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Internacional

9 de agosto del 2003

EE.UU. es una religión
No hay noción más peligrosa que la de un EE.UU. divino
George Monbiot
The Guardian
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
"La muerte de Uday y Qusay", declaró el comandante de las fuerzas terrestres en Irak a los reporteros el miércoles, "va a ser indudablemente un momento crucial para la resistencia."(1) Bueno, fue un momento crucial, pero desgraciadamente no del tipo que preveía. El día que hizo ese anuncio, los insurgentes iraquíes mataron a un soldado de EE.UU. e hirieron a seis. Al día siguiente, mataron a tres más; durante el fin de semana asesinaron a cinco e hirieron a siete. Ayer masacraron a uno más e hirieron a tres. Ha sido la peor semana para los soldados de EE.UU. en Irak desde que George Bush declaró que había terminado la guerra.

Pocos piensan que la resistencia en ese país es coordinada por Sadam Husein y su maligna familia o que va a terminar cuando hayan matado a esa gente. Pero esos pocos parecen incluir al comando militar y civil de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Por la centésima vez desde que EE.UU. invadió Irak, las predicciones hechas por los que tienen acceso a la inteligencia han resultado ser menos fiables que las predicciones de los que no tienen ese privilegio. Y, por la centésima vez, la inexactitud de los pronósticos oficiales ha sido atribuida a "fallas de la inteligencia".

Parece que la explicación está perdiendo su utilidad. żEsperan seriamente que creamos que los miembros de los servicios de seguridad de EE.UU. son los únicos incapaces de ver que muchos iraquíes quieren librarse del ejército de EE.UU. con tanto fervor como antes querían librarse de Sadam Husein? Lo que falta en el Pentágono y en la Casa Blanca no es inteligencia (o en todo caso no del tipo del que estamos hablando), sino la voluntad de escuchar. No adolecen de fallas de información, sino de una falla de ideología.

Para comprender por qué persiste esa falla, debemos comenzar por captar una realidad que ha sido pocas veces discutida en publicaciones. Estados Unidos ya no es sólo una nación. Ahora es una religión. Sus soldados han entrado en Irak para liberar a su pueblo no sólo de su dictador, de su petróleo y de su soberanía, sino también de sus tinieblas. Como dijo George Bush a sus tropas el día que cantó victoria, "dondequiera que vayan, ustedes llevan un mensaje de esperanza -un mensaje que es antiguo y siempre nuevo. En las palabras del profeta Isaías, "A los cautivos, 'salid', y a los que están en la oscuridad, 'sed libres'" (2)

Así que los soldados de EE.UU. ya no son sólo simples combatientes terrestres; se han convertido en misioneros. Ya no están simplemente matando enemigos; están expulsando demonios. Los que reconstruyeron las caras de Uday y Qusay olvidaron por descuido restaurar el par de pequeños cuernos sobre cada frente, pero la noción de que se trataba de oponentes de un reino diferente fue transmitida a pesar de todo. Como todos los que envían a misioneros al extranjero, los altos sacerdotes de EE.UU. no pueden concebir que los infieles puedan resistir por su propia voluntad; si se niegan a convertirse, es la labor del diablo, representado ahora por el antiguo dictador de Irak.

Como muestra Clifford Longley en su fascinante libro "Pueblo Elegido", publicado el año pasado, los fundadores de EE.UU., aunque a veces profesaban otra cosa, sentían que eran guiados por un propósito divino (3). Thomas Jefferson argumentaba que el Gran Sello de Estados Unidos debía representar a los israelitas, "dirigidos por una nube de día y un pilar de fuego por la noche". (4). George Washington afirmaba, en su discurso inaugural, que cada paso hacia la independencia fue "distinguido por alguna prueba de acción providencial" (5). Longley afirma que la formación de la identidad estadounidense formó parte de un proceso de "supersesión". La Iglesia Católica afirmó que había suplantado a los judíos como los elegidos, ya que los judíos habían sido repudiados por Dios. Los protestantes ingleses acusaron a los católicos de romper con la fe y afirmaron que ELLOS se habían convertido en los amados por Dios. Los revolucionarios estadounidenses creían que los ingleses, por su parte, habían roto su pacto: los estadounidenses se habían convertido en el pueblo elegido, con un deber divino de entregar el mundo al dominio de Dios. Hace seis semanas, como para mostrar que esa creencia persiste, George Bush citó una observación de Woodrow Wilson. "EE.UU.", citó, "tiene en sí una energía espiritual que ninguna otra nación puede contribuir a la liberación de la humanidad". (6)

