En defensa de la verdad histórica
¿Cómo llegaron los primeros nazis fugitivos a la Argentina?
Juan Salinas
Una nota publicada por Página/12 con la firma de Sergio Kiernan ayer
(ver abajo) informa sobre la preocupación del Congreso de los Estados
Unidos por la reticencia, cuando no simple negativa, de las autoridades argentinas
a entregar documentación probatoria del modo en que una ingente cantidad
de nazis llegó al país a partir de 1945.
No es mi ánimo polemizar con el enfoque del articulista, que como en
una larga serie de notas anteriores ensalza el libro de Uki Goñi La verdadera
Odessa que puso en evidencia la red montada por Juan Perón con aquél
propósito. Pero en defensa de la verdad histórica, no puedo dejar
pasar uno de sus párrafos sin hacer un comentario. Se trata del siguiente:
"La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo
haberse fijado un límite infranqueable: la participación activa
de Juan Domingo Perón en la llegada de los nazis a la Argentina".
La discrepancia es doble. Por un lado, el capítulo del informe de la
Ceana relativo a la actividad de los submarinos alemanes en el mar argentino
con especial referencia a los dos que se rindieron en Mar del Plata el 10 de
julio y el 17 de agosto de 1945, redactado por Ronald Newton, no es un buen
trabajo académico. Por el contrario, se trata de una falsificación
histórica, como se prueba detalladamente en nuestro libro (de quien escribe
y de Carlos De Nápoli) Ultramar sur. La última operación
secreta del Tercer Reich (Norma). Por el otro -y aún más importante-
en él se prueba a partir de la documentación existente que los
primeros nazis que llegaron a la Argentina lo hicieron en submarinos; que lo
hicieron bajo la vista gorda de Winston Churchill y el Almirantazgo británico,
y que fueron ayudados en su desembarco por la Armada argentina cuyo jefe, el
vicealmirante Vernengo Lima era entonces el principal enemigo del coronel Juan
Perón, y cuyos subordinados intervinientes en la maniobra (como el capitán
Isaac Rojas) iban a ser, diez años después, los principales protagonistas
del cruento golpe de Estado que derrocó a Perón.
Ya que hablamos de reticencias y negativas y ante el llamativo silencio de los
medios en cuanto a hacerse eco de este crucial descubrimiento histórico,
invito a los interesados a que lean la síntesis que se incluye debajo
del artículo de Kiernan.
El escándalo de los archivos nazis llega al congreso de EE.UU.
Un diputado demócrata presentará el reclamo para que el gobierno
argentino "libere la documentación sobre la llegada de nazis".
Facsímil de la presentación
del diputado Maurice Hinche.
Por Sergio Kiernan
El notable silencio que mantiene el gobierno argentino sobre los reclamos para
que realmente abra sus archivos nazis a los investigadores está a punto
de convertirse en un segundo papelón internacional. El primero fue la
publicación en marzo de una extensa nota en el prestigioso diario The
New York Times. Esta semana, la cosa es todavía más seria: el
diputado demócrata Maurice Hinche presentará un proyecto de resolución
para que el Congreso de los Estados Unidos "urja al gobierno argentino a liberar
los documentos oficiales sobre la relocación a Argentina de nazis y otros
criminales de guerra" luego de 1945.
En su escrito ante la Cámara de Representantes, el diputado Hinche le
recuerda a Argentina sus deberes como parte de la Task Force internacional para
la Cooperación en la Educación, el Recuerdo y la Investigación
sobre el Holocausto y signataria de la Declaración de Estocolmo, que
obliga a las partes a "arrojar luz sobre las áreas todavía obscuras
del Holocausto." El pedido de declaración detalla que en 1997 Argentina
creó la Ceana, la Comisión para el Estudio de Actividades Nazis
en Argentina, con el explícito mandato de investigar quién vino
al país, qué botín trajo y qué actividades desarrolló.
Con cortesía diplomática, Hinche señala que "hacen falta
más esfuerzos (que los realizados por la Ceana) para que Argentina cumpla
con sus obligaciones internacionales e ilumine la llegada de nazis al país".
La Ceana, que realiza un buen trabajo académico, parece sin embargo haberse
fijado un límite infranqueable: la participación activa de Juan
Domingo Perón en la llegada de los nazis a Argentina. La Comisión,
que cuenta con un rutilante firmamento de investigadores locales y extranjeros,
parece extrañamente incapaz de encontrar los documentos que revelen exactamente
cómo fue la ruta de las nazis que terminaba en Buenos Aires. Es una miopía
sospechosa: los reclamos actuales se basan en el simple hecho de que un investigador
argentino, el periodista Uki Goñi, encontró esos mismos papeles
sin ayuda oficial y sin las herramientas de una Comisión creada por el
mismo presidente de la Nación. Para peor, publicó sus hallazgos
en el libro La verdadera Odessa.
El libro sostiene que Juan Domingo Perón creó, literalmente en
su despacho de la Casa Rosada, una red internacional de agentes que trajo a
centenares de criminales de guerra al país. Usando las embajadas argentinas
en seis países europeos y creando oficinas "de inmigración" como
bases, los agentes dieron nuevas identidades, documentos, dinero y pasajes a
alemanes, franceses, belgas, holandeses y croatas. Como bien recuerda el diputado
Hinche, en esos momentos llegaron asesinos como Erich Priebke, Adolf Eichmann,
Ante Pavelic y Kurt Christmann. La red operó durante varios años,
costó una fortuna y fue de lejos la más compleja operación
internacional de la inteligencia argentina.
Por las suyas y con trabas oficiales más o menos explícitas, Goñi
rastreó papeles por toda Europa y en Estados Unidos, encontrando allá
lo que aquí no se exhibe o se niega que existe. Su libro fue publicado
primero en Londres y luego en EE.UU. por Granta Books. En diciembre se editó
en castellano y fue entonces que el Centro Simon Wiesenthal envió cartas
a la SIDE –heredera de los archivos de inteligencia de la época de Perón–,
al Ministerio del Interior –que daba a través de Migraciones los documentos
a los nazis–, y a la Cancillería –que manejaba las "bases" de la red–
pidiendo que los documentos que Goñi obtuvo o averiguó que existían,
fueran liberados a otros investigadores.
Las respuestas fueron un verdadero desfile de mala fe. El jefe de Inteligencia
contestó que no existían esos papeles, agregando confusamente
que igual sólo se entregan cuando los pide la Justicia. Interior y Exterior
ni se molestaron en contestar. La Conferencia Episcopal Argentina, preguntada
por el más que activo apoyo de la Iglesia a la redde Perón, se
fue por la tangente contestando que "como en esa época no existía",
mal podía entregar papeles de "esa época."
Página/12 cubrió estas idas y venidas en una serie de notas publicadas
desde diciembre. El domingo 9 de marzo, el corresponsal del New York Times en
Argentina, Larry Rohter, subió la apuesta con una página completa
–de hecho, la página 3, la más importante del diario– revelando
el mutismo oficial argentino. El diputado Hinche hasta cita esa nota en su proyecto
de declaración.
Los funcionarios Carlos Ruckauf, Miguel Angel Toma y Jorge Matzkin, ahora de
salida del poder, mantuvieron un pétreo silencio ante los sucesivos requerimientos.
Silencio que ya rindió papelones periodísticos y ahora le dejará
al próximo gobierno otro, más grave, con el Congreso de los Estados
Unidos.
Obediencia debida y zona liberada
Cómo fue que al término de la Segunda Guerra Mundial el jefe de
la Armada Argentina, enemigo jurado del "nazi" Perón, estableció
un "área libre" para que los submarinos alemanes fugitivos pudieran desembarcar
sin contratiempos y por qué resulta obvio que lo hizo acatando una "sugerencia"
de Londres y acaso también de Washington.
JUAN SALINAS Y CARLOS DI NAPOLI (*)
Habían pasado tres semanas desde la capitulación de Alemania.
