Robert Fisk
Conque es el fin de la guerra en Irak, ¿no? Si alguien cree que George Bush hijo logró que le creyeran lo dicho la noche del jueves pasado en el portaviones Abraham Lincoln -las "principales operaciones de combate han terminado", fue la expresión que empleó-, debería examinar con mayor atención el siniestro discursito íntimo que el secretario de Defensa Rumsfeld les endilgó un día antes a los soldados estadunidenses en Bagdad.
Fue un mensaje lleno de la acostumbrada creación de mitos: los "muchos" iraquíes que corrían en manada a dar la bienvenida a los estadunidenses durante la "liberación" de Bagdad, el "avance más rápido hacia la capital de un país en la historia militar moderna" (que los israelíes lograron en tres días en 1982). Pero la línea clave se deslizó al final. Los estadunidenses, dijo, aún tenían que "erradicar las redes terroristas que operan en el país".
¿Qué? ¿Cuáles redes terroristas? ¿Y quiénes, si se nos permite preguntar, están detrás de estas misteriosas redes terroristas que "operan" en Irak? Tengo una idea bastante aproximada: tal vez todavía no existan, pero Donald Rumsfeld sabe (y la inteligencia estadunidense se lo ha dicho) que se gesta y crece en Irak un movimiento de resistencia a la ocupación.
La comunidad musulmana chiíta, ahora apoyada por miles de iraquíes de la Brigada Bader, entrenados en Irán, cree que Estados Unidos está en el país por el petróleo. Está furiosa por el trato que los estadunidenses dan a los ciudadanos iraquíes: en tres días de la semana pasada al menos 17 manifestantes sunitas fueron asesinados, dos de ellos menores de 11 años. Y no se siente impresionada por los intentos de Washington de fraguar un gobierno "interino" pro estadunidense.
Incluso en plena guerra podían escucharse los mismos sentimientos. Sí, nos decían los chiítas, los estadunidenses pueden deshacerse de Saddam. Nadie duda de la crueldad del tirano. Pero siempre ese sentimiento venía seguido del deseo de ver la partida de los invasores. La mayoría de las víctimas civiles de las bombas estadunidenses y británicas eran chiítas, en especial en los alrededores de Nasiriya y Hillah. Esa es otra razón por la que los estadunidenses no fueron recibidos con flores y música en Bagdad, donde un vehículo blindado de su país derribó la famosa estatua de Saddam.
Cuando los civiles iraquíes miran a la cara a los soldados estadunidenses, dijo el presidente Bush al mundo en su famoso discurso del jueves, "ven fortaleza, amabilidad y buena voluntad". Falso, señor Bush: ven ocupación.
Ya es posible identificar ciertos signos conocidos en el avance de la ocupación: una serie de brutales incidentes por los cuales jamás de los jamases se culpará a los estadunidenses. Exactamente igual que en la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, la matanza de civiles nunca será culpa de los ocupantes. Jamás se recibió disculpa alguna de Estados Unidos por el conductor y el anciano que fueron asesinados a tiros por fuerzas estadunidenses cerca de un puesto de revisión en Bagdad, ni por la niñita y la joven gravemente heridas cuya tragedia fue atestiguada por el Canal 4 británico. Disparan a una familia que iba en automóvil en el sur de Irak; matan a camarógrafos en el hotel Palestina; 15 iraquíes, entre ellos al menos un niño, son acribillados en Fallujah: para los estadunidenses siempre es "defensa propia" pese a que, extrañamente, pocos de ellos, si es que alguno, han resultado heridos de consideración en esos incidentes.
