18 de abril del 2003
Un atisbo al nuevo orden mundial
La vida después de la guerra
Juan Agulló
Los 12 años que separan a la Guerra de Irak de la del Golfo (1991-2003) bastaron para redefinir las relaciones internacionales. En Berlín terminó la Guerra Fría (1948-1989): con ella, el multilateralismo. En Bagdad toma cuerpo la "Guerra contra el Terror" (sic): con ella, el unilateralismo. Hasta aquí el imperialismo; se avecina el Imperio. Así funcionará.
"Nosotros: Funes latosos, tábanos del recuerdo.
Ellos: Estados Unidos de amnesia"
(Carlos Fuentes)
HABLAR DE IMPERIO YA NO ES TABU. Ni siquiera en el corazón de un país que -concebido como colonia- se rebeló contra su destino protagonizando la primera guerra de independencia de la historia moderna: Estados Unidos. Hace casi dos años, su actual secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, encargó un amplio estudio sobre los grandes imperios de la historia: la Grecia de Alejandro Magno, la Roma republicana y la Mongolia de Gengis Khan. De colonizados a colonizadores. Desde que George W. Bush asumió la presidencia el Imperio se convirtió en lugar común.
La Guerra de Irak marcó el fin de una transición: del imperialismo al Imperio. Los analistas coinciden. El viejo aparato de dominación internacional chirriaba: demasiados consensos, equilibrios y contrapoderes para una sola superpotencia. La globalización necesitaba de una "forma política" específica: en Irak quedó definida. Se estructura como sistema: con su centro en Estados Unidos y su periferia en el resto del mundo. Transforma las viejas instancias de mediación en instrumentos de legitimación de "intervenciones estabilizadoras" que son realizadas, exclusivamente, allá donde interesa.
En Bagdad se despejó la última incógnita: en su constitución inicial, el Imperio, no se configura como red. Se impusieron los republicanos. No hay "primus inter pares" (primero entre iguales), sino "pluribus in unum" (muchos en uno). El unilateralismo se asienta sobre el dólar y el ejército. El petróleo sirve para engranar una maquinaria orientada al funcionamiento del sistema y a la detección y control de otras materias primas estratégicas como el agua, la biodiversidad o los minerales raros. Estados Unidos se está convirtiendo en el único "dispositivo sociopolítico que determina la ley del valor". No admite competencia ni discusión.
Los actores
Washington es el único protagonista del "Nuevo Orden Mundial". El resto, actores de reparto: instrumentos de legitimación que pueden convertirse en focos de resistencia o viceversa: focos de resistencia que pueden transformarse en aliados incondicionales. Sus papeles son funcionales al sistema. A partir de las conductas de unos pocos, Estados Unidos fabrica valores e impone selecciones. La utilidad de los demás -como afirma el sociólogo italiano Toni Negri- se medirá cada vez más en función de su capacidad para promover conflictos cuya "resolución" le corresponderá a Washington.
Los instrumentos para legitimar esas "resoluciones", bajo el Imperio, son variados. Los Estados ya no monopolizan las relaciones internacionales. Salvo la estadunidense, ninguna forma estatal se encuentra por encima de poderes concurrentes -como los multilaterales o los multinacionales. La mayoría forma parte del antiguo aparato internacional. No desaparecen, pero varían de función: ya no se trata de articular consensos o de canalizar mediaciones, sino de legitimar las "intervenciones estabilizadoras" del centro en la periferia. El caso de la ONU con Irak es ilustrativo: cuando se negó a legitimar la guerra, simplemente fue ignorada.
Pero Naciones Unidas es sólo una más de las instancias de legitimación. Su poder, por demás, se encuentra tan limitado y mediatizado como siempre. Instituciones como la Unión Europea, la OTAN, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio o el G-8 se encuentran en una situación parecida. La nómina de "asociados" la completan las corporaciones multinacionales, los países petroleros no miembros de la OPEP (como México) y los que por una u otra razón -casi siempre coyuntural- son considerados "Estados amigos".
