La responsabilidad histórica de Kofi Annan
Miguel Angel Lugo Galicia
El no muy bien recordado ex secretario general de la ONU, el austríaco Kurt Waldheim, en su libro "El Desafío de la Paz", muestra una imagen patética del secretario general, como un hombre solo ante el mundo, que no complace a ninguna de las partes en varios conflictos internacionales pero, a pesar de todo, siempre debe tener en la mente y en el corazón la voluntad suficiente para arreglar las situaciones más difíciles e, incluso, visitar los sitios más peligrosos.
El secretario es un funcionario que siempre tiene una segunda oportunidad para preocuparse por el mundo, debida a su reelección, salvo casos como el de Tygve Lie o el Boutros Boutros Ghali, cuya segunda oportunidad no fue refrendada por las superpotencias del Consejo de Seguridad.
A Kofi Annan sí le toca una segunda oportunidad. Y como siempre sucede en las segundas oportunidades, la responsabilidad histórica aumenta. Porque al ghanés se le otorgó el Premio Noble de la Paz del 2001 y porque algunos errores históricos, que presuntamente cometió en conflictos africanos como el de Ruanda, son espinas clavadas que recuerdan que en el siglo XX, y en los albores del XXI, las lecciones de no repetir masacres todavía no se aprenden.
La responsabilidad histórica de Annan se ha sentido en la organización de la Cumbre del Milenio, en la Cumbre de Monterrey, en la Cumbre de Desarrollo Sostenible, en la Conferencia de Durban, en el problema de Sierra Leona…y ahora con la crisis Irak- Estados Unidos.
El juicio sobre esta responsabilidad no es exagerado, sobre todo si pensamos que algunos representantes diplomáticos, y analistas internacionales, han tratado de comparar la actual crisis bélica con los instantes que se vivieron en el asunto de los misiles Estados Unidos-URSS.
Y para una gran responsabilidad, hay que tener una posición muy firme. Annan se ha pronunciado, como la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad, por darle tiempo a los inspectores de Naciones Unidas que, como se ve en los días posteriores al 5 de febrero del 2003, parece que están teniendo más cooperación de parte de las autoridades iraquíes.
Annan debe resistir la presión de los Estados Unidos. No es fácil este punto. Si el gobierno de los Estados Unidos menosprecia a varios gobiernos que no tienen su óptica, con mayor razón lo hará con Kofi Annan, un
funcionario que ha expresado, en algunas ocasiones, que quiere darle a Naciones Unidas "cierta perspectiva empresarial".
Independientemente de esta perspectiva empresarial, tiene una oportunidad inmejorable de fortalecer la ONU con el plan alternativo que presentan Francia, Alemania y Rusia. Sin embargo, el fin de semana comprendido entre el 7 de febrero y el 9 de febrero del 2003, la prensa y la televisión difundieron un discurso de Annan, que pronunció en el Colegio Santa María, de Williamsburg, Pensylvannia.
En ese discurso, Annan reitera su postura de buscar la solución pacífica, pero declara que la única instancia capaz de declarar la guerra es Naciones Unidas. Y, en primera instancia, dada la dureza de la expresión "guerra declarada por al ONU", Annan exhibe algunas señales de claudicación frente a los argumentos del país más poderoso de la tierra.
Ojalá no claudique y Annan pase a la historia como el secretario que ayudó a que Naciones Unidas no estuviera prosternada ante los Estados Unidos de América. Hasta el momento, Annan ha pasado a la historia por "disculparse" por el genocidio en Ruanda, que dejó 800,000 muertos.
También por disculparse en el caso de la matanza de 7000 musulmanes en Srebenica, a manos de los bosnios.
Una disculpa de este tipo en el caso de Irak no sería digna de una gran responsabilidad histórica.