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Argentina: La lucha continúa

Inundaciones, políticos y capitalismo

Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley.
Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y educación ambientales.
Corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquellas alteren las jurisdicciones locales.
Se prohíbe el ingreso al territorio nacional de residuos actual o potencialmente peligrosos, y de los radiactivos.
Art. 41 de la Constitución de la Nación Argentina

Por Hugo Alberto de Pedro
http://usuarios.advance.com.ar/hugo-de-pedro/hdp.htm

Cuando nos preguntamos sobre los motivos por los cuales la comunidad de la Ciudad de Santa Fe -más de 400.000 habitantes- tuvo que padecer las inundaciones provocadas por la desmesurada crecida del río Salado nos encontramos con un Estado ausente en el orden municipal, provincial y nacional, y que se hace el distraído, o mejor dicho los distraídos. Como lo demuestra la política de los últimos veintisiete años, que ha puesto en los altos cargos de responsabilidad a improvisados personajes, asumiendo cantantes, motonautas, futbolistas o pilotos de autos, o bien oscuros genocidas, carapintadas o comisarios.
Haber dejado las grandes políticas nacionales en manos privadas, desguazado a los organismos públicos de control, abandonado la investigación junto con el desarrollo tecnológico y vaciado de contenido a la Universidad son algunas de las causas, que dentro de nuestras fronteras, hicieron que vivamos totalmente desprotegidos de las políticas de prevención y no tener diseñado un sistema nacional que cubra las necesidades que provocan los estados de emergencias y las catástrofes.
Cuando criticábamos la decisión de que nuestras Fuerzas Armadas, nuestras en el sentido figurativo para el caso no sean las asesinas y genocidas, fueran enviadas a luchas bélicas en las cuales no teníamos absolutamente nada que ver, no nos equivocábamos. Seguimos pensando que las mismas deberían estar entrenadas y capacitadas para estar al servicio de nuestra comunidad, y ello ha quedado de manifiesto en estos días que no han podido desplegar rápidamente, junto a los organismos encargados de la defensa civil y organismos de seguridad, toda la capacidad operativa para las emergencias: móviles, vehículos de transporte, lanchas, anfibios, helicópteros, tiendas de campaña, carpas, puestos sanitarios, ambulancias, personal adiestrado, etcétera.
Al ver al gobernador de Santa Fe, Carlos Alberto Reutemann, quien cumple un segundo mandato al frente del ejecutivo provincial (1991/95 y 1999/2003), no tener el más mínimo intento de autocrítica como tampoco de renunciar al cargo para el que fue elegido, en honor de no haber asumido su responsabilidad al frente del gobierno y velar por la seguridad de sus coprovincianos, es una muestra más de la arrogancia política. Desde ya que encontrar honor en alguno de los "animales" políticos es siempre un imposible.
La Secretaría de Recursos Hídricos de la Nación aseguraba que desde hacía un mes y medio -desde marzo- el río Salado estaba subiendo su curso, su cuenca quedaba saturada y que de provocarse fuertes lluvias la crecida sería incontrolable. Los "estudios universitarios" realizados entre el año 1978 y 1992 establecían la necesidad de considerar la evolución del mismo como medida de prevención y tampoco nada se hizo. El gobierno provincial había abandonado las obras necesarias para contener el aumento del caudal de agua. Por decisión del propio gobierno santafesino se abandono la medición de caudales y niveles desde el año 1989, como también dejó Reutemann perdido por algún cajón el informe solicitado a la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas -Universidad Nacional del Litoral- que fue elevado en el año 1992.
Desgraciadamente la incapacidad e imprudencia del actual gobernador provocó los desmanes que ya habían sido indicados que acontecerían con precisión. Ellos se producirían de no alcanzar a terminar la totalidad de las obras para la defensa y que habían sido iniciadas y luego abandonadas. Desde ya, que también fueron desoídas las recomendaciones sobre la construcción de nuevos puentes y ampliación de los existentes sobre el río, las que de haberse adoptado no hubieran dejado parcialmente aislada a la Ciudad de Santa Fe y la ayuda podría haber llegado con mayor rapidez.
La desidia política llegó hasta los extremos de no advertir a la población sobre la necesidad de una posible evacuación ordenada cuando cinco días antes del 29 de abril ya habían comenzado las lluvias sobre la cuenca baja del río Salado. Tampoco se establecieron alertas de prevención hacia la población que seguramente sería afectada para que se encuentren informados. Indudablemente que por esos momentos las cuestiones eleccionarias estaban por encima de los intereses y seguridad de los mismos votantes.
Esto es lo que entendemos como intolerable y solicitamos el mayor de los castigos a todos los responsables y culpables de cada una las muertes, como de las perdidas irrecuperables que han sufrido los simples ciudadanos.
Sin embargo, diez días antes de los lamentables sucesos, el gobernador Reutemann tenía tiempo para reunirse con el candidato y ex-presi(diario) Carlos Saúl Menem quien lo tentaba con un puesto en su futuro gabinete, de la misma forma que hacía más de doce años atrás lo metía en la política para la cual indudablemente carecía de toda capacidad y responsabilidad. El ex corredor se declaraba prescindente en las amañadas elecciones como prescindente demostraba ser a las obligaciones como mandatario provincial.
Sí el pueblo argentino, desde La Quiaca a Ushuaia, no hubiese dado una vez más su muestra de solidaridad los padecimientos de más de la mitad de la población de la ciudad santafesina hubieran sido aún más terribles. Ya que el Estado Nacional dirigido provisoriamente por Eduardo Alberto Duhalde, quien solamente está ocupado y preocupado por terminar con la vida política de su ex compañero de fórmula que también lo ayudo a llegar a la tristemente corrupta gobernación de la provincia de Buenos Aires, demoraba una respuesta rápida y efectiva ante la catástrofe que tenía bajo el agua a decenas de miles de personas.
Asimismo pudimos ver la falta de compromiso y de verdadero patriotismo de los candidatos que el próximo domingo se debatirán en ésta planificada orgía política del balotaje, que se han hecho los distraídos frente al pueblo santafesino al que semanas atrás, cuando no había llegado el agua, iban a cautivarlo con sus falsas promesas de construcción de un país mejor. Indudablemente ellos vienen acompañados de los mismos cuadros y equipos que nos llevaron al actual estado de destrucción nacional.
Nuestro país mediante la aplicación de políticas económicas y sociales equivocadas, con un indisimulable corte capitalista neoliberal globalizado, hoy se ve postrado en la peor crisis jamás vista con marginalidad por doquier y carecen de la menor intención de llegar rápida y eficientemente para proteger a sus ciudadanos en cualquiera de sus problemas. Esos habitantes que deberían ser el eje de todas las políticas activas por parte del Estado y no simples guarismos en sus estadísticas y nombres en los padrones electorales utilizados para "utilizarnos" para convalidar sus prácticas inhumanas.
El desabastecimiento, el alza de los precios, los oportunistas de siempre, la tardanza en la entrega de la ayuda humanitaria -la solidaria y la estatal-, la falta de provisión de ropas y alimentos, la inseguridad de los hogares ante los saqueos que llevaron a los propios damnificados a tener que armarse en la defensa de sus bienes, y muchas otras cuestiones más que solamente dolor nos producen al nombrarlas y que son muestras de un Estado que sigue estando ausente e inmerso en la corrupción de todas las mafias que han sido generadas dentro del juego bipartidista. Deberíamos preguntarles si las catástrofes deberían ser reguladas por el "mercado" al que siempre le rinden honores y que en nuestro caso comprende a un centenar de empresas y corporaciones que lo manejan a su gusto y necesidad, con la renta fácil y abundante contrapuesta con la contribución impositiva difícil, evasiva, elusiva y escasa.
Los dineros públicos, los recursos generados por todos nosotros, las empresas estratégicas para nuestro desarrollo, las rentas de los recursos naturales han sido sistemáticamente robados al pueblo argentino desde 1976 hasta nuestros días. Sin ninguna distinción de colores de uniformes o de camisetas partidarias. Las obras públicas de infraestructura fueron abandonadas al mismo ritmo que se desviaban o dilapidaban los fondos destinados a las mismas, tanto provenientes de las partidas presupuestarias como de los créditos internacionales destinados para ellas.
Un ejemplo de lo alejados que tienen a los intereses de los habitantes de éste país, es que en el día de ayer se pagaron a los organismos de crédito internacionales 800 millones de dólares, mientras las aguas siguen castigando a muchos y que dispuestos en ese sentido traerían tranquilidad y un futuro diferente. Pero eso ni lo piensan los políticos y los que manejan a la economía porque en sus cálculos los seres humanos no cuentan ni suman jamás, sino que restan y no existen.
Las inundaciones no son cuestiones nuevas en nuestro país que se encuentra cruzado por ríos a lo ancho y largo del territorio, y, sin embargo, cada vez que las mismas se producen encuentran a los damnificados desorientados y abandonados, siendo los padecimientos mayores entre quienes menores recursos poseen y que se encuentran en las poblaciones más marginales. Y que por lo tanto habitan más cerca de las márgenes del agua que avanza sin pedir permiso y que destruye sin miramiento alguno, como también lo hace el modelo neoliberal imperante.
Son los políticos que nos gobiernan, y muchos de los que intentan hacerlo, los que nos hablan del "capitalismo humano", "capitalismo solidario", "capitalismo sano" y seguimos teniendo nuestras profundas dudas, reservas y diferencias sobre esas afirmaciones. Porque éste sistema es único y nadie puede adjetivarlo para que pensemos que puede ser diferente, ya que por su definición y las metas que busca alcanzar es perverso y cruel. Siéndolo más aún cuando es aplicado conscientemente y a ultranza sobre las regiones pobres o empobrecidas del planeta y que solamente gira en función de las necesidades de los países del primer mundo.
Son las rentas y los recursos que vemos expoliarnos todos los días y a cada momento los que les permiten, a ellos indudablemente, vivir dignamente. Son los estados centrales, imperiales y sus aliados los que gozan de las riquezas de nuestro suelo, nuestras materias primas y nuestros recursos no renovables. Saben como llevárselos mediante sus tentáculos empresarios y financieros que nuestros gobiernos reciben con los brazos abiertos, esos mismos brazos que niegan la ayuda a los que están sufriendo sus políticas de entrega y humillación.
Una situación como la que sufre Santa Fe, con decenas de miles de evacuados y autoevacuados, familias separadas y destrozadas, niños sin poder concurrir a las escuelas, sin tener la atención médica necesaria, con decenas de miles de casas inhabitables, destruidas y arruinadas, con pérdidas totales de los bienes del hogar y medios de transporte, sin agua potable, ni gas, ni luz y careciente de los mínimos servicios colectivos, etcétera necesitan la urgente aparición de las soluciones por parte del Estado. No para beneficiar al pueblo, porque jamás lo hacen, sino para corregir sus faltas de políticas y previsiones.
Con la mismas energía que han beneficiado con resoluciones, decretos y leyes a las grandes empresas, las multinacionales, las corporaciones económicas y financieras, la banca en general, los bolsillos del sindicalismo entreguista, corrupto y engordado y desde ya sus propias fortunas, hoy tienen la obligación de hacerlo para con el pueblo, en éste caso de Santa Fe. Los políticos son los culpables de habernos traído a las puertas de nuestras casas el hambre, la pobreza y la indigencia, como en las veredas de las empresas la desocupación y la subocupación. En ambos casos por cifras millonarias, no en dólares, sino de personas de carne y hueso.
Después de doce días después del avance incontrolado del agua podemos ver como la ayuda no llega convenientemente, se pierde en los vericuetos de la burocracia y de los desvíos propios de la impronta del poder político, las fuerzas de armadas y de seguridad se van retirando, los organismos internacionales que pretenden ayudar dudan de las autoridades a las cuales no tienen más remedio que controlar para que llegue a los necesitados, la demora en la asistencia psicológica y de la forma que la catástrofe dejó de ocupar la primaria atención de los medios de comunicación y de información. Éstos deben necesariamente y en forma urgente convertirse en denunciantes para conseguir al menos un poco de control, ya que conocemos lo que pasó y quienes fueron las víctimas.
Sabemos que nunca más los damnificados volverán a ser los mismos debido a que el sufrimiento ha sido supremo, las pérdidas de las pertenencias propias son irrecuperables, los años de sacrificios han quedado bajo las aguas o bien éstas se los han llevado y cientos de miles de sueños han quedado ahogados.
Si el sistema imperante, capitalista por cierto, fuera en algún rincón de su existencia un sistema que considera al ser humano como centro y a sus necesidades básicas como irrenunciables hoy debería dar esa señal siempre negada mediante sus acólitos partidarios -políticos, empresarios, sindicalistas y corporaciones de todo tipo- que se preocupan siempre por pertenecer a él.
Ellos estar disponiendo las políticas necesarias para financiar sin devolución de ningún tipo la reconstrucción de todo lo destruido, los dineros necesarios para la vestimenta y los bienes del hogar, los útiles escolares, la construcción de los hospitales y las escuelas que sean necesarias, la entrega de comida, medicamentos y elementos de limpieza necesarios, el reestablecimiento de todos los servicios públicos, la entrega de nuevas tierras que sean seguras para poder vivir dignamente y desarrollar las actividades económicas necesarias para establecer el comienzo de la nueva vida después del horror vivido. O sea, garantizar un desarrollo que sea sustentable en el tiempo.
Exigimos que los estamentos ejecutivos tomen decisiones urgentemente, a los legisladores que establezcan todo el andamiaje legal necesario y a los fiscales federales y jueces investiguen y sentencien a quienes no cumplieron con su deber y sus obligaciones públicas como asimismo fallando a favor de los que perdieron.
Hoy por hoy debemos asegurar que nos han enseñado a no confiar en ellos y ser escépticos frente a las decisiones tomadas a favor del hombre común. No por eso perderemos la confianza en que todo esto cambie de una vez por todas, nosotros estaremos activos y militantes para que así sea, porque estamos convencidos que después que el astillado sistema se quiebre nos debe encontrar unidos para diseñar las políticas necesarias y de todo tipo para que como pueblo soberano y que debe autodeterminarse vaya definiendo un horizonte que incluya a todos.
Sabemos que siempre existen los imponderables de cualquier tipo y naturaleza, por eso debemos estar prevenidos y preparados, no debemos permitir nunca más que ante los problemas no tengamos las soluciones debidas. Nadie puede garantizarnos que mañana algunos o muchos de nosotros no seamos esa niña o ese niño, esa anciana o ese anciano, o esas mujeres y esos hombres que hemos visto llorar de dolor, desconsuelo, desesperación e impotencia.
13 de mayo del 2003