Por supuesto, debe haber hombres armados que disparan a los estadunidenses, pero la evidencia sugiere que no hay tantos. Eso sí, también indica que muy pronto habrá muchos más. Basta observar cuán profundamente los chiítas iraquíes admiran al Hezbollah libanés para entender lo bien que comprenden el arte de la guerrilla de resistencia. Sea que reciban apoyo de Irán o que las cámaras de tortura de Saddanm les hayan servido de escuela, no aceptarán órdenes del ex general Jay Garner, de quien se sabe bien en Irak que viajó con todo pagado a Israel para expresar su admiración por la "prudencia" del ejército de ese país en los territorios palestinos ocupados. Y se dan perfecta cuenta de que las grandes corporaciones estadunidenses se preparan a sacar millones de dólares de su destrozada nación.
Sin esperar a ningún gobierno "interino" que tome tales decisiones, ya la Agencia para el Desarrollo Internacional ha invitado a las trasnacionales estadunidenses a participar en licitaciones para todo, desde reconstrucción de caminos hasta edición de nuevos libros de texto. Una compañía, Stevedoring Services of America, se embolsó ya el contrato de administración del puerto de Um Quasr, que asciende a 4.8 millones de dólares. En el curso de la semana se espera la visita de ejecutivos petroleros estadunidenses, muchos de ellos amigotes de George Bush y su gobierno, al Ministerio del Petróleo iraquí, uno de los únicos dos que los estadunidenses salvaron "de milagro" de los incendiarios.
No, el Irak de hoy no se asemeja a una democracia en ciernes, sino más bien a la tragedia que encontraron los británicos cuando terminó la ocupación alemana de Grecia en 1944. Hitler, como Saddam, se había asegurado de dejar multitud de armas abandonadas por allí, para alimentar la resistencia guerrillera contra los nuevos amos.
Churchill apoyó al gobierno nacionalista de George Papandreou -el Ahmed Chalabi de Grecia-, pero la guerrilla comunista Helas quería el poder. Había combatido a los nazis desde la invasión alemana de 1941 y, como hoy muchos musulmanes chiítas, temía ser excluida del poder por un nuevo régimen pro aliado. Así que la "liberación" de Atenas degeneró rápidamente en una encarnizada batalla entre las tropas británicas (léase estadunidenses en Irak) y los comunistas, que recibieron apoyo de la Unión Soviética durante años. En vez de la Rusia de entonces, léase el Irán de hoy.
Churchill declaró que estaba en favor de la libertad y que "la democracia no es una meretriz dispuesta a que cualquier hombre armado con una ametralladora la levante en la calle". Pero cuando los británicos impusieron la ley marcial (algo que los estadunidenses quizá tendrán que considerar), el premier británico, en lenguaje menos caritativo, escribió al comandante en Grecia un mensaje secreto: "No debe titubear en actuar como si estuviera en una ciudad conquistada".
En varias batallas hubo intentos por encontrar un mediador, no diferentes a las juntas desesperadas realizadas en Fallujah la semana pasada entre los iraquíes y los estadunidenses. En aquella época Churchill sólo logró restaurar el orden porque había obtenido en secreto el acuerdo de Stalin de que Grecia permanecería en la esfera occidental de Europa. Bulgaria, Hungría, Polonia y otras naciones de Europa occidental pagaron el precio.
Los paralelismos no son exactos, por supuesto, y una diferencia crucial de hoy es que la nación que podría dar a Washington la ayuda que los soviéticos prestaron a Londres es Irán, país que no sólo no es un aliado incómodo, sino parte del eje del mal de Bush, y teme ser el próximo en la lista de guerra de Estados Unidos.
He aquí, pues, una pequeña predicción. Bush dice que la guerra ha terminado, o algo por el estilo. La resistencia chiíta comienza a morder a los estadunidenses en Irak. Por supuesto, Rumsfeld habrá sido advertido de ella: se le caracterizará como las famosas "redes terroristas" que aún hay que combatir en Irak. Y a Irán, como sin duda también a Siria, se le acusará de apoyar a estos "terroristas". Los franceses hicieron algo así en su guerra de 1954-62 contra el Frente de Liberación Nacional en Argelia: culparon a Túnez y a Egipto. Así que aguardemos la parte dos de la guerra de Irak, transformada en la próxima etapa de la "guerra al terror".
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya