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La vieja Europa

24 de septiembre del 2003

¿Demasiado perezosa, demasiado vieja o demasiado enferma? No, demasiado amiga de las grandes empresas
Alemania en la encrucijada

Andrea Noll
Znet
Roma, año 503 a. C. La subyugada mayoría plebeya comienza una huelga general. Los hombres se trasladan a lo alto de una colina llamada "la montaña sagrada". Las élites privilegiadas de Roma (los patricios) envían al senador Menenius Agrippa para negociar. Este les cuenta a los huelguistas una historia: "una vez, hace mucho tiempo, las manos del cuerpo se rebelaron contra el estómago: ¿por qué tenemos que hacer nosotras todo el trabajo mientras este gandul se lleva todo el beneficio? De este modo las manos se pusieron en huelga y dejaron de alimentar al estómago. La consecuencia fue que todo el cuerpo pasó hambre, las manos incluidas". Los plebeyos entendieron el mensaje, terminaron la huelga y volvieron a Roma.

¿Pero cuál era el mensaje? Es un mensaje al que últimamente los alemanes estamos constantemente expuestos a través de la televisión, la radio y la prensa. Dice así: mantened siempre el estómago de los jefes bien alimentado y como resultado el conjunto total del organismo del estado prosperará. Todos estamos en el mismo barco. Una vez que la Alemania de las grandes corporaciones se haya llevado su gran tajada, los plebeyos podrán ser felices viviendo de las migas que hayan quedado en la mesa de su señor. ¿O prefieres estar en paro? Con ya casi cinco millones de alemanes cobrando el subsidio de desempleo, esta es la peor de todas las amenazas posibles.

Sin embargo, la metáfora del estómago hambriento no es exacta. Nuestra panza corporativa ya está más que sobrealimentada y al borde del vómito. Si quiere ver un paraíso empresarial (de gángsteres) venga a mi país. Para los grandes negocios, grandes subsidios y mínimos impuestos, o mejor aún, ninguno.

Como dice Ursula Encelen-Kefer, vicepresidenta de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB): "es absurdo que una enfermera pague más impuestos que la BMW", una de las mayores empresas alemanas fabricantes de automóviles.

En una Alemania gobernada por una coalición entre el Partido Socialdemócrata (SPD en sus siglas en alemán) y el partido de Los Verdes, los plebeyos, es decir, la gente corriente, los trabajadores, los empleados, no sólo son las manos, sino también los monederos. Son ellos los que financian nuestro estado a través de los impuestos sobre los salarios, el pago del IVA y a través del sistema de la seguridad social, al que los empresarios contribuyen cada vez menos. Por el contrario, los impuestos para las grandes empresas y los grandes propietarios son bajos. El impuesto sobre la propiedad, por ejemplo, es cero.

Pero si tenemos en cuenta las elevadísimas cifras del paro, un sistema así, en el que todo el peso se hace recaer siempre sobre los mismos, está condenado al fracaso. Y, como de costumbre, son los plebeyos alemanes los que pagan las consecuencias.

Alemania está en la encrucijada.

El sistema de convenio salarial colectivo está sitiado, aumentan los trabajos basura y los contratos temporales, la seguridad social se encuentra en peligro. Con su"Agenda 2010", el proyecto gubernamental de reformas que prevé considerables recortes en el gasto social, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder proyecta hacer algo que a los Conservadores les provoca un gran regocijo: el desmantelamiento mismo del estado del bienestar alemán.

Esto sería una catástrofe de dimensiones históricas. Nuestro sistema de seguridad social se remonta a 1883, cuando Otto von Bismarck, canciller del Kaiser, se vio obligado a reaccionar ante la presión socialista. ¡Qué ironía que fuesen los socialdemócratas los que desmantelasen ahora este logro! Schröder y sus socialdemócratas en coalición con Los Verdes arguyen que la economía de Alemania está atravesando grandes dificultades. No es verdad. La exportación está floreciendo, el euro es estable. Es el mercado interior el que se encuentra en un estado de gran desorden. Con salarios reales bajos, precios altos (¡ay, el IVA!) y una tasa elevada de desempleo, nuestro poder adquisitivo es cada vez menor. Se trata de una situación de libro para llevar a cabo una intervención de tipo keynesiano: en períodos de recesión, aumentar el gasto público a fin de reactivar la economía.

Si se iniciaran programas de inversión pública y se rebajase la carga fiscal sobre la gente normal de la calle, el mercado interior se desarrollaría y las cifras de desempleo disminuirían. Sin embargo, lo que nuestro gobierno hace es justo lo contrario. Es una situación de gran confusión en la que todo sucede al revés de como debería, similar a la de Nueva Zelanda de hace unos veinte años, cuando un gobierno socialdemócrata echó los perros del neoliberalismo sobre el pueblo, o como es el caso del Reino Unido bajo el "nuevo laborismo" de Tony Blair, que en algunos aspectos es más "thatcherista" que la misma Thatcher.

