CounterPunch Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Cuando volví de Vietnam en 1971, el Ejército iniciaba un nuevo programa llamado VOLAR. Es la abreviación de Ejército voluntario, porque los militares preferían un acrónimo arcano al simple lenguaje.
Renunciaban al servicio militar obligatorio porque lo culpaban por el lamentable estado de las fuerzas armadas de EE.UU. en Vietnam, donde se desintegraban por su baja moral, su lamentable disciplina y una enfermedad mental generalizada que a menudo conducía al abuso de estupefacientes. El servicio militar obligatorio, razonaban, aprovechaba sectores poco fiables para lograr soldados poco motivados que se rebelaban demasiado rápido contra su participación en una guerra real a tiros.
La misma gente que aplicó esa lógica de tipo bisturí no estaba, por cierto, preparada para comprender el impacto sobre la tropa del carácter propio de la guerra:
(1) una guerra que había sido tergiversada como una defensa de EE.UU.;
(2) una guerra contra un tenaz enemigo que poseía la ventaja de combatir en su propio país, y
(3) una guerra con una situación geoestratégica que hacía que una derrota de EE.UU. fuera casi segura.
Además de todo esto, murieron millones de civiles, antes y después de que quemáramos sus casas y sacrificáramos su ganado y envenenáramos su tierra, y muchos de nosotros comenzamos a poner en duda la moralidad de cómo conducían la guerra.
Nada de esto -aplicando la lógica de que el servicio militar obligatorio constituía el problema- podría jamás explicar que la tropa se cansara de reptar por la jungla contaminada con dioxina durante un mes, sin bañarse, temiendo ser liquidados o lisiados en un instante impredecible, aterrador, fumando cualquier cosa para calmar su conciencia y sus nervios hechos polvo y pasando su tiempo libre con fantasías sobre cómo matar a sus oficiales.
No, seguro. La culpa era de la conscripción.
El servicio militar obligatorio constituía un problema de relaciones públicas dentro del país. Ningún padre deseaba entregar el fruto de sus entrañas a un gobierno impersonal, a una edad en la que el joven apenas puede dejarse crecer un bigote y que volviera en una silla de ruedas o en una caja, o totalmente loco. Ninguna esposa quiere que su pareja vuelva de esa manera. Ningún niño quiere que su padre vuelva de esa manera.
Sobre la base de la errónea lógica que asociaba la conscripción con la derrota política, y de la rebelión real contra la conscripción para una aventura militar inmoral, el Departamento de Defensa de EE.UU. decidió que necesitaba que los soldados fueran reclutados como voluntarios. Se aumentó el pago. Se mejoraron los alojamientos. Se eliminaron muchos abusos. Se autorizaron más condecoraciones y medallas por mérito. Se aumentaron los servicios. La economía nacional entró al cagadero y ¡ya está! VOLAR fue un éxito.
Pero claro. También se retiraron de Vietnam. Eso sí.
Actualmente, una fuerza voluntaria posee un beneficio adicional para los apólogos de la guerra. Utilizando la aversión de la cultura consumerista y una falta abrumadora de familiaridad con las reglas básicas de la lógica, los promotores de la guerra salen ahora con los "militares voluntarios" como justificación para cualquiera disparatada, malvada, o ilegal aventura militar que quieran emprender.
La justificación es la siguiente: Todo soldado firma sin que le pongan una pistola en su sien, sabiendo que las fuerzas armadas son utilizadas para conflictos armados. Por ello, ni ellos tienen ni nosotros tenemos derecho alguno de queja por las condiciones que puedan enfrentar, ya que todo el mundo sabe que la guerra es un infierno.
Algo como eso. "Así que deja de quejarte".
Lo astuto del argumento es que es utilizado actualmente contra gente como yo, que quiere que termine la ocupación de Irak y que los soldados -uno de los cuales es mi propio hijo- vuelvan a sus bases en el interior del país.
¿Qué es astuto?
Nuestro argumento para que los soldados vuelvan a casa no se basa en las condiciones existentes, sino en las premisas falsificadas de la guerra misma y su ilegalidad. Nuestra queja por las condiciones, porque nuestros seres queridos son expuestos a penurias y al peligro, se basa en que toda la aventura es descabellada, malvada e ilegal. Este falso rechazo basado en que son "soldados voluntarios" tiene tanto que ver con la estupidez, la inmoralidad y la criminalidad de la guerra como la validez de un permiso de conducir tiene que ver con el modelo y la marca de un coche.
Nótese que no hemos estado diciendo que vuelvan a casa de su misión por hacer un trabajo piadoso. Decimos que nuestros seres queridos salgan de una guerra ilegal, realizada de modo incompetente, que se inició sobre la base de mentiras e invenciones. Pasar de ahí a una discusión sobre el estatus de voluntarios de nuestros seres queridos es una manera de evitar esa última parte... esa parte sobre la incompetencia, la ilegalidad, las mentiras, los engaños... cosas así.
Astuto.
Para argumentar que una fuerza militar voluntaria no deja de lado como por arte de magia el derecho internacional, el sentido común y la decencia común, no necesitamos siquiera apartarnos del tema para señalar que todo "voluntariado" no es lo mismo: que la "elección" entre trabajar en un trabajo de porquería por salarios de miseria o entrar al Ejército no es igual a una "elección" entre ir a la Escuela de Derecho de Harvard o entrar al Ejército. Igual que la elección entre ser conscripto para Vietnam o ir a la cárcel no es lo mismo que la elección entre ser conscripto para Vietnam o conseguirse un puesto especial en la Guardia Nacional Aérea de Texas y que se te permita no ir al entrenamiento para asistir a fiestas alcohólicas de tu fraternidad.
Sí, esa definición de "voluntario" puede ser bastante astuta, también. Me recuerda a esos existencialistas fumando sus Gauloises que argumentaban que en todo caso siempre somos libres porque podemos optar por el suicidio. Un concepto bastante inteligente, pero no exactamente lo que la mayoría de nosotros utiliza para sus decisiones de cada día.
A fin de cuentas, la realidad del asunto es la siguiente. Voluntarios o no, en Estados Unidos, para los que no se han interesado por el tema, los militares NUNCA deciden cuándo iremos o no a la guerra. Las personas que "ofrecen" esa decisión son civiles, es decir el Congreso y el presidente (a menos, desde luego, que un Congreso intimidado, cobarde, oportunista, abdique de todo su poder ante un demagogo semi- instruido en la Casa Blanca).
Así que tiren ese hediondo engaño a la basura, por favor, y pónganlo delante de la puerta.
18 de agosto de 2003
* Stan Goff es autor de "Hideous Dream: A Soldier's Memoir of the US Invasion of Haiti" (Soft Skull Press, 2000) y del próximo libro "Full Spectrum Disorder" (Soft Skull Press, 2003). Es miembro del comité de coordinación de BRING THEM HOME NOW! [¡ Que vuelvan a casa ahora mismo!]. Es un sargento mayor en retiro de las Fuerzas Especiales y padre de un soldado en servicio activo. El correo electrónico de BRING THEM HOME NOW! es bthn@mfso.org. El correo de Goff es: sherrynstan@igc.org