Mapa de una resistencia
La conferencia de James Petras fue presentada por la Pro Cátedra de Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina, la Cátedra de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras, y la de Poder Económico y Derechos Humanos de Ciencias Económicas. Claudio Capuano, coordinador de la primera, trazó una descripción sobre la actualidad, llamando a no dar por legitimada ninguna institución del poder.
AGENCIA www.lavaca.org
Pese a que ya han pasado casi 20 años desde la finalización de la dictadura militar, debemos necesariamente partir de ella para trazar algunas líneas que den cuenta de la situación actual. La sucesión de gobiernos constitucionales no implicó la ruptura con el modelo económico impuesto a sangre y fuego por las fuerzas armadas y sus aliados civiles.
Los golpes de Estado que asolaron a América Latina impusieron las dictaduras de la doctrina de la seguridad nacional en las últimas décadas del siglo XX; cuando este instrumento fue perdiendo efectividad, sobrevinieron gobiernos civiles, de democracias formales controladas, que continuaron con las políticas neoliberales de retiro del Estado, endeudamiento público, entrega de la economía, redistribución regresiva del ingreso y desarticulación de los aparatos productivos locales.
La impunidad cubrió los crímenes contra el pueblo perpetrados por los dictadores y es el pase libre para las violaciones de los derechos humanos que se cometen hoy. La represión policial con gases, balas de goma y de plomo con que se pretende impedir la movilización popular -como días atrás vivimos en Brukman-, la judicialización de la protesta social, el gatillo fácil contra los jóvenes y luchadores en general, las torturas de los detenidos en las comisarías, la privatizaciones, sobre todo del negocio que son los servicios esenciales con sus mercados cautivos y otras empresas estratégicas del Estado, la trituración del sistema previsional y de seguridad social, el abandono de la salud y la educación públicas, los desalojos compulsivos de los sin techo y de los campesinos que ocupan tierras, la imposición de un modelo alimentario dominante que atenta contra la salud de la población y las posibilidades productivas presentes y futuras, el cierre de fábricas, reconocen su matriz en las modificaciones políticas, sociales, económicas, culturales que impuso el Estado terrorista en el marco de la ofensiva del capitalismo financiero a nivel mundial, que atravesó todas las fronteras.
Todo esto se hizo y se hace, y se hará si no logramos detenerlos, en un afán que combina la búsqueda voraz de la ganancia a costa del bienestar, la vida, la salud, la educación, la dominación, el control social y el sometimiento del pueblo.
A fines del siglo XX se abrió una etapa edificada sobre la tierra casi arrasada por la represión, el extermino y la desaparición de millones de hombres y mujeres en todo el mundo, como nuestros Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos. El genocidio hoy continua de una manera distinta, en forma planificada, por ejemplo en los últimos treinta años murieron mas de quinientos mil niños menores de cinco años por causas evitables.
Etapa signada a nivel internacional por la recuperación de la hegemonía de EEUU a escala mundial, la reconstrucción de la unipolaridad, la desvirtuación de la ONU y la imposición de un globalismo facilitador de la profundización de la dependencia de los países periféricos. Etapa que tiene su expresión más reciente en la invasión de Irak por parte del imperialismo norteamericano asociado a Gran Bretaña y España, con la que pretenden naturalizar la ocupación militar y política y el dominio económico de nuevos territorios.
Pero el poder de este violento y criminal enemigo de los pueblos no lo define todo en el escenario de nuestra América Latina. Y por esto James Petras nos hablará entonces de las "Perspectivas de las luchas sociales en América Latina. Enseñanzas que nos dejan Ecuador, Brasil, Venezuela, Bolivia y Argentina" y Osvaldo Bayer sobre "el futuro de la Argentina".
Este principio de siglo nos encuentra reconstruyendo la potencia antiimperialista, con una Venezuela bolivariana en lucha, Cuba saliendo del aislamiento y resistiendo al bloqueo, la persistencia de Chiapas, la Colombia guerrillera, Bolivia y Ecuador con sus fuerzas indígenas y campesinas, el Brasil del Movimiento de los Sin Tierra y el Partido de los Trabajadores, el Uruguay del Frente Amplio…
En Argentina la fuerza popular se expresa en construcciones que no se miden en conteos electorales. Los trabajadores desocupados que se manifiestan en los piquetes expresan una tradición política que parte de una arraigada cultura popular y constituyen un baluarte de resistencia a la marginación económica, la degradación social y la segregación política. En las calles, en los barrios, en los emprendimientos productivos, en las escuelas de formación política, se organizan para dar la pelea social y reivindicativa y para participar de la disputa política en articulación con otros sectores sociales, rompiendo con los esquemas tradicionales del punterismo de los partidos del sistema.
El movimiento asambleario surgido de la movilización popular contra la represión, recupera una historia de los sectores medios de carácter nacional, popular y democrático, se extiende por todo el país y comparte con los trabajadores y los sectores más humildes el repudio a la represión, la defensa de los lugares conquistados, la construcción de la solidaridad entre los explotados. Como también sucede con las fábricas recuperadas, los campesinos que luchan y ocupan tierras, los sin techo que se movilizan, con las nuevas organizaciones gremiales que practican la democracia y un sindicalismo de clase. Y con los organismos de derechos humanos, que afrontaron los años duros de la represión dictatorial exigiendo la aparición con vida de los detenidos desaparecidos, pelean contra la impunidad de los genocidas de ayer y de hoy, y comparten con las organizaciones populares la lucha por la vigencia integral de los derechos humanos.
En todas estas formas de organización y lucha reconocemos el legado de nuestros compañeros desaparecidos, de los que fueron asesinados por el poder de turno, de los que pasaron años de tortura, cárcel, exilios, y que hoy nos acompañan es esta lucha.
El aprendizaje, el pensar y el hacer cotidianos reconocen su presencia, como ellos reconocieron en los 60 y en los 70, el aporte y el ejemplo de quienes los precedieron en el compromiso con el pueblo.
Pero todavía nos falta camino por recorrer, porque estamos despegando trabajosamente no sólo de los años de terror dictatorial, sino de la desmovilización promovida por la democracia formal, acompañada por la degradación y la corrupción política. La decisión de las clases dominantes de consumar la desaparición de una generación entera que trabajaba por un proyecto de país autónomo y una sociedad justa, desarmó al pueblo y creó condiciones para la imposición de décadas de decadencia que sumaron al terror represivo el terror económico. Es que el poder económico -tanto imperialista como local- intervino activamente a la par del poder político en la generación de un estado de conciencia social en el que predomine la idea de que no existe ninguna perspectiva de transformación de la realidad, de que sólo nos queda someternos a los dictados del mercado para siempre. Transformado en verdad única y racional, este paradigma de las clases dominantes fue propagandizado y siguen haciéndolo cada día sin pausa por los medios de comunicación asociados a los grandes grupos económicos.
La ausencia de una generación crítica, que fue destruida, es una de las razones de la carencia de alternativas políticas en el campo popular. Hoy la limitación del acceso a la educación a través de un modelo excluyente, y su creciente degradación cumplen con el propósito de alejar a los sectores populares de la potencialidad liberadora que tiene el conocimiento.
¿Para qué educar a quienes son población "excedente" para el sistema dominante?
¿Para que se transformen en potenciales cuestionadores?
Las Cátedras Libres que convocamos a esta actividad somos parte de los muchos intentos por reconstruir, por generar un pensamiento y una acción crítica que aporte a la elaboración de un proyecto popular de liberación.
Porque creemos que la Universidad debe ser un ámbito abierto a los intereses y necesidades sociales, centro de creación, recepción, multiplicación y transmisión de conocimientos, refutamos la amputación y degradación a que pretende someter el pensamiento neoliberal al análisis integral de las problemáticas sociales, y que empuja a la Universidad a ser una mera proveedora de mano de obra calificada para las empresas.
La UBA, como las restantes universidades de nuestro país, dista mucho de ser aquella que queremos y que necesita nuestro pueblo. También a ella la atraviesan las políticas de ahogo presupuestario, la permanencia de contenidos dictatoriales y sectarios, la manipulación como botín de guerra por parte de los partidos tradicionales, el discurso predominante de archivar las utopías en aras de la "excelencia" y "los resultados".
En estas tres cátedras, libres y de derechos humanos, desde la academia y desde la lucha empujamos, como tantos otros hacen, a ponerlo todo en cuestión, a no dar por legitimada a ninguna institución del poder. Es hora de cambios, es hora de lucha. El neoliberalismo, el capitalismo, son una realidad, es cierto, pero no la única posible.
Nuestro compromiso es coparticipar en las transformaciones profundas. Por eso son temas nuestros, de debate y de acción, la invasión a Irak, la conformación del Alca, la deuda externa, la desnutrición de millones de niños, la pobreza extrema, la situación de los presos sociales, el autoritarismo en la educación, la salud reproductiva, la producción de medicamentos, la defensa y protección de nuestros recursos naturales, la construcción de la memoria, la lucha contra toda impunidad, la ética en el ámbito de la salud, el desarrollo de la universidad pública, autónoma y gratuita como ámbito que genere, recepcione, difunda y comparta saberes populares, el desmenuzamiento de los mecanismos de la dominación y de las experiencias históricas de liberación.
Y la construcción de proyectos populares que le planten cara al poder y recuperen como un norte las utopías.