18 de enero de 2003
Cuando no se deja otra opción que estar del lado del "crimen"
Crimen y castigo en un mundo globalizado
Simón Royo
Rebelión
-"Podrido de dinero, hinchado como un cerdo ¡cómo hueles! Hiciste nuestras casas, al lado de tus fábricas. Y nos vendes lo que nosotros mismos producimos. Eres demócrata y cristiano, eres un gusano" -"Somos los hijos de los obreros que no pudisteis matar, somos los nietos de los que perdieron la guerra civil" -"Un país es una estafa, un país es un invento, un país es algo sobre lo que nadie me ha pedido mi opinión. Un país no es nada, nada lo justifica, ni sus putos muertos, ni sus putas batallas. No queremos nada, con Dios ni el gobierno, no les debo nada, por haber nacido por el coño de mi madre. La madre Teresa, ¡no nos interesa! La jerarquía ¡es una porquería! La tradición, ¡es una maldición! ¡Un patriota, un idiota!" -"La bolsa de Nueva York, controla este mogollón. Reunión de cerdos, todas las mañanas: vendemos países y compramos almas. ¿Va mal el negocio? ¡Manda a la caballería! ¿No hay revolución, eh, guarros? ¡Todo controlao! ¡Mi petróleo nunca podrás nacionalizar!" -"La delincuencia es una plaga social, una banda despreciable, una raza a exterminar: banqueros, unos ladrones, sin palancas, y de día; políticos estafadores, juegan a vivir de ti; fabricantes de armamento, eso es jeta de cemento; las religiones calmantes y las bandas de uniforme; la droga publicitaria, delito premeditado... Delincuencia... es la vuestra ¡asquerosos! ¡Vosotros hacéis la Ley! Explotadores profesionales, delincuencia es todo aquello que os puede quitar el chollo" -"¡no disfrutamos en el paro, ni disfrutamos trabajando! ¡venganza!" (La Polla Records, letra de una canción de ese grupo citada en el artículo: Marcos-ETA-Garzón: La izquierda en la encrucijada. http://www.rebelion.org/internacional/liria120203.pdf).
No voy a defender, una vez más, la naturaleza política del conflicto en el País Vasco, como rezaba uno de los puntos del Pacto de Lizarra, sino que, por ponérmelo difícil, voy a defender lo que se dice indefendible. En principio no soy proclive a una posición radical, abogo por la moderación, el diálogo y el entendimiento y la negociación, salvo que no quede otra salida que la radicalidad al cerrarse todas las vías políticas para solucionar los conflictos. A título de hipótesis provisional voy a aceptar lo que preconizaba, respecto al conflicto del País Vasco, el Pacto Antiterrorista del PP-PSOE: que en el País Vasco no hay ningún conflicto político sino que tan sólo hay un problema de criminalidad, una suerte de delitos que se solucionan mediante las fuerzas de seguridad del Estado y la puesta de los delincuentes a disposición judicial. Aceptando tal premisa sólo queda la radicalidad pues son los miembros del gobierno español los que cierran toda vía al diálogo y los que consideran todo problema como un problema exclusivamente policial. No voy, por tanto, a defender a ninguna organización política vasca, pues todas serán bajo la perspectiva maniquea de Bush-PP-PSOE entornos de ETA, y por tanto, todos los entornos, que en círculos cada vez más amplios abarcarán desde el terrorista de verdad hasta el que escribe o piensa sobre el conflicto, serán finalmente cómplices de crímenes atroces.
Lo que voy ha hacer, entonces, en lo que sigue, es defender a todos los criminales, en general, tanto al que roba un pan como a quien escribe en un periódico o pega un tiro en la nuca. Porque si como quiere el PP-Bush no hay diferencia entre las acciones por su politicidad o no politicidad y todas son criminal-apolíticas, siendo ilegítima toda acción contra el Estado y legítima toda violencia estatal, y siendo solo diferenciables los actos "criminales" por la gravedad del delito cometido, (aunque ya se condene igualmente el quemar un cajero que el pegar un tiro en la nuca); entonces, tendré que defender a los "criminales" todos y contarme entre los que cometen el horrible crimen de pensar, escribir, criticar el desorden establecido y denunciar las dominaciones vigentes.
