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Internacional

18 de agosto del 2003

Editorial de Gara: Tras la muerte de Idi Amin
La importancia de la justicia internacional


Gara
Idi Amin, el que fuera dictador de Uganda durante una década (1971-1979) tras la que dejó un país arrasado económicamente, un número de muertos que superan los 300.000, y un reguero de actos de represión que incluyen la práctica del canivalismo, ha fallecido a los 78 años de edad en un hospital de Arabia Saudí. Derrocado en 1979, tras un fugaz paso por Libia de donde fue expulsado, encontró definitivamente refugio en Arabia Saudí, donde durante más de veinte años ha podido escabullirse de la acción de la justicia.

Amin formaba parte de esa casta de dictadores que al ser destituidos consiguen un exilio dorado en el que pasar el resto de sus días protegido por el olvido. Tenía todos los elementos a su favor: la comunidad internacional no ha tenido hasta ahora una herramienta que posibilitara juzgar sus crímenes, los sucesivos gobiernos habidos en Uganda no lo han reclamado para hacerle pagar por la situación en la que dejó el país y a sus habitantes, y el estado árabe que goza del reconocimiento democrático de las grandes potencias de Occidente le ha mantenido a salvo, sin que Uganda ni el resto de la comunidad internacional presionara a Arabia Saudí para que pusiera a Idi Amin en manos de la justicia de su país. Tras su muerte, el presidente que le sustituyó en el primer año de mandato se lamenta de que los distintos gobiernos ugandeses no hayan sido capaces de juzgar en vida al ex dictador. Pero lo cierto es que hasta ahora, que a nivel internacional se empiezan a plantear procesos contra ex dictadores que en el mundo han sido, la muerte natural en el exilio era el final que esperaba a un dictador, por brutales y sangrientos que hubieran sido los años en los que se mantuvieron al frente de su país.

Idi Amin no ha sido el único, ni siquiera el último. Sin ir más lejos, la pasada semana cogió el camino del exilio Charles Taylor, hasta entonces presidente de Liberia; en lugar de ponerle en manos de la justicia de su país se le puso en bandeja la vía para escapar a sus responsabilidades. Y en la misma situación están Duvalier en el Estado francés o Mengistu, de Etiopía en Zimbabue, Tonton Macoute en el Bronx y algunos ex dictadores de Centroamérica en Florida. Mientras, EEUU, responsable de las masacres que provocan las «guerras preventivas» que impulsa, boicotea la Corte Penal Internacional, única garantía para que el genocidio deje algún día de ser un crimen protegido en la impunidad.