2 de julio del 2003
El caso Rosenberg
Ignacio Ramonet
La Otra Realidad
Hace 50 años, el 19 de junio de 1953, los esposos Ethel y Julius Rosenberg
fueron ejecutados en la silla eléctrica de la siniestra cárcel
de Sing Sing, en el estado de Nueva York. Para el mundo, ese día representa
el momento en que se materializó uno de los más escandalosos actos
de injusticia de la guerra fría. Los Rosenberg habían sido arrestados
por el FBI y acusados de conspiración, en el verano de 1950, por cometer
actos de espionaje al servicio de la Unión Soviética y de revelar
el secreto de la bomba atómica a ese país. El 15 de abril de 1951,
el juez Kaufman declaró que sus «actos eran más graves que un
asesinato» y los condenó a muerte.
Fuera de la Casa Blanca, en Washington, pequeños grupos de manifestantes
portaban feroces pancartas que rezaban: "!Muerte a las ratas comunistas!". Pero
a unos 50 km.al sur, en la Union Square de Nueva York, una multitud de miles
de personas se reunió para pedir clemencia. Stalin acababa de morir en
marzo de 1953, y para millones de personas la Unión Soviética
era aún la patria del socialismo, el país que a costa de pérdidas
humanas infinitas había hecho posible la victoria sobre el nazismo.
Jean Paul Sartre consideró la ejecución de los Rosenberg como
"un linchamiento legal que mancha de sangre a todo un país". En Francia,
en Italia, en Alemania, en la URSS, en América latina, en el mundo entero,
se movilizaron millones de personas. Obreros, estudiantes, intelectuales, científicos
como Einstein o artistas como Picasso gritaron: ¡Salvad a los Rosenberg! Hasta
el equívoco papa Pío XII solicitó clemencia. Pero de nada
sirvió. Eisenhower se mostro inflexible. Michael y Robert, los dos hijos
del matrimonio, de siete y diez años respectivamente, quedaron separados
de sus padres para siempre. Ni el reclamo internacional, ni los llantos de estos
niños pudieron impedir que el 19 de junio de 1953, los Rosenberg fueran
víctimas expiatorias de la «caza de brujas», los únicos estadounidenses
condenados a muerte y ejecutados por espionaje en tiempos de paz.
En los documentos del FBI desclasificados en los años 1970 se demostró
que el juicio había sido falseado, y que si Julius Rosenberg había
podido tener alguna relación con una red de espionaje en favor de la
Union Soviética (lo que no merecía la pena capital), su esposa
Ethel era totalmente inocente.
Pero el cuadro político mundial existente en 1953 era muy complicado
e inseguro para el gobierno de Washington. El 28 de agosto de 1948, la Unión
Soviética había experimentado su primera bomba atómica,
rompiendo así el monopolio norteamericano de esa arma. El 1 de octubre
de 1949 triunfó la revolución comunista en China, instaurando
el socialismo en ese país. En junio de 1950 estalló la guerra
en Corea en la cual se involucró por completo Estados Unidos, cuyas fuerzas
armadas combatieron directamente contra los chinos de Mao Zedong e,indirectamente,
contra los soviéticos. En aquellos años imperaba en Estados Unidos
un ambiente de histeria y de odio hacia los comunistas, como el que existe ahora
hacia los árabes.
Los Rosenberg formaban una pareja nacida en el seno de familias judías
pobres en Nueva York, en los medios obreros del barrio Lower East Side. Julius,
en 1918, y Ethel, en 1915. Se hicieron comunistas en los años 1930. Y
siempre sintieron una simpatía particular por la España republicana.
En 1936, los Rosenberg participaron en muchas iniciativas de solidaridad con
la República española. Ya en la cárcel, en vísperas
de su ejecución, Julius proclama en una carta a Ethel su voluntad de
seguir luchando y escribe "¡No pasarán!", en castellano, recordando el
lema republicano de la guerra civil. En otra declara su repulsa por las negociaciones
del gobierno de Eisenhower con la dictadura española y se pregunta cómo
los Estados Unidos pueden aliarse con Franco "para defender la democracia".
En la correspondencia recuerda su solidaridad con España, rememora una
manifestación en Manhattan, en Times Square, en la que cantaron canciones
y en la que ambos sostenían la bandera republicana española.
En la última carta que escribió Ethel Rosenberg antes de ser conducida
a la silla eléctrica, mostró su convicción de que ella
y su marido eran "las primeras víctimas del fascismo norteamericano".
Su último deseo es que cuidaran de sus hijos, y añadía:"No
estoy sola, y muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos
reivindicados por la historia".