También loa socialistas de antaño (e incluso los socialdemócratas lassalleanos) padecieron criminalizaciones como la que está en curso en la actualidad en España y a gran escala en el mundo: "¿No hemos padecido otros veinte años de dominación bismarckiana, con su Ley de Excepción?" (Engels, Introducción (1890), [189] a La guerra civil en Francia (1871), de Karl Marx). La Ley de Excepción contra los socialistas fue promulgada en Alemania el 21 de octubre de 1878. En virtud de la misma quedaron prohibidas todas las organizaciones del Partido Socialdemócrata, las organizaciones socialistas obreras de masas y la prensa obrera. Fueron confiscadas las publicaciones socialistas y se sometió a represiones a los socialdemócratas. Bajo la presión del movimiento obrero de masas, la ley fue derogada el 1º de octubre de 1890.
Ahora, en el año 2003, la Historia se repite a escala mundial. Una Legislación de Excepción llamada Lucha mundial contra el Terrorismo se abre paso y la dispersión de los presos vascos lejos de su tierra por la geografía española seguirá, si no lo impedimos, su reclusión en las prisiones globalizadas de Guantánamo. El Pacto Antiterrorista español preludia ese Pacto tácito Mundial contra toda disidencia entre todas las fuerzas conservadoras del planeta. En la España del año 2003 hay ya 52.000 presos en las cárceles, en Estados Unidos la cifra de personas encarceladas asciende a un millón. Todo hace pensar que esas cifras irán en aumento ante la ola represiva que se cierne sobre la tierra entera. Los pobres cometen el crimen de ser pobres, los negros de ser negros y los vascos de ser vascos. Todo el que no sea de clase media para arriba, blanquito y decentito es un criminal. Además de robarle el sustento a los demás, Occidente decide que los demás, el 75% de la población mundial, son culpables de dejarse robar, al tiempo que cometen el crimen horrendo de resistirse a tal progreso o de, simplemente, sobrevivir a semejante trato. De donde puede fácilmente colegirse que el principio de no contradicción no rige para el neoliberalismo triunfante.
Quienes más protestan por la violencia contra las mujeres del islamismo radical son la gente más misógina que existe y seguramente mueren más mujeres por agresión de sus cónyuges en España que en muchos países de confesionalidad musulmana, pero nadie realiza comparaciones, el bien no se puede comparar con el mal, nada es comparable con nada. ¿Y no resulta sospechoso que el lugar del bien y de la liberación de la mujer sea un sitio donde cada dos por tres se rocía a una señora con gasolina y se le prende fuego? ¿No resulta sospechoso que sea el lugar del bien un sitio donde hasta a los niños se les receta ya Prozac?… No ver la propia mierda es algo propio de los genocidas, éstos son siempre blancos e inmaculados, puros y perfectos, mientras que el mal está siempre en otra parte y nunca en uno mismo, y ese mal que es siempre el otro, el pobre, el más débil, el rebelde, el terrorista, hay que erradicarlo, eliminarlo, borrarlo. Erradicación es una de las palabras más empleadas por los cruzados antiterroristas y por eso dan tanto miedo como aquellos a quienes dicen combatir concretamente. El problema es que dicen combatir una criminalidad a veces muy concreta, pero acaban bombardeando naciones enteras, embargando y asediando países y matando, encerrando o reprimiendo a innumerables civiles. Los conflictos son todos lo mismo, crimen, pero son a la vez inconmensurables, incomparables, nada tienen que ver entre sí, nada tienen que ver los abertzales, los kurdos, los palestinos, los timorenses o los irlandeses, son cosas distintas. Son distintas e incomparables pero son, a la vez, lo mismo, todo ello es terrorismo, crimen, y criminalidad todo lo que lo rodea. Y como lo que le rodea alcanza en círculos concéntricos cada vez más amplios, a la postre, a toda la humanidad. Tenemos, en consecuencia, que toda la humanidad es criminal o susceptible de criminalidad y hemos de estar vigilantes para someterla sin cesar. Cosa muy presente en el puritanismo estadunidense.