Gradualmente está noción de ser elegidos ha sido refundida con otra idea, aún más peligrosa. No se trata sólo de que los estadounidenses sean el pueblo elegido por Dios; EE.UU. mismo es percibido ahora como un proyecto divino. En su discurso presidencial de despedida, Ronald Reagan habló de su país como de "una brillante ciudad sobre un monte", una referencia al Sermón de la Montaña. (7) Pero lo que Jesús estaba describiendo no era un Jerusalén temporal, sino el reino de los cielos. En la versión de Reagan, no sólo el reino de Dios se encontraba en Estados Unidos de Norteamérica, sino el reino del infierno también se encontraría ahora en la tierra: el "imperio del mal" de la Unión Soviética, contra el que se oponían Sus sagrados guerreros.

Desde los ataques contra Nueva York esta noción de EE.UU. divino ha sido ampliada y refinada. En diciembre de 2001, Rudy Giuliani, el alcalde de esa ciudad, hizo su último discurso en esa función en la Capilla de St. Paul, cerca de las torres gemelas destruidas. "Todo lo que importa", afirmó, "es que ustedes abracen a EE.UU. y comprendan sus ideales y de qué trata. Abraham Lincoln solía decir que la prueba de tu calidad de estadounidense era... cuánto creías en EE.UU. Porque somos, en realidad, como una religión. Una religión secular." (8) La capilla en la que habló había sido consagrada no sólo por Dios, sino por el hecho de que George Washington había una vez rezado allí. Era ahora, dijo, "un suelo sagrado para los que sienten de qué trata EE.UU." (9) Estados Unidos de Norteamérica ya no necesita apelar a Dios; es Dios y los que van al exterior a difundir la luz lo hacen en nombre de un reino celestial. La bandera se ha hecho tan sagrada como la Biblia; el nombre de la nación es tan santo como el nombre de Dios. La presidencia se convierte en un sacerdocio.

Por lo tanto, los que dudan de la política exterior de George Bush ya no son sólo críticos; son blasfemos, o "anti-americanos". Esos estados extranjeros que tratan de modificar esa política están perdiendo su tiempo: se puede negociar con políticos; no se puede negociar con sacerdotes. EE.UU. tiene una misión divina, como sugirió Bush en enero: "defender... las esperanzas de toda la humanidad", (10) y ay de los que esperen algo diferente del modo de vida estadounidense.

Los peligros de la divinidad nacional difícilmente necesitan explicación. Japón se lanzó a la guerra en los años 30, convencido, como George Bush, de que poseía una misión caída del cielo de "liberar" Asia y extender el reino de su divino imperio. Lograría, predijo el teórico fascista Kita Ikki, "iluminar las tinieblas de todo el mundo". (11) Los que tratan de forzar al cielo hacia la tierra sólo están destinados a fraguar un infierno.




Referencias

1. Teniente General Ricardo Sánchez, Comandante, Fuerzas Terrestres de la Coalición, 23 de julio de 2003, Información sobre la confirmación de las muertes de Uday y Qusay Husein.
http://www.defenselink.mil/news/Jul2003/g030723-D-6570C.html

2. Presidente George W Bush, 1 de mayo de 2003. Discurso a la tropa en el barco Abraham Lincoln

3. Clifford Longley, 2002. "Chosen People: the big idea that shapes England and America". Hodder and Stoughton, London.

4. Thomas Jefferson, citado por Longley, Ibíd.

5. George Washington, citado por Longley, Ibíd.

6. President George W Bush, 21 de mayo de 2003. Observaciones en la Academia de los Guardacostas de EE.UU., New London, Connecticut.

7. Ronald Reagan, citado por Longley, Ibíd.

8. Rudy Giuliani, citado por Longley, Ibíd.

9. Ibíd.

10. Presidente George W. Bush, 28 de enero de 2003. Discurso sobre el estado de la Unión. Congreso de EE.UU.

11. Kita Ikki, citado por Piers Brendon, 2000. "The Dark Valley: a panorama of the 1930s". Pimlico, Londres.

Los libros de George Monbiot "Poisoned Arrows and No Man's Land" serán vueltos a publicar esta semana por Green Books.
www.monbiot.com
29 de julio de 2003