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La vieja Europa

Guerras sin motivo, terroristas sin causa

Antonio maira
Cádiz Rebelde

En el editorial de este mismo número nos preguntamos si esto que está ocurriendo en la política nacional e internacional es fascismo.
Oyendo las últimas declaraciones de Aznar en Washington se advierte inmediatamente la pertinencia de la pregunta. Fueron hechas justo antes de iniciarse la sesión de septiembre de la Asamblea General de la ONU, en un Foro sobre el terrorismo denominado, muy significativamente por cierto: "Combate al terrorismo por la humanidad: una Conferencia sobre las raíces del mal", organizado por Noruega y auspiciado por la mencionada organización internacional. Y se confirma el profundo desasosiego cuando se completa el irracional, despótico por delegación y enfatuado de motu propio, discurso de Aznar, con las igualmente irracionales, y en este caso imperiales, declaraciones de su "padrino" George Bush, verdadero mentor intelectual del presidente español, días después ante la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Aznar y el terrorismo sin causa
Por si el título de la Conferencia no fuese suficiente garantía contra cualquier orador descontrolado, Aznar empuja violentamente las intervenciones hacia el terreno acotado por el discurso de Washington. No vaya a ser que alguien coja el rábano imperial por las hojas, y recordando el inmediato desborde de violencia –muy poco humanitaria por cierto- que supuso la guerra contra Irak, bautizada por la élite pentagonal con el orgiástico(1) y significativo lema "conmoción y pavor", interprete que de lo que se trata es de analizar la conducta –evidentemente terrorista- de los gobiernos de EEUU y el RU. El título, bien mirado, puede apuntar hacia ello.
Es decir, Aznar sitúa la Conferencia en el preciso reducto del Mal del que habla constantemente
su jefe Bush y da por supuesto que todos sus contertulios del foro y sus ecos en Falsimedia comparten –de mejor o peor grado- la identificación precisa del terrorismo. No comparten ninguna definición desde luego –que definir en este caso está drásticamente prohibido- pero tal cosa a Aznar, y a sus socios mayores, les trae sin cuidado. Para obviar la necesidad de definir está precisamente la potestad de señalar y eso es lo que hace "la lista de grupos terroristas" que han impuesto los EEUU y han completado, con su soberano permiso, algunos de sus aliados. De manera que no es la naturaleza, la intensidad o la ferocidad del acto violento sino precisamente la identidad de los agentes, la que determina ese carácter de terrorista.
Considerando esa actitud previa de obediencia y de confianza en que el discurso no será contestado, ni por las voces presentes ni por los ecos, causan menos sorpresa los "razonamientos" de Aznar.
"Más que causas, lo que ha de interesarnos del terrorismo son sus efectos", aconseja, ordena por delegación, Aznar. Así se eliminan no sólo todas las posibilidades de complicidad moral con los grupos definidos como terroristas, sino también todas las posibilidades de coincidencia política con los planteamientos de esos grupos. En realidad el objetivo de Aznar no es exclusivamente bloquear el análisis de las razones de la violencia sino –siguiendo su experiencia como presidente del gobierno español- identificar esas razones con la violencia misma. Ir definiendo el "entorno" intelectual de la Gran Guerra que han lanzado los Estados Unidos.
Aznar, que busca una buena tribuna institucional para instalarse como vocero privilegiado del Imperio, va mucho más allá de la recomendación a no considerar los motivos del terrorismo: "es necesario desmitificar la idea misma de causa". De modo que no hay causas contingentes en relación con la posibilidad de la violencia terrorista. Dicho a la manera bushiana, la causa es el propio mal, el Mal con mayúscula, desbocado según parece en los últimos tiempos. La violencia ilegítima, la prohibida por el poder, tiene una relación sustancial con el Mal al margen de causa alguna. El motivo único y suficiente para la violencia legítima, que también es la violencia sin límite, sería precisamente la persecución de ese Mal tal y como realiza la "guerra mundial antiterrorista".

Doble lenguaje
El doble lenguaje, que está escandalosamente presente en el propio título de la conferencia: "Combate al terrorismo por la humanidad: una Conferencia sobre las raíces del mal" –piénsese, por ejemplo, en la coherencia casi perfecta con la que tal título podría aplicarse a las acciones bélicas de los EEUU- caracteriza el aparentemente estúpido discurso aznariano. "Las motivaciones declaradas por los terroristas, sean sociales, étnicas, religiosas o de otro tipo, pretenden trasladar la atención desde la ignominia del acto a la nobleza de la causa". "Quién asesina en nombre de una patria, un Dios o un modelo de organización económica y social no es un patriota, ni un creyente, ni un idealista, es un asesino. No hablemos de causas sino más bien del caldo de cultivo en el que el terrorismo crece y aspira a legitimarse".
Pocos actos tan "ignominiosos" se han realizado en las últimas décadas como la guerra contra Iraq, precisamente para la implantación desde fuera de "un modelo de organización económica y social" cuyo objetivo es el saqueo y la apropiación total del país por las multinacionales, y cuya viabilidad inmediata requería la destrucción sistemática del mismo y de las propias condiciones de supervivencia de su población. Cientos de miles de asesinados por el embargo y la guerra, con motivaciones falsas e intenciones inmencionables.
Pese a su complicidad entusiasmada en toda esa barbarie codiciosa y criminal, Aznar se siente seguro en su función pontifical, tiene claro que el poder establece todas las determinaciones y los marcos de un debate político. Es el poder el que permite caracterizar la violencia como un hecho de justicia o como una ignominia.
Los "estados delincuentes", los "grupos terroristas", las gentes que protestan, no tienen causas a las que apelar. Los EEUU, como se ha visto en los últimos meses, no necesitan causa alguna.
Al presidente español, sin duda por exceso de celo, el título de la conferencia no pareció gustarle demasiado. Ello a pesar de que evidentemente partía de esa dualidad bushiana político-religiosa que además de proclamar la existencia de una frontera entre buenos y malos, supone que la determinación concreta del Mal –el terrorismo- es algo que corresponde a la responsabilidad exclusiva de los EEUU. A pesar también de su llamada expresa "al combate contra el mal". A Aznar le molestaba eso de las raíces que podria desviar hacia el análisis de procesos históricos, sociales y políticos. El Mal, anunció Aznar para perplejidad de algunos de los organizadores muy reaccionarios de la Conferencia, no tiene origen, ni raíces, ni causas reseñables. El aliado fiel de Bush sabe muy bien lo que hace: aconseja despreciar los motivos de la protesta y ocuparse fundamentalmente de la represión.

La guerra sin motivo

Curiosamente, la receta de Aznar para tratar el terrorismo de lista: "no importan las causas sólo importan los efectos", es aplicada por el maestro Bush a un asunto totalmente distinto. El presidente de los Estados Unidos intenta legitimar el feroz y terrorífico ataque de los EEUU a un Irak indefenso. Bush quiere evadirse de la situación creada por la indiscutible desaparición de las causas de la guerra: las armas de destrucción masiva iraquíes, o las conexiones entre Iraq y el Al Qaeda de Bin Laden.
Aquí también hay que desmitificar el asunto de "las causas de la guerra" pero no para denigrarla sino para justificarla de otro modo, en realidad de cualquier modo:

La Consejera de Seguridad de Estados Unidos, Condoleeza Rice, afirmó tajantemente en una entrevista concedida a la cadena ABC, que su presidente, George Bush, nunca responsabilizó a Saddam Hussein de los atentados del 11 de septiembre. Pero, de hecho, Washington acusó reiteradamente a Saddam Hussein de tener vínculos con la red de Al-Qaeda, pese a la falta de pruebas. La Consejera de Bush declara que la vehemente defensa del ataque a Iraq se debía a que Saddam representaba "una amenaza a la región donde se gestaron los atentados del 11 de septiembre". (1).

De manera un poco menos pintoresca que la de la superconsejera Rice, Aznar sigue insistiendo en que fueron los informes de la ONU los que sirvieron de base para su posición de apoyo total a la guerra.
Resumiendo su total desprecio de las "causas de la legitimidad de la guerra", el presidente de los EEUU ha "aconsejado", en relación con la postura solidaria que debe adoptar la "comunidad internacional" ante su actual descalabro militar y económico en Irak: ¡Olvidemos el pasado y miremos hacia delante!
Tanto en su aplicación al "terrorismo" como en su aplicación a la "guerra mundial antiterrorista" de Bush, la lógica general, que oscila caprichosamente entre la inexistencia o la irrelevancia causal, se inclina ante el poder de los Estados Unidos. Lo saben muy bien sus grandes formuladores, los políticos institucionalizados y los periodistas y analistas de Falsimedia: la resistencia al Imperio es intolerable y la actuación del Imperio es indiscutible.

Bush o la indiferencia causal
Bush es el maestro del relativismo desdeñoso y cínico. Al presidente de los EEUU la posible legitimidad de la guerra de Irak le resulta absolutamente indiferente. Bush maneja, sin rubor alguno, con visible regocijo en su cara de bribón, varias causas intercambiables que se sustituyen unas a las otras a medida que las anteriores aparecen como escandalosamente falsas.
Hace unos días, ante la Asamblea General de la ONU, el presidente de los EEUU afirmaba que "El Consejo de Seguridad tuvo razón al exigir la destrucción de las armas y al amenazar con graves consecuencias en caso contrario". La afirmación debería resultar escandalosa no sólo porque ya es evidente la inexistencia de esas armas con lo que la "razón" del Consejo de Seguridad se convierte en una "sinrazón clamorosa", sino porque finalmente el órgano supremo de la ONU no avaló la guerra
. La excusa de Bush se sostiene, desde luego, en la falta de claridad de las Naciones Unidas cuyas resoluciones y debates sirvieron de larga y cínica coartada para uno de los mayores y más crueles fraudes de nuestra época. Bush conoce bien la poderosa verdad que subyace en su burda mentira: la ONU sirvió durante años de escenario perfecto para que los EEUU legitimasen una agresión que fue en ocasiones una ilegalidad consentida y en otras una apariencia de legalidad creada por la propia Organización de las Naciones Unidas.
La magnitud del engaño a la "opinión pública" y de las responsabilidades criminales que comparten las Naciones Unidas aparece claramente en las declaraciones de Hans Blix, último jefe del equipo de inspectores, cuando hace unas semanas afirmó que las conclusiones razonables son que Iraq destruyó en 1992 sus armas de destrucción masiva y que los Estados Unidos conocían esa destrucción.(3)
Como última y definitiva causa para la intervención en Iraq aparece esa combinación de elementos que constituye "el riesgo máximo para la comunidad internacional a la que protegen los Estados Unidos": "la letal combinación de regímenes fuera de la ley, redes terroristas y armas de destrucción masiva"(4). El riesgo de que tales elementos confluyan es también una de las alarmas cuya concreción en un país determinado establece Washington. No deja de tener una perfecta lógica perversa. La máxima combinación de "delincuencia internacional", "armas de destrucción masiva" y "actuación y relaciones con organizaciones terroristas" es, obviamente, la que ofrecen los Estados Unidos.

Todos miran hacia delante
Entre tanto esperpento sobre las varias legitimidades de la guerra el colmo ha sido la declaración de Bush: "gracias a la actuación de la coalición Iraq es un país libre". Tras ese excelente punto de partida ha añadido: "tenemos que trabajar juntos, miremos hacia delante". La primera declaración debe producirnos mas terror que asombro, refleja con exactitud el concepto de libertad de los dueños actuales del mundo.
La Unión Europea también ha expresado –por otro camino- la falta de importancia de las causas de la guerra. Ya en Salónica el inefable Solana expresaba la idea de que el futuro borraba el pasado, y el consistorio europeo se felicitaba por las gloriosas perpectivas que a Irak le habían abierto la invasión y ocupación del país.
Ahora el futuro ha pasado a ser la coartada para la legitimación de la ocupación. Ya que hemos llegado hasta aquí –repiten los sacerdotes de los derechos humanos- pongámosnos de acuerdo en la organización de la reconstrucción.

De la ONU interesa sólo la apariencia

Si interesase rescatar el carácter parcialmente multilateral de la ONU los países estarían obligados a proponer –aún cuando la iniciativa fuese bloqueada por el doble veto de Washington y de Londres-, ante la Asamblea General o el Consejo de Seguridad, una resolución que exigiese la retirada inmediata del país del ejército de ocupación. El texto tendría que incluir la declaración de la ilegalidad de la guerra y de la invasión y ocupación de Iraq, y también el establecimiento de una sanción a los EEUU y al RU que implicase el pago equitativo de reparaciones por la destrucción del país y por los enormes daños causados a los habitantes.
La aprobación de una resolución que no incluya una declaración de ese tipo no va a conducir al restablecimiento de la organización internacional ni de su multilateralismo imperfecto, sino tan sólo a la recuperación de una imagen que en el fondo es una auténtica coartada para futuros desmanes.

A los iraquíes les importa el pasado
Los iraquíes no aceptan al parecer la lógica universal de la falta de importancia de las causas y de la fe ciega en los resultados de un esfuerzo colectivo bendecido por los EEUU. Ellos han sufrido una guerra larga, inevitable como la ira de Dios, y devastadora. Son un pueblo con memoria milenaria y heridas recién abiertas. Ellos saben que sus yacimientos de petróleo y su independencia política están secuestrados a perpetuidad porque ambas cosas son el botín de guerra del Imperio. Ninguna soberanía otorgada va a cambiar esta situación de despojo y dependencia. La única soberanía posible para Iraq es la derrota de los EEUU, la victoria sobre las fuerzas de ocupación. En ello están con grandes sufrimientos.
Empeñados en una guerra con motivos, insultados como terroristas sin causa.

http://antoniomaira.iespana.es

Notas:
(!) Tal vez debiera decir "orgásmico". Sólo consigo imaginar un bautizo como ese con una reconstrucción mental de la escena de placer del Dr. Strangelove en el final de Teléfono Rojo de Kubrick; o como delirio final en un coito entre Donald Rumsfeld o Paul Wolfowich y Condolezza Rice.
(2)Radio Nederland. Railda Herreros. 17-10-20
(3) Radio Nederland. Railda Herreros.
Tampoco está libre, ni mucho menos, Hans Blix, de una acusación razonada sobre el cinismo de ahora y la complicidad con el crimen de antes. Él, inspector de armamento en Irak durante muchos años y jefe del último equipo de inspección de la ONU –la Unmovic-, conocía sin duda este dato que no fue capaz de hacer público ante en Consejo de Seguridad de la ONU en las famosas sesiones anteriores a la guerra.
(4) El enunciado de tal combinación mortífera se repite en los documentos: "Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos" y "Una Europa segura en un mundo mejor". Es la doctrina estratégica común de los Estados Unidos y de la Unión Europea.