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Internacional

13 de mayo de 2003

Una nación de cobardes

Sidney Hall, Jr
CommonDreams.org. , 8 de mayo de 2003
Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Por un instante, después del 11-S, vimos a unos auténticos héroes en nuestro medio, aquellos que arriesgaron sus vidas para rescatar a extraños y otros que postergaron sus propias necesidades ante las de otros durante la tragedia. La celebración de este heroísmo habrá sido algo chabacana, pero fue sincera.
Desde entonces pareciera que nos hubiéramos convertido en una nación de cobardes que celebran ilusiones.
Hay un presidente que, ante la devastación del 11-S, no actúa con tolerancia, con curiosidad por comprender la causa fundamental y como un líder mundial. En lugar de hacerlo arremete contra objetivos imprecisos con más fuerza que la que se nos opone. No es la acción de un valiente. Es el acto de un cobarde.
Hay un senador que ve que su país se desvía peligrosamente de su camino y que por primera vez en su historia abusa abierta y desvergonzadamente de su poder. El senador no dice nada, aunque sabe más que eso, porque teme que podría haber una violenta reacción emocional si se atreve a iniciar una discusión racional. Teme que podría perder la próxima elección. Es el acto de un cobarde.
Hay un ciudadano incapaz de pensar. Sucumbe al miedo, cree todas las historias de terror que escucha, compra duct tape para sellar sus puertas y ventas, aunque si pensara un poco se daría cuenta que es más peligroso conducir su coche. Es el acto de un cobarde.
Hay un periodista que sabe que hay niños que mueren en los hospitales de Irak, con sus cuerpos terriblemente desfigurados como resultado de los actos de nuestro país, pero no muestra fotos de esos niños que permitirían que la gente pueda sopesar las consecuencias de la guerra. Muestra imágenes de estadounidenses fuertemente armados e informa sobre cada comunicado de prensa de la "coalición" como si fuera el evangelio. Es el acto de un cobarde.
Hay un ministro de justicia que tiene tanto miedo ante los eventos que está dispuesto a subvertir la esencia misma de lo que normalmente debería defender. Envuelve sus actividades subversivas en un manto de confusión. Es el acto de un cobarde.
Hay un ciudadano que coloca una bandera delante de su casa como señal de su incapacidad de pensar, de que basta con "apoyar a nuestros soldados" no importa si hacen bien o mal. Es el acto de un cobarde.
Hay un soldado que dispara contra un vehículo que viene con una familia de mujeres y niños porque piensa que viene a atacarlo. Es el acto de un cobarde.
Hay otro soldados que dispara contra una multitud de civiles cuando alguien le lanza una sandalia. Es cierto que es joven, mortalmente aterrorizado por la situación a la que ha sido injustamente expuesto, pero no espera a que haya una verdadera razón para disparar. Es el acto de un cobarde. Otro soldado apunta el cañón de su tanque contra un hotel repleto de periodistas y dispara. Es el acto de un cobarde.
Un soldado contempla impávido mientras saquean hospitales y museos y la anarquía se apodera de una gran ciudad. Es el acto de un cobarde.
Muchos son mocosos asustados puestos en un sitio imposible. Deberíamos compadecerlos, pero eso no los convierte en héroes.
Hay un reportero que se abstiene de informar de lo asustados y nerviosos que están esos muchachos, porque teme que pueda afectar a su presidente. Es el acto de un cobarde.
Un miembro del Congreso de Estados Unidos va a su cafetería y rebautiza los French Fries [fritas francesas = papas fritas en EE.UU.] como Freedom Fries [fritas de la libertad], porque es incapaz de aceptar alguna crítica de otro país, incluso si es el país que ayudó a lograr la libertad de EE.UU. żEs el acto de un hombre valeroso? No, es el acto de un cobarde.
Un especialista que asesora a la Casa Blanca concluye que la fuerza y el miedo constituyen el único camino para terminar un ciclo de terrorismo que se perpetúa por la fuerza y el miedo. Ni siquiera piensa en encontrar los motivos del problema, o las soluciones. Es el acto de un cobarde.
Y llega el presidente sonriendo y caminando con arrogancia, vestido con un atuendo militar, deleitado. Hemos visto lo mismo en los peores dirigentes mundiales, los Stalin y los Hitler, y aunque nuestro presidente tal vez no llegue al mismo nivel de maldad, se les parece desagradablemente. Son los dirigentes que hicieron lo que hicieron sonriendo y caminando con arrogancia mientras lo hacían porque esencialmente también eran cobardes.
Pareciera que hemos terminado por convertirnos en una nación de cobardes. La cobardía se ha entrelazado con el tejido mismo de nuestras vidas. Una nación de cobardes –con la excepción de los que no lo son, y hay muchos. Y en el corazón de todo estadounidense existe la valentía, esperando para poder salir a la superficie. Si apareciera repentinamente alguien que apelara a esa valentía, otro Martin Luther King, veríamos la valentía florecería por doquier de un día al otro.
Somos, después de todo, sólo humanos.


Sidney Hall, Jr. es poeta y editor. Vive en New Hampshire, EE.UU. Es propietario de Hobblebush Books. Su correo es: sidhall@charter.net.