Gracias por todo, Manolo. Saramago, Regàs y Raimon expresan la gratitud ciudadana al escritor
Homenaje a Manuel Vázquez Montalbán en la Universidad de Barcelona Llàtzer Moix La Vanguardia
Georges Brassens se sumó anoche, por sorpresa, al homenaje ciudadano a Manuel Vázquez Montalbán en la Universitat de Barcelona. Su "Chanson pour l'Auvergnant" -un emotivo canto de agradecimiento a las conductas solidarias, que parecía compuesto pensando en Manolo (pero que data de 1954)- inauguró el acto con dulzura, pasadas las 19.30 horas, en un paraninfo colmado de público. Esa sería la nota dominante de la reunión: la gratitud. Fuera de la sala quedaban alrededor de un millar de personas, abarrotando pasillos, escaleras y también la sala de columnas que da acceso al recinto universitario, donde se había habilitado una pantalla para seguir la ceremonia.
En el paraninfo, al pie del estrado, la foto de un sonriente y lozano Vázquez Montalbán, tomada este verano, presidía la sesión. Tras ella, en la mesa presidencial, se sentaron Rosa Regàs, el rector Joan Tugores, el Nobel portugués José Saramago y Raimon. A la izquierda de la foto, la familia, encabezada por la viuda, Anna Sallés, y el hijo del escritor, Daniel. A la derecha, la nutrida representación institucional, presidida por Jordi Pujol, Joan Rigol y Joan Clos. Y, frente a la foto, tras una compacta barrera de fotógrafos, la ciudadanía, conmocionada, incrédula aún ante la súbita pérdida de un autor querido.
Manuel Vázquez Montalbán -cuyos restos habían sido incinerados a mediodía en el tanatorio de Collserola en una ceremonia a la que asistieron un centenar de familiares y amigos, y que acabó con el pasodoble "Suspiros de España"- fue, anoche, evocado en primer lugar por el rector Tugores, quien recordó sus dos últimos -y significativos- encuentros con el escritor. "Ambos fueron aquí, en el paraninfo -dijo-. Uno para hablar de la globalización, el otro para hacerlo sobre la guerra de Iraq." Tugores glosó la "versatilidad renacentista" de Manolo y, en un parlamento que fue de menos a más y acabó con dicción vigorosa, terminó aludiendo a su "inteligencia, humanidad y compromiso con las causas nobles, que hoy recordamos en este paraninfo en funciones de catedral laica".
Con voz ronca, cavernosa, tomó luego la palabra José Saramago. Lo hizo en un castellano de acento portugués para señalar que cuatro sentimientos marcaban la hora: "La admiración, la amistad, el respeto y la tristeza por Vázquez Montalbán"
"Manolo ya no está. La muerte es esto: ayer estabas y ahora ya no estás -filosofó Saramago-. Pero tenemos la suerte de ser herederos de su obra y de su ejemplo." A modo de broche, el Nobel concluyó revelando que pensaba dedicar su próxima novela "a la memoria de Manuel Vázquez Montalbán". "Pero no será así, nos queda esa herencia imborrable, y por ello se la dedicaré con esta oración: 'A Manolo Vázquez Montalbán, ˇvivo!'."
Tras un minuto de aplausos, le tocó el turno a Rosa Regàs: "Nos vimos por primera vez aquí, en el Pati de Lletres, en octubre de 1959; desde entonces he seguido su obra y siempre he buscado su voz para analizar mejor nuestra vida política y social". Regàs, que leyó sus notas en catalán, calificó a Vázquez Montalbán" como "el más grande creador de nuestro tiempo". Luego evocó a los muchos amigos que han escrito estos días sobre el fallecido en la prensa y -genio y figura- aprovechó la ocasión para afear a TVE su escasa afición a "hablar de gente de izquierdas". Reservaba otros dardos: para "los que se envuelven en banderas y cañones" y para determinado estamento político, lo que motivó los aplausos del público y el hieratismo de Pujol (quien sí aplaudió al fin de la intervención de Regàs).
Cerró el acto Raimon: "Sabía que Manolo nos dio mucha vida con su poesía y su prosa... pero nunca imaginé cuánta vida nuestra se llevaría al morir". El cantante de Xàtiva recordó un pasaje de "Un polaco en la corte del rey Juan Carlos", en el que el autor decía amar "España por sus gentes y no por sus límites" y acabó con la interpretación de "Cançó de capvespre" de Espriu. La guitarra en ristre, el pie sobre la silla de tijera, Raimon gritó su lamento en la sala de estilo mozárabe: "Pero ara és la nit i he quedat solitari a la casa dels morts que només jo recordo"... Una larga ovación de dos minutos, que principió por Raimon pero continuó por Manolo, con el paraninfo puesto en pie, cerró el acto: un acto de gratitud debida, a la que se añadió, en un emotivo epílogo, el agradecimiento a los asistentes de Daniel Vázquez y Anna Sallés.