Vivir en la Alemania del 2003 (un país todavía próspero, miembro de la UE y de la OCDE) es como vivir en un país asiático o latinoamericano, en las garras del FMI y sus programas de ajustes estructurales: grandes restricciones en el gasto público y recortes en los niveles de protección social.

Pero si la situación en Alemania del Oeste es mala, la situación en la antigua RDA (ahora Alemania del Este) es peor. Con cifras de desempleo que superan ampliamente el 20 %, mayores recortes llevarían a la gente a la desesperación o quizá a abandonar el país. Como cierto analista económico comentó una vez: "las manos se irán, los cerebros permanecerán". Aquí tenemos otra vez la metáfora de Menenius. Pero cuando las manos se vayan, ¿quién alimentará la insaciable panza?

¿Quién mantendrá el estado?

¿Por qué todo esto? ¿Por qué un país bastante rico como Alemania pone en riesgo de colapso económico su región del este? ¿Y por qué pone en riesgo el consenso social que ha funcionado tan bien durante los últimos cincuenta años? Una razón es la globalización corporativa y la creciente influencia de las grandes empresas en la política. El programa de los gobernantes socialdemócratas y el de la asociación de empresarios BDI (Federación de la Industria Alemana) son escasamente diferenciables. Un tema no menos importante es el de la expansión de la UE de los actuales quince a posiblemente veinticinco estados miembros.

En un reciente debate televisivo un representante de la BDI realizó un comentario revelador: "¿Cree sinceramente que la nueva UE va a extender el modelo social de Alemania a Lituania?" ¿Quiere decir que debería ser al revés, que deberíamos adoptar el modelo social de Lituania? La expansión de la UE, y especialmente la incorporación de antiguos países socialistas como Polonia, República Checa o los Estados Bálticos, es un pretexto perfecto para deshacerse o "superar" los logros sociales de los "viejos" estados miembros.

En países como Francia, Italia, España, Alemania, Suecia o Austria, el pueblo y los sindicatos de trabajadores se encuentran envueltos en una batalla por la defensa de unos logros sociales conquistados duramente tras muchos años de lucha. Piensan que no sólo merece la pena defender tales logros en la "vieja" UE, sino que sería bueno extenderlos también a los nuevos estados miembros y desarrollar la Unión Europea como un modelo de democracia real y participativa.

Una UE democrática sería algo positivo, pero en su lugar lo que se nos aparece en el horizonte es una UE de las corporaciones. Así, acorralados y sin muchas más opciones, los plebeyos de la "vieja" Europa se enredan en una batalla por la defensa de lo que queda de sus estados del bienestar.

Austria, por ejemplo, vivió en Mayo de 2003 su primera huelga general en cincuenta años, como reacción al plan para la "reforma" de las pensiones del gobierno de centro derecha. Francia también tuvo su huelga general. Este es el mismo tipo de "reforma" al que nos enfrentamos nosotros ahora en Alemania. Si esto son reformas, bueno, entonces un enterrador es un reformador. Estas reformas son simplemente el final: el final de la seguridad social, del ideal socialdemócrata, de la Alemania del Este y de las esperanzas del pueblo.

Y por lo que respecta a la "nueva Europa", tomemos el ejemplo de Polonia. En Polonia, un país que ya no es comunista y que se encuentra profundamente alterado económicamente, con un alto nivel de desempleo, el 60% de la superficie es terreno agrícola y la mayoría de la gente sobrevive de un pequeño acre de tierra.

La UE reestructurará el sector agrario polaco de acuerdo a los principios del mercado. Tiemblo pensando en las consecuencias para esos pequeños agricultores. El zloty polaco está bajo (4,25 Zloty = 1 Euro) y es eso lo que les está ayudando a sobrevivir en una economía caracterizada por un intenso comercio internacional. ¿Pero qué ocurrirá con la introducción del euro? Casi todos los "nuevos" miembros de la UE son países más pobres, pero su situación podría volverse peor, mucho peor.

Volviendo a nuestra "tristesse" alemana (en francés en el texto original), el gobierno arguye que los altos niveles de cobertura de la seguridad social encarecen demasiado la mano de obra alemana. Con salarios más bajos el país prosperará y el desempleo disminuirá. Siguiendo esta lógica, países como México o Afganistán, que tienen los salarios más bajos, serían los países más prósperos del mundo.

Argumento siguiente: tenemos que deshacernos de nuestro sistema de protección social. Los alemanes son demasiado perezosos, están muy viejos y enferman mucho. La seguridad social está sobrecargada. De acuerdo, está sobrecargada, pero debido a que unos pocos (la gente trabajadora normal y corriente) tiene que pagar demasiado. No es un problema de gastos, el problema es la falta de entrada de ingresos.

