El proceso eleccionario por la presidencia rusa, tras el anuncio hecho por Alexander Veshniakov, presidente de la Comisión Central de Elecciones (CCE), ha comenzado oficialmente. Los comicios legislativos celebrados el pasado 7 de diciembre fueron sin duda la antesala de lo que resultará la campaña presidencial. Los tres meses que separan del día de la votación, 14 de marzo de 2004, son el tiempo que falta para que se concrete un resultado esperado por consenso: la victoria de Vladimir Putin, prevista con más de un 70% de los votos potenciales.
En el plano organizativo, las elecciones presidenciales, que se estiman tengan un costo de de 4 mil millones de rublos (aproximadamente 145 millones de dólares), serán mucho más simples que las legislativas, pues sólo habrá unos cuantos candidatos frente a los 5 mil que pretendían establecerse en el Parlamento. Pero estos montos numéricos son inversamente proporcionales al significado que para la vida política del gigante euroasiático tiene la contienda presidencial.
Si bien el Kremlin necesita una Duma "dócil", como en efecto resultó de las elecciones de diciembre, para la aceptación de sus políticas, los poderes que la Constitución yeltsiniana otorga al Presidente lo convierte en la figura política de mayor importancia en el entramado institucional ruso. Derivado de ello, los resultados de los comicios presidenciales son, con mucho, el evento político más significativo, regularmente establecido, para medir las preferencias políticas de los ciudadanos y valorar la real correlación de fuerza de la clase política nacional.
Los resultados de los comicios legislativos han suscitado un sinnúmero de artículos, opiniones, conclusiones y pronósticos. Por una parte se arguye la ruptura de los marcos establecidos por las diferentes fuerzas políticas en los últimos diez años (cuando se celebraron las primeras elecciones post soviéticas). Por otro lado se plantea el fin (otra vez) de una época con el desgaste de los vestigios del régimen soviético. Algunos apuntan el fin del fetiche democrático que caracterizó los 90s a favor del retorno de la tradición autoritaria de Rusia.
De cualquier forma, se asiste a la necesidad de reconfigurar los grupos políticos nacionales, haciéndolo además, y básicamente, en plena concordancia con lo establecido en los guiones de los politecnólogos del Kremlin. Rusia desde hace más de diez años se ve inmersa en un auténtico estancamiento socio- político. Manipular a la sociedad en este estado, como es lógico, resulta más perentorio a quienes tienen el poder real.
Es decir, se mantiene funcionando lo que algunos especialistas califican como el sistema de la "democracia dirigida". Para nada se ha pretendido alterar la correlación general de fuerzas en la arena social. El Kremlin ha sabido reconstruir esas fuerzas, sacando el máximo provecho posible para sus intereses. La andanada de debates, réplicas y opiniones suscitadas, son funcionales respecto a los códigos de consenso que el sistema maneja, porque sencillamente no lo pone en duda.
Desde la arista perspectiva, el resultado de las legislativas demuestra que la escena política rusa atraviesa una crisis de liderazgos y opciones. Los partidos carismáticos o de personalidades que han caracterizado el multipartidismo ruso entran en crisis con el deterioro político de sus protagonistas. Este hecho permite avizorar alguno de los resultados de las presidenciales.
Los veteranos opositores del poder (el mismo de Yeltsin a Putin) han visto fenecer su "papel histórico": Guennadi Ziuganov (Partido Comunista), Grigori Yavlinski (Yábloko) y Boris Nemtsov (UFD), y dejan de verse como candidatos reales a la presidencia del país. Los estudios de opinión que se han estado realizando en Rusia coinciden en ubicar las intenciones de votos para estos posibles candidatos en: Ziuganov, 5.2%; Yavlinski, 0.8%; y Nemtsov, 0.3%. Paralelamente, no ha surgida la figura que, en las laberínticas complejidades rusas, logre desmontar la imagen de invencibilidad al candidato desde el poder (típico de las elecciones presidenciales postsoviética) fabricada desde el Kremlin.
El líder del Partido Comunista de la Federación de Rusia, Guennadi Ziuganov, asistió al corolario de su desgaste como figura política, proceso que ha se venido dando desde las presidenciales del año 2000. Las posiciones del PCFR develaron una debilidad no esperada al ganar sólo el 12,7% de los votos emitidos en las legislativas. Menos de la mitad que en las elecciones de 1999, y menos del por ciento habitual de votantes que apoyaban a los comunistas. El hecho no se reduce a la pérdida del electorado habitual sino a la no captación de otros grupos, es decir, a cierto inmovilismo.
