"Nuestras costas no están manchadas por el negro chapapote, sino por el rojo de la sangre"
El Estrecho, la otra "Costa da Morte"
Esteban Tabares El Ideal
¿Cuántos inmigrantes han muerto ahogados en las aguas del Estrecho desde que se impuso el visado a los marroquíes para entrar en España? Nadie sabrá nunca las cifras exactas. Andalucía tiene una verdadera costa da morte, tal vez mucho más trágica y cotidiana que la de Galicia. ¿Cuándo tomaremos conciencia a nivel social y sobre todo a nivel oficial de que esto no puede seguir así? ¿Nos atreveremos los andaluces a gritar también «¡Nunca mais!» y a echarnos a las calles hasta que oigan los oídos sordos de los gobiernos? Ni el hundimiento del Prestige, ni las muertes en el Estrecho son catástrofes naturales, sino hechos provocados y mantenidos al no establecer los Estados soluciones eficaces, no coyunturales para salir del paso, sino de fondo y a la raíz. Por eso, mal que nos pese, seguirán repitiéndose estas y otras desgracias, aunque nos quedemos afónicos gritando «¡Nunca más!». Oscuros y poderosos intereses económicos andan por medio. ¿Quién le pone el cascabel al gato? En nuestra orilla, se pretende blindar el Estrecho con una fuerte y costosa vigilancia para que no entren los inmigrantes, o expulsando a los que lograron llegar. En la otra orilla, culpamos al Gobierno marroquí de no hacer nada para impedir la salida porque se beneficia exportando a sus pobres y desocupados.
La gran preocupación en el norte es protegerse de la presión migratoria del sur, venderles nuestros productos y que paguen los intereses de la deuda externa o eterna. En la cumbre de jefes de Estado de la UE de Sevilla en junio pasado, amenazaron con suprimir las ayudas al desarrollo a los países que no controlen su emigración. Al perro flaco, todas las pulgas. Una vez más, nuestro poder y etnocentrismo nos empuja a ver la brizna en el ojo del vecino y así nosotros quedar exculpados de toda responsabilidad.
Sin embargo, no podemos ignorar que «empresas no competitivas en el norte, por lo general pertenecientes a la economía sumergida, al aprovecharse de la mano de obra barata que exporta el Magreb, lo que temen es que cesara la inmigración clandestina.
De una situación aparentemente insostenible, hacen su agosto instituciones y personas, tanto en el norte como en el sur, logrando hasta ahora que nada cambie, por lo menos hasta que la situación acabe por explotar» (Ignacio Sotelo, El País , 4-1-03).
Las aguas andaluzas no sufren la marea negra, pero llevan años arrojando cadáveres de inmigrantes ahogados. Nuestras costas no están manchadas por el negro chapapote, sino por el rojo de la sangre. Si nos duele aquello, ¿nos dolerá también ésto? Si somos sensibles a aquella barbaridad, ¿cerraremos los ojos ante esta tragedia casi semanal? Si el Gobierno dice que se va a volcar con Galicia, ¿cuándo lo hará con el Estrecho? Si la UE afirma ahora que adoptará medidas para que no naveguen más barcos basura, ¿cuándo tomará con el mismo empeño hacer una política en el Mediterráneo de diálogo y de cooperación entre las dos orillas? Los Gobiernos quedan pasivos si no tienen detrás sociedades inquietas y activas, que saben exigir, empujar y organizarse. Igual que en Galicia la respuesta social ha ido por delante de la oficial, así también necesitamos que suceda aquí y en Marruecos con las muertes en el Estrecho.
Si los medios de comunicación informan sin cesar de los movimientos de la marea negra, ¿cuándo lo harán con igual intensidad sobre la catástrofe humana del Estrecho, a fin de que la conciencia ciudadana despierte y se movilice? Si nos afecta la ruina temporal de pescadores y mariscadores gallegos, ¿nos afectará en la misma medida la ruina de tantas vidas de jóvenes inmigrantes engullidas por el mar? Si nos apena el drama de aquellas familias, ¿qué sentimos ante el dolor de las familias que pierden a sus hijos ahogados? Miles de voluntarios se han volcado con Galicia, a la vez que han puesto en evidencia las graves insuficiencias de un Gobierno que no supo estar a la misma altura. Ojalá que miles de andaluces nos decidiéramos a ir a las costas de Cádiz para gritar que esto no puede seguir así. Para exigir a la UE que no sólo mire hacia el Este, sino también hacia el Mediterráneo sur, que no puede bloquear el comercio de los productos agrícolas del sur e impedir que sus gentes emigren buscando una vida mejor.
Para ello, es preciso que la conciencia ciudadana crezca como una ola gigante que nos impulse desde todos los ámbitos sociales a gritas «¡Nunca mais!», y exigir que cesen las muertes en el Estrecho. ¿Nunca más?