En la imponente Escuela Naval de Narwick, junto a Flensburg, cerca de la frontera
con Dinamarca, transcurrían las últimas horas del "gobierno" presidido
por el almirante Karl Dönitz, al que el desaparecido Adolf Hitler había
nombrado sucesor. Las relaciones entre los aliados anglosajones –que combatían
encarnizadamente con las tropas japonesas en Okinawa- y la Unión Soviética
eran muy tensas, entre otras cosas por la benevolencia británica para
con ese gobierno residual.
En Buenos Aires, el jefe del Estado Mayor de la Armada argentina, vicealmirante
Héctor Vernengo Lima -anglófilo y acérrimo enemigo del
ascendente coronel Juan Domingo Perón, a la sazón vicepresidente
y ministro de Guerra- le envió una comunicación secreta al ministro
de Marina, contralmirante Alberto Teissaire. En ella -fechada el 22 de mayo
de 1945- le informó que según el Ministerio de Relaciones Exteriores,
varios submarinos alemanes estaban cruzando el Atlántico rumbo a la Argentina.
Vernengo Lima agregó que al parecer los submarinos alemanes intentaban
llegar al Japón. "Este Estado Mayor General opina que debe darse la orden
al señor Comandante en Jefe de la Escuadra de Mar para que evite el pasaje
de submarinos alemanes del Atlántico al Pacífico, estableciendo
un patrullado conveniente en el extremo Sur hasta nueva orden", recomendó.
Teissaire ordenó el patrullaje pero todo indica que no guardó
debidamente el secreto. Al trascender, la nota de Vernengo Lima desató
una aguda lucha diplomática. La Embajada de los Estados Unidos se desesperó
por averiguar cómo había obtenido la Marina argentina información
de que varios U-Bootes (Untersesbootes, submarinos) estaban navegando rumbo
a la Argentina. Desde su punto de vista, podías descartarse que la fuente
original fuera el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ergo: su mención
no había sido más que un subterfugio de Vernengo Lima para encubrir
a la verdadera (ver recuadro).
"La actitud de las autoridades navales argentinas (...) de rehusarse a revelar
la fuente de su información sobre la proximidad de submarinos alemanes
a la costa argentina es extraordinaria, hablando en términos moderados",
informó a sus superiores el 29 de mayo Eric Wendelin, de la División
de Relaciones Exteriores en el Río de la Plata del Departamento de Estado.
Furioso, Wendelin recomendó extremar la presión y amenazar al
gobierno argentino con todo tipo de represalias, incluida la de denunciarlo
públicamente como protector de los fugitivos nazis cuando en octubre
se realizara en San Francisco la solemne reunión fundacional de las Naciones
Unidas.
Al día siguiente, 30 de mayo, el jefe de la Escuadrilla de Torpederos
de la Armada informó que la marina chilena ya estaba vigilando el Estrecho
de Magallanes, y que pronto la argentina se sumaría a la tarea. El alto
oficial estimó que si los submarinos alemanes intentaban llegar a Japón,
intentarían llegar al Pacífico luego de pasar por el Estrecho
de Lemaire o bien bordear por el oeste la Isla de los Estados.
Según le comunicó seguidamente la Cancillería argentina
al Foreign Office, la Armada argentina estaba movilizando todos los destructores,
torpederas y barreminas disponibles, así como a la aviación naval,
para realizar un patrullaje intensivo de las costas marítimas e incluso
había dispuesto que un grupo de destructores formase una cadena en el
Cabo de Hornos a fin de impedir que los submarinos alemanes alcanzasen el Pacífico.
Aun así, resulta evidente que, si en verdad se hizo, el patrullaje argentino
fue pour la galerie y se habrá desarrollado fugazmente y en un clima
de distensión, pues antes de que comenzara, en la noche del 28 al 29
de mayo el Almirantazgo británico anunció en Londres que "Todos
los buques que naveguen el Atlántico podrán hacerlo con las luces
encendidas". Estas palabras obraron como un bálsamo en quienes surcaban
el océano. El mensaje equivalía a asegurar que ya no había
peligro alguno. Por lo que, cuatro días más tarde, Vernengo Lima
ordenó suspender el patrullaje.
Una pareja en bote
El 9 de junio se cumplió un mes de la formal capitulación de Alemania
en Berlín. En la desvastada capital alemana, el héroe de Stalingrado,
el mariscal Giorgi Zucov, cuyas tropas habían ocupado el bunker de la
Cancillería berlinesa, ofreció una conferencia de prensa junto
a otros altos jefes militares de las potencias vencedoras. Zucov admitió
entonces que "nosotros no hemos encontrado el cuerpo de Hitler" y añadió
que, por lo que sabía, Hitler había conseguido escapar de Berlín
en avión. Por fin dijo que los servicios de informaciones del Ejército
Rojo habían "establecido de manera indiscutible" que, a escasas horas
del supuesto suicidio de Hitler y Eva Braun, un submarino alemán del
tipo "gran crucero" se había hecho a la mar en Hamburgo, llevando a una
mujer entre su tripulación.
Habían pasado más de dos semanas desde entonces cuando, el 26
de junio, la jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (PBA)
informó desde La Plata al mayor Oscar Contal, jefe de Coordinación
Federal, que un submarino no identificado había sido visto en el Golfo
de San Julián (sic) mientras era reabastecido de combustible por un velero.
Del submarino –continuó el informe- habían desembarcado en un
bote de goma un hombre y una mujer. La pareja –puntualizó- había
sido recibida por un ciudadano alemán que la había traslado en
otro velero hasta una playa cercana a Stroeder –al sur de la provincia de Buenos
Aires- y desde allí por vía terrestre hasta una estancia recientemente
comprada, cerca de la localidad de Verónica.{[1]}
Holger M. Meding, autor de La ruta de los nazis, señala que "ni la chismosa
colectividad alemana en general, ni la elite nazi en el exilio, y ni siquiera
un buen amigo de los nazis como el Capitán de Navío Eduardo Aumann{[2]}
tuvieron conocimiento cierto de los desembarcos" y destaca que ningún
informe "secreto" de la marina o la policía, con información sobre
posibles desembarcos salió a la luz después de la caída
de Perón y conjetura que, de haber existido esos informes, los enemigos
de Perón los habrían revelado.
Los enemigos de Perón, en cambio, jamás lo acusaron de haber sido
cómplice de desembarcos clandestinos de submarinos alemanes fugitivos.
Y al dictarle sus monumentales memorias a Jorge González Crespo, el almirante
Isaac Francisco Rojas, principal líder del golpe militar que derrocó
a Perón en septiembre de 1955, se limitó a hacer un escueto comentario
acerca de los submarinos alemanes que huyeron hacia la Argentina, asunto que
no podía obviar, ya que dos de ellos se habían presentado en la
base naval de Mar del Plata (el U-530, el 10 de julio, y el U-977, el 17 de
agosto, pasados tres meses y una semana desde el final de la guerra en Europa).
Rojas se limitó a comentar que ambas rendiciones suscitaron "toda suerte
de versiones que implicaban la especie de que en ellos venían importantes
jerarcas nazis y grandes tesoros del Tercer Reich"y a pontificar que "todos
estos comentarios fueron elaborados mediante sectarios intereses políticos
y económicos que a la luz de los años nunca pudieron ser corroborados".
Se trata de un comentario inesperado en quien jamás desperdició
la menor oportunidad de proclamarse enemigo mortal de los totalitarismos y enrostrarle
a Perón complicidades reales o supuestas con el nazismo.
Sucede que había estado involucrado personalmente en aquellos desembarcos.
La tragedia del Bahía
El 4 de julio por la mañana, el crucero brasileño Bahía,
que se encontraba muy lejos de la costa asistiendo el cruce de los aviones de
la US Air Force desde Europa al teatro de operaciones asiático -donde
Japón seguía combatiendo- desapareció bajo las aguas. Una
enorme explosión destruyó su popa y mató a unos cien de
sus 472 tripulantes, entre los que había cuatro radioperadores norteamericanos.