A modo de enunciado pueden señalarse como causales de este resultado la contradictoria inclusión en su lista de candidatos a figura vinculadas con Yukos, que quizá pasaría desapercibida si no fuera por la aventada polémica sobre los oligarcas, lo que surtió un duro golpe a la credibilidad del partido. Por otro lado, la utilización de los medios masivos para desacreditar al PCFR por supuestos vínculos con el magnate encarcelado, así como los esfuerzos desarrollados por las actuales autoridades trasmitiendo por los canales de televisión estatales, casi a diario, propaganda anticomunista, a la que los miembros del partido no podían contestar. Por otra parte, y de manera objetiva, el discurso y propuesta de los comunistas carecen de credibilidad como alternativa para el país.
Igualmente, las divisiones que desde el Congreso del PCFR celebrado en el 2000 se agudizaron, fueron signos contraproducentes que influyeron en la consecuente pérdida de la imagen integrada y sólida que la organización política necesita.
En cualquier caso, la definición del futuro contrincante presidencial saldrá de la tendencia que prevalezca en el período de redefiniciones y análisis obligado dentro del PCFR. Vinculado a esta idea, si bien los comunistas han sido y serán una fuerza política de consideración en Rusia, es de suponer que sufrirán nuevos reveces hasta que logren redefinir sus marcos políticos y de acción en torno a una efectiva coordinación y liderazgo de la izquierda rusa.
Por otro lado, el líder del Partido Liberal Democrático de Rusia, Vladimir Zhirinovski, veterano del escenario político de la época postsoviética y una figura pintoresca, seguramente no se perderá la ocasión de presentarse en las próximas elecciones presidenciales. Máxime que él y su partido ganaron fácilmente las elecciones parlamentarias y pasaron a la Duma al haberse clasificado en el tercer lugar (11,8% de los votos). Desde luego que Zhirinovski ni siquiera se propone rivalizar con Putin; pero desempeñará un papel idóneo para la funcionalidad del sistema, ya que se pronostica alcance 5.4% de los votos potenciales, siendo el "principal" contrincante del Presidente.
Algunos especialistas coinciden en creer que el futuro de la tendencia liberal de Rusia está en esperar la dimisión de los líderes de "Yábloko" y, en primer lugar, los de la Unión de Fuerzas de Derecha (ninguno pudo superar la barrera del 5 por ciento necesarias para pasar a la Duma). Estos criterios se adscriben implícitamente a la necesaria modificación de la forma política de estos grupos en consonancia con las normativas de la dinámica del sistema político ruso.
La victoria electoral recayó en Rusia Unida que obtuvo más del 37% de los votos y, por ende, casi la mitad de los escaños. Este éxito preludia las presidenciales. No es secreto que este partido cuenta con las simpatías del presidente y que resulta una de las variantes ensayadas de "partido del poder". El lema que Rusia Unida esgrimió durante la campaña electoral fue: "ĦJunto con el presidente!" Al votar a favor de "Rusia Unida". Los electores votaron de hecho por Vladimir Putin.
Para algunos observadores, los resultados de las elecciones han creado una situación muy complicada para el Presidente de Rusia. Ahora que la Duma no tendrá grupo de derecha y el partido propresidencial obtendrá la abrumadora mayoría de los escaños, el Presidente ya no podrá compartir con nadie su responsabilidad por la línea de reformas y tendrá que asumir la plenitud de la responsabilidad.
Uno de los grandes retos del escenario preelectoral es la ausencia de un contrincante de consideración. Tal y como sucedió en las elecciones del 2000, Putin se presenta como el candidato sin adversario, lo que pudiera atentar contra la concurrencia a las urnas y afianzar la imagen autoritaria que se le atribuye al régimen. Así mismo, la "sobriedad" de la campaña de Putin se deja ver, igualmente coincidente con el 2000, paralelo a los efectos "promocionales" de su actividad política como máxima figura del país.
Como nota reiterada de la anterior campaña, los oponentes de Putin calculan las posibilidades de celebrar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en forma de boicot. Pero el contexto ruso sugiere que en realidad solo resta esperar al próximo periodo electoral (2008) y ver en qué condiciones llega Putin quien, constitucionalmente, no pude aspirar a un tercer mandato. Aunque sigue rondando el fantasma de la reforma a la Ley de leyes rusa que implicaría la anunciada dilatación del período presidencial a siete años.
Respecto a la necesidad de que aparezca un contendiente presidencial, los medios vienen presentando (żo construyendo?) la posible promoción de Serguei Glaziev al rol de candidato a Presidente. Este hombre encabezó el novato Bloque Patria, que alcanzó el 9,1% de los votos en las legislativas, surtiendo efecto la creación de un partido que muchos atribuyen al oficialista Rusia Unida como debilitador de la izquierda comunista.
En opinión de algunos politólogos, Patria desempeña un importante rol para el poder presidencial, dirigiendo la protesta social a un cauce que no presenta peligro para el poder supremo y que al propio tiempo puede utilizarse para conseguir su mayor fortalecimiento. Es un simulacro para los intentos de la élite de restringir de algún modo el poder presidencial.
El surgimiento y el éxito de Patria están relacionados directamente con la aspiración del presidente Putin a no admitir que aparezca una oposición de grandes propietarios, a encontrar una alternativa más "decente" y menos escandalosa al Partido Liberal- Demócrata de Vladimir Zhirinovsky, y a quitarles votos a los comunistas. Existen razones para pensar que el plan de institución de ese partido fue elaborado en el Kremlin o, como mínimo, aprobado en esa sede.
Serguei Glaz reúne "cualidades" importantes para el rol que le proponen: joven de 41 años, no es un novato en el escenario político de Rusia pues ya en los años 1992-1993 fue ministro de Relaciones Económicas Exteriores de Rusia; llegó a ser diputado a la Duma de Estado de la primera legislatura (1993-1995) por el Partido Democrático de Rusia, presidiendo el comité de la Duma para la política económica y en la tercera legislatura obtuvo un puesto por el Partido Comunista.
En su campaña, Glaziev aprovechó hábilmente el descontento de los ciudadanos de Rusia por la omnipotencia de los oligarcas a quienes el Bloque Patria propuso gravar con un impuesto adicional en forma de llamada renta natural.
El electorado que lo acompaña no es de momento muy numeroso, pero puede aumentar sustancialmente con parte del electorado comunista si el líder de Patria logra ganarse las simpatías de la cúspide del Partido Comunista por una parte, y por otro si aplica como pieza clave en el diseño del Kremlin y resulta promocionado (żo construido?) por los medios como candidatura única de todas las fuerzas de izquierda.
El otro resultado llamativo de las legislativas rusas fue la votación por la opción "Contra todos", recogida por la legislación, la que también marcó un récord con un 4,8%. La apatía generalizada fue la nota dominante de la jornada y a dos horas del cierre de las urnas, la abstención era casi seis puntos mayor que hace cuatro años. Este "acápite" estuvo más cerca de obtener escaños parlamentarios que las fuerzas de derecha. Quizá este dato evidencia la falta de respuesta a la crisis en que se halla sumido el Estado y la sociedad rusos, la depauperación de las masas, la descomposición de las familias, el fenómeno de niños vagabundos y sin hogar, la disminución de la natalidad y muchos otros fenómenos que evidencian que la situación sigue siendo crítica.
Paralelamente, la distribución de los dividendos del poder no cambia de sector, solo de nombres. Muchos coinciden en el análisis de que el reparto, no de la anterior apropiación ilícita de la propiedad estatal, sino de la propiedad que todavía queda en manos del estado (correos, ferrocarril y demás empresas estatales) beneficiará a los hombres de los ministerios de fuerza (interior, defensa) y a los oligarcas cercanos a ellos, en detrimento del clan de los Yeltsin, y sus oligarcas leales.
Estos "matices" de la realidad rusa implican que las verdaderas decisiones y distribución de las riquezas del pueblo ruso están muy lejos de las urnas. Resulta por tanto desacertada la versión de que se avizore un cambio alternativo al "capitalismo oligárquico". Según el diario "Izvestia", en el mejor de los casos estaríamos hablando de un cambio anticipado preparatorio de la reelección del Presidente para un segundo mandato. Más de lo mismo.
En los resultados de las elecciones a la Duma de Estado no hay nada sensacional ni inesperado. De hecho todas las tendencias principales - el fortalecimiento de las posiciones del partido del poder, la atomización de los votos de la izquierda y de la derecha, el aumento de los votos dados "en contra de todos", la antesala de las presidenciales - eran predecibles. Pero los resultados más ostensibles han sido la falta de alternativa al status quo y su tendencia depredadora y, coherentemente, allanar el terreno para la contienda por la Presidencia entre Putin y los cadáveres políticos.