La vieja Europa
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2 de enero de 2002
La mancha de 2003
Gara
Arranca el año como terminó, marcado por la acongojante mancha en todos los sentidos del fuel del Prestige, que sigue a la deriva en el Golfo de Bizkaia y que, de momento, ha llegado ya hasta las playas landesas. La conciencia de que lo peor también en todos los sentidos está por llegar es generalizada, incluso en Galicia. Ha pasado casi mes y medio y todavía ni siquiera está claro cómo deben repartirse las responsabilidades de la maniobra, que tan trágicamente desafortunada se ha revelado, de remolcar el petrolero a alta mar, en lugar de fondearlo en la costa, como trataba de hacer el capitán (el juez que instruye el caso acaba de pedir toda la información disponible al respecto). Lo que sí está meridianamente claro es que el Gobierno español y la Xunta no han estado y siguen sin estar a la altura de las circunstancias. Las medias verdades y las mentiras completas que caracterizaron la información oficial desde los primeros momentos quedaron rápidamente al descubierto ante la evidente falta de previsión falta de medios y, además, falta de reflejos de los mandatarios del PP, falta de reflejos que en un importante porcentaje cabría atribuir a su proverbial prepotencia.
Pero lo más lamentable es que, cuando ha pasado ya casi mes y medio, la sensación de marasmo en la gestión de la crisis no se ha mitigado en absoluto. La penúltima prueba de ello la constituye el anuncio de la Xunta de que sólo a partir de marzo admitirá nuevos voluntarios, decisión que sólo cabe explicar por su incapacidad para proporcionar la infraestructura básica que la acogida de éstos lógicamente requiere. A menos que interpretemos que prefiere alejar testigos molestos, porque, hay que reconocerlo, los voluntarios están resultando una eficaz fuente de información alternativa, obtenida, además, in situ.
Esta decisión de la Xunta abre otro interrogante. ¿Es que también a partir de marzo la limpieza de la costa va a quedar en manos de voluntarios? (De las 9.000 personas que trabajaron ayer en las playas gallegas, 6.000 lo eran). Porque una cosa es que el voluntariado sea una forma de encauzar la solidaridad de los ciudadanos ante la catástrofe y otra muy distinta que las autoridades piensen afrontar la crisis a largo plazo a base de voluntarios. Esto va para largo. Baste pensar que las grietas del Prestige probablemente no podrán ser selladas hasta el verano. ¿Piensa el Gobierno español seguir tirando per secula seculorum del voluntariado? ¿En qué medida? ¿Hasta cuándo? En realidad, ¿qué previsiones tiene de cara afrontar esta crisis? Insistimos, cuando ha pasado ya casi mes y medio del hundimiento del Prestige.