Enfrente, las formas de resistencia: heterogéneas, maleables y carentes de un centro político que se contraponga a Washington. Aunque hay Estados que -siquiera retóricamente- se enfrentan a Estados Unidos, tampoco ellos ejercen el monopolio de la resistencia. Entre otras cosas porque su vocación anti-estadunidense puede variar tan rápido como en los casos de la ex Yugoslavia (2001), Afganistán (2002) e Irak (2003). En realidad, seguramente se trata de una instancia condenada a desaparecer y ello porque, para Washington, es la más simple de aniquilar. A veces no le hace falta ni recurrir al uso de la fuerza.
Por encima de los Estados se encuentran organizaciones multilaterales que -como el Grupo de países No Alineados, la Liga Arabe o la OPEP- aún tienen capacidad para crearle ciertos problemas -menores- a Washington. Formalmente no son "enemigos", pero pueden llegar a ser muy molestos. Nunca tanto, eso sí, como el Foro Social Mundial y sus aledaños globalifóbicos: instancias amorfas, cargadas de razones contra el sistema. Las mismas que pierden con sus métodos los únicos que, paradójicamente, se reconocen beligerantes: los grupos armados que combaten a Estados Unidos con tácticas no convencionales.
Los escenarios
En el sistema imperial los conflictos no desaparecen: redefinen su función. "Pax Americana" no es lo mismo que paz: por eso ninguna problemática le es ajena a un centro que, más que a la protección de los intereses particulares de Estados Unidos en la periferia, se orientará cada vez más a la defensa de la estabilidad de un sistema imperial que le beneficia. Estabilidad que, por su parte, se irá definiendo a partir de la instrumentalización de conflictos prexistentes, que serán utilizados para imponer restructuraciones políticas y socioeconómicas acordes al "Nuevo Orden Mundial".
En dicho contexto las llamadas "guerras preventivas" serán utilizadas para evitar el reforzamiento de actores que pudieran llegar a concurrir con el centro del sistema. La Guerra de Irak, por ejemplo, se realiza para evitar que la OPEP continúe fijando los precios del petróleo, frenando, de paso, la revalorización del euro a costa del dólar. La de Afganistán tuvo un sentido parecido: se trató -entre otras cosas- de controlar el petróleo centroasiático. En el escenario de Medio Oriente y el sur de Asia, el crudo es, pues, el que cuenta. Personajes como Saddam Hussein y Osama Bin Laden son meras excusas para el consumo popular.
Pero hay más escenarios. Cada cual con su sentido: en América Latina se delinea uno entre la Amazonia, Colombia y Venezuela. Las inestabilidades históricas son variadas y los recursos, abundantes: petróleo, gas, minerales raros, agua y biodiversidad. Lo mismo que en Centroamérica. En África central, la cosa no cambia mucho. Es más, hace años que está en marcha lo que la ex secretaria de Estado estadunidense Madeleine Albright definió como la "Primera Guerra Mundial Africana". Una enorme partida de ajedrez que reserva para su ganador jugosos premios. Sobre todos ellos el coltán, un codiciado mineral.
Hay otro escenario que se ubica en el sudeste asiático, región también muy rica en recursos y, por supuesto, en conflictos. Allá, las inestables y heterogéneas Filipinas e Indonesia sirven de excusa para la intervención del centro. Europa y Estados Unidos cierran el círculo. Son el quinto escenario de futuros conflictos: no tanto por sus recursos naturales como por los humanos. Sus sociedades civiles -se ve en el caso de Irak- no aceptan de buen grado el "Nuevo Orden Mundial". Como ya denunció Amnistía Internacional, el Imperio actuará contra ellas "a la sombra de la guerra". Con Dios y sin piedad.
Los sujetos del nuevo orden mundial
Instancias de legitimación
Naciones Unidas: Creada luego de la Segunda Guerra Mundial (1945) para gestionar la posguerra a partir del consenso entre las potencias vencedoras: Estados Unidos, Unión Soviética (hoy Rusia), Gran Bretaña, Francia y China. Tiene competencias en casi todos los niveles y una enorme legitimidad debido a que es depositaria del derecho internacional. La forman 191 países. Carece, sin embargo, de fuerza política y militar.
