Entre 1618 y 1648 Europa fue escenario de la Guerra de los Treinta Años, que involucró a la casi totalidad de sus países. El tratado de Paz de Westfalia, que puso fin al conflicto, abrió una nueva etapa en las relaciones internacionales europeas, que luego se extendió a América y finalmente al resto del orbe..
Quizás el aporte al derecho internacional más trascendente de este tratado sea el principio de la soberanía nacional. Los estados independientes, obligados a reconocer la autonomía jurídica y la integridad territorial de los otros estados, deberán coexistir en un sistema político único..
Esta norma internacional tuvo, por decirlo de algún modo, tres tropiezos: la campaña napoleónica de principios de siglo XIX y las dos guerras mundiales del XX. Tuvo, también, un momento de gloria: la creación en 1945 de la Organización de las Naciones Unidas, aún con las limitaciones de un organismo creado por los vencedores de una guerra..
Hoy, luego de tanto retroceder, la humanidad ha quedado por detrás de la Paz de Westfalia. La única superpotencia militar ha decidido ponerse abiertamente por encima del derecho internacional. En efecto, el 20 de setiembre de 2002 vio la luz un documento denominado "Estrategia de Seguridad Nacional, con la firma de la profesora Condoleeza Rice, asesora del presidente George W. Bush. Allí se anuncian cambios radicales en materia de doctrina internacional..
Por primera vez se afirma por escrito que "los Estados Unidos mantendrán la capacidad de derrotar a cualquier enemigo que quiera imponernos su voluntad a nosotros, nuestros aliados o nuestros amigos. Contamos con la fuerza necesaria para disuadir a potenciales adversarios que intenten igualar o superar nuestro poderío bélico". Con esta afirmación se da sepultura a la política de disuasión y contención implementada durante estos últimos cincuenta años y, con ella, a la premisa de prevenir la guerra a través del "equilibrio mundial" que surge de la amenaza mutua que ejercen unas potencias frente a otras..
Sin causa previa .
Además, en este documento los Estados Unidos se arrogan el derecho de lanzar ataques sin advertencia previa, sin mediar una provocación y sin aprobación internacional. "No dudaremos -se señala- en actuar solos, de ser necesario, para ejercitar nuestro derecho a la autodefensa, preventivamente". De acuerdo a esta doctrina de "guerra preventiva", los Estados Unidos atacarán a otros países simplemente porque éstos, o un grupo caracterizado previamente por Washington como "terrorista" se proponen, también según una evaluación hecha en Washington, amenazar los intereses norteamericanos. Es decir que el ataque puede producirse sin evidencia alguna de actos hostiles..
Esta doctrina que justifica la agresión unilateral sin causa previa se halla en abierta contradicción con el derecho internacional. En la Carta de la ONU se establece muy claramente que "los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas"..
Es de destacar que esta doctrina no se sometió a ningún tipo de tratamiento democrático, ni dentro ni fuera de los Estados Unidos. Ni siquiera fue discutida con los aliados de Washington. Y, mucho menos, sometida a la consideración de las Naciones Unidas. Este plan se proclamó -y se aplicará- mediante un decreto presidencial..
Otro documento fue revelado en su momento por el periódico escocés Sunday Herald: en setiembre de 2000, antes de las impresentables elecciones presidenciales norteamericanas, un grupo de políticos conservadores entre los que se contaban Richard Cheney (actual vicepresidente), Donald Rumsfeld (actual secretario de Defensa), Jeb Bush (hermano del presidente y gobernador de Florida) y Richard Perle (el actual jefe del gabinete político del Pentágono), lanzaron un trabajo titulado "Proyecto para el nuevo siglo estadounidense". Allí está perfectamente expresada la intención de tomar el control militar de la región del Golfo. En uno de sus párrafos más significativos se señala: "Estados Unidos ha buscado durante décadas jugar un papel más permanente (sic) en la seguridad regional del Golfo. En tanto que el conflicto pendiente con Irak ofrece la justificación inmediata. La necesidad de la presencia de una fuerza norteamericana sustancial en el Golfo trasciende el asunto del régimen de Saddam Hussein"..
¿Fractura atlántica? .
