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Internacional

15 de april del 2003

Sobre la devastación americana en Irak
Bagdad, California

John Brown
corriente@lterna
The movie ran through me
The Glamour subdue me
The tabloid untie me
Im empty please fill me
Mister anchor assure me
That Baghdad is burning
Your voice it is so soothing
That cunning mantra of killing
I need you my witness
To dress this up so bloodless
To numb me and purge me now
Of thoughts of blaming you
Yes the car is our wheelchair
My witness your coughing
Oily silence mocks the legless
Boys who travel now in coffins [1]
(Rage Against The Machine, The Battle of Los Angeles, Testify)
La llegada de los angloamericanos a Irak no fue una fiesta. La población harta de años de un embargo criminal que acabó con la vida de más de un millón de iraquíes, indignada ante la monstruosa violación del derecho internacional perpetrada por la coalición, optó por resistir junto al ejército de Sadam. Cuando este y su administración implosionaron bajo la enorme presión de la máquina militar de los invasores, la inmensa mayoría de los iraquíes tampoco aplaudió a los «libertadores». Ciertamente, cayó la dictadura de Sadam, pero con ella se llevó la totalidad de la vida política iraquí. Las imágenes del «día de la victoria» nos muestran a algunas docenas de personas rodeando un tanque americano que derriba una estatua de Sadam. Imágenes ambiguas en las que la memoria histórica combina la invasión de Praga por los tanques rusos en el 68 con la liquidación de la dictadura «comunista» en el 89. Caen las estatuas del tirano, pero no las derriba la gente, sino los tanques invasores. Cae la dictadura, pero con ella el Estado y la soberanía de Irak.

El siguiente episodio no tiene ya lugar en la Praga de nuestra memoria, sino en Los Angeles. Como en la revuelta de Los Angeles de 1992, imágenes de saqueo y de incendios generalizados. Como en Los Ángeles, columnas de humo se levantan sobre la ciudad y un ejército la ocupa. La Comisión de la Asamblea legislativa del Estado de California describía así la situación en su informe sobre los disturbios titulado «No basta reconstruir»: «Las dificultades económicas de California sólo ha contribuido a exacerbar las tensiones que desgarran el corazón de Los Ángeles. El estado y la región siguen sumidos en la recesión y el Sur de California se enfrenta a la permanente reducción de su sector aeroespacial. Mientras tanto, en un período de creciente desigualdad de ingresos, las categorías situadas en el sector más bajo de la escala social vieron su red de seguridad encogerse mientras que la falta de ingresos obligaba prácticamente a todos los niveles de la administración a realizar recortes presupuestarios sin precedentes»[2]. Ni siquiera para los norteamericanos Los Ángeles es sólo Hollywood: para los iraquíes, el sueño americano que se les quiere imponer es ya la pesadilla de miseria y segregación de South Los Angeles.

Los desheredados y el lumpen de Bagdad y de las demás grandes ciudades iraquíes roban todo lo que encuentran en los palacios del dictador y en las residencias de los dignantarios del régimen. En un segundo momento, roban también en las tiendas y almacenes, para pasar después a los edificios públicos, ministerios, universidades, museos; hasta desvalijar los hospitales donde se hacinan centenares de heridos que testimonian del paso del Godzilla americano por las calles de Bagdad. Las fuerzas de ocupación no hacen estrictamente nada: esperan órdenes que nunca llegan o, tal vez ejecutan la orden de orquestar una destrucción total de toda la infraestructura de la vida civil iraquí.

Cabe preguntarse por el sentido de esta extraña «operación». Los americanos afirman que las ciudades iraquíes no están «securizadas». Mientras esperan a «securizarlas», el caos más total se adueña de los espacios urbanos. Al menos eso es lo que nos cuenta la prensa «incorporada» a los ejércitos libertadores. Sea ello verdad o no, poco importa: sólo cuenta el espectáculo del caos. Lo que los EEUU están preparando en Irak es un guión sobradamente conocido escrito por Thomas Hobbes allá por el año 1651 en ese libro de cabecera de los neoconservadores americanos que es el Leviatán. De lo que se trata es de lo siguiente: dado que las tropas de ocupación no fueron acogidas como se esperaba, su presencia y su permanencia en Irak resultan difíciles de justificar por otro medio que no sea la fuerza. Ya que no existía una demanda de poder angloamericano antes de la invasión ni en sus primeras semanas, los ocupantes se aprestan a crearla artificialmente, siguiendo la máxima de Barnays, el yerno de Freud y gran teórico de la manipulación publicitaria moderna: «hacer que la gente desee lo que no necesita y que necesite lo que no desea». Si la gente no necesitaba que le dieran paz, pues, a pesar de la dictadura de Sadam, ya la tenía, se le ha creado esta necesidad instaurando el caos mediante la bárbara destrucción de todas las estructuras de la vida pública iraquí. Pero, lo que es más, si la gente no deseaba un poder de ocupación, este poder pretende, fomentando el desorden y el miedo, hacerse necesario. Tal es básicamente el esquema de todo poder soberano.

