23 de mayo del 2003
El 20% de la población en el estado español se encuentra por debajo del umbral de la pobreza
El suspenso de la democracia
El Mundo.es
Ocho de cada 10 españoles viven. Los otros dos sobreviven. Son pobres, un saco de ocho millones y medio de personas lleno de familias con menos de 667 euros al mes, trabajadores precarios, inmigrantes, ancianos y gente sin hogar. Y cada vez hay más..
Aunque sean más de ocho millones, a los pobres las cifras les importan un rábano..
Les basta saber con qué pedazo de pan arrancarán el día y cuánto sueño podrán conciliar de noche. De entre la sequía de estadísticas oficiales sobre exclusión social, una marginación dentro de la marginación, los expertos calculan que ocho millones y medio de personas viven en España con menos de 667 euros al mes (unas 111.00 pesetas), el 50% de la renta media nacional, la frontera considerada por la UE como el umbral de la pobreza. De esos hombres y mujeres, un millón y medio atraviesa el mes con 330 euros (55.000 pesetas), o sea, dos millones de hogares que no podrían comer en 30 días si compraran la videoconsola de moda..
En esta millonaria bolsa de carencias caben colectivos tradicionales como minorías étnicas, inmigrantes, mayores con pensiones de mentira, toxicómanos y sin techo, pero también grupos sin currículo alguno de exclusión: jóvenes, trabajadores precarios y hogares monoparentales. Son los nuevos pobres..
España va bien, pero cada vez hay más gente tragando saliva para acabar el mes..
Luis Ayala, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, contó en el Foro para la Integración Laboral de las Personas en Riesgo de Exclusión celebrado en noviembre que la proliferación de empleos basura «tiene un doble efecto perverso»..
«Obliga a un diario ajuste del cinturón y la existencia de un salario regular, aunque mínimo y sin garantías de seguridad, impide el acceso a otros subsidios de servicios básicos»..
Aunque el umbral de la pobreza es un número objetivo, hay tantas definiciones del problema como personas que lo sufren. Un estudio del Consejo Económico y Social muestra que sólo cuatro de cada 10 hogares pobres se autocalifican como tal. El resto comparte sus apreturas con su entorno y va suavizando su percepción de la pobreza en medio de los demás. Por eso la soledad es un buen ensayo para el abismo..
Inmigrantes .
Desde las últimas urnas, la pobreza ha crecido en España. Hay 70.000 familias que reciben la Renta Mínima de Inserción (RMI), un sueldo muy por debajo de salario mínimo profesional cuya cuantía y condiciones depende de cada comunidad autónoma..
En aquel Foro, promovido por el Comité Español de Bienestar Social, se dijo que las CCAA con una RMI más alta son el País Vasco, Navarra y Baleares. La más baja está en Valencia y Canarias. En los últimos años los números de la marginación los engordan los inmigrantes más desfavorecidos, gente que sale de sus infiernos patrios para meterse en otro ajeno. Muchos de los extranjeros oprimidos trabajan a destajo en subeconomías temporales y deambulan sin nada en el bolsillo cuando se acaba el tajo. Pero sus noches son siempre las mismas, con fenómenos que ya se dan en casas urbanas y saturadas como el de la cama caliente, un catre usado en la madrugada por varias personas en riguroso turno..
Se calcula que en el año 2000 había en España unas 25.000 personas sin hogar, repartidas entre quienes dormían en albergues y usaban unos cuantos cartones como colchón. Tres años después, la población nativa de los sin techo es casi la misma, pero la de extranjeros ha aumentado un 40%. Así, los que antes eran 25.000 son ahora 35.000, según los datos «inevitablemente parciales y fragmentarios» que aporta el sociólogo Pedro Cabrera, director de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Pontificia de Comillas..
La raya está ahí, rozando cada vez a más gente. Los números de la pobreza son los hijos del capitalismo moderno, incapaz de contener la marginación o culpable de ella, según el grado de bondad del experto que hable..
Y fuera del límite, dentro del estado del bienestar, el 80% de los españoles, los que aportamos al sistema todo un euro al año para los sin techo.