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La vieja Europa

4 de julio del 2003

La Unión Europea y América Latina:
inversiones, estrategias empresariales y partenariado trasatlántico (I)

G. Buster
Rebelión
1. Introducción

Debe ser el signo de los tiempos cuando 'The Economist' (2003) acusa a las inversiones extranjeras de ser las responsables de la crisis argentina y en general del estancamiento económico actual en America Latina: "El fallo singular más importante fue la dependencia de la región de los volátiles flujos de capital. El crecimiento antes de 1997 coincidió con unas entradas masivas de capital, algunas atraídas por las privatizaciones. Como resultado, las monedas se sobre-apreciaron, dañando a las exportaciones y a los productores locales y provocando grandes déficits por cuenta corriente (...) Para compensar, los gobiernos tuvieron que ajustar la tasa real de cambio (p.e. devaluando la moneda o abaratando la producción a través de deflación de precios). Como la mayoría de los países habían derrotado la inflación anclando sus tipos de cambio, fue muy difícil. En muchos países la mayor parte de los ahorros y las deudas estaban en dólares. Y la devaluación amenazó con provocar un caos financiero. Para complicar aun más las cosas, el servicio de la deuda de los gobiernos se hizo más cara. Y por lo tanto tuvieron que cortar otros gastos, exacerbando la recesión".

La tesis que quiero defender mantiene la mayoría de estos factores, pero altera su orden y por lo tanto las causas de la crisis. Porque el elemento clave a mi entender es que fue la incapacidad política de los gobiernos latinoamericanos para hacer una reforma fiscal profunda y su progresivo endeudamiento el que alentó el flujo de capitales extranjeros a través de las privatizaciones, para financiarse y garantizar el funcionamiento de un sistema favorable a sus intereses pero cada vez más incapaz de satisfacer las necesidades de sus poblaciones.

Que una parte importante de esas inversiones fuera de origen europeo, y muy en particular español, se explica a su vez por el retraso de la modernización y reestructuración de los grandes grupos empresariales españoles y sus dificultades en los 90 para alcanzar economías de escala en el mercado único europeo frente a competidores mucho más establecidos. Como consecuencia, este proceso ha cambiado de manera sustancial el tejido productivo y la estructura de intereses en América Latina así como la posición de España en la UE, en un momento de crecientes tensiones inter-imperialistas entre la UE y la Administración Bush en EE.UU.

Haré primero un recorrido por el mapa de las inversiones europeas en América Latina en los últimos 10 años, para identificar después las líneas estratégicas generales de las empresas multinacionales europeas. Intentaré ver cómo ha desarrollado la UE un marco institucional de relaciones políticas y económicas con las diferentes sub-regiones de América Latina para acompañar estas inversiones. Posteriormente trataré de apuntar los efectos de la crisis argentina en las empresas europeas y, finalmente, señalaré algunas contradicciones en la alternativa MERCOSUR o ALCA.

2. Las inversiones europeas en América Latina en los 90

De 1995 al 2000 se ha producido un cambio cualitativo en el volumen de las inversiones directas (IED) europeas en América Latina, que han hecho de la UE el primer inversor en la región, en especial en Brasil y Argentina. La UE es además el segundo socio comercial –el primero de MERCOSUR y Chile- y el primer donante, por encima de EE UU. En el 2000, techo de este ciclo, las inversiones comunitarias superaron en un año los 38.000 millones de euros. De acuerdo con el carácter pro-cíclico de la IED en América Latina, señalado por numerosos autores, se produjo una contracción del flujo total a partir de 1999 (88.220 millones de dólares) -que afectó a las inversiones europeas un año más tarde-, hasta situarse en la mitad (44.402 millones de dólares) el año pasado (CEPAL 2002),
(1) en lo que Guillermo Calvo ha calificado de "parón" (The Economist 2003) Aunque este ciclo de inversiones se concentró fundamentalmente en Brasil, Argentina y México, un 61% del total, con las dirigidas a Chile, Venezuela y Colombia, alcanza el 84%.

Ello fue posible por las reformas económicas neoliberales de "segunda generación"-especialmente las privatizaciones del sector público- impulsadas por los gobiernos de la región, con el decidido apoyo del FMI y el Banco Mundial, en el marco del llamado "Consenso de Washington" (Williamson 1990 y 1999).

