23 de noviembre del 2003
Tempestad sobre la Casa Blanca
Víctor Flores Olea
Mi artículo del último domingo llevó por título "Tormenta sobre México" para hablar de los torbellinos políticos que se han desatado sobre Vicente Fox y su gobierno. Los tropiezos que ya sufre su propuesta para privatizar los energéticos, las burlas que ha recibido una iniciativa presupuestal insolente y desconsiderada, la oposición unánime a la liquidación de instituciones de cultura, de ciencia y tecnología, el debilitamiento del Instituto Federal Electoral que, pese a todo, se admitía como un organismo en el buen camino de la democracia: tal suma lo ha debilitado irremediablemente.
Inclusive habría que agregar el despido de Adolfo Aguilar Zinser de la ONU, doblegándose Fox al malestar que sus declaraciones causaron en el gobierno estadounidense (las palabras indignadas de Colin Powell que todos pudimos escuchar en la TV). Vendavales que le dan el tiro de gracia a un régimen ya desprestigiado por sus incumplimientos, por su alineamiento al sistema de poder político y corporativo del imperio, y porque invariablemente responde a las objeciones que se le hacen con la más vaga y vulgar de las retóricas. Eso sí que injuria al pueblo de México.
Pero claro, la mayor tempestad de los últimos tiempos, y precisamente a nivel global, se ha desatado sobre la Casa Blanca y su titular George W. Bush. Torbellino que no es de última hora sino que ha venido in crescendo durante muchos meses, y en rigor durante muchos años, ganado a pulso por un imperialismo que, entre otras "virtudes", violenta y desprecia a las organizaciones internacionales, apropiándose del derecho a definir subjetivamente a sus amigos y enemigos (la "guerra preventiva") de la misma manera en que el Reich de Hitler veía en esa definición la esencia de la política.
Y no solamente eso: al imperio se le señala en voz en cuello y en todas partes como el mayor promotor de la pobreza en el mundo, de la desigualdad y la explotación. De allí la rebelión prácticamente universal que ha cosechado. ĄPero atención! No indiscriminadamente contra Estados Unidos sino precisamente en contra de su sistema de poder, en contra de su estructura corporativa, en contra de lo que John K. Galbraith llamó un día, hace más de medio siglo, su "complejo militar-industrial".
Rebelión que se ha exacerbado bajo el gobierno de George W. Bush. La invasión a Irak y el cinismo de sus pretextos han agravado la rebelión y la han llevado hasta extremos desconocidos antes: desde las protestas civiles hasta los actos de terrorismo que se multiplican en muchas tierras. En Irak, por supuesto, en que la resistencia nacional se ensancha todos los días y alcanza inclusive a otras regiones del mundo. Los métodos son diferentes, la causa esencialmente la misma: resistir al imperio y a su designio de dominio mundial.
Ya hemos visto que la visita de Estado a Gran Bretaña desencadenó protestas multitudinarias que culminaron con el derribamiento de un "dummy" de cartón de George W. que recordaba la estatua derribada de Saddam Hussein hace unos meses en el centro de Bagdad. Más que símbolo: alusión al "más grande peligro en el mundo" representado por el jefe de la Casa Blanca. żOtro botón de muestra? La vitriólica carta del famoso dramaturgo británico Harold Pinter, quien le dice a Bush: "Estoy seguro que tomará una 'nice' taza de té con su amigo criminal de guerra Tony Blair. Por favor enjuague los sandwiches de pepinillos que tomarán con un vaso de sangre. Con mis atentos saludos".
"No sabía que me odiaban", dijo el jefe de la Casa Blanca, confirmando el aislamiento en que vive en uno de los mayores centros de información mundial. Información por supuesto desnaturalizada para quien toma algunas de las decisiones de mayor impacto al mundo. Si a esto añadimos las proclividades fundamentalistas del jefe del Estado más poderoso de la tierra hemos de ponernos a temblar. Aunque precisemos: sus decisiones son plenamente funcionales a los intereses del complejo corporativo a que antes aludimos. No son ingenuas o "desinformadas" en un sentido vulgar, sino en cabal correspondencia y apoyo a los beneficios de los más acaudalados en su país y en el mundo.