Argumento siguiente: si recortamos las prestaciones sociales tendremos dinero para hacer frente a nuestro déficit presupuestario y cumplir con los criterios de Maastricht. ¿Qué quieren decir con esto? ¿Quieren quitarles a los plebeyos las ayudas sociales y metérselas en los bolsillos en forma de ayuda empresarial a nuestras barrigas patricias, tan modernas ellas que ni siquiera pagan impuestos? ¡Seguro que así se acababa con nuestro problema de déficit! ¿Pero una vez que las grandes compañías se sientan verdaderamente satisfechas, no crearán más y mejores puestos de trabajo? Falso también. Los trabajos, especialmente los trabajos estables no están en el orden del día. A ellos les gusta mucho nuestra situación de desempleo. Es un modo de presionar para que cada vez haya más plebeyos que acepten trabajos basura, para pagar cada vez menos, para arremeter contra los convenios de salario colectivo y para atacar a los sindicatos.

Una vez que el modelo de convenio salarial colectivo o la protección contra el despido ilegal se haya desmantelado (para favorecer la creación de nuevos puestos de trabajo, por supuesto), la columna vertebral del sindicalismo alemán se habrá roto. Por esta razón los sindicatos alemanes (que son un caso perdido, dicho sea de paso) están librando la batalla más importante de su historia y se rebelan contra sus tradicionales aliados, los socialdemócratas. Es casi un calco de los años ochenta, cuando Margaret Thatcher machacaba al sindicalismo del Reino Unido.

Nuestros sindicatos están luchando, pero no están bastante bien organizados todavía en el espacio europeo y es también dudoso que puedan vencer la batalla en el ámbito nacional. La izquierda alemana, concretamente el Partido Democrático Socialista (PDS) que viene oponiéndose de forma terminante a la "Agenda 2010" de Schröder, es fuerte a escala regional y comunitaria en el caso de la Alemania del Este, pero en el conjunto de la nación todavía están en un estado de gran confusión por el desastroso resultado en las elecciones federales alemanas de 2002.

Sin embargo, Schröder y Fischer se enfrentan ahora a una inesperada oposición interna dentro de sus propios partidos, el socialdemócrata SPD y Los Verdes respectivamente. Uno de los críticos de mayor peso es Oskar Lafontaine, a quien Tony Blair llamó una vez "el hombre más peligroso de Europa".

En 1999, cuando se encontraba en la cima de su carrera política y ocupaba la presidencia del SPD, así como el cargo de ministro de Finanzas del gabinete de Schröder, Lafontaine tomó una decisión meditada profundamente y dimitió de ambos puestos debido a la política fiscal anti- socialdemócrata de Schröder. Ahora, con su carrera política temporalmente en suspenso, Lafontaine, un brillante analista keynesiano y un elocuente conversador, tiene algo de lo que Schröder carece: tiempo. Escribe libros tales como "El corazón late a la izquierda" ( esta sí que es una metáfora del cuerpo más acertada) y pone de relieve las alternativas keynesianas en programas de radio y televisión.

Los medios de comunicación dominantes, de acuerdo con los planes de Schröder, ridiculizan a los defensores del estado del bienestar tachándolos de nostálgicos que quieren volver atrás la rueda de la historia. Lafontaine replica: no, es Schröder el que quiere hacer retroceder la historia. Quiere hacerla retroceder hasta 1850, al tiempo de la revolución industrial, antes de que se inventase nuestro sistema de seguridad social.

Los medios de comunicación se refieren al estado del bienestar como algo tan caduco y tan pasado de moda como un "sombrero viejo". Pero es en los días de lluvia cuando uno descubre para qué sirven los sombreros viejos.

¿Por qué es falsa la metáfora del estado como un conjunto de órganos que contaba Menenius Agrippa? En todo cuerpo orgánico todos los órganos están interconectados y funcionan de modo interdependiente. El cuerpo puede sobrevivir solamente si sus órganos trabajan armoniosamente, si todos cooperan y si ninguno tiene ventajas sobre los otros. Esta si es una buena analogía para una democracia real y participativa.

Nuestras élites (como las de la antigua Roma) se asemejan más a parásitos que se alimentan del cuerpo de nuestra economía nacional. Cuanto más engordan estos parásitos, más hambre pasa el organismo del estado. Pero a ellos les da igual acabar con el organismo que les sirve de alimento. En ese caso, como las pulgas, saltan rápidamente a la siguiente víctima. A eso es a lo que se le llama globalización corporativa.

Alemania tiene mucho que perder. Alemania está en la encrucijada.