Unión Europea: Creada -luego de la Segunda Guerra Mundial- por iniciativa de Francia y Alemania para garantizar la paz en Europa; con el tiempo se convirtió en el germen de unos futuros "Estados Unidos de Europa". La creación de una moneda fuerte, que le hace la competencia al dólar -el euro-, fue su primer fruto. Actualmente está formada por 15 países. Está previsto que ingresen próximamente 10 más.
OTAN: Creada en plena Guerra Fría para asentar la alianza anti-soviética, estuvo formada -en sus orígenes- por Estados Unidos, Canadá y los países más importantes de Europa occidental (14). Luego de la caída del Muro de Berlín (1989) aceptó en su seno a algunos países de la Europa central y oriental (tres) -antaño en la esfera de Moscú- e incluso llegó a protagonizar acciones bélicas al margen de la ONU, como en Kosovo.
Organizaciones económicas internacionales: La mayoría de las instituciones del llamado "Sistema de Breton Woods" fueron creadas por los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. De esta época datan el Banco Mundial y el FMI. La Organización Mundial de Comercio y el G-8 tuvieron desarrollos posteriores. Todas están controladas por los países que más dinero aportan, siendo sus decisiones vinculantes para el resto.
Estados "amigos": Al no estar asociados entre sí y responder su "amistad" a los intereses de Washington en cada momento histórico, se trata de una categoría un tanto inclasificable, aunque fundamental. La buena relación -casi siempre bilateral: no necesariamente multilateral- puede deberse a motivos políticos, económicos o militares. Algunos de los "permanentes" son Australia, Chile, Egipto, Israel, Japón, Kuwait, Panamá y Turquía.
Multinacionales: Tampoco es un grupo fácil de clasificar aunque, en general, las más grandes suelen ser las más interesadas en "desregulaciones" e imposición de planes de "ajuste estructural", sobre todo en los países de la periferia. Destacan, sobre todas, las petroleras. Algunas de las más importantes son: Exxon-Mobil, General Motors, BP, Shell, General Electric, Toyota, Citigroup, Chevron-Texaco, Microsoft, etcétera.
Instancias de oposición
Estados "enemigos": Otra categoría inclasificable. Se trata de países que -por motivos políticos, simbólicos, militares o económicos- pudieran amenazar la hegemonía de Estados Unidos. Irán y Corea del Norte -como Irak o Afganistán- son sólo "malos ejemplos", nunca amenazas reales. Cuba, Libia, Siria o Venezuela -por distintos motivos- se encuentran en la misma situación. Sólo China y quizás Rusia pudieran constituir amenazas.
OPEP: Arabia Saudita, Argelia, Emiratos Arabes, Indonesia, Irak, Irán, Kuwait, Libia, Nigeria, Qatar y Venezuela controlan 70% de las reservas mundiales de petróleo y 40% de la producción. Funcionan como cártel y definen su precio. Estados Unidos, extremadamente dependiente del crudo, teme a esta organización. Ahora, más que nunca, trata de dividirla: la Guerra de Irak tuvo que ver con la OPEP.
Organizaciones multilaterales periféricas: Durante la Guerra Fría fue creado un conjunto de organizaciones multilaterales de cooperación, que actualmente, aunque declinantes en su poder, pudiera llegar a incomodar a Washington. Por lo general suele agrupar a países africanos, asiáticos y/o latinoamericanos. Entre las más importantes: la ASEAN, la Liga Arabe, el Mercosur, la OEA, la Unión Africana y los 133 países no alineados.
Grupos armados: Estados Unidos trató de elaborar una lista de los 28 que considera más peligrosos. Pese a ello resultan muy difíciles de clasificar. Dos son los motivos: en primer lugar, su propio carácter secreto o semi-secreto; en segundo lugar, Washington no distingue entre -por ejemplo- movimientos de liberación nacional y organizaciones terroristas multinacionales del tipo Al Qaeda. Previsiblemente irán en aumento.
Foro Social Mundial/Globalifóbicos: Otra categoría inclasificable e incuantificable debido a su heterogeneidad y a su atomización. Los grupos cívicos enemigos de la globalización y de su corolario bélico no están políticamente organizados. El Foro Social Mundial es más un punto de encuentro que una federación de movimientos sociales. La opinión pública mundial tiene, pues, un enorme margen de maniobra y de credibilidad.