«Tú que te consideras una mujer emancipada, piensa en probar tu propia sangre menstrual si la idea te repugna es que todavía te queda un largo camino por recorrer» proclamaba la polémica Germaine Greer en su "The Female Eunuch". Ayudarnos a sentirnos limpias y libres es lo que prometen los anuncios de compresas para mujeres modernas, apuntándose sin complejos al tabú de que la sangre menstrual es sucia, impura, tóxica y esclavizante, y mostrando hasta qué punto las representaciones ideológicas dominantes del cuerpo femenino y de la feminidad siguen siendo patriarcales, como la necesidad de los varones de domesticar la capacidad de goce sexual de la mujer y de «clitoridectomizarla mentalmente».
Ahora que los católicos están en plena celebración de la Na(ti)vidad, la idea de que la Virgen María, MADRE pura/castrada por excelencia, también menstruaba y parió entre fluidos y deshechos amnióticos nos sigue resultando chocante. Y es que seguimos atadas a esa dicotomía entre orden=pureza/perfección y desorden=polución/animalidad/pasividad, utilizada por el sistema patriarcal para reforzar su poder sobre la mujer y su potente sexualidad, vinculada históricamente por los hombres a la «subversión» (a la independencia) femenina, que encarnó la figura de la peligrosa sorgina.
Las encuestas muestran que somos mayoría las que valoramos más como objetivo el conseguir una silueta delgada que el éxito en el trabajo o en el amor. Al parecer, no conseguimos transgredir ese modelo de la nueva mujer perfecta, esa idealización de la juventud y de la flaqueza andrógina, potenciada por las millonarias industrias de la estética, la cosmética, la moda y la cirugía plástica, y que funciona como una especie de corsé sicológico que nos lleva a autocastigarnos y a doblegarnos ante el estereotipo autoalienante impuesto.
Según Naomi Wolf, es como si, a medida que aumentan nuestras conquistas en el dominio público, disminuyera el control personal que tenemos sobre nuestro cuerpo, moldeado según esas pautas patriarcales fijadas a través de la publicidad. Se establecería así una correlación entre el aspecto y la virtud o perfección moral, que coartaría nuestra capacidad de distanciarnos del modelo Ideal impuesto y de ser Sujetos de nuestra subjetividad y creadoras de nuestros propios mitos. Nuestra interiorización de ese proceso de idealización generado por las revistas femeninas y demás medios en el campo de representación del cuerpo de la mujer como «objeto contemplado» muestra hasta qué punto enfrentarnos a las patriarcales representaciones ideológicas de la feminidad sigue siendo un reto. 06/01/03
*Historiadora