Hoy el golfo Pérsico es la primera fuente de petróleo del mundo y los Estados Unidos llevan cincuenta años maniobrando para controlarlo. Suministró ingentes cantidades de armas a Israel y Turquía, sus dos principales aliados militares en la región; instigó y participó (a través de la CIA) del derrocamiento del primer ministro iraní Mohammed Mossadegh, cuyo delito mayor fue el haber emprendido la nacionalización del petróleo y la expropiación de la Anglo Iranian Oil Co., reemplazando a su gobierno por la brutal dictadura del Sha Reza Pahlevi; apuntaló a la monarquía fundamentalista de Arabia Saudita y apoyó a Saddam Hussein en la guerra contra Irán tras la caída del Sha..
Los estrategas estadounidenses consideran que esa región es tan frágil como esencial. En la actualidad los principales países productores de petróleo (Arabia Saudita, Irak e Irán), por distintas razones, no son estables o leales a los intereses norteamericanos. Es por ello que durante la guerra contra Irak de 1991, Washington instaló bases militares permanentes en Arabia Saudita, Kuwait y Bahrein. Esta presencia militar fue reforzada posteriormente con la transformación de Qatar en el centro neurálgico de las operaciones militares estadounidenses en la región..
Los planes de guerra del Pentágono contemplan, según The New York Time, la conquista de los campos petroleros iraquíes lo más rápidamente posible, con el objeto de protegerlos del combate y comenzar sin demora a producir petróleo. Ya se está discutiendo en Washington si, luego de la conquista de Irak, se deberá permitir a este país su participación en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). En este contexto se comprende mejor la actitud de las petroleras Exxon-Mobil, Chevron-Texaco, British Petroleum y Royal Dutch Shell. Las empresas estadounidenses y británicas apuestan fuerte a la guerra como la única forma de penetrar en el mercado iraquí, actualmente dominado por las petroleras francesas, rusas y chinas..
"Ayer en París -decía Clarín el 11 de febrero-, por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, tres potencias europeas del nivel de Alemania, Francia y Rusia firmaron una declaración común con el objetivo de impedir que el presidente George Bush invada Irak. Horas antes en Bruselas, la Otan entró en la peor crisis de su más de medio siglo de existencia, al bloquear Francia, Alemania y Bélgica los aprestos militares defensivos que reclamó Turquía con el respaldo de Washington, pidiendo protección frente a un eventual ataque iraquí contra su territorio"..
Estos realineamientos se hallan matizados por expresiones cada vez más subidas de tono. Desde la Casa Blanca, George Bush trató de apurar la guerra con un "game over". El premier francés, Jean Pierre Raffarin, le respondió categóricamente que "esto no es ningún juego y la partida no terminó". Richard Perle, desde el Pentágono, subió la apuesta manifestando su creencia de que la Otan debería sopesar la posibilidad de excluir a Francia de los procesos de decisión. Tampoco el secretario de Estado, Colin Powell, se privó de acusar a Francia y Alemania de "sacar del apuro" a Saddam Hussein..
Más allá de la pirotecnia verbal, tanto Francia como Alemania tienen sus propios intereses estratégicos en el golfo Pérsico. Ambos países dependen del petróleo de esta región y a sus "establishments" les preocupa sobremanera un ataque sobre esas fuentes de energía y una posterior ocupación estadounidense a largo plazo. Un desastre militar de Washington en el Golfo acarrearía serios problemas a la economía europea, pero una victoria norteamericana dejaría a Europa totalmente vulnerable y sujeta a mayores presiones por parte de su socio atlántico..
Por su parte, Rusia tiene enormes inversiones en Irak y antiguas relaciones con su gobierno. The New York Times del 17 de octubre de 2002 señalaba que las compañías rusas controlan el derecho de vender el 40 por ciento del petróleo iraquí en el mercado mundial y tienen contratos que cubren más de 70 mil millones de barriles de petróleo. Todo esto podría hacerse añicos con una invasión estadounidense..
Alemania, Francia, Rusia y la República Popular China mantendrán en el Consejo de Seguridad de la ONU una posición destinada a evitar la guerra. Pero algunos analistas consideran que si los Estados Unidos aumentan la presión y finalmente se lanzan con su aliado británico a la aventura militar, tanto París como Berlín (y probablemente Moscú) terminarán sumándose a regañadientes para no quedar totalmente fuera del reparto del botín..
Mientras las petroleras piensan que una gota de su mercancía vale más que muchas gotas de sangre y los popes del complejo militar-industrial ya están calculando sus potenciales ganancias, el escritor Eduardo Galeano se pregunta: "si el presidente Bush ama tanto a la humanidad, y de veras quiere conjurar la más grave amenaza que la humanidad padece, ¿por qué no se bombardea a sí mismo, en vez de planificar un nuevo exterminio de pueblos inocentes? .