8 de agosto de 2003
Decisiones pueriles y valientes
Marcos Roitman Rosenmann
Rebelión
En el campo de la acción política son muchas las ocasiones en que asistimos asombrados a la toma de decisiones cuyos fundamentos se encuentran en los extramuros de la justicia, la democracia y la libertad. Quienes impulsan su desarrollo hayan en la razón de Estado, su justificación mas pueril. En su nombre se llevan a cabo atrocidades sin necesidad de comprometer a sus hacedores intelectuales y materiales. Bajo este supuesto y el de Aobligación sumisa@ se esconden mentalidades obscenas y enfermizas, donde el poder de la muerte cubre todo el decorado. Con ello se da rienda suelta al nacimiento de verdugos cuyo placer en el cumplimiento del deber se delata en la sonrisa cínica al ejecutar la orden. Las víctimas son personas físicas, instituciones públicas de bien común y aquellos derechos civiles, étnicos, de genero o de clase que afectan el proceso de concentración económica concebido por el poder transnacional para explotar y dominar el mundo.
En la actualidad, observamos en el teatro de la política internacional, como los escenarios recogen la algarabía de ministros, jefes de gobierno o Estado prestos a firmar acuerdos para mas privatizaciones, planes de modernización y proyectos faraónicos, disque el Puebla-Panamá , por ejemplo, cuyo común denominador es la Aliberalización@ de la fuerza de trabajo, la precariedad laboral y el esquilme de riquezas naturales. Un insulto y desprecio a la vida en nombre del beneficio económico y la competitividad. No hay vergüenza, virtud propia de los dignos. Por el contrario, sus hacedores disfrutan con el castigo infringido y contemplan con sorna el grito hiriente de los Acondenados@. Es el regocijo con el cual se premian asimismo los trasgresores de la dignidad colectiva de pueblos y naciones.
No es necesario vivir bajo el poder omnímodo de tiranos, sean estos militares o civiles, y se apoyen en la fuerza de las metralletas o el miedo social-conformista. La frontera entre tiranías y regímenes electorales se torna difusa. Basta con declamar la Arazón de Estado@ para lograr la impunidad judicial y política. Despojados de la responsabilidad ética, propia del ejercicio democrático del poder, dan rienda suelta a sus apetitos voraces de tragar todo aquello que puede ser engullido. Personas, bienes materiales muebles e inmuebles, animales, minerales o plantas. Los nuevos trogloditas conforman una élite con licencia para matar. Se reproducen en cualquier país, siendo reconocidos por su abyecta acción de gobernar en nombre del progreso, la paz mundial y la guerra preventiva contra el terrorismo mundial. Son pragmáticos amantes del orden.
En esta lógica, nombres propios procedentes de tradiciones políticas antagónicas y tiempos históricos encontrados suelen confluir haciendo imperceptible, en algunos casos, o simplemente anulando, en otros, la diferencia en el origen político que les da vida. Pocos aceptarían comparaciones entre el primer ministro británico laborista Tony Blair y Sadam Hussein o el presidente chileno Patricio Alwyn y el tirano Pinochet, tampoco valdría la unión entre el presidente de gobierno español José María Aznar y Francisco Franco, menos aún la conexión entre Berlusconi y Mussolini; otros cuestionarían tajantemente el vínculo político entre Menem y Videla y se escandalizarían si se relaciona de forma positiva a George W. Bush y Hitler, por ejemplo. Sin embargo, la diferencia entre unos y otros, se anula cuando sus decisiones se fundamentan en argumentos y principios que violan las reglas del ejercicio democrático afectas al orden republicano. Eximidos de cumplirlas logran saltarse el hilo de oro de la ley. Invocando la Arazón de estado@, hoy guerra preventiva, sus diferencias iniciales desaparecen. No se repelen cual carga positiva y negativa. Son dos cuerpos cuya mezcla forma una melaza homogénea tornandose imposible reconocer los componentes iniciales del precipitado. Así, lo que suponíamos caminos paralelos son rutas alternativas para lograr el mismo fin: producir la muerte vía decisiones pueriles fundadas en la razón de Estado. La mentira, la tortura, la manipulación o la traición, son consideradas herramientas de trabajo pertinentes para conseguir el objetivo político previsto: hacer desaparecer literalmente al enemigo.
En este orden de cosas una decisión valiente puede contrarrestarse con un cúmulo de artimañas pueriles de orden legal para proteger al trasgresor. Un ejemplo lo constituye la firme convicción del actual presidente de Argentina Kirchner y su compromiso de levantar la veda impuesta por sus antecesores en el cargo, Alfonsín, Menem, de la Rua y Duhalde, para juzgar a militares y civiles responsables de asesinar y provocar la desaparición de personas, crímenes de lesa humanidad, cometidos durante los años setenta y ochenta, periodo de la lucha Aanti-suversiva@ y Aanti-comunista@ emprendida por las juntas militares que gobernaron el país. La acción ejemplar de Kirchner es digna de halago y se inscribe en el ejercicio de un poder político afincado en el respeto a los derechos humanos. Decisión que deberá extenderse al resto de las esferas económicas, políticas y sociales donde se violan también los derechos fundamentales de los argentinos. Por el momento, nunca mas impunidad. Sin embargo, su contraparte, el Estado español, impulsa por medio de su Fiscal General del Reino, nombrado por el gobierno de José María Aznar, la defensa de los inculpados, argumentando la prescripción de los delitos y la no jurisdicción de los tribunales españoles para juzgar los crímenes imputados. Por ello, el Estado español y en su nombre el fiscal general piden la libre absolución y la nulidad de los procesos. Esta es la verdadera cara del poder político que gobierna en España. La fiscalía no acude en ayuda del desvalido y de las víctimas. En este caso se pone al lado del transgresor, al cual apoya y justifica en un alarde de desprecio a la decencia política y moral. No estamos ante una excepción. De esta forma actuó en el caso Pinochet, saboteando la acción de los jueces, de la acusación particular y popular. Bloqueó los trabajos de la justicia hasta lograr su objetivo: impedir la extradición y poner en libertad al tirano Pinochet, amigo personal de Aznar y de Abel Matutes, por entonces, su ministro de asuntos exteriores. No cabe duda. Se trata de una actitud consciente, cómplice y anuente con las prácticas adjetivadas como crímenes de lesa humanidad amparadas en una cruzada anti-suversiva y anti-comunista en tiempos de guerra fría. Hoy, a mas de un década del fin de la guerra fría, emerge el rostro sin caretas del neoconservadurismo mundial. Antes que permitir la acción judicial contra luchadores anti-comunistas se impone el boicot a la justicia internacional. Junto a sus aliados, Berlusconi, Blair y Bush, representa la degeneración del poder político. Todos ellos hacen suya la máxima: viva la muerte.