Internacional
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11 de abril del 2003
La próxima guerra
Carlos J. Gil Bellosta
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MSN.com es la tercera página de internet más visitada mundialmente. El día 7 de abril uno de sus enlaces conducía a un artículo de un tal William Saletan que se anunciaba bajo el título "The next war: Syria" --la próxima guerra, contra Siria--..
William Saletan es un periodista prolífico y monotemático a un tiempo. Le apasiona repasar las razones esgrimidas para justificar la presente guerra, hacer de ellas un molde y ver en qué medida encajan en él unas u otras naciones. Le deben de resultar muy útiles en su quehacer periodístico las teclas para copiar y pegar, muy convenientes cuando se trata de escribir mucho y cavilar poco. William Saletan es también, tal vez inadvertidamente, un spinoziano entusiasta y enamorado de la moral construida al modo de la geometría. Y es consecuente, cosa que lo honra. Si en tiempos advertía de los peligros de un ataque a Irak, que, en estricta lógica, implicaría un ataque contra aquellas naciones que --como Siria, a su parecer-- cumplen los los mismos requisitos para hacerse merecedoras de una invasión redentora, ahora, desde su encumbrada tribuna exige uniformidad en los raseros y veredictos. Todo en aras de la coherencia dentro del esquema formal de la moral para computadoras..
Pero no es tan preocupante lo que opine o deje de opinar el Sr. Saletan como la naturalidad con que en la página que visitan diariamente medio millón de personas se habla de la "siguiente guerra". Nadie parece sorprenderse demasiado del concepto, como si las guerras se sucediesen con la inexorabilidad de las estaciones. El ABC de Sevilla no hablaba de la "próxima guerra" en su primera página a comienzos de 1939; ni el Times de Londres o el Pravda de Moscú en 1945. Hablar del siguiente proyecto sin haber concluido el presente es cosa, más bien, de empresarios a punto de rematar un negocio o de bandas de atracadores en vísperas de dar un golpe..
Y es que esta guerra no es una guerra sino un negocio y un latrocinio. O, más bien, una manifestación de cómo el latrocinio --y, concretamente, a mano armada-- vuelve a erigirse en instrumento de la política económica. Uno de los efectos del avance tecnológico ha sido el de equiparar la situación de muchos de los productos que el Norte producía en régimen monopolístico, de precios altos y fijados por el productor, a la de las exportaciones del Sur, sometidas al efecto depresor de los precios --fijados ahora por el comprador-- del mercado libre. Así, el precio de los ordenadores personales ha caído en un grado comparable al de, por ejemplo, el café y los problemas de los fabricantes de unos y los cultivadores del otro se enfrentan a problemas aunque de desigual gravedad, de análoga naturaleza. El efecto económico de los avances tecnológicos de la última década lleva dos años largos de receso. El estancamiento demográfico, ahora casi universal, priva de otra de las fuentes históricas de desarrollo económico. La consecuencia de todo lo anterior es que, de no mediar el surgimiento de una nueva tecnología que dinamice la economía en los años venideros de la misma manera que la relacionada con internet en los pasados, el mundo va a quedar sometido a los efectos de un relativo estancamiento económico. Del espasmo, se pasará al marasmo..
Y si el pastel no ha de crecer, el problema de su repartición va a devenir más acuciante. Quienes manipulan las palancas de la economía van a guardar más celosamente sus privilegios. Nunca antes como ahora había cobrado tanta importancia ni se había vuelto tan asfixiante la presión de los dueños de las patentes --véanse las polémicas sobre las del software o los medicamentos, entre otras--, los copyrights --de la SGAE a la Motion Pictures Association-- y otros mecanismos que persiguen la concentración en pocas manos de los resortes de la vida económica --y que, aunque eso mereciese artículo aparte, provocan en muchos casos la elitización de la salud, la cultura y la educación--. Y tampoco se había hablado tanto de libre comercio, que, en tantos casos, encubre un conjunto asimétrico de condiciones leoninas que restringen el acceso de determinados productos --los de los países pobres-- a determinados mercados --los de los otros-- desarticulando uno de los posibles mecanismos para lograr un reparto más equitativo de la riqueza, un "bien" que, de repente, se nos ofrece como limitado, finito..
La inversión en tecnología, dada su relativa madurez, está en situación de rendimientos decrecientes. Deja de tener sentido bombear dinero en proyectos de dudoso valor marginal. Para tener más, ahora, ya no basta con fabricar más, crear más, inventar más: no crecerá el tamaño ni de la tarta ni el de nuestra porción con eso. Hoy en día, para tener más, hay que guardar la porción propia con una mano y tratar de agarrar la ajena con la otra..
La política "sensata", hoy en día, tal vez sea la de los EE.UU., donde "lo militar" canibaliza "lo civil". El giro observado en la dirección de las partidas presupuestarias destinadas a investigación y desarrolo lo confirman. En EE.UU. estos fondos se asignan anualmente obedeciendo criterios políticos muy explícitos y son, a la vez, sumamente reveladores tanto del consenso político imperante como de los rumbos por los que transitará la sociedad entera en los años sucesivos, dado el profundo poder conformador de la investigación científica en el mediano y largo plazo. Y si bien, en tiempos, se promovían vigorosamente proyectos de desminado o para el desarrollo de vehículos eléctricos, de pila de hidrógeno o de muy bajo consumo, hoy en día priman aquellos relacionados con la lucha "antiterrorista". Así, los grandes centros de investigación --el MIT, la universidad de Berkeley, etc.-- compiten tenazmente por hacerse con los contratos de desarrollo de nuevos uniformes de combate para las tropas de infantería a los que la nanotecnología aporte propiedades cuasimágicas o nuevos vehículos especialmente diseñados para el combate urbano, que tanto aterra a los estrategas del imperio. Y que tan útiles resultan para abrir nuevos mercados a bayonetazos..
El reequilibrio entre los sectores civil y militar se aprecia también en el desigual comportamiento de las empresas de uno y otro sector --aunque cada vez sea más difícil trazar fronteras nítidas-- en las bolsas internacionales; en el hecho de que mientras durante el pasado mes se destruyeron 108.000 empleos en el sector civil estadounidense, los reservistas hayan sido masivamente llamados a filas y que en las fábricas de bombas y misiles "inteligentes" de San Luis, Misuri, vecinas a donde se redacta este artículo, se trabaje a destajo en turnos continuos mientras que los cientos de temporeros negros, los que antes salvaban la jornada con contratos tiránicos de ocho horas en subempleos deshumanizantes, pululen ahora por las calles mendigando tabaco y monedas bajo el estruendoso vuelo rasante de los F15 que velan por su seguridad en las épocas de alerta naranja que corren..
La guerra en que estamos inmersos no es, en definitiva, una guerra entendida, clásica y cínicamente, como la prolongación de la diplomacia, como instrumento para zanjar de manera definitiva un conflicto político. Esta segunda guerra del siglo XXI es la segunda manifestación de un proyecto colonialista implícito al que nuestra mansedumbre brinda aquiescencia..
Carlos J. Gil Bellosta fue un mal matemático y es ahora un mediano estadístico en el que el mucho viajar y el desordenado leer despertaron cierta conciencia social de muy problemática adscripción. Se le puede contactar en cjgilbel@math.wustl.edu.