al más típico estilo de las películas de cowboys, desde sus camiones y helicópteros dispararon sin mirar quién se movía del otro lado. Días después se asesinan marchistas mineros en Ventilla, una población pegadita a El Alto. El sábado 11 y domingo 12 la carnicería es en los barrios de El Alto, con el pretexto de garantizar el tránsito de 32 cisternas para abastecer de gasolina a la ciudad de La Paz. Las decenas de muertos con munición de guerra son velados en las calles y los centenares de heridos trasladados a los centros hospitalarios en carretillas. Las balas no distinguen a niños ni ancianos, sólo buscan cuerpos de alteños. La gasolina se mancha de sangre y las cisternas se convierten en carros fúnebres. Son dos días de genocidio. Las banderas con crespones negros izadas a media asta expresan el dolor, la indignación y la solidaridad que empieza a avizorarse en cada una de las casas alteñas y paceñas, sin diferencias sociales ni culturales. Las muertes de vecinos de La Paz, de marchistas mineros en Patacamaya y de colonizadores campesinos en San Julián, sólo suman cifras que no se interrogan por el presente doliente ni por el futuro incierto de las viudas y huérfanos de los mártires. Un soldadito es baleado por su oficial porque se negó a disparar contra el pueblo indefenso. No tiene sentido tanto absurdo.
El gobierno se inventó golpistas, centró su foco de atención en la oposición de Evo Morales atribuyéndole roles de liderazgo con financiamiento del terrorismo internacional, justificó cínicamente sus medidas represivas en la supuesta presencia de grupos vandálicos, sediciosos y narcoterroristas, despreció la movilización social y se empeñó en mostrar una Bolivia anarquista (la kolla altiplánica) y otra productiva (la cruceña oriental), quizo intervenir medios de comunicación que mostraban la masacre, ofreció estudiar hasta el final de su gestión un referéndum regionalizado. Ignoró la muerte mientras promovía en el Parlamento la elección obtusa de su Defensor del Pueblo y de sus Magistrados. Quiere demostrarse y demostrar que la democracia en Bolivia pasa por Goni, y logra aliados. La CNN se traga las mentiras de Goni y las amplifica para que nos las traguemos todos. La OEA, que no se molesta en investigar los hechos, justifica la democracia de Goni en una resolución basada en las mentiras contadas por el embajador en Washington. En su último mensaje, y acudiendo a datos inventados, dice con arrogancia que tres terceras partes de la población piden que se quede porque lo ven como al niño holandés con el dedo en el dique para que no rebalse la represa. Goni, con sus 70 muertos a cuestas ofrece dialogar sin condiciones, pero ya nadie quiere dialogar con Goni. El grito en las calles y caminos es unánime: "¡Goni, cabrón, andate a Washington!". Uno de sus socios, la Nueva Fuerza Republicana le da la espalda, y el otro, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria empuja la resolución del conflicto de las calles al Parlamento. Goni se queda sólo y tiene que irse a Miami, camino a Washington.
Cuando el gigante dormido despierta Algunos medios de comunicación optaron por programaciones noveleras como si en el país no pasara nada, se hicieron cómplices de las muertes con su silencio. Otros fueron directamente distorsionadores de los hechos convirtiéndose en voceros acríticos del cinismo y prepotencia gubernamental, justificaron la muerte. No faltaron los que pretendían mercantilizar buscando la primicia y el estrellato, vanalizaron la muerte. Otros que abrieron sus micrófonos en las calles y reflejaron imágenes de los hechos reales, fueron tildados de sediciosos, y se ganaron audiencias y defensores de sus antenas por millares. La política salió de los sets y del parlamento, volvió a hacerse en las calles. La comunicación volvió a hacerse desde la palabra que está circundando, desde los bordes, la normalidad de las rutinas, expresándose en grito.
El octubre negro paceño y alteño ha refrendado que el cinismo no sustituye la verdad, que la prepotencia no reemplaza la fuerza popular y que las balas se acaban pero no la dignidad.
La historia de la llamada "guerra del gas" es testigo que nadie, ninguno de los grupos movilizados intentó atentar la democracia sino más bien perfeccionarla. El clamor popular del pedido de renuncia del presidente se acompañó siempre de la alternativa de la sucesión establecida en la Constitución Política del Estado. Este movimiento no tuvo liderazgos partidistas y nadie puede arrogarse su conducción, nadie más que los millones de bolivianos y bolivianas que se lanzaron a las calles, las carreteras y los piquetes de huelga de hambre.
El gobierno no quizo ver más allá de su ceguera. Ni vándalos, ni sediciosos, ni narcoterroristas, sólo ciudadanos y ciudadanas son los actores de la rebelión de los barrios.
¿Pensaron acaso los señores del oscurantismo que las balas acallan la palabra o temían por el despertar del gigante dormido? En búsqueda del día Carlos Mesa asume la presidencia por sucesión constitucional.
Sus primeras palabras tienen el cuidado de formularse en un fuerte tono conciliador. Posesiona un gabinete ministerial técnico, aunque no logra evitar la presencia de ex militantes ni logra el equilibrio de género que había prometido. Promete un referéndum vinculante, con lo que se gana la simpatía de los movimientos sociales porque el destino del gas y de la Ley de Hidrocarburos sería decidido en consulta. Contraviniendo la Constitución que señala la conclusión del mandato presidencial, Mesa sugiere constituir un gobierno de transición en un plazo que el Congreso debería fijar. También deja en manos del Congreso el juicio de responsabilidades por las masacres. Carlos Mesa se aísla de los partidos, pero deja en un Parlamento que ya no está conformado por oficialistas y opositores, sino por mayorías y minorías, decisiones de trascendental importancia.
Los movimientos sociales desandan caminos. Otorgan una tregua.
Saben de los empeños del nuevo presidente en la lucha contra la corrupción. Quieren desmarcarlo de responsabilidades del gobierno anterior, necesitan hacerlo. Es una tregua expectante, atenta a la realización de giros parabólicos en la política estatal. Hay urgencias que no pueden eludirse. Una de ellas es la postura separatista, paradojicamente coincidente en los dos extremos, los oligarcas y los indigenistas. A contracorriente del país entero, por conveniencias regionales, también Tarija enarbola banderas de autonomía si no se exporta el gas. Las demandas sociales, dispersas como estallidos, tienen que ser respondidas, y no muy tarde, con políticas públicas de fuerte inclinación social y con mecanismos de economía solidaria.
Bolivia está en la posibilidad de refundarse sobre las bases de la dinámica inclusiva de los movimientos sociales y desde los encuentros de los cuatro caminos que se entrecruzan y convergen en su centro. La política debe repensarse desde el dinamismo de los movimientos sociales, pues las bases del actual Estado no responden a la concepción de nación de los actores sociales. La lección del octubre alteño y paceño nos muestra que podemos soñar un poquito más allá de lo posible; que podemos pensarnos construyendo una democracia participativa que se interculturalice sin distinciones étnicas, ni de género, ni de residencia; que los pueblos con ganas de vivir junten sus diversos, escriban con su letra páginas de dignidad, y que conviertan los rencores en esperanza. El Alto es el centinela encargado de que la historia no retroceda y de que se acerque el gran día.
* Adalid Contreras Baspineiro, es sociólogo y comunicólogo boliviano