Internacional
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21 de diciembre del 2003
La censura en el "país de las libertades" (I)
The Miami Herald censura en secreto
Max Lesnik
La Jiribilla
Cuando en cualquier país del mundo, especialmente si es en América Latina y algún órgano de prensa capitalista sufre la más mínima amenaza o acción punitiva que se pueda considerar una agresión a la libertad de expresión, ahí está el periódico The Miami Herald, señalando a bombo y platillo, con titulares de primera plana el hecho en nombre de la democracia y la libertad. Y eso está muy bien. No hay razón alguna para coartar el derecho de los periodistas a expresar sus opiniones. Solo que el Miami Herald no cumple lo que predica. Como diciendo desde su Olimpo: «Se hace lo que yo digo, pero no lo que yo hago».
Porque el Miami Herald censura en secreto. Muy calladamente. Silenciosamente. Con guantes de seda para no dejar rastros de sus acciones limitadoras a la libre expresión del pensamiento. Ese es el caso de lo que está ocurriendo con el profesor Max Castro quien por años venía escribiendo una columna de opinión en las páginas editoriales de El Herald en inglés y que ahora, de buenas a primeras, recibe como regalo de Navidades la noticia, muy bien envuelta en un correo electrónico, en el que le comunican que ese diario dejará de publicar sus puntos de vista definitivamente a partir de este 30 de diciembre.
Vale la pena —para la mejor información de nuestros oyentes— reproducir el E-Mail recibido por el profesor Max Castro firmado por el editor de las páginas de opiniones Joe Oglesby. Nada de una larga conversación personal ni de muchas consideraciones para quien como el profesor Max Castro, ha venido por años prestándole el gran servicio al Miami Herald de darle un «balance» desde su posición moderada, a lo que es el bloque de extremismo de derecha de los opinantes en ese diario, en lo que respecta al tema cubano.
Dice así el mensaje: «Hemos decidido descontinuar su columna a partir del 30 de diciembre. Hubiera querido darle la noticia personalmente, razón por la cual he tratado de contactarlo.
Ud. ha sido parte de esta página por varios años, muchos más que la mayoría de los otros columnistas. Pero ya es tiempo de cambiar. Yo sé que Ud. no estará contento con esta decisión pero yo le he pensado considerablemente y estoy listo para tomar esta medida. Firmado: Joe.
Simplemente Joe. Así de simple. Con solo cuatro líneas se deja sin columna de opinión a un escritor que por años, aunque solamente una vez a la semana —algo es algo— venía sirviendo de oasis en medio de un desierto de criterios nada inteligentes, que solo expresan los puntos de vista particularmente estrechos de las posiciones de la extrema derecha en el abanico de las ideas políticas.
¿Cómo calificar esta medida del editor de las páginas de opiniones de El Miami Herald? Un cínico pudiera decir que el señor Oglesby no está censurando a nadie. Que muy por el contrario, que lo que está haciendo, es ejerciendo su derecho a expresar su opinión que es la de que no está de acuerdo en que el profesor Max Castro siga escribiendo en el Miami Herald. ¡Orwell!
Ni que George Orwell, el autor de la novela futurista 1984, hubiera escrito el correo electrónico que el editor Oglesby le envió al profesor Max Castro. Pero así son las cosas en Miami, donde el periódico que se proclama campeón de la libertad de expresión, «honorable» miembro de la rimbombante Sociedad Interamericana de Prensa censura con su expulsión de las páginas de opiniones de ese diario, a un periodista, y ni siquiera les hace saber a sus lectores que Max Castro no volverá a expresar nunca más sus puntos de vista en esa publicación norteamericana.
La decisión de censurar al Profesor Max Castro, claro que no vino del señor Oglesby. Este pobre «Mr.» no fue el que dio la orden. ¡Que vino de más arriba! Él solo ha sido el verdugo ejecutor —que vergüenza debiera darle— si de periodista todavía le queda un poco de sangre en sus venas.
Descanse en paz la columna de opinión de Max Castro. Con ese nombre y ese apellido no podía durar mucho más tiempo escribiendo en El Herald. Así son las cosas en Miami. La ciudad mágica donde la libertad de expresión es asesinada en secreto.