La inversión por sectores en los tres principales países señalados da una primera idea de la estrategia inversora de las multinacionales, que analizaremos posteriormente con más detalle. Históricamente, antes de los 90, la IED en América Latina se concentró en la manufactura para los mercados internos fuertemente protegidos o hacia la explotación de recursos mineros y energéticos, sobre todo en los países miembros de la Comunidad Andina. En 1997, seis sectores suponían el 84% de todas las inversiones: automóvil (26%), alimentación y tabaco (19%), comercio (11%), electrónica (10%), petróleo (9%) y química (9%).

México, como consecuencia del Tratado de Libre Comercio (TLC) con EE UU y Canadá, vio pasar su acervo de inversiones de 22.000 millones de dólares en 1990 a 41.000 millones en 1995 y 72.000 millones en 1999, multiplicándose por 3,3. El sector manufacturero representó el 61% de las inversiones, los servicios financieros el 13%, el comercio el 12% y otras industrias un 14%. Y ello debido a las restricciones políticas a las inversiones extranjeras en sectores como el petróleo, los servicios públicos o las telecomunicaciones. A partir de 1998, el 50% de la IED ha estado destinada a la compra de bancos privados. Las inversiones de EE UU supusieron el 60% frente al 22% de la UE.

En Brasil, el acervo de las inversiones se cuadriplicó entre 1990 y 1999, siendo el principal receptor en América Latina. A fines de 1995, el 55% correspondía a inversiones manufactureras para el mercado interno y el 43% a los servicios. En el 2000, estas cifras han pasado al 29% y al 70% respectivamente y el sector manufacturero, sobre todo automovilístico, busca mercados de exportación en México y la UE. La política de privatizaciones hizo que las telecomunicaciones pasaran a suponer el 36% y el sistema financiero el 21%. Las inversiones de la UE supusieron el 45% del total – el 11,2% de España- frente a un 24,2% de EE UU.

En Argentina, el acervo de inversiones se multiplicó por 4,5 en dos fases entre 1992 y el 2000. La primera fase a través de las privatizaciones y la segunda por la compra de grandes empresas privadas argentinas. Así en 1992, el 36% de la IED se dirigió a la manufactura, el 19% al petróleo y el 14% a los servicios públicos. En el 2000, el porcentaje era 29% para la industria manufacturera, el 24% para el petróleo, el 12% para las telecomunicaciones, el 12% para los servicios públicos y el 10% al sector bancario. Las inversiones de la UE supusieron el 53,4% -el 25,6% para España- del total frente a un 23,2% de EE UU (Calcagno 2001, CEPAL 2001).

2.1 Las inversiones españolas

Un monto muy importante de las inversiones europeas en América Latina corresponde a las de origen español, como hemos señalado. Tras el ingreso de España en la CEE y la consiguiente reforma del régimen de inversiones exteriores en 1986, las IED españolas pasaron de 1988 a 1992, acompañando el ciclo alcista internacional, de 1.969 a 6.511 millones de dólares. Pero solo el 12% del total se dirigió a América Latina, mientras que el 50% fue a la CEE. En América Latina, el destino fundamental fue Panamá, como paraíso fiscal, y en menor medida Argentina, Chile, México, Brasil y Venezuela. Por sectores, el bancario alcanzó el 53,4% -con la creación de grupos financieros por grupos industriales y turísticos españoles no vinculados a la banca- desplazando a las inversiones manufactureras, orientadas hacia los mercados internos latino-americanos, y turísticas tradicionales (Arahuetes y Argüelles 1996).

Tras el primer "parón" de primera mitad de los 90 por la recesión internacional, las inversiones españolas crecen espectacularmente a partir de 1995, en los sectores financiero, petróleo, telecomunicaciones, energía eléctrica y transporte aéreo (aunque en este último con malos resultados, que llevaron a Iberia a revender Aerolíneas Argentinas).

En Argentina, el acervo inversor español creció de 1.809 millones de dólares en 1995 a 18.726 millones en el 2000. Las empresas españolas participaron en las privatizaciones de Aerolíneas Argentinas; Telefónica (1.338 millones de dólares); Edenor, Edesur y Dock Sur en el sector eléctrico; los bancos Francés (509 millones), Rió de la Plata (1.631 millones), Tornquist, Galicia y Buenos Aires, a cargo del BSCH y el BBVA. En el 2000, Repsol compró la petrolera YPF por 15.168 millones de dólares (Kulfas, Porta y Ramos 2002, CEPAL 2002).

En Brasil, Telefónica de España compró la brasileña por 10.423 millones de dólares y Tele Sudeste Celular SA por 2.419 millones, y Endesa esta desarrollando el grupo Enersis con la construcción de una central térmica en Ceará (CEPAL 2002).

En México, la influencia española fue menor, pasando de 82 a 312 millones de dólares en 1998, para aumentar tras la compra por el BSCH en el 2000 del grupo financiero Servin por 1560 millones de dólares y la adquisición por Iberdrola en el 2002 del 13% de Gas Natural de México, con inversiones planeadas de 2.350 millones de dólares (Mattar, Moreno-Brid y Pérez 2002, CEPAL 2002)

También ha habido inversiones importantes en Chile (telecomunicaciones, banca y energía eléctrica), Perú (adquisición de Copertel y Entel por Telefónica) y Venezuela (sector bancario) (CEPAL 2002).

3. Estrategias de las empresas multinacionales

El carácter fuertemente cíclico de las IED en América Latina debe enmarcarse en la situación de la economía internacional a comienzos de los años 90 y la reacción de las clases dominantes con la aplicación de las políticas de ajuste, reestructuración y privatización neoliberales, el llamado "Consenso de Washington", que crearon las condiciones para atraer hacia la región los flujos de IED.

Brenner (1998 y 2002) ha explicado como la recuperación de la economía de EE UU tras la recesión de 1990-91 se realizó no sobre la base de un aumento de las inversiones en capital fijo y tecnología, sino a través de un aumento de la productividad basada en congelaciones salariales, recortes fiscales, retirada de la capacidad productiva de baja rentabilidad y devaluación del dólar. Lo que fue acompañado por la Administración Clinton por una dura política de ajuste fiscal y una imposición internacional de los modelos neoliberales a través de la OMC, el FMI y el Banco Mundial. En la UE, la recesión se prolongó por la combinación de las políticas de ajuste y convergencia ligadas a la Unión Monetaria, que redujeron el mercado interno y una fuerte perdida de competitividad frente al dólar, que limitó una estrategia basada en las exportaciones. La enorme liquidez de capital de todo el sistema internacional buscó nuevas inversiones, a partir del mismo modelo de reestructuración, que permitiese reducir los precios de los productos en el mercado internacional gracias a los bajos salarios y la presión fiscal u orientándose a la ocupación de parcelas de los mercados internos de las economías emergentes. Es decir, hay que entender las características de la IED internacional de los 90 a partir de la sobreproducción y sobrecapacidad existente a nivel internacional.

Para atraer a la IED, en dura competencia con China y la región de Asia-Pacífico, los gobiernos latino-americanos tenían que garantizar además una estabilidad financiera condicionada por el pago de los intereses de la apabullante deuda externa, que en 1990 suponían un flujo anual de 18.800 millones de dólares. Tras la llamada "década perdida" y la crisis de la deuda externa de los 80, el Plan Brady permitió una reestructuración de la deuda sobre la base de su estatificación y la creación de un mercado de bonos, tanto públicos como privados, que permitió abrir un nuevo ciclo de endeudamiento (Toussaint 1998), que en el 2000 alcanzó los 750.855 millones de dólares. Pero ello no fue suficiente y exigió dos medidas adicionales, además de los planes de ajuste: las privatizaciones del sector público y, finalmente, la dolarización de una parte sustancial, cuando no de toda la economía interna. Más adelante veremos las consecuencias de estas opciones en el caso de la crisis argentina.

El resultado final fue que América Latina atrajo en el periodo 1990-95 22.000 millones de dólares en inversiones frente a 48.000 de Asía–Pacífico y 19.000 de China. Y en 1999, momento culminante para América Latina, 108.000 millones frente a 103.000 de Asía- Pacífico y 41.000 de China. Después, ha perdido claramente su capacidad de competencia, situándose en 56.000 millones en el 2002, frente a los 90.000 de Asía-Pacífico y los 50.000 de China (CEPAL 2002).

En líneas generales, y en este contexto, la estrategia de las empresas multinacionales puede agruparse en tres grandes grupos:

-"maquilas": empresas que invierten en plantas manufactureras para la exportación hacia el mercado de EE UU aprovechando los bajos salarios y las ventajas fiscales locales, sobre la base de la apertura comercial del TLC en 1994 o los acuerdos de liberalización con Centroamérica y Chile;

-extractoras de materias primas (hidrocarburos y minería): empresas con escaso encadenamiento con las economías locales, destinadas a la exportación hacia el mercado mundial –en la región fundamentalmente Brasil-, el control de las reservas y la presión para la desnacionalización de estos recursos en países como México y Venezuela;

-control de cuotas del mercado interno: empresas orientadas hacia sectores industriales (automóviles, electrodomésticos, cerveza y alimentos), servicios públicos (electricidad, telefonía, correos, transportes, gestión de aguas) y bancario-financieros, con una primera fase de compra de empresas públicas en las privatizaciones y una segunda de expansión mediante la adquisición de empresas privadas.

La saturación del proceso privatizador y la recesión internacional iniciada en el 2001, así como, uno de sus prolegómenos, la crisis argentina, están suponiendo importantes cambios, que son aun difíciles de definir.

Aunque las empresas europeas están presentes en la mayoría de los sectores y sus estrategias pueden encuadrarse en estos tres grupos, aparece una clara diferencia entre el capital de origen español y el de los otros estados miembros de la UE. Las empresas españolas se encuentran básicamente en el tercer grupo, con la importante excepción de Repsol tras la compra de YPF y de las compañías eléctricas que buscan asegurarse una cuota de la producción de gas natural para abastecer a sus centrales. El capital de otros países europeos tiene un mayor componente industrial (Michelín, Renault, Volkswagen, Philips, FIAT, Daymler) y extractor (Shell, BP, Phillips Petroleum) y son multinacionales "globales", para las que América Latina es una parte de su IED. Pero las empresas españolas son multinacionales fundamentalmente por su inversión en América Latina. Incluso en el sector bancario, los grupos españoles han adoptado el modelo de "banca universal", mientras que el resto de los europeos ha buscado nichos especializados, sobre todo la banca de negocios.

La transnacionalización en América Latina de los grandes grupos empresariales españoles es producto de la estrategia seguida por el capital y los sucesivos gobiernos españoles desde los años 80 para prepararse a la competencia del mercado único europeo. La privatización, fusiones y creación de grandes grupos de finales de los 80 y los 90 prepararon a las empresas españolas para aguantar la competencia de los grandes grupos europeos en su propio mercado. Pero su alternativa estratégica se limitaba a buscar fusiones con estos grupos para alcanzar las economías de escala necesarias para poder competir en todo el mercado único o buscar un nicho de especialización propio en el mercado internacional que le proporcionase esas escalas. Esta segunda opción fue la impulsada por el capital español. Fue el retraso del proceso de reestructuración y las dificultades para arañar cuotas de mercado en la UE frente a sus competidores europeos lo que forzó al capital español a volver a dirigir su mirada a América Latina.

3.1 Las empresas europeas y las "maquilas"

Basta con enumerar las principales filiales de las empresas europeas en México para comprender su localización como plataforma exportadora hacia EE UU: Daimler-Chrysler, Volkswagen, Michelin, Unilever, Siemens, Philips Electronics, BASF y Nokia. Todas ellas en el sector automotriz o la electrónica.

A pesar de la "Crisis Tequila" en 1995 y la caída de las inversiones en un 5%, ello no afectó al sector exportador de ensamblaje que, gracias a la devaluación en un 31% del peso en relación con el dólar, vio aumentar su competitividad en el mercado de EE UU y sus expectativas de beneficio (Mattar, Moreno-Brid y Peres 2002). La recesión en EE UU a partir del 2001 ha tenido, sin embargo, un efecto desastroso en las "maquilas", que han reaccionado despidiendo al 27,1% de los trabajadores del sector electrónica y al 6,7% del automotriz. Pero las empresas europeas del automóvil han mantenido su presencia y algunas como Daimler- Chrysler y Michelín han anunciado ya nuevas inversiones para hacer frente al aumento de la demanda interna, sobre todo de coches pequeños (un 11%), a la espera de la recuperación del mercado de EE UU. El sector de la electrónica parece haber escogido una opción más radical y Philips ha anunciado que cerrará su producción este año para trasladarla a China.

Hay que constatar que las empresas con un mayor componente tecnológico son las que han aguantado mejor los efectos recesivos del mercado de EE UU, lo que explica la diferente reacción entre los sectores automotriz y electrónico. Si todas parten de la diferencia salarial con EE UU, su única defensa frente a la competencia de salarios aun más bajos en China ha sido el margen que proporciona una productividad más alta gracias a una mayor inversión tecnológica en el sector del automóvil, mientras que las fábricas electrónicas son, en la mayoría de los casos, meras plantas de ensamblaje de componentes.

En Costa Rica se ha producido un crecimiento de la inversión europea a partir de estos últimos dos años y, aunque la IED sigue siendo mayoritariamente de EE UU y México, alcanza ya el 37% del total, impulsando una diversificación de las maquilas de exportación a EE UU (CEPAL 2001 y 2002).

3.2 Las empresas europeas en el sector extractor

Aunque la presencia de empresas europeas como la Shell y BP ha sido tradicional en América Latina, a finales de los años 90 ha tenido lugar una importante avalancha de inversiones en el sector petrolero, muy especialmente con la compra de la compañía estatal argentina YPF por la española Repsol. La razón de estas inversiones es estratégica y no cíclica, en un momento de importante redefinición del mercado petrolero internacional tras la I Guerra del Golfo y las crecientes exportaciones rusas. Las compañías europeas han buscado asegurarse fuentes de producción propias y ampliar su diversificación. Pero las inversiones en América Latina han estado muy limitadas tradicionalmente por la nacionalización del sector. De ahí las expectativas creadas por la privatización de YPF en Argentina, la dura competencia por su compra, y las nuevas inversiones en servicios e infraestructuras petroleras, además de gas natural, para crear presión y situarse ante la posible privatización del sector en países claves como Venezuela o México, de surgir las condiciones políticas para ello.

En muy pocos años, a partir de las inversiones en Argentina y en menor medida en Brasil –donde la empresa nacional PETROBAS es un importante competidor en toda la región-, se ha creado una nueva estructura extractora y comercial orientada tanto a las exportaciones como al importante mercado interno de MERCOSUR. Repsol-YPF, Shell, Pan América Energy (Bridas y BP), Metrogas (British Gas y Repsol-YPF) y Total en Argentina y Shell Brasil son las principales compañías europeas en el sector.

La crisis argentina y la desdolarización han provocado una importante crisis, dada la fuerte deuda de las empresas extranjeras en dólares para financiar su rápida expansión, en especial de Repsol-YPF. La salida ha sido buscar una alianza estratégica con PETROBAS, que se ha convertido en la segunda compañía petrolera argentina tras la compra en el 2002 de PeCOM Energía. Así, en el intercambio de activos, Repsol ha concentrado y reestructurado su línea de negocios, aumentando su presencia en Brasil y transfiriendo la red de gasolineras argentinas Eg3 a PETROBAS.

En los países de la Comunidad Andina se han producido además importantes inversiones en Colombia, donde BP lidera el consorcio para la explotación de Cusiana y Cupiagua, y está presente las italianas Technip y Camuzzi; Bolivia, para la explotación de las enormes reservas de gas natural; Perú, también en gas natural en los yacimientos de Camisea; y el gigantesco proyecto Mariscal Sucre, en Venezuela, liderado por la empresa estatal, pero con participación de Shell con un 10% del capital.

En México, el único sector abierto a las empresas extranjeras es el del gas natural, especialmente en la cuenca de Baja California. Las expectativas creadas han supuesto una avalancha de proyectos, que suman ya 18, tanto para exportación del gas licuado como para su transformación en energía eléctrica. Las principales empresas europeas son Shell, Iberdrola y Phillips Petroleum, en algunos proyectos en consorcio con empresas de EE UU (CEPAL 2001 y 2002).

Notas: 1.- De acuerdo con la metodología tradicional de la CEPAL, no se incluye en estas cifras los flujos destinados a los paraísos fiscales de los centros financieros, situados especialmente en la Cuenca del Caribe y que supusieron 19.810 millones de dólares en 1999 y 11.788 en el 2002 (CEPAL 2002).
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