Pascual Serrano
Rebelión
Primero decidieron llamar a todo relacionado con la guerra "defensa", uno no
pod�a entender c�mo todos los gobiernos necesitaban un ej�rcito para la defensa,
si nadie dispon�a de un ej�rcito para el ataque.
Cuando los ciudadanos vieron que las guerras entre ej�rcitos "meramente defensivos",
no cesaban, los gobiernos recurrieron a un nuevo ejercicio de malabarismo ling��stico.
Ahora, los ej�rcitos no se destinar�n ni siquiera a la defensa, sino a las "intervenciones
humanitarias".
De modo que las mismas personas, uniformadas, entrenadas y armadas para la guerra,
de la noche a la ma�ana se han convertido en ej�rcitos humanitarios que se dedican
a "intervenciones humanitarias". Eso s�, perfectamente pertrechados de sus fusiles
humanitarios, sus bombarderos y sus lanzagranadas.� Desde hace varios a�os los
gobiernos han encontrado en el t�rmino "humanitario" la piedra filosofal con
la que seducir a los ciudadanos. Por ello, nuestro humanitario gobierno espa�ol,
al igual que el resto de humanitarios gobiernos occidentales, nos va informando
puntualmente de todas las misiones humanitarias de nuestro ej�rcito humanitario.
All� van nuestros soldados con sus fusiles y cazas F-1 a Bosnia, Kosovo o Somalia
a ayudar a cruzar a las ancianas el paso de peatones, a operar de apendicitis
a los ni�os, a repartir comida entre los m�s desfavorecidos.
El colectivo antimilitarista Gasteizkoak ha publicado un trabajo en el que nos
detallan a qu� se dedican nuestros ej�rcitos humanitarios, bajo bandera nacional
o como cascos azules, cuando nos dicen que se van a ayudar a viejecitas y ni�os
a pa�ses del Tercer Mundo. Cascos azules violando ni�as que han perdido una
pierna por alguna mina en Angola, en Bosnia incitando a menores a que se prostituyan
por un par de cigarros, redes de prostituci�n infantil en Sarajevo controladas
por tropas de la OTAN, propagaci�n del SIDA en Camboya tras la llegada de los
soldados de la ONU, misteriosa muerte por arma de fuego de un brigada espa�ol
en Kosovo que hab�a advertido sobre una trama de robo y desv�o de medicamentos
al mercado negro, una mujer violada por 300 soldados de paz de la KFOR en Kosovo,
cascos azules canadienses que torturan hasta la muerte a un joven somal� y se
fotograf�an con �l, marines estadounidenses acusados de matar a un ni�o en Somalia
porque les hab�a apuntado con una pistola de agua, cascos azules italianos que
asesinan a siete somal�es jugando al "tiro al blanco", aviones espa�oles de
ayuda humanitaria a Zaire que aterrizan a miles de kil�metros del desastre porque
se utilizaron para transportar militares para proteger una embajada. Decenas
de casos espeluznantes de tropel�as y depravaciones cometidas por soldados de
varios pa�ses contra inocentes civiles, en su mayor�a ni�as, cuyo �nico delito
es vivir en pa�ses empobrecidos o castigados por la guerra y ser objetivo "humanitario"
de nuestros soldados. Todo ello, aderezado de investigaciones inconclusas, justificaciones
vergonzosas de altos mandos o sanciones rid�culas de mero traslado como m�xima
pena por delitos de violaciones y asesinato. En una palabra, impunidad.
Y si alguien piensa que los casos son de dudosa o maquiav�lica fuente, nada
m�s alejado de la realidad. Se trata de puro trabajo de hemeroteca con informaciones
publicadas en grandes medios espa�oles, diarios como El Mundo, El Pa�s, El Correo,
o informes de organizaciones de acreditada solvencia como M�dicos sin Fronteras
o Amnist�a Internacional. Denuncias que no se han desmentido ni han sido objeto
de querella contra los medios que las difundieron. Todas las fuentes est�n perfectamente
identificadas y citadas en el libro.
La tesis defendida por los autores de la obra es clara: "esas m�s alima�as que
personas no son producto del azar o de que el ej�rcito se nutra de un sector
de poblaci�n especialmente infame. No. Las bestias que protagonizan hechos como
los aqu� recogidos no son sino el producto directo de la instrucci�n militar".
Y as� parece ser cuando resulta que una soldado espa�ola que denuncia ante el
capit�n el acoso sexual que sufre una compa�era, termina siendo acosada tambi�n
por el capit�n. O las declaraciones p�blicas del responsable de la misi�n de
paz en Camboya y antiguo representante de la misi�n de paz en la ex Yugoslavia,
ante las denuncias de abusos y comercios sexuales en Camboya con la participaci�n
de cascos azules: "�Y qu� quieren que haga si son hombres?". Eso s�, un soldado
de la unidad checa de la UNPROFOR pudo ser condenado a cadena perpetua acusado
de amenaza a la moral militar, por llorar cuando rogaba con l�grimas en los
ojos a unos militares serbios que no lo mataran.
Los casos recogidos en este libro no son aislados, al contrario, mucho nos tememos
que son la punta del iceberg de lo que se encuentra tras el decorado de humanitarismo
con el que se quiere presentar a unos ej�rcitos que nunca podr�n ser organizaciones
humanitarias. Como dice Alberto Piris, general de artiller�a en la reserva,
"las misiones calificadas de humanitarias (...) han sido exaltadas hasta extremos
exagerados, no deben hacer olvidar la cuesti�n fundamental: que los ej�rcitos
tienen como misi�n b�sica ser capaces de hacer la guerra y ganarla. En caso
contrario resultar�an in�tiles y podr�an ser reemplazados por otras instituciones
menos costosas y m�s adecuadas a las tareas de ayuda a reconstrucci�n de los
pueblos devastados por la guerra o calamidades".
En septiembre de 1999, el presidente Clinton afirmaba: Lamentablemente, no podemos
responder a todas las crisis humanitarias que se producen en el mundo. La respuesta
del escritor Eduardo Galeano a ese comentario no pudo ser m�s l�cida: "Menos
mal".
"La abominable cara oculta de los ej�rcitos humanitarios". Colectivo Gasteizkoak.
Zap Ateneo 2003