Hobbes nos muestra cómo en el estado de naturaleza en el que no existe ningún tipo de autoridad, el carácter ilimitado del deseo y de las pasiones humanas crea un permanente conflicto de todos contra todos cuyo resultado es que «la vida humana sea solitaria, pobre, miserable, brutal y breve» (Hobbes, Leviatán I.13). La única solución a esa guerra permanente es la delegación mediante un contrato de todo el poder de cada uno de los súbditos a un soberano que, al aunar las fuerzas de todos, será el único capaz de reprimir la fuerza de los individuos y de sus asociaciones. Este soberano lleva el nombre del monstruo bíblico Leviatán. La violencia del estado de naturaleza no es un hecho que se remonte a un pasado mítico; es, por el contrario, una realidad estructural que se nos vuelve a imponer en cada momento y lugar en que el soberano no está presente, pues está inscrita según Hobbes y los demás teóricos del Estado soberano en las pasiones humanas. Quien no piense así «que considere antes consigo mismo cómo al emprender viaje, se arma y busca ir bien acompañado; al irse a acostar, cierra sus puertas e, incluso en su propia casa echa un candado a sus baúles. Y ello cuando sabe que hay leyes y funcionarios públicos, armados para vengar las injusticias que padezca. Qué opinión tendrá de la gente de su país cuando viaja armado, o de los vecinos de su ciudad cuando cierra las puertas o de sus hijos cuando cierra sus baúles? No está acaso acusando a la humanidad mediante estos actos, como yo (Hobbes) lo hago con mis palabras?».(Lev.I.13).

Todo poder soberano se justifica a sí mismo mediante el fomento de este temor, esté o no justificado. Su fuerza no reside en la mera violencia sino en el temor y la esperanza que suscita: temor al caos y temor a la propia fuerza del soberano; esperanza de seguridad de los súbditos atemorizados. Tal es la situación que los invasores están creando en Irak: fabrican temor para generar obediencia. Pretenden intercambiar con la población seguridad por obediencia. Nada muy distinto hace la mafia cuando vende su «protección», bajo la amenaza de que «los muchachos» pudieran cometer alguna tropelía.

La destrucción de Irak por los bárbaros invasores persigue también otra finalidad. Irak debe entrar en la normalidad «democrática» aceptando la autoridad que el invasor le imponga, pero también debe ingresar en la normalidad neoliberal rentabilizando la destrucción. Schumpeter afirmaba que el capitalismo se rige por un principio de «destrucción creativa». Si las crisis liquidan sectores enteros de la industria que ya no son competitivos, las catástrofes naturales y las guerras permiten acelerar este proceso. La reconstrucción de Irak sólo será posible y rentable, si previamente el país ha sido destruido. Tal es la misión civilizadora que hoy se está cumpliendo en las ciudades de Irak. Además, la destrucción de toda la infraestructura pública, de la administración civil, de los colegios, las universidades y los hospitales hará imposible durante bastante tiempo la vuelta a la normalidad y justificará una presencia militar- industrial de los Estados Unidos y sus aliados en el país. De ese modo, las instituciones financieras internacionales, cuando organicen la reconstrucción no deberán ya preocuparse por imponer la privatización de los servicios públicos: esta se habrá obtenido manu militari.

El Irak liberado va pareciéndose cada día más a Palestina: un país destruido, una administración pública inexistente, la realidad diaria de la ocupación con sus controles y asesinatos calculados o «imprevistos». Ante la orgía de barbarie, el pueblo iraquí no parece dispuesto a ceder. Tras su heroica resistencia militar, se prepara a organizar algo mucho más importante aún para su supervivencia, la resistencia política. Sólo si la población se dota de una forma de poder que asuma las tareas de la resistencia contra el invasor y ponga fin a su chantaje mafioso, podrá mantenerse una vida iraquí. Es necesario restablecer el orden, pues en Bagdad hay muchos ladrones: la inmensa mayoría de ellos hablan inglés y van armados. Como los policías que gestionan el régimen de segregación racial e imponen el orden neoliberal en Los Ángeles.




Notas

[1] La película me atravesó/el encanto me embelesó/los periódicos me desatan/estoy vacío, por favor lléname/Sr. Presentador, asegúrame que arde Bagdad/Tu voz me alivia tanto/el astuto mantra de la matanza/Te necesito de testigo/Para tapar esta sangre/para atontarme y purgarme ahora/de mis pensamientos que te culpan/Sí, el coche es nuestra silla de ruedas/mi testigo tu tos/Un silencio de petróleo/se burla de los niños sin piernas/que viajan ahora en ataúdes

[2] To Rebuild is Not Enough: http://www-lib.usc.edu/~anthonya/la/reb/i.htm