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La vieja Europa

13 de mayo de 2003

(Alfonso Sastre repudiado por el Mundo)
Acerca de la violencia y el terrorismo

Malime

Cuando Aznar viaja a EE.UU. para enlistar a Batasuna en la terrorista lista del primer terrorista mundial llamado Bush, y en diferentes ambientes políticos a nivel mundial se trata de establecer criterios internacionales sobre la definición de terrorismo y de clasificar a los grupos terroristas, pienso que previamente deberíamos definir cuales son acciones violentas y que entendemos por violencia.
El pasado cinco de mayo, por las declaraciones efectuadas en una entrevista realizada a Alfonso Sastre en el Mundo, dio lugar a una editorial de ese mismo periódico que titulaba EL RELATIVISMO MORAL DE SASTRE, donde le tacha de intelectual moralmente repudiable porque dijo: "Estoy contra eso de condenar toda violencia porque no todas son iguales".
Sastre compara la violencia revolucionaria del Che Guevara con la realizada por los sicarios. Evidentemente los conceptos morales de ambas violencias no son iguales. Los fines morales, sociales y económicos de unos y otros no son los mismos. Lo mismo que no lo es desde el punto de vista político la violencia de las penas de muerte realizadas recientemente en Cuba con las que firmaba el tejano cuando era gobernador. Desde una concepción democrática podríamos argumentar que una violencia es democrática y la otra no. La violencia propugnada por el Che responde a los intereses de la clase social mayoritaria, mientras que la del sicario solo responde a los intereses del amo que le paga.
Evidentemente el editorial del Mundo no realiza ningún comentario sobre la violencia diaria que en el mundo cometen los sicarios defensores de los intereses de las grandes multinacionales, asesinando sindicalistas en Latinoamérica, y en las demás partes del mundo. Los media al servicio del sistema descontextualizan el análisis del problema de la violencia. Tratan de encubrir la violencia que se ejerce de diferente forma por la clase social en el poder, la violencia que diariamente provoca miles de muertes por hambre en el mundo, mientras esa minoría depredadora y egoísta acumula bienes que nunca llegará a consumir.
Entiendo por violencia toda acción externa que se ejerce contra cualquier objeto material que destruye o modifica su estado natural. Toda acción externa que incide negativamente en el estado y desarrollo natural de los seres humanos deberemos entenderla como acción violenta. Si, además, los seres humanos por naturaleza somos seres sociales que vivimos y nos desarrollamos en comunidad, toda acción socialmente negativa, es también acción violenta que nos afecta colectiva e individualmente.
Desde el origen del ser humano la violencia como arma de supervivencia le ha acompañado. Los seres humanos más primitivos, los que vivían en comunidad utilizaban la violencia contra las demás especies animales a las que cazaban y con las que se alimentaban. Posteriormente, cuando su desarrollo productivo generó excedentes que no consumía, en ese momento surgió la violencia como algo natural y racionalmente admitido, practicada por los guardianes encargados de guardar esos excedentes, de los ladrones que pretendían apropiarse de ellos. Unos y otros, ladrones y guardadores ejercían la violencia para apropiarse del bien social material generado colectivamente y para conservarlo. Así surgieron los conceptos morales de la violencia, el moralmente admitido y el inmoral de los ladrones.
Pero llegado el momento, alguien se atribuyó e impuso al margen de la realidad material y social objetiva, la justificación de la violencia en beneficio propio. Los sumos sacerdotes, los caciques, los reyes al margen de la realidad social y material establecieron de forma filosófica idealista los conceptos morales de la violencia. La ignorancia sobre la condición social y solidaria de los demás seres humanos y su sumisión al poder establecido, dio carta de naturaleza a las leyes impuestas por los tribunos. Los guardadores de los excedentes colectivamente producidos ya no los guardaban para el disfrute colectivo de los que los habían generado, sino para el disfrute de las castas superiores que los disfrutaban discriminadamente en beneficio privado individual, la violencia guardadora se hizo privada. Se legalizó el concepto moral de la violencia por las minorías sociales en el poder. Los estados son los encargados del monopolio de la violencia. Y en esos estados desde que la sociedad se dividió en diferentes clases sociales, la violencia siempre ha respondido a los intereses de la clase social en el poder.
La violencia siempre ha tenido una causa material, aunque en muchas ocasiones esa materialidad haya sido ocultada mediante la subyugación ideológica ejercida sobre las poblaciones con apariencias morales, religiosas, nacionales o tribales que la justificaban.
Los parias de la tierra, el lumpen sin conciencia de clase, abrumado por la necesidad utiliza la violencia, incluso asesinando trata de apropiarse de bienes que disponen otros seres humanos. Los ricos, los grandes oligarcas ejercen la violencia social legalmente, los estados como elementos represores que disponen del monopolio de la violencia se encargan de protegerles y de preservar la acumulación de bienes sociales producidos colectivamente.
El concepto dominante sobre terrorismo también se impone desde el poder, los estados, las clases sociales en el poder y sobre todo los que más fuerza represiva disponen, son los que determinan que acciones y grupos son terroristas. Y por lo tanto se atribuyen el derecho a ejercer la violencia del estado contra los grupos o individuos, que según sus criterios establecidos mediante leyes determinan quienes son terroristas.
Los estados justifican la represión violenta basándose en la necesidad de combatir las acciones violentas individuales, o de sectores de grupos sociales que organizadamente quieren cambiar el sistema social dominante al que denominan "democrático", al margen de la realidad objetiva. Un sistema basado en la desigualdad social y económica, con todas las implicaciones culturales y políticas que lleva implícita esa desigualdad. Dependiendo de las circunstancias, de la gravedad que la propia acción suponga para el sistema y de las repercusiones públicas de la violencia ejercida individual o colectivamente, esas acciones las clasifican como acciones criminales o acciones terroristas.
Pero la violencia brutal de los estados, sobre todo la ejercida por los estados imperialistas sobre otros países, ha dado lugar a que personas o instituciones con cierto prestigio moral o político hayan denominado esa violencia como terrorismo de estado. Diversas voces así lo han denunciado cuando la brutalidad ejercida sobre poblaciones inocentes en Yugoslavia, Afganistán e Iraq han provocado la muerte de cientos de miles de personas y destruido infraestructuras económicas, residenciales, hospitalarias, escolares y medio ambientales que los han retrotraeido en decenas de años.
Todos de alguna forma no controlamos en su totalidad el instinto primitivo violento animal de supervivencia, lo cual nos hace reaccionar instintiva y violentamente ante situaciones adversas. No hemos adecuado nuestra capacidad cerebral de raciocinio humano a la nueva realidad del nuevo ser humano, equivalente y en consonancia con la gran capacidad cultural, tecnológica y productiva que actualmente tiene. No hemos conseguido el dominio y control de la violencia, para que la violencia individual no sea la alternativa a la violencia de la minoría social en el poder, que si sabe organizarse para ejercerla como clase social dominante a pesar de ser minoritaria. El dominio ideológico y el medio material hostil existente nos condiciona, constantemente nos devuelve hacia atrás, al primitivismo animal, a la lucha competitiva individualista impuesta, cuando la nueva situación nos debería vernos como lo que somos, seres sociales solidarios, -aunque esa solidaridad hasta ahora solo se manifieste en el proceso productivo-, y actuar solidaria y colectivamente como clase social mayoritaria.
Pienso que al ser humano condicionado ideológicamente, liberado del injusto sistema capitalista impuesto basado en la insolidaridad y la competencia que le impide el disfrute igualitario de los bienes generados colectivamente, conseguiría el pleno desarrollo humanístico, la verdadera paz basada en la plena solidaridad, una vez destruida la base material de la desigualdad. Aunque esa violencia destructora fuera la última violencia socialmente necesaria realizada por la mayoría social contra la base material de la desigualdad en la que se apoya la minoría depredadora y animalada que ostenta el poder.