VOLVER A LA PAGINA  PRINCIPAL
La vieja Europa

La IP ibérica busca rehacer su imagen

FEC:la otra Conquista

Juan Agulló
MASIOSARE

En 10 años, las empresas españolas invirtieron 83 mil millones de dólares en América Latina. La crisis frenó las inversiones. Su rigidez y su arrogancia, también. La Fundación Empresa y Crecimiento nació para cambiar esa dinámica a través del capital riesgo. México es su puerta

CUANDO SU PADRE SE JUBILE, Ana Patricia Botín será una de las mujeres más ricas y poderosas de España. También será una las más influyentes en América Latina. Heredará el imperio Santander Central Hispano (SCH), el primer grupo financiero de su país; séptimo de la Unión Europea y decimosexto del mundo. Algunos de sus activos: 39 millones de clientes en 40 países y 15 bancos en América Latina, entre los cuales está Santander Serfin, uno de los más importantes de México. Los Botín son la sexta familia más rica de España y la 386 del mundo.
Don Emilio, padre de Ana Patricia, se ha encargado meticulosamente de la educación de su hija. Ha hecho de ella una gestora de primer orden:formación académica de elite y consultora de JP Morgan. Su primer gran reto profesional fue relanzar el Banco Español de Crédito (Banesto), propiedad de SCH, una entidad histórica hundida por los desfalcos perpetrados por su anterior directiva. En 2002, Botín puso el Banesto en manos de su hija. Actualmente es el cuartobanco español por capitalización bursátil. Pero hay más, Botín no sólo es una buena gestora, también tiene visión, olfato.
Ha puesto su mirada en la cooperación al desarrollo: una mina que, según ella misma reconoció en público, le gustaría ver privatizada. Suele tratarse de un sector que compensa sus rendimientos relativamente bajos con fiscalizaciones, por lo general, prácticamente inexistentes. Además, hay algo intangible. Las perspectivas de negocio que una buena conducción de las inversiones de ese tipo pueden abrir a otros niveles. La clave, el prestigio y el reconocimiento sociopolítico. Algo de lo que los capitales españoles en América Latina comenzaban a estar necesitados.
La iniciativa
La Fundación Empresa y Crecimiento (FEC) constituye una iniciativa brillante que denota una percepción singular del espacio latinoamericano. La clave no está en la matriz: una fundación –creada en 2001 e impulsada en 2002– que se registra como orientada a la cooperación al desarrollo y que, en última instancia, pretende funcionar como una especie de banco informal y no lucrativo que supla "las carencias de los organismos multilaterales".
El genio tampoco está en saber aprovechar oportunidades estructurales como la que proporciona la dificultad que los países latinoamericanos tienen para bajar sus tasas de interés. Tampoco en las deducciones fiscales que la participación en el financiamiento de inversiones de capital riesgo en pequeñas y medianas empresas latinoamericanas pudiera suponerle a las empresas españolas participantes. Tampoco, por último, en la hábil y paciente estrategia de incursión: primero en México y cuando el proyecto se vaya asentando, en otros mercados de la región.
El verdadero valor de la idea de Ana Patricia Botín radica en haber comprendido que, frente a la arrogancia que caracterizó a la entrada de las multinacionales españolas, por ejemplo, en Argentina, el poder en América Latina se ejerce a través de redes. Redes casi siempre informales y, la mayoría de las veces, familiares. Estructuras que, en contextos de institucionalización menos rígidos –y, por ende, menos burocratizados– que el europeo, son fundamentales a la hora de hacer negocios. En otros términos, no basta con tener capitales para poder invertir en las mejores condiciones.
FEC vs Carolina
La consolidación de la FEC marca una nueva fase en la penetración española en América Latina. Hasta 1996, los criterios fueron esencialmente políticos. Desde la llegada del Partido Popular al gobierno se privatizaron los intereses, aunque se mantuvo una dirección política del proceso. Desde 2002 es perceptible una emancipación del poder económico con respecto al político. No hay ruptura, eso sí: Ana Patricia Botín se encargó de personalizar una convivencia constructiva entre ambas estrategias: la FEC la preside Abel Matutes, ex ministro de Relaciones Exteriores de Aznar (1996-2000).
José Angel Gurría –secretario de Hacienda con Ernesto Zedillo– es uno de sus dos vicepresidentes –la otra es la propia Botín. Carlos Hellmund, de Telcel, o Lorenzo Zambrano, propietario de Cemex, son algunos de sus patronos. Contar con personalidades locales de la talla de los citados es otro de los hechos diferenciales de la FEC con respecto a su predecesora y, al mismo tiempo, coetánea, la Fundación Carolina (FC), otro instrumento clave en la acción exterior española en América Latina, creado cuando Abel Matutes era ministro de Relaciones Exteriores.
La FEC la forman casi los mismos actores que la FC: SCH (banca), ACS (construcción), Fenosa (electricidad), Telefónica (comunicaciones), Repsol YPF (petróleos) y Prisa y Recoletos (comunicación). Faltan algunos que Botín quisiera incorporar –como el BBVA (banca), Mapfre (seguros), Endesa e Iberdrola (electricidad), Gas Natural (gas), Iberia (transportes), FCC (construcción) o Planeta (editorial). Hay, también, recién llegados como el ICO (crédito), Iberostar y Sol Meliá (turismo), CAS (ferrocarriles) o Uría y Menéndez y Garrigues (abogados). La columna vertebral, pues, del gran capital español.
Los resultados
Los pasos son lentos. La creación formal de la FEC data de mayo de 2001. Le siguió un periodo de cabildeo orientado a la incorporación de empresas al proyecto. El despegue llegó en mayo de 2002, coincidiendo con la visita del presidente Vicente Fox a Madrid. Fue entonces cuando los gobiernos de España y México firmaron un convenio que permitió la constitución de un capital social de 30 millones de dólares. A partir de esa cantidad se articuló la primera fase del periodo de pruebas: 16 millones de dólares fueron invertidos en México. Se crearon, según la FEC, cerca de 800 puestos de trabajo.
Teniendo en cuenta los resultados, este año se pretende invertir 25 millones de dólares. El objetivo es crear cerca de 4 mil nuevos empleos. El mecanismo: pequeñas y medianas empresas con problemas de acceso al crédito le someten sus proyectos a la FEC, el cual decide lo que financia. Los criterios de selección supuestamente tienen que ver con la viabilidad, la rentabilidad y el impacto social del proyecto, pero uno de los problemas no expresados que plantea este tipo de cooperación al desarrollo es que puede haber otros, tácitos.
Uno de los proyectos financiados en 2002, por ejemplo, fue el de Bárbara Berry, una empresa que exporta frambuesa a Estados Unidos. ¿Se puede evitar la suspicacia de recordar que SCH, de los Botín, tiene interés en entrar al mercado estadunidense a través de la variable hispana?, ¿y que el último viaje de Aznar a Estados Unidos tuvo como objetivo visitar las comunidades hispanas? El mismo tipo de preguntas vale para los mercados emergentes de América Latina, próximo objetivo de la FEC. La cuestión de fondo es, en España, ¿se está privatizando algo más que la cooperación al desarrollo?