La vieja Europa
|
20 de mayo del 2003
Social-liberalismo
Ignacio Ramonet
Otra realidad
Cos motivo de la publicación en alemán de mi libro Guerras del siglo XXI, he estado dando una serie de conferencias por Alemania. En la flamante sede del Instituto Cervantes de Berlín, situado en la antigua zona oriental y en el corazón histórico de la capital, su director, Ignacio Olmos, me propuso participar en un debate con Wolfgang Thierse, el presidente del Bundestag, las Cortes alemanas.
Thierse es una de las personalidades más respetadas del país. Forma parte del ala izquierda del partido socialista (SPD) pero se le considera sobre todo como un humanista que se expresa siempre con honestidad, con compasión y sentido de la justicia. Es un hombre de unos sesenta años, pelirrojo y barbudo, con gruesas gafas, muy desaliñado en su indumentaria y de mirada clara. Nacido en Breslau, en la ex-Silesia alemana (hoy Wroclaw, en Polonia), creció en la antigua República Democrática (RDA) donde se doctoró en teoría de la cultura. Disidente del interior, Thierse formó parte del foro de oposición que organizó las grandes manifestaciones de 1989 y que acabarían por abatir el Muro de Berlín. Se afilió al Partido Socialista en 1990, y desde 1998 es presidente del Bundestag.
Anunciado por los medios locales, el debate suscitó gran expectación. En este luminoso y primaveral atardecer berlinés, la gran sala del Cervantes estaba repleta. De moderador actuaba Mathias Greffrath, prestigioso periodista, autor de una excelente historia de Attac, el movimiento contra la globalización, y amigo personal del canciller Gerhard Schröder.
Sobre la guerra en Irak, pocas cosas nos oponen. Wolfgang Thierse también considera que se trata de una agresión ilegal, una derrota de la ONU y una expresión de la hiperpotencia de Estados Unidos. Asimismo coincidimos en considerar que lo complicado no era la fase militar sino la actual batalla de la paz y de la democracia que debe extenderse a toda la región, sin olvidar Palestina.
El moderador cambia de tema y aborda la actitud de la social-democracia frente a la globalización liberal. Para azuzar al presidente del Bundestag, Mathias Greffrath le lee unos párrafos de mi libro en los que afirmo que «la socialdemocracia se ha quedado sin ideas, ha abandonado a las clases populares, ha pactado con el capital y se comporta hoy día como una derecha moderna». Thierse se acalora y con voz apasionada defiende las reformas necesarias para adaptarse al mercado y al nuevo mundo globalizado. «Si no lo hiciéramos -dice-, los electores nos sancionarían como han sancionado a todos aquellos partidos comunistas o socialistas que se han quedado fosilizados en un pasado hecho de defensa ciega del Estado y de los privilegios de algunas corporaciones de trabajadores».
Le pregunto si apoya los recortes que con el nombre de Agenda 2010 acaba de proponer Schröder: la rebaja en el pago a los parados, la disminución de la cobertura del sistema de seguridad social, la reducción de la cobertura médica y el pago de las jubilaciones sólo a partir de los 67 años...
Noto que Wolfgang Thierse no está de acuerdo con esta liquidación del Estado del bienestar, con esta conversión al social-liberalismo, pero no lo confiesa porque sabe que la batalla va a ser muy dura en el seno mismo del SPD, con los sindicatos y en el propio Bundestag. El debate se endurece pero se mantiene en un tono de respeto mutuo.
Saco la impresión final de que, acorralada por el neoliberalismo, la social-democracia está hoy vacía de ideas nuevas. Mira hacia el movimiento altermundialista con la esperanza de recuperar alguna migaja de utopía. Acabo por proponer a Wolfgang Thierse que, para cambiar de aire y ver de cerca los estragos que acepta el social-liberalismo, se venga el año próximo al Foro Social Mundial, ya no en Porto Alegre, sino a Haiderabad, en India. Me mira con sus ojos celestes de hombre bueno. Marca una pausa. Y acepta.