Lo que sigue es la editorial del nº 38 (mayo 2003) de QUEBRACHO Prensa Nacional
Claro que duele si consideramos el 27 de abril desde lo sentimental.
El fatídico domingo lo que ha ocurrido es la consumación de la más perversa trampa en la que terminamos naufragando los argentinos.
Algunos de los analistas que construyen realidades con elementos de ficción han festejado el triunfo de su maniobra.
Desde todo el progresismo y la reacción se pasaron los últimos diez días preelectorales explicando con cuentas y cuentitas que "había que votar" y negando el voto en blanco o el abstencionismo como respuestas políticas de las que podía asirse nuestro Pueblo.
Tanto lo festejaron que hablan hoy de "la derrota del Que Se Vayan Todos". Es una manera particular de comprender las cosas que incluso ha contaminado la cabeza esclarecida de algún prohombre de la política de "izquierdas".
Pero a ver si refrescamos la memoria: Nadie puede negar que Menem a pesar de sus esfuerzos por perpetuarse en el Poder terminó su gobierno repudiado por la gran mayoría. Nadie puede olvidar que Duhalde a pesar de su estructura clientelista no pudo evitar ser visualizado como continuidad del menemismo y fue derrotado. Nadie puede olvidar que López Murphy fue echado por las movilizaciones a sólo siete días de su intención de destruir la nación. Quién olvida que Rodriguez Saá fue también derrotado en una semana jaqueado por las puebladas y por el abandono de los "poderosos". ¿Alguien puede si quiera insinuar que el 19 y 20 de diciembre no existieron, alguien no recuerda que los políticos, los jueces y los ricos no podían andar por la calle porque los corríamos a patadas? Y todo esto en apenas tres o cuatro años, tres o cuatro años que no pueden marcar una tendencia histórica ni en un sentido ni en otro.
Que se Vayan Todos fue una consigna parida y tomada por el conjunto de los argentinos.
Entonces leer la realidad desde los guarismos que hablan de un 80% de participación, de un 0,6% de voto en blanco, y concluir desde ahí que el Pueblo le dio una carta de crédito a los políticos que hace año y medio repudiaba es no sólo un simplismo fatal sino una defraudación intelectual imperdonable.
¿Los pueblos nunca se equivocan? Fácil resulta echar las culpas propias a otros.
Nosotros nunca hemos compartido los fatalismos históricos, por eso nos reivindicamos como agentes históricos, revolucionarios, porque sin la acción subjetiva es impensable la Revolución.
Sería cómodo leer los resultados del domingo 27 como pretendió alguna legisladora de la izquierda que a pesar de su escuálida perfomance se empeñaba en explicar que el mensaje de las urnas era de repudio a todos los políticos (¡!).
Peor la actitud soberbia de los que le echan culpas a "este pueblo de mierda". Los que ven una suerte de tendencia mórbida, masoquista y suicida. Los que pretenden la legitimación del desguace de la nación y de la miserización más absoluta.
Una y otra nos parecen actitudes miserables.
Tratamos de explicarnos los comportamientos históricos y de significarlos para poder construir una política efectiva. Todos sabemos que no hemos podido encauzar la rebeldía del 20 de diciembre. Es cierto que no hemos construido una alternativa de poder popular. También comprendemos el repliegue hacia lo conocido, como decía Rodolfo Walsh, que no quiere decir replegar hacia los viejos partidos, hacia el régimen, sino intentar una respuesta desde donde se comprende.
Es tan profunda la dispersión y fragmentación que los caminos que ha intentado nuestra gente han sido por demás disímiles.
Pero de lo que no nos cabe ninguna duda, y ahí están las costureras de Bruckman para reafirmarlo, es que este Pueblo va a luchar como pueda para tratar de evitar su aniquilamiento, el aniquilamiento de la Argentina.
MENEM Y KIRCHNER, UN SOLO MODELO DE PAÍS
Uno es dolarizador y el otro devaluacionista. Uno tiene inocultables vínculos con la banca y el otro se dice productivista. Uno fue el más formidable rematador del capital social de los argentinos; el otro también participó de ese remate. A uno no le importa disimular sus vínculos con las intenciones del Imperio, al otro un poco sí, pero no las puede evitar. Uno se enriqueció en el ejercicio del poder, el otro también. Uno se reconoce como expresión del conservadurismo y en su nombre acomete las más feroces políticas; el otro se reconoce progresista y nacionalista y no sólo se benefició con la entrega de YPF y Gas del Estado sino que también es terrible salvaje en el ejercicio del ejecutivo.
Pero más allá de formas, de que uno es un dinosaurio y el otro un monigote, de que los que quieren que no entendamos nada hacen de cuenta que se trata de una "interna", de una pelea "personal"; no podemos no ver que se trata de dos prohombres del mismo régimen que ha causado tanta tristeza en nuestra tierra.
Se empeñan en reclamarles debates ideológicos, en buscarles diferencias a los proyectos económicos, en marcar tal o cual cosa que los distinga, pero es difícil porque son lo mismo.
Cualquiera de los dos tendrá que recomponer el sistema financiero encubierto que son las AFJP y que están todas vaciadas; tendrán que subsidiar las "pérdidas" de la Banca por la pesificación y redolarización; tendrán que vender el Banco Nación y el Banco Pcia. de Bs. As. y con ellos enajenar el 35% de tierras productivas de la Argentina; tendrán que llevar adelante el ajuste en el Estado que redundará en miles de despidos; tendrán que ajustar presupuesto en educación, destruir las universidades, aniquilar la investigación; ajustar en Salud Pública; concretar el tarifazo y resarcir a las empresas privatizadas;…
Tendrán que llevar adelante todos los protocolos impuestos por el FMI cuando acordó con Duhalde el Plan Provisorio para seguir enajenando las riquezas producidas en nuestra Patria. Ese es el único plan económico que pueden llevar adelante hombres como estos.
Para eso, como este Pueblo enfrentará firmemente cada uno de estos embates, habrán de consumar el final de la maniobra del domingo 27, que es consagrar la negación de la soberanía política de gran parte de nuestro Pueblo, efectivizar su proscripción política, no porque no tenga "derecho a votar" en una elección sino porque no tiene derecho a protestar, a defenderse, a realizarse como nación.
Eso es lo que van a hacer cualquiera de estos.
Y encima hoy algunos dicen, por las elecciones, que pelean en "todos los terrenos".
Pero claro que conforme pasó el tiempo de aquella furia incontenible donde ningún hombre del régimen podía andar tranquilo por la calle a hoy media un abismo. Claro que ante la falta de una propuesta política popular que pudiera contener las aspiraciones de los argentinos, la centralidad y direccionalidad que habíamos alcanzado en las jornadas del 19 y 20 se fue dispersando y se fueron tomando distintos caminos.
Así de la unidad inicial donde el conjunto de las expresiones populares supimos repudiar de plano la convocatoria a elecciones y construimos frente a ella un comportamiento común de negación y no participación para no dar lugar a algún atisbo de legitimación, hoy debemos decir con preocupación que también se ha disgregado la conducta de las organizaciones populares.
Todos asumimos a estas elecciones como un intento del régimen por reconstituirse. Todos hablamos de "la trampa" que constituyen estas elecciones. Bien claro está que el conjunto del Pueblo argentino está proscripto, que sus aspiraciones y necesidades no están contenidas ni contempladas en ninguna de las variantes que propone el régimen como oferta electoral.
Varios son los ensayos que elección tras elección han venido haciendo y siempre redundaron en estrepitosos fracasos que por arte de la "dialéctica" terminan entendiendo como avances o triunfos.
Expliquen desde donde expliquen su defección, su error, lo incoherente de su discurso respecto de su comportamiento sólo abonará a su aislamiento y a su retracción política.
Dicen que pelean en todos los terrenos y así justifican su pequeño negocito de presentarse a elecciones, pero desde ahí mismo les cuesta explicar por qué condicionan su aporte a la lucha según los tiempos y la clientela electoral. Y mucho menos pueden explicar cómo su actitud ha abonado a la disgregación y la división en el seno mismo de los sectores que sostienen hoy la lucha.
De nuestra parte es claro que no supimos ni pudimos encauzar una gran corriente abstencionista-votoblanquista. De hecho esa gran corriente estuvo ausente en el escenario del domingo.
Pero más que intentar una explicación desde la política particular la abordamos desde la política general. Si no estamos en condiciones o en disposición de llevar adelante la lucha como corresponde, mejor es que nos dediquemos a otra cosa. Este es un enfrentamiento brutal y en esos términos debemos entenderlo, para ese tipo de enfrentamientos debemos prepararnos.
No se fueron todos, no los echamos, se quedaron todos. Se quedaron los peores de todos. Luchamos o lloramos.