4 de enero de 2003
El general Galindo y otras aventuras
España: Funciona el Pacto por la justicia
Kalegorria
El general Galindo tiene quien le escriba y quien le otorgue permisos de salida. Condenado como está a setenta y cinco años de prisión, disfruta tranquilamente de permisos navideños. ¿Será a gentes como Galindo a quienes se refiere Anasagasti al hablar de la indulgencia estatal con el terrorismo de Estado?
Por lo pronto lleva ya casi tres años en la cárcel militar de Alcalá de Henares, cuyas instalaciones las querrían para sí los presos comunes y, desde luego, los presos políticos. Es un establecimiento castrense donde no existen celdas, barrotes ni carceleros.
Las continuas denuncias de una situación tan absurdo (el general dejó de ser militar en cuanto fue firme su condena) lo conducirán muy pronto a una cárcel ordinaria, al parecer a la de Ocaña II. Conocerá entonces lo que es una verdadera cárcel y puede ser que desarrolle una actividad todavía más intensa a favor de su indulto.
Mientras que el ministro Michavila exhibe tan gallarda decisión, dice, al mismo tiempo, que somos el país con más jueces de Europa, lo que ya es triste récord. Cuatro mil veintinueve jueces y magistrados y siete mil seiscientos setenta y ocho jueces de paz. Por jueces que no quede. Por reclusos, tampoco. Superada la barrera de los cincuenta mil, batimos a casi todos los países del mundo. En términos relativos, estamos a la altura de EEUU, con sus dos millones y pico de reclusos. Jueces y presos por todas partes y, sin embargo, la inseguridad ciudadana sigue aumentando. ¡Pero si también aumentan los policías! ¡Si esto rebasa cualquier Gulag!
Dice también el ministro Michavila que ahora tenemos ?una democracia más fuerte, con más instrumentos para luchar contra el terrorismo?, como la tipificación de su exaltación o justificación o la ilegalización, que parece inmediata, de Batasuna. Aunque la Sala Especial del Supremo escenifique perfectamente una liturgia de objetividad, la sentencia está anticipada. En un país así, no hay derecho a que Galindo y sus héroes continúen en prisión. ¿Para qué ese emblema de juridicidad cuando todo está cada vez más claro? No hacen falta chivos expiatorios. Basta con los chivos, sin más. Pero los expiatorios son muy decorativos y alimentan la imagen de un horizonte ?meticulosamente? democrático, dentro de un Estado de derecho como Dios manda.
Aunque Dios no mande nada y nos sigamos muriendo por los cuatro costados y también por el quinto de un Dios que no entendemos.