Ello nos hace ver que siempre hay tiranía, que el impulso de dominación es constante, y puesto que siempre hay tiranía la rebelión no es una etapa juvenil sino una necesidad constante también, la necesidad de procurarse la libertad como no dominación. La izquierda anticapitalista siempre ha mirado a las causas sociales y políticas del crimen, siempre ha tenido en cuenta que gran parte del crimen no es sino respuesta, reacción, quizás desproporcionada en muchas ocasiones, a la presión que ejercen los poderes dominantes. Por el contrario, la derecha, siempre ha respondido con venganza carcelaria a quienes transgreden de algún modo la ley, fiando a su propia corrupción y dinero la capacidad de los suyos para eludir esa vengativa ley que imponen a los demás.
Los criminales son siempre víctimas antes que criminales y por eso en un crimen hay dos víctimas, el que mata y el asesinado: "El delito se inscribe dentro del concepto de atentado contra el orden social. A un rebelde no se le castiga, se le somete. Un rebelde puede ser un hombre despreciable y digno de compasión; en sí, ninguna rebelión tiene nada de despreciable, por lo que el ser rebelde no rebaja a nadie. Hay cosas, por el contrario, en que las rebeldías honran al individuo, descubridor de un motivo social de combate y despabilador, diríamos, de nuestro sueño. El hecho de que el criminal cometa un atentado contra un particular no quiere decir que su instinto no esté contra todo el orden social; el hecho es meramente sintomático. El concepto castigo debe limitarse a ser un concepto: abatimiento de un rebelde, medidas de seguridad contra los abatidos (prisión o media prisión). Pero los castigos no deben expresar desprecio; un criminal será siempre un hombre, un hombre precisamente de valor. Tampoco debe considerarse la pena como expiación, o como indemnización, cual si hubiera una relación de cambio entre culpa y castigo; la pena no purifica, pues el delito no mancha" (Friedrich Nietzsche Der Wille zur Macht, §740). A nadie le gusta matar, ser perseguido, vivir escondido, con la amenaza de ser encarcelado gran parte de su vida, o incluso torturado o asesinado en cualquier momento. Si alguien comete un acto criminal hay que preguntarse por las causas y darse cuenta de que los hombres y los pueblos aguantan generalmente mucho y buscan siempre otras vías antes que la violencia para conseguir sus objetivos. Todas las revoluciones se han producido entre pueblos que han soportado mucho y a los que no se les ha dejado otra vía que la armada para promover la dinamicidad social y el cambio estructural.
En la Grecia clásica, la institución del ostracismo (expulsión de la comunidad) era el castigo para quien se considerase que hubiese dañado, en algún punto, al orden social (a menudo quien promovía un cambio y fracasaba era visto como criminal, así como quien resultaba diferente o no se amoldaba al status quo, aunque en ocasiones, fuesen auténticos cambios conservadores y tiránicos los intentados). Se acabó abandonando tal práctica porque los infractores del orden establecido eran, a menudo, al mismo tiempo, los más capaces de dinamizar una sociedad, o los más temibles destructores de la misma, y llegaron a pensar que un Alcibíades hubiese estado mejor muerto o encadenado que vuelto contra Grecia por trabajar para el enemigo persa, pues la expulsión al exterior proporcionaba un gran adversario al enemigo, como indicará Maquiavelo al decir que al expulsar a los Medicci de Florencia, éstos volvieron con los españoles. Por ello se acabó imponiendo en Occidente la expulsión interior, el encarcelamiento y la tortura, (y a la inversa, las desigualdades y robos materiales del imperialismo ya se encargarían de que los mejores de otras sociedades, se pusiesen a trabajar para el Imperio, en un robo de cerebros y mano de obra cualificada que no ha cesado en la actualidad)… Otras culturas preferían la antropofagia como medio de resolver el problema de la rebeldía, aunque también existió y puede haber una tercera forma social de tratarse con la disensión o el crimen, junto a las dos simétricas que nos recuerda Levi-Strauss, la cultura de la reparación y del pacto (que exige la contemplación de una justicia material, como prioritaria) del diálogo y la resolución de los conflictos por medio de la palabra:
"Pero, sobre todo, debemos persuadirnos de que si un observador de una sociedad diferente considerara ciertos usos que nos son propios, se le aparecerían con la misma naturaleza que esa antropofagia que nos parece extraña a la noción de civilización. Pienso en nuestras costumbres judiciales y penitenciarias. Estudiándolas desde afuera, uno se siente tentado a oponer dos tipos de sociedades: las que practican la antropofagia, es decir, que ven en la absorción de ciertos individuos poseedores de fuerzas temibles el único medio de neutralizarlas y aun de aprovecharlas, y las que, como la nuestra, adoptan lo que se podría llamar antropoemia (del griego emeîn, vomitar). Ubicadas ante el mismo problema han elegido la solución inversa que consiste en expulsar a esos seres temibles fuera del cuerpo social manteniéndolos temporaria o definitivamente aislados, sin contacto con la humanidad, en establecimientos destinados a ese uso. Esta costumbre inspiraría profundo horror a la mayor parte de las sociedades que llamamos primitivas; nos verían con la misma barbarie que nosotros estaríamos tentados de imputarles en razón de sus costumbres simétricas" (Claude Lévi-Strauss Tristes trópicos. Paidós. Barcelona 1992. Novena parte, capítulo 38, pp.441-442).
Sócrates de Atenas y Jesús de Nazaret fueron ajusticiados por dos Estados, el ateniense y el romano, que los vieron como criminales, como entornos, como cómplices. Ambos prefirieron padecer la injusticia a cometerla y se pusieron del lado de la verdad y de la justicia, del lado de los pobres y del lado de los marginados, del lado de los sometidos y del lado de los opositores políticos. Creíamos haber aprendido la lección y que los Estados modernos ya no forzarían a otros, como el filósofo y el profeta, a tener que adoptar esas posturas radicales con las que abrir los ojos de un poder enceguecido, pero nos equivocamos. No hemos aprendido la lección y se nos vuelve a poner, una y otra vez, ante el dilema maniqueo que llevó a los dos grandes asesinatos de la historia de la humanidad. ¿Con el terrorismo o contra el terrorismo? Sabemos que la pregunta es capciosa, falsa y tramposa, sabemos que no hay necesidad de contestarla, pero si se nos urge a tomar esa dicotomía en blanco y negro y no se nos permite argüir que existen los colores, si no se nos deja escapatoria ni posibilidad de moderación, matización, diálogo y expresión pública, entonces…, entonces no hemos de dudar en tomar la opción del ateniense o del palestino. Cuando no se deja otra opción que estar del lado del "crimen" es cuando se denomina de ese modo, no sólo a cosas que indudablemente lo son, sino a cosas que de ningún modo lo son. Ante la criminalización de la política todo hombre político deviene en hombre criminal y se lanza la jauría de Bush, Aznar o ETA a la caza de ese animal peculiar, de ese zoôn politikón del que hablaba ya Aristóteles.
Intentando no caer en la locura millones de ciudadanos del primer mundo realizan ejercicio físico en sus solitarias habitaciones de la gran ciudad, un desesperado cuidado de sí de los desconectados átomos del mundo interconectado. En el barrio de Lavapies, en el centro multicultural de la ciudad de Madrid aparece pintada en las paredes la figura del desquiciado protagonista de Taxi Driver, extendida por todo el globo en la era de la globalización. ¿Qué hacer con esos seres a los que una atmósfera asfixiante, una soledad implacable y una presión espantosa arrojan hacia el suicidio o el crimen? ¿Qué hacer con quienes no quieren, no pueden o no soportan vivir de una determinada manera y se rebelan contra esa imposición pidiendo serias transformaciones sociales? ¿Qué hacer con los anticapitalistas, con los opositores políticos, con quienes creen que otros mundos son posibles y están dispuestos a llevar adelante esas otras posibilidades?
Antes que la represión, sometimiento o eliminación de esos seres y entre la antropofagia y la antropoemia, cabe un término medio, ni encarcelamiento ni ingestión de proteínas, sino diálogo entre las fuerzas en conflicto para obtener como resultante el vector nueva sociedad. En lugar del vector prisión y muerte (PP y ETA) si se le da una oportunidad a la palabra, se obtiene de la resultante de las fuerzas en conflicto una nueva y mejor sociedad.