7 de julio del 2003
Referéndum en Córcega
Patente de corso
Javier Ortiz
http://www.javierortiz.net
No es nada fácil juzgar lo sucedido ayer en Córcega, donde una
exigua mayoría de electores (50,98%) votó en contra del proyecto
de autonomización presentado por el Gobierno de París. El 49,02%
de síes -por lo visto en Córcega no existen ni los votos nulos
ni los votos en blanco- no servirá de nada: el primer ministro Raffarin
ya ha anunciado que, aunque el referéndum fuera meramente consultivo,
se atendrá al resultado, es decir, que dejará todo igual que estaba.
¿Quién ha ganado, quién ha perdido? Imposible saberlo. El no
fue propugnado por una amalgama de ultracentralistas más o menos
jacobinos, desde la ultraderecha lepenista al PCF, por los jefes de los poderosos
clanes locales, temerosos de entrar por una vía peligrosa para sus privilegios
caciquiles, y por el ala más radical de los nacionalistas corsos, a los
que el proyecto gubernamental les parecía una mera descentralización
burocrática, muy lejana del reconocimiento de sus derechos nacionales.
Al final, incluso acabaron inclinándose por el no bastantes nacionalistas
moderados, que se sintieron insultados por la maniobra del ministro del Interior,
Sarzoky, que intentó manipular burdamente la detención del militante
radical Yvan Colonna, al que presentó ante la opinión pública
como el asesino del prefecto Erignac, saltándose la presunción
de inocencia, tal cual si fuera ministro de Aznar.
El sí fue finalmente la opción de los centralistas menos
dogmáticos y de los nacionalistas más pragmáticos, que
veían en la unificación de Córcega en un solo departamento,
regido por una sola Asamblea regional, un primer paso hacia cotas mayores de
autogobierno, así fuera a costa de comprometerse inicialmente con una
mini-autonomía que no le llega a la suela de los zapatos a la de Murcia.
¿Que hubiera sido mejor? Lo finalmente sucedido augura un futuro de fuertes
tensiones. El ministro del Interior ya ha anunciado que ahora se va a «concentrar»
en la defensa del orden público. Se concede a sí mismo patente
de corso en materia de represión. Por su parte, los nacionalistas radicales
han dado a entender que sacarán las debidas conclusiones de esta prueba
de que por la vía pacífica no se puede conseguir nada de auténtico
valor. Es decir, que van a echar mano otra vez de las pistolas y las bombas.
A estas alturas de la película -de mi película-, me siento inclinado
a pensar que la porquería ofrecida por Raffarin habría sido mala,
pero seguramente menos mala que el regreso a los ajustes de cuentas, la sangre
y los entierros. Pero tal vez piense así porque estoy hablando de Córcega.
Porque la verdad es que, cada vez que los gobiernos de Madrid han ofrecido a
Euskadi pasteleos del estilo del de Raffarin, siempre me he declarado radicalmente
en contra.
Me pregunto qué clase de cacao sentimental hace falta tener para sentirse
a la vez reformista corso y radical vasco.