żLa cadena de atentados recientes, que son la otra forma en que hoy cobra vida la resistencia? Robert Fisk nos dice (The Independent, 21 de noviembre, 2003), que esa serie de golpes y manifestaciones es el precio que se está pagando por unirse a la "guerra contra el terror". Con el despliegue de la mayor vigilancia policíaca de que se tenga memoria en una visita de Estado, Bush resultaba invulnerable en Gran Bretaña. Pues bien, el precio hubo de pagarse en Turquía (el consulado británico en Estambul, la sede de bancos y grandes tiendas también británicos en esa ciudad).
Antes, sigue diciendo Fisk, "pagaron esa alianza los australianos en el atentado de Bali y los italianos de Berlusconi en Nasiriya". Pero "ninguno de esos asesinatos en masa sirve a un único propósito: Turquía está aliada con Israel y Ariel Sharon ha visitado Ankara (la carnicería en las sinagogas hace diez días). Es decir, los atacantes han sabido perfectamente lo que hacían cuando golpearon a los australianos en Bali; sabían también que la invasión a Irak sería impopular en Australia, y conocían bien que la invasión era impopular en Italia . También adelantaban las protestas masivas que esperaban a Bush en Londres y entonces ża quién le importaría el almuerzo de Bush con Tony Blair cuando había británicos muertos en su consulado en Estambul?"
Claro que son de lamentar esos planes diabólicos en que mueren decenas y centenares de inocentes. Lo que intento subrayar es que inclusive ese aspecto criminal de la resistencia tiene sus motivos y obedece a un plan "no ingenuo" sino destinado a lesionar y debilitar el corazón político de Bush. Destrucción contra destrucción: tal es la situación dramática, tempestuosa, que prevalece hoy.
Otra vez la alternativa a que se enfrenta el mundo: civilización o barbarie. El hecho es que el militarismo exacerbado de la potencia, con sus efectos antihumanos y destructores, se enfrenta a una corriente mundial que se opone a su destrucción y a la barbarie que sufre (con frecuencia también con métodos bárbaros). Las fuerzas de oposición y resistencia son en su gran mayoría civilizadoras y significan objetivamente una esperanza para la humanidad: no así los actos de terrorismo que proliferan, aunque tengan una causa que pueda "racionalizarse".
En todo caso debe decirse que ese terrorismo surge de la impotencia, del orgullo nacional herido, de una lucha que difícilmente se ve a sí misma como triunfadora en los campos abiertos de batalla y que se expresa entonces a través de actos "heroicos" destinados a doblegar al imperio, con primeros efectos en la opinión pública mundial y estadounidense. Siendo eminentemente, para quienes ofrendan sus vidas en esos actos desesperados, un relámpago trágico y un símbolo que quisiera definir como inquebrantables sus objetivos últimos.
No hay duda que el terrorismo es repudiable política y humanamente porque de manera invariable produce los efectos contrarios a sus fines declarados: en vez de "acercarse" a sus metas se aleja de ellas porque el enemigo generalmente responde con una dureza multiplicada, cancelándose los horizontes posibles de la solución política. El terrorismo es un maximalismo que generalmente hace imposible la realización de un proyecto político y social siquiera minimalista, y con frecuencia tuerce el camino y lo hace imposible de recorrer.
Pero el hecho es que la "guerra antiterror" de George W. Bush no liquida al terrorismo sino que lo estimula en dimensiones espantosas: en rigor, tal "guerra" no ha sido contra el terrorismo sino una guerra de dominación vista también por muchos pueblos y culturas como una profunda ofensa a las diferentes civilizaciones, como un agravio a los modos de vida (inclusive religiosos), como una violación y profanación a individuos, religiones, grupos étnicos y naciones. Las aventuras imperialistas recogen abundantes cosechas en todas las esferas, y una infalible es la de los atentados terroristas.
Esta, en conjunto, es una situación inédita en la historia, por la amplitud del poderío concentrado y por el enérgico rechazo a la política de controles y explotación que se pretende imponer a todos los aspectos de la vida. Nos encontramos así ante un levantamiento mundial de repudio a la situación económica y política, y ahora militar, a que obliga la superpotencia. Pero tal es la combinada tempestad a que se enfrenta.