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La vieja Europa

6 de mayo de 2003

Alfonso Sastre, premio Max de Honor
«Estoy contra eso de condenar 'toda forma de violencia', porque no todas son iguales»

Borja Hermoso
El Mundo
El escritor no tiene quien le estrene, pero sí quien le premie: la SGAE le ha concedido el Max de Honor, lo cual ha levantado ampollas, debido a la postura de Sastre favorable a la independencia de Euskadi

FUENTERRABIA (GUIPUZCOA).- Vasco nacido en Madrid hace 77 años, Alfonso Sastre tiene el acento de los aitonas arcaicos, entrañables y cascarrabias. Pero la palabra subyace en toda su radicalidad, la forma no esconde el fondo, y los postulados políticos de Sastre -los que esgrime sobre lo que la izquierda abertzale denomina el conflicto vasco- son carne de diatriba.

Escribía en las páginas del clausurado Egin y ahora lo hace de forma esporádica en las de la continuación de aquello, Gara.La Asociación de Víctimas del Terrorismo dice que es «un perfecto cabrón». La Sociedad General de Autores, que hoy le entrega el Premio Max de Honor en Vigo, asegura que el autor de La taberna fantástica, Escuadra hacia la muerte o La mordaza y Premio Nacional de Teatro es un nombre esencial en la literatura dramática de la segunda mitad del siglo XX.

Pregunta.- Un Premio Max de Honor para Alfonso Sastre. ¿Qué opina de los premios? ¿No le parecen ejercicios excesivos de adulación?

Respuesta.- No sé, no sé... puede, aunque la sensación que uno tiene es agradable, en la medida en que ésta es una profesión escasa en satisfacciones. En mi vida profesional, desde luego, han abundado más los disgustos y los problemas que las alegrías y los éxitos. El éxito no es un fruto fácil. Y algunos podemos pasarnos una vida entera sin obtener uno grande.

P.- Bueno, teniendo en cuenta ciertas demostraciones prácticas del éxito, como Operación Triunfo, Javier Sardá o Tómbola, por no hablar de ciertos políticos y hombres de negocios, cabe pensar que la noción misma de éxito está devaluada, ¿no?

R.- Claro, el éxito tiene esa doble vertiente positiva y negativa.Es deseable pero peligroso. Un gran éxito en los inicios de una carrera puede resultar muy peligroso para un autor. Pero no tener ninguno comporta la muerte del autor.

P.- ¿Hizo usted concesiones en busca de ese reconocimiento?

R.- Quizá las haya hecho. Una vez, Arrabal me criticó porque, sostenía él, entre mis primeras obras de vanguardia y las que luego hice más de tipo convencional, yo me había acomodado a las formas del teatro burgués. Y puede que fuera así. A veces, uno acaba por escribir cosas que se ajustan al sistema y hace concesiones. Tampoco eso es del todo malo: Bertolt Brecht, que era un revolucionario, decía que, si no se tiene un cierto acuerdo con el medio, no se puede actuar luego contra él.

P.- Lo malo, en su caso, es que este reconocimiento de honor de los Max contrasta con la escasa presencia de su teatro en los escenarios. A usted no le estrenan casi nada.

R.- Sí, en mi caso este premio parece un sustituto de lo que el autor de teatro desea realmente: que sus obras se representen de forma regular y ocupen los escenarios. Desde que me enteré del Premio Max me ha venido a la mente esa idea de sucedáneo de lo que, en realidad, me gustaría: estrenar obras. Porque, sin ir más lejos, el año pasado no se estrenó ni una.

P.- ¿Por qué?

R.- Este es un problema que nos afecta a la mayor parte de los autores de teatro, a los viejos y a los jóvenes. Ahora, los autores estamos marginados con relación al trabajo teatral propiamente dicho. Quienes nos dedicamos sólo a escribir teatro -no hablo de quienes, además, se implican en la producción o en la dirección de escena- tenemos complicado eso de que un productor se interese por nuestra obra.

P.- También su presencia en la temporada del Centro Dramático Nacional es harto complicada, pese a la voluntad de su director, Juan Carlos Pérez de la Fuente. ¿Hay presiones políticas para que no se estrene nada de Alfonso Sastre?

R.- Yo sabía que él estaba muy interesado en hacer un ciclo con Buero, Max Aub y yo; pero también sabía que, en un momento dado, tendría problemas para montar algo mío... lo que no sabía es que ya los ha tenido. No me sorprende nada.

P.- ¿Se considera usted un autor apestado a ojos de los dirigentes políticos de este país?

R.- Apestado es una palabra fuerte, pero la verdad es que me lo han llamado. Fue Vicente Molina Foix, colaborador habitual de El País. Luego, por otra parte, yo creo que, desde el 11 de Septiembre, toda esa ideología ultrafranquista que estaba dispersa se está organizando.

P.- ¿Usted considera que dentro del Partido Popular subsisten posos de ideología franquista?

R.- El hecho de que haya desaparecido formalmente la ultraderecha me indica que está ahí y que ahora empieza a expresarse. Ya han empezado a utilizar un lenguaje muy claro: hablan claramente de los rojos, de la alianza con los comunistas... igual que se hablaba en la época de Franco.

P.- ¿Veremos a un Le Pen aquí?

R.- Pero ¿para qué? Le Pen no es más de derechas que Bush o Aznar.Sólo es más vociferante.

P.- Volviendo a la gala de los Max: RTVE ha decidido no emitirla.Parece que el espíritu de los Goya pervive...

R.- Aunque parece que ya no cabe esperar nada de ellos, yo creo que para los políticos habría sido muy interesante ver qué es lo que los intelectuales tienen que decirles. De esa forma, tendrían una especie de observatorio. Pero, claro, ellos prefieren asfixiar las voces de quienes puedan criticarlos.

P.- La segunda parte de la polémica le afecta a usted: la Asociación de Víctimas del Terrorismo ha mostrado su rechazo a la concesión de este premio porque, sostienen, es usted «un perfecto cabrón» y apoya a ETA. ¿Quiere opinar?

R.- Este tipo de ataques ya los he sufrido otras veces y a mí me resbalan. Bueno, esto antes era objeto de querella. ¡Y en el siglo XIX, de duelo! En serio, lo único que me preocupa es que se convierte, en realidad, en un ataque contra la Sociedad General de Autores, que es la que me da el premio. No me gustaría que se sintieran lastimados por todo esto.

P.- ¿Han afectado mucho a su carrera sus posturas radicales?

R.- Sí. Yo atribuyo gran parte de mis problemas al hecho de haberme establecido en Euskal Herria y de ser prácticamente un ciudadano vasco y mantener una postura clara de izquierdas. Llevo aquí 30 años. Casi una vida. Muchas obras mías no han sido estrenadas por culpa de mis posturas políticas.

P.- ¿De verdad cree que la violencia de ETA es un lenguaje válido?

R.- Los problemas que hay aquí no son cualitativamente tan distintos de los problemas internacionales, se parecen a lo del imperialismo americano en relación a Irak. Yo creo que, para el imperialismo, la paz es una catástrofe. Cuando ETA declaró la tregua, yo creía que en España iba a haber un estallido de alegría. Pero no. Se disgustaron, casi fue una mala noticia. Y otra cosa dentro de todo este problema es que el PNV es criticado como si fuera prácticamente una organización terrorista. Yo creo que realmente no es el terrorismo lo que preocupa al poder, sino las ideas soberanistas.

P.- Pero, de nuevo, ¿qué sentido tiene la violencia como expresión?

R.- Mire, el sistema, el Estado español, convive con la violencia de ETA más cómodamente que con la paz. El sistema se encuentra bien teniendo alguien a quien perseguir.

P.- ¿Cómo puede ser legítimo defender ideas con la violencia?

R.- Yo estoy contra eso de «condenar toda forma de violencia, venga de donde venga», sencillamente porque no todas son iguales.No es lo mismo el Che Guevara que un sicario. Para condenar al primero, me lo tengo que pensar mucho. Para condenar al segundo, nada.