29 de diciembre del 2003
De Gusanos y Talibanes:
Erick Fajardo Pozo
México, Corea, Vietnam, Panamá, Afganistán, Iraq, todas las ocupaciones militares de la época moderna han sido protagonizadas por USA y en todas esas perpetraciones contra la soberanía de otros estados - salvo variaciones de forma y soporte técnico - a la administración de la violencia física militar, siempre le ha precedido un ejercicio aún más traumático de violencia simbólica a través de los medios de legitimación del poder.
El pasado 22 de diciembre se cumplían 14 años de la intervención militar norteamericana de Panamá, y una feroz campaña mediática, similar a la que precedió a la ocupación de la isla caribeña, ha empezado a difundirse por todas las extensiones sensibles y nervios que comunican a Washington con las provincias del imperio en Latinoamérica. Su propósito declarado es la estigmatización de las demandas y la ideología del movimiento social de reforma en Bolivia como "fundamentalista" y la descalificación de la transición que el país ha iniciado hacia un estado más ecuánime, como "talibanización".
Horas y horas de los carísimos minutos en el aire de las cadenas norteamericanas en lengua hispana son dedicadas a desmenuzar, con parcialismo e intolerancia, el problema boliviano. Andrés Oppenheimer y su invitado de rigor, Carlos Alberto Montaner, elucubran lo que se les venga a la cabeza en la intención de damnificar la elocuente voluntad ciudadana de cambiar sustancialmente la inecuánime estructura jurídica, política y económica impuesta en el país por los monopolios comerciales capitalistas y sus agentes políticos.
Ya van tres programas en los que Oppenheimer -y su inseparable Montaner- tipifican a los líderes sociales bolivianos dentro los más nefastos y execrables estereotipos globalofílicos, mientras justifican a los representantes de las minorías acomodadas, en una clara intención de darle legitimidad, palestra política e imagen internacional a los candidatos que la economía transnacional y el orden social mundial promueven para la próxima elección presidencial en Bolivia. El eje discursivo en torno al que giran las argumentaciones en contra de los sectores sociales es el Patriotismo. Un formulismo "patriotista", contaminado de simplismo y maniqueísmo, que reduce el ejercicio político internacional a una lucha bíblica entre el bien y el mal y así divide al mundo en gusanos y talibanes.
Los gusanos y el patriotismo según USA.
La política informativa pro imperialista tiene su propia interpretación sobre el significado del "patriotismo" y sobre qué actitudes son patrióticas y cuáles no lo son, e intenta situar el referente de la acción política continental en torno a las actitudes funcionales al sistema y al respeto a una estructura jurídica que garantiza la impunidad del poder, justificando sus acciones cual "patrióticas". La sumisión a un imaginario de desarrollo y progreso, que pasa por la consolidación de una economía de libre mercado que miserabilizaría a Latinoamérica y Bolivia, es el complemento de esa política informativa "patriótica".
En esta concepción hegemónica de patriotismo, la cultura, la estructura social y el modus vivendi de los Estados Unidos de Norteamérica son los objetos- estereotipo de devoción y respeto "patrióticos". El simplismo niega al mundo la comprensión del patriotismo a cambio de una asociación conductista de ideas que enlaza irreflexivamente dicho patriotismo con símbolos, colores, tonadas y actitudes pseudoheroicas difundidas por la media.
Desde hace 50 años la media transcontinental intenta correlativizar esa idea de "patria" con el nombre genérico de "Norteamérica", y desde hace una década pretende introducirla en nuestro imaginario como sinónimo de "América". Así, el proceso lógico se hace simple: Los Estados Unidos de Norteamérica, canonizados genéricamente por la media como "Norteamérica" y hoy promovida como "América", es la capital de una inmensa nación de la cual deberíamos sentirnos parte y cuyas reglas se constituyen en el único orden jurídico válido.
De acuerdo a lo anterior, el prototipo de un patriota latinoamericano terminan siendo los llamados "gusanos", o disidentes cubanos anticastristas, refugiados en Estados Unidos y en actividad política constante y sediciosa contra el gobierno de su país. Un gusano es el ideal del patriota para la política exterior de Washington y por eso su política mediática está orientada a la formación de un imaginario social que desconozca la identidad cultural, política y social de sus países de origen, para "representar" actitudes socializadas por la media en franca elegía del conformismo con la imposición, a título de "respeto a la patria". La estrategia informativa de los Estados Unidos cultiva el gusano en el ideario social latinoamericano.
Los talibanes y el patriotismo según el resto del mundo.
Esta claro que en el escenario mediático del actual conflicto la noción de patriotismo se corresponde más con la demanda del mercado y con el imaginario político estadounidense, pero existe otro concepto de "ser patriota", que es el que administra un movimiento subalterno mundial, y que distingue bien las genuinas actitudes patrióticas de los arraigos artificiales a la utopía desarrollista que la enajenación mediática occidental suele suscitar en los sectores más volubles de las sociedades latinoamericanas.
Contrariamente a lo que podría pensarse estos sectores más "volubles" no están en las capas medias bajas, menos instruidas, sino en los estratos medios altos, que encuentran identidad económica, cultural y hasta étnica en los estereotipos y arquetipos mediáticos. Es más, elaboran su discurso social sobre la retórica del drama social televisivo y usan sus presupuestos, lugares comunes y frases hechas en el intento de consolidar y difundir su percepción de la realidad en los circuitos más inmediatos de su accionar social, una percepción evasiva y positivista que sólo las elites pueden darse el lujo de tener. Pero lo subalterno ha conseguido un importante nivel de experiencia, organización y conciencia de su proyecto político y su rol histórico, al punto de hacerle frente a esa concepción enajenante de patriotismo a la "american way".
En una entrevista televisiva para la Red Uno de Bolivia, el segundo hombre de la Central Obrera Boliviana, Luis Choquetijlla, declaró que para el movimiento social existe una diferencia fundamental entre Sánchez de Lozada y Saddam Hussein: "Hussein era un patriota que cayó defendiendo el patrimonio de su país de la expropiación, mientras que Sánchez de Lozada hizo todo lo contrario", manifestó Choquetijlla ante una intencionada presión del conductor que insistía en sugerir que existían diferencias de índole favorable a Sánchez de Lozada en la comparación.
Esto nos mostrará hasta dónde las concepciones que articula un mismo término pueden haber sufrido desplazamientos semánticos que relativicen políticamente su aplicación a ciertas realidades y su exclusión por antonomasia de otras. La media pro imperialista ha resignificado el concepto de patriotismo y hoy demanda que además de comulgar con él, se extingan sus paralelos en el mundo y se penalice las disidencias en su comprensión.
Así, el modelo del comportamiento patriótico está en la actitud apologética del capitalismo de los aristócratas cubanos refugiados en USA desde la revolución, de los empresarios antichavistas ocultos desde el fallido golpe y de los oligarcas bolivianos fugados con los fondos del Tesoro de la nación y con la culpa de la masacre de octubre. En cambio, las actitudes "antipatrióticas", entendidas como todas aquellas que riñen con los intereses y conveniencia de los Estados Unidos, incluyen aún a los reclamos más básicos como trabajo, alimento, salud, justicia o soberanía.
Gusanos y talibanes en Bolivia.
No hace mucho advertimos - y hoy ratificamos sin temor - que el discurso de la intelectualidad y la industria cultural imperialista había empezado, desde dentro y fuera de nuestras fronteras, a preparar el terreno para una eventual intervención militar en territorio boliviano.
Estados Unidos ha jugado casi todas sus cartas en Bolivia y la última que queda en su baraja es la ocupación militar del país que se ha convertido en el talón de Aquiles de su política exterior. No de otra forma se puede interpretar la sincronía en el juego retórico que ejercitan los "intelectuales" y la media neoliberal a lo largo y ancho del primer mundo y sus colonias: Desde los análisis políticos de Andrés Oppenheimer y su inseparable Carlos Alberto Montaner, hasta el lamentablemente camuflado apologismo local de Cayetano Llobet y la mucho mejor disimulada - pero aún tendenciosa - "interpretación" política de Mario Espinoza, la media ataca diariamente a la opinión pública nacional y extranjera con un mismo y armonioso discurso de tres ejes: "Bolivia-narcotráfico", "Bolivia-fundamentalismo indígena" y "Bolivia- terrorismo".
En todas las líneas del frente, los ideólogos y agentes mediáticos del capitalismo neoliberal, han empezado a seguir un guión; el de la descalificación del país, su estigmatización frente a la comunidad internacional y la "fabricación" de situaciones de crisis que justifiquen - a mediano plazo - la intervención militar de USA. Esta nueva "maravilla" de la estrategia imperialista tiene a su director de orquesta en Sánchez de Lozada.
¿Qué hace Goni en Miami?
No hace mucho que Gonzalo Sánchez de Lozada, ex presidente de Bolivia depuesto por la insurrección popular de octubre, consiguió asilo en Miami, donde hasta ahora evade la justicia boliviana, que día que pasa agrega un cargo más al grueso file de demandas contra él y sus coadyuvantes en la masacre de octubre y el descalabro económico del país.
Empezó en 1967 con Cuba, cuando los remanentes oligarcas desplazados por la revolución escogieron como enclave a Miami para desde allí perpetrar cinco décadas de hostil asedio sobre la isla. Siguió Venezuela, cuyo empresariado antichavista buscó refugio después del frustrado golpe de estado. Sánchez de Lozada es el último de los agentes norteamericanos en replegarse tras el fracaso de octubre en Bolivia.
Precisamente en Miami, donde la mayoría de los depuestos dictadores, perpetradores y conspiradores de Latinoamérica se refugian usualmente de la justicia de sus países, Sánchez de Lozada consiguió parapetarse y reorganizar su tropa en desbandada, así como el replanteamiento de su estrategia para mantener el control del poder en Bolivia mediante un socavamiento pernicioso y mitomaniaco de la credibilidad internacional del país.
Sus comentarios enormizan los conflictos y minimizan las posibilidades del país de administrarse políticamente autónomo. Sánchez de Lozada está caotizando el país mediante las actitudes antidemocráticas de su partido, que ejecuta desde el parlamento toda una estrategia de boicot a la Asamblea Constituyente, a los juicios de responsabilidades, al saneamiento de latifundios y a las reformas políticas que despojarían de sus privilegios e impunidad a la casta política boliviana.
En esta indigna labor le es vital la asistencia del aparato mediático de la disidencia cubana anticastrista y de los agentes intelectuales de la economía de libre mercado para América Latina, que entraron en alerta apenas los números en la casilla de réditos de las transnacionales con intereses en el país, empezaron a decaer. También existe otro motivo a parte del espíritu de cuerpo de los capitalistas cubanoamericanos para apoyar a Sánchez de Lozada y es que los anticastristas resienten el papel en la insurrección boliviana, del dirigente indígena y aliado incondicional de Fidel Castro, Evo Morales, por considerar su liderazgo una amenaza de fortalecimiento de la Cuba castrista, acorralada desde hace un decenio por el bloqueo comercial norteamericano.
Sean cuales fueren sus razones, los capitalistas y tecnócratas detrás de la industria mediática imperialista se han involucrado con la situación de Bolivia al punto de dedicar los carísimos minutos de la TV internacional, en "analizar" y "evaluar" la situación social y política del país, resolviendo casi de manera uniforme en que Bolivia está en una crisis de narcotráfico, terrorismo y racismo indígena que la hace merecedora de la salvadora intervención del "mundo civilizado".
La contraintelectualidad y el discurso contrahegemónico.
Simultáneamente, aunque sin la posibilidad de poblar los escenarios que monopolizan los intelectuales funcionales al poder, grupos de intelectuales militantes se reúnen para una reflexión que busca conjurar a través de los medios alternativos la hegemonía mediática imperialista.
En este cometido existen tareas más relevantes que otras. Es prioritario desenmascarar los mecanismos lógicos con que la media manipula conductualmente nuestras reacciones, a partir de estímulos que precualifican las actitudes políticas alternativas, dentro nuestros prejuicios más denostables y evitan así que simpaticemos con ellas. Advirtamos entonces la manera en que estos resortes lógicos son oprimidos dentro de nuestra lógica cultural preelaborada, siempre útil al sistema:
1.- La talibanización de las actitudes políticas es un recurso discursivo imperialista que pretende la resemantización del concepto "talibán" como criminal político, terrorista, extremista y - sobre todo - antidemócrata. La radicalidad de Al Kaida ha sido extrapolada de su contexto y el sustantivo talibán, es adjetivizado en el discurso imperialista como la propensión a un extremo delincuencial al que se estarían asomando las protestas de la subalternidad boliviana. El mensaje en lógica del sentido común se traduce en: "Si talibanes son fundamentalistas, entonces criminales, terroristas y antidemócratas. Si cocaleros son fundamentalistas, entonces son "talibanes".
2.- La intencionada pretensión de adjudicar lo ocurrido en octubre de forma exclusiva al movimiento indígena, busca marginar a las clases medias de su participación en la insurrección. Pero los actores urbanos militantemente presentes en el conflicto fueron tantos, que los únicos ausentes fueron las elites económicas y políticas contra las que se subvirtió la bolivianidad.
El foco de insurrección en el campo quedó aislado con el sitio militar de Warisata y Sorata en el Altiplano, pero la insurrección surgió en los escenarios urbanos de El Alto y La Paz, donde Juntas Vecinales, Comités Cívicos, minorías discriminadas, trabajadoras sexuales, pequeños comerciantes, obreros, universitarios y ciudadanos sin militancia o filiación alguna se subviertieron contra el poder. Aún así a USA le interesa aislar esas actitudes como "salvajes" y reducir así su ámbito de ejercicio a quienes históricamente son sindicados de "salvajismo" y "resistirse a la modernidad": Los indígenas.
El mensaje parece ser: "Los indígenas son salvajes, anarquistas y radicales, mientras el ciudadano es civilizado, respeta el orden y es moderado. Octubre fue salvaje, anarquista y radical, ningún hombre civilizado, respetuoso de la ley y moderado pudo participar de octubre".
3.- La penalización de que una perspectiva de sociedad fuera del modelo económico global se consolide en el imaginario boliviano, pasa por la elegización apocalíptica de su inminencia y la afirmación de la supuesta irrebatibilidad de su conveniencia como única vía "racional" de acceso a la "modernidad", el "desarrollo" y la "riqueza" para el tercer mundo.
Así, considerar otra perspectiva de organización política o - peor aún - económica frente a la globalización y el capitalismo, no sería oponerse a los Estados Unidos, sino a la racionalidad, al progreso y a la democracia.
Así, el mensaje es: "Si el indigenismo es esencialista, entonces representa exclusión y retroceso. Si la integración global es contraria a los esencialismos, entonces representa inclusión y progreso".
Del Imperio de la ley a la Ley del imperio.
No existe tarea más urgente que exponer la manera en que los mecanismos del poder estimulan nuestras construcciones mentales para manejar nuestra opinión a partir de prejuicios y preconceptos que nos mantienen encadenados a la idea fatalista de que otro orden mundial no es posible. En los hechos si lo es y Bolivia demostró que la eficiencia del aparato de persuasión ideológica está empezando a fallar. Pero conforme Bolivia se ha constituido en un paradigma de la acción y el pensamiento político disidentes, el riesgo de una brutal intervención militar crece.
Los últimos bastiones del poder establecido en Bolivia son dos: El orden jurídico, que es tarea de la Constituyente revertir y el orden informativo, que es desafío de los intelectuales deconstruir. El orden jurídico es un pesado mecanismo burocrático, administrado por un grupo de agentes políticos de la coalición de gobierno de Sánchez de Lozada, cuya tuición sobre la justicia está devaluada, pero aún pesa en el imaginario boliviano. En cambio el orden informativo guarda legitimidad merced a la dependencia mediática creciente que la integración global ha generado en las capas medias urbanas de Bolivia y repolitizar la información, posicionar el consumo de canales informativos e inculcar una cultura selectiva de la información es aún más importante que la Insurrección de Octubre o la Asamblea Constituyente. En esa labor estamos.