Incomprensiblemente, su desaparición no fue registrada por el Comando
Naval del Nordeste con base en Recife hasta cuatro días más tarde,
cuando la mayoría de los naúfragos habían perecido de sed.
Sólo sobrevivieron 36 hombres, menos de la décima parte. Se trata
de la mayor tragedia naval brasileña de la historia y sus 336 víctimas
superan en número a las del crucero General Belgrano, torpedeado por
el submarino nuclear británico Conqueror en 1982.
La noticia –la Marina Brasileña atribuía la explosión a
"una mina a la deriva"- fue dada por los diarios argentinos el martes 10 de
julio, y de inmediato opacada por otra, ya que esa misma mañana se rindió
el U-530. "Es muy difícil explicar el impacto que produjo la aparición
en la base de Mar del Plata de uno de los famosos submarinos alemanes. La distancia
tecnológica entre nuestros submarinos y los de ellos era mucha y sus
tripulantes eran para el público lo que fueron los astronautas de la
NASA a fines de los años ‘60", contextualizó un alto vocero de
la Armada.
El U-530 era un moderno submarino del tipo IX-C, de 77 metros de eslora (largo)
y 1.120 toneladas de desplazamiento. Su aspecto era calamitoso. El casco, despintado
y marrón rojizo por el óxido, contrastaba vivamente con el gris
acerado de los submarinos argentinos. Carecía de cañón
y ametralladoras, y de los 22 torpedos que componían su dotación
habitual sólo conservaba en los tubos uno, tu, eléctrico y descompuesto,
imposible de disparar.
Los 53 tripulantes tenían un promedio de edad de 23 años y en
su mayoría se presentaron indocumentados. Estaban a las órdenes
del teniente de navío Otto Wehrmut, de 25 años, a quien secundaba
el teniente Kurt Felix Schüller, hermano de Viktor, un oficial internado
en la Argentina desde 1939, cuando el acorazado Graf Spee fue hundido por orden
de su comandante en la rada de Montevideo.
El jefe de la base de Mar del Plata, capitán de fragata Julio César
Mallea, impidió que los desembarcados hablaran con los periodistas, alegando
tener precisas instrucciones del Ministerio de Marina{[3]}. Junto a Mallea se
encontraba un joven oficial del arma de submarinos y del Servicio de Informaciones
Navales (SIN) Francisco Manrique, de 26 años, quien reportaba directamente
al entonces capitán de navío Isaac Rojas, secretario del ministro
Tessaire.{[4]} Como había cursado la escuela primaria en el Colegio Alemán
de su Mendoza natal, "Paco" Manrique chapurreaba el idioma de Goethe. Las primeras
preguntas que le hicieron Mallea y Manrique a Wehrmut eran previsibles: "¿Estuvo
Hitler o algún otro dirigente del Reich a bordo?" {[5]}. Y enseguida:
"¿Hundieron ustedes al Bahía?".
Wehrmut negó con vehemencia ambas acusaciones. Reconoció en cambio
verbalmente -lo que no quiso hacer por escrito- que el fin de la guerra había
sorprendido al U-530 en aguas estadounidenses, y que en ellas había disparado
siete torpedos (de los diez que, dijo, habría cargado al zarpar de Noruega)
pero juró que en todos los casos había marrado a sus blancos,
los cuales, por si acaso, no quiso identificar.
El joven comandante alemán calculó que un segundo submarino se
entregaría en ese mismo lugar en el plazo de una semana. La noticia,
filtrada por los interrogadores a los periodistas, ganó la calle y fue
reflejada por los diarios. Noticias Gráficas incluso precisó que
"se encontraría cerca un submarino gemelo del U-530".
