Mariana Martínez BBC
No es sólo la exportación del gas lo que ha generado la crisis política y social en Bolivia. La pobreza y la exclusión son la otra cara de la crisis boliviana.
El proyecto para exportar gas natural desde Bolivia fue sólo la gota que derramó el vaso. Gran parte de la población boliviana, más que nada, campesinos, indígenas y todos aquellos de los sectores de la sociedad con más bajos recursos, estaba descontenta con la gestión presidencial de Gonzalo Sánchez de Lozada.
Detrás de sus reclamos hay una explicación simple: su administración no pudo revertir la crisis económica en más de un año de gestión. El tema de gas sirvió para canalizar los reclamos de un pueblo insatisfecho que desde ya hacía un buen rato intentaba hacerle saber a su presidente que no estaba de acuerdo con su gestión. Sus promesas electorales no habían dados sus frutos y, mientras que para algunos el alivio de la pobreza era una simple "meta no cumplida", para otros, la gran mayoría, era la perpetuación del hambre y las penurias.
La pobreza, la desigualdad y la exclusión social en Bolivia son la explicación última para las protestas masivas que reclamaron la renuncia de Sánchez de Lozada. Hoy, las mayorías indígenas de la población boliviana marcadas por una crónica e histórica situación de pobreza, están haciendo sentir su voz. Las mismas que tiempo atrás pidieron ser incluidas en la vida política y social de Bolivia pero nunca fueron escuchadas.
La situación se resume en las palabras que dijo Felipe Quispe, uno de los dirigentes de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), a BBC Mundo:
"¿Qué tenemos para perder si ya lo perdimos todo?".
La otra cara del conflicto
Las palabras de Quispe, se compartan o no, reflejan la "realidad" de millones de bolivianos. Muchos en Bolivia no tienen nada, y cuando digo nada, es nada.
El país andino es uno de los más pobres de América Latina, según datos del Banco Mundial en 2002. Y si los datos en papel de un organismo internacional le parecen muy fríos, basta con darse una vuelta por las calles de Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba o La Paz, para que pueda corroborar por usted mismo que la pobreza pude palparse y oírse.
"El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en Bolivia asciende a US$2300 (uno de los más bajos de la región), mientras que el 62,7% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, es decir, no cuenta con lo mínimo indispensable para cubrir sus necesidades básicas de consumo"
Si quiere saber más, y no sólo conformarse con mis vivencias, pregúntele a nuestro enviado especial a Bolivia, José Baig, quien recorrió cada esquina del El Alto, una ciudad donde la miseria es el común denominador. El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita en Bolivia asciende a US$2300 (uno de los más bajos de la región), mientras que el 62,7% de la población vive por debajo de la línea de pobreza, es decir, no cuenta con lo mínimo indispensable para cubrir sus necesidades básicas de consumo (alimento y vivienda).
Según datos del Banco Mundial, Bolivia tiene mayores problemas de desigual distribución de la riqueza y el ingreso que el resto de la región. Para que tenga una idea, el 20% más pobre de los bolivianos tiene una tasa de mortalidad infantil más alta que la de Haití, Kenia, Nigeria y Camerún, pero el 20% más rico del país tiene tasas comparables a las del mundo desarrollado.
El 14,4% de la población vive con menos de un dólar al día, mientras que un 34,3% lo hace con dos dólares diarios. Entre los más pobres, están los que trabajan en el campo y los que pertenecen a las sociedades indígenas.
Los que protestaban en Bolivia ponían énfasis en el fracaso de las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno en cuanto a reducir la pobreza y lograr una distribución más igualitaria del ingreso nacional.
Después de todo, al igual que diez años atrás, todavía las promesas de alivio seguían siendo sólo eso, promesas... El proyecto del gas es visto como una continuidad de esas políticas económicas. ¿Quién podría culparlos?
La gota que derramó el vaso
Las protestas comenzaron con el objetivo de que el gobierno descartara un proyecto de exportación de gas natural y la oposición a la posibilidad de que el gas fuera embarcado a través de algún puerto de Chile, con quien Bolivia mantiene un conflicto limítrofe tras una guerra a fines del siglo XIX en la que perdió su única salida el mar, y que Chile obtuviera los mayores beneficios de este proyecto.
Los manifestantes, encabezados por el diputado y líder sindical Evo Morales, veían el proyecto de exportación del gas hacia México y Estados Unidos como otro modelo "capitalista" que no serviría para aplacar las necesidades de los pobres.
Los manifestantes exigían que se derogara un decreto que expropiaba esa materia prima en favor de las transnacionales y que al mismo tiempo éstas pagaran impuestos justos por la explotación de los recursos naturales. Los manifestantes fueron reprimidos con violencia por parte del ejército y la policía boliviana y la indignación popular empujó a gran parte de la población a exigir que Sánchez de Lozada abandonara la presidencia y a realizar bloqueos de la principal carretera que comunica el occidente con el oriente del país.
En ese punto, y sin miras de dar un paso atrás, se pararon firmemente los manifestantes para hacer oír sus reclamos.
Exportar gas: ¿bueno o malo?
Bolivia posee la reserva de gas más grande de Sudamérica, con 52,300 billones de pies cúbicos, y con las exportaciones, el gobierno de Sánchez de Lozada esperaba recibir, a partir de 2005, ingresos anuales superiores a los US$600 millones.
En la actualidad, Bolivia exporta US$1300 millones anuales mientras que importa unos US$1600 millones, lo que implica un déficit comercial anual que oscila entre US$300 y US$500 millones.
El proyecto del gas aparecía como una alternativa viable para aumentar las exportaciones hacia Estados Unidos y México, y con ello crear crecimiento económico en el país. Y más que nada, crecimiento social, como lo expresó el mismo ministro de Salud de Bolivia, Javier Torres Gotilla.
Según el gobierno, los ingresos recibidos por este proyecto iban a permitir un mayor gasto en educación y salud, lo que ayudaría a mejorar la calidad de vida de los bolivianos.
Si estudiamos los números con cuidado, el proyecto parecía ofrecer perspectivas económicas favorables para Bolivia. "En la actualidad, Bolivia exporta US$1300 millones anuales mientras que importa unos US$ 1,600 millones, lo que implica un déficit comercial anual que oscila entre US$300 y US$500 millones."
Pero los que protestan no veían este proyecto tan viable como el gobierno lo presentaba. Y ¿quién puede atreverse a culparlos? Evo Morales y Felipe Quispe aseguran que los políticos se enriquecen y la gente continúa tan pobre como siempre.
¿Quién les aseguraba que la situación iba a ser diferente esta vez? Imagínese como se sentiría usted si viviera con un dólar diario y su presidente le viniera asegurando que las cosas van a cambiar, pero usted continúa viviendo con un dólar y ve que las palabras de su presidente son sólo eso, palabras. Entonces usted ya no le creerá más a su presidente, ¿verdad?, incluso si ahora estuviera dispuesto a poner todos sus esfuerzos en lograr su meta.
Usted sólo esperaría soluciones rápidas a sus problemas. Los mineros, los cocaleros, los indígenas y los pobres, ya no creen en la política.
La oposición a la venta del gas fue sólo una "excusa" para reclamar por la desigualdad social en Bolivia. Los bolivianos están indignados y descontentos; quieren soluciones "reales" para sus problemas. Ojalá puedan lograrlo sin que la democracia quede en jaque.