A pesar de que Argentina le había declarado tardíamente la guerra
a Alemania, la misma noche del jueves 10 la tripulación del U-530 fue
agasajada con un banquete en el que participaron en calidad de anfitriones sus
cancerberos y a cuyos postres habló y agradeció ese recibimiento
un emocionado Wehrmut. Mientras tanto, en Buenos Aires, el ministro Tessaire
se disculpó por el retraso en el interrogatorio de los marinos alemanes,
que atribuyó a la falta de intérpretes. Dijo que había
dado "instrucciones precisas de revisar el Diario de Navegación, investigar
la ruta efectuada por la nave hasta llegar al puerto argentino y estudiar las
operaciones navales realizadas", ya que el análisis de esos documentos
permitiría "dejar perfectamente aclarados los rumores de que a bordo
del buque había personalidades políticas germanas o que las mismas
hubieran desembarcado con anterioridad en otro lugar de la Argentina"{[6]}.
Pero hacia la medianoche, inesperadamente, el Ministerio de Marina dio a conocer
un comunicado. Resultaba obvio que su redactor no había sido el ministro.
Consistía en cuatro afirmaciones, a cada una más sorprendente:
"Primero: que las investigaciones practicadas establecen que el submarino alemán
U-530 (...) no fue el que originó el hundimiento del Bahía". Leído
con suspicacia, alentaba las sospechas de que los ignotos redactores sabían
que el responsable había sido otro U-Boote.
"Segundo: que a bordo de la citada nave no llegó ningún político
ni militar alemán". Una aseveración absurda pues todos los tripulantes
eran militares alemanes.
"Tercero: que antes de entregarse a las autoridades, no llegó a la costa
argentina ninguna persona procedente de la embarcación". Una afirmación
harto temeraria, pues el ministro había dicho que aún no se había
interrogado a la tripulación, y por cierto, pronto se sabría que
al submarino le faltaba un bote de salvamento.{[7]}
"Cuarto: que las personas desembarcadas pertenecen todas la tripulación
del submarino, cuya nómina se ha dado a conocer". ¿Qué nómina?
Como la inmensa mayoría de los prisioneros se había desembarazado
de sus documentos de identidad, esa lista era producto de su mera declaración.
El comunicado nada decía acerca de que al U-530 le faltara la práctica
totalidad de su armamento, torpedos y aparatos de precisión. Y, menos,
que se hubieran extraviado el cuaderno de bitácora y los libros de navegación,
a los que Teissaire se acababa de referir.
Periodistas y marinos brasileños reaccionaron indignados ante tantas
afirmaciones sin fundamento. Y O Globo señaló que "Hay fuertes
indicios de que un submarino nazi habría sido el responsable del desastre
(del Bahía), al haber alcanzado con un torpedo su pañol de popa".
"El almirante Jorge Dodsworth Martins, comandante naval del Centro" con base
en Río de Janeiro, continuaba la crónica, "insistió en
la hipótesis de que el Bahía fue alcanzado por un submarino alemán
que se refugió en la Argentina y que ello coincide con la versión
de que chocó con una mina, que bien pudo haber sido lanzada por este
corsario".
En la misma edición O Globo también informó que, contradictoriamente,
"Junto al comando naval argentino, el Departamento de Marina estadounidense
hizo sus investigaciones y concluyó que el submarino alemán U-530,
ahora en Mar del Plata, no tiene ninguna responsabilidad en el hundimiento del
Bahía". De esta modo confirmó así que el fulminante comunicado
exculpatorio del Ministerio de Marina argentino había sido redactado
en acuerdo con Washington, que insólitamente negaba que marinos estadounidenses
hubieran estado en el Bahía al momento de la catástrofe, presencia
que ya había sido revelada por dos sobrevivientes.
El jefe del Comando Naval del Nordeste, vicealmirante Oliveira Texeira, anunció
la apertura de una investigación para determinar cómo se había
producido la voladura de la popa del Bahía. Al dar la noticia, O Jornal
adelantó que siendo muy "pocos los sobrevivientes del desastre, serán
menos quienes estarán en condiciones de prestar un testimonio esclarecedor,
teniendo en cuenta que, según se sabe, el hundimiento se produjo de manera
bastante rápida". Los investigadores, explicó, manejaban tres
hipótesis: "una explosión en el pañol de la pólvora,
el choque con una mina, o la menos probable del torpedeamiento". Por lo visto,
Oliveira Teixeira deseaba desechar de antemano esta posibilidad.
Para O Globo no podía descartarse que el U-530 se hubiera escondido,
al acecho, en las rocas de San Pedro y San Pablo. Aunque no lo aclaraba, esa
sospecha se fundaba en que el 24 de junio un avión de reconocimiento
de la MB había detectado junto a ellas la presencia de un submarino.
Más importante aún: el vespertino A Noite destacó que "una
alta autoridad naval" había confirmado que el día anterior al
hundimiento del Bahía -es decir, el 3 de julio- el torpedero Bocaina,
al mando del comandante Augusto Lopes Da Cruz había detectado un submarino
no identificado cuando navegaba por la misma zona en la que el Bahía
se había hundido.
Los diarios uruguayos aseguraban que otro submarino merodeaba la desembocadura
del Río de la Plata esperando el momento de entregarse. Y La Nación
señaló que las autoridades navales argentinas no descartaban "la
posibilidad de que algunos submarinos puedan haberse refugiado en caletas aisladas
(de la costa argentina), donde pueden permanecer tiempo indeterminado"{[8]}.
Wehrmut y sus hombres habían admitido que no navegaban solos. O bien
habían informado también que otros U-Bootes habían proseguido
su marcha hacia el sur, o la Marina Argentina había obtenido ese dato
preciso de Washington, de Londres o simultáneamente desde ambas capitales.
El rumor de que pronto llegaría otro U-Boote ganó la calle, que
rebautizó al joven comandante alemán como "Cinzano", no sólo
por el vermut al que parecía aludir su apellido, sino también
porque la aparición del U-530 era percibida como un aperitivo antes de
la aparición del plato principal. La expectativa, describe Jorge Camarasa,
era enorme, ya que "los cadáveres de Hitler y de su flamante esposa Eva
Braun no habían sido hallados, y la historia del suicidio y la posterior
cremación de los cuerpos podría haber sido urdida para facilitar
su fuga...".
Ante esta conmoción pública, Mallea ofreció una breve rueda
de prensa. Informó en la base naval que Wehrmut y los demás oficiales
alemanes decían haber zarpado el 19 de febrero de un puerto alemán
–por Kiel- y haber permanecido en las costas noruegas hasta el 3 de marzo, fecha
en que afirmaban haber zarpado junto a otras naves hacia el Atlántico
Norte, al que habrían llegado con muchas provisiones pero con muy poco
combustible.
Sin aclarar como habían podido llegar entonces a Mar del Plata, Mallea
agregó que a bordo del U-Boote prácticamente no se había
encontrado documentación, y que los oficiales alemanes decían
haber arrojado al mar el cuaderno de bitácora y los libros de navegación.
Del mismo modo, agregó, la mayoría de los tripulantes, especialmente
los más jóvenes, carecía de documentos que acreditaran
su identidad. Sin embargo, comentó que, dada su juventud, no parecía
razonable que entre ellos se hubieran infiltrado jerarcas nazis.
Avistamientos, persecuciones y desembarcos
Minutos después de terminada la rueda de prensa, se dio la alarma por
el avistamiento de un submarino. Había sido visto desde el faro Recalada,
situado sobre la playa de Monte Hermoso, en el extremo sur de la provincia de
Buenos Aires. Un avión de la base naval de Puerto Belgrano salió
en su búsqueda, pero regresó sin novedad.
Al mismo tiempo, el almirante Dodsworth Martins insistió en Río
de Janeiro en que "según mis cálculos de navegación, el
submarino pirata (por el U-530) pudo haber estado en el sitio del desastre del
Bahía en la mañana del 4 de julio". El almirante debía
haber hecho algunos cálculos elementales: Para llegar desde el lugar
del hundimiento (que, se sabría más tarde, era la intersección
de la línea del ecuador con la longitud 30ª O) en menos de seis días,
el U-530 tenía que haber navegado a 21 nudos, velocidad ciertamente alta
pero no imposible si se tiene en cuenta que -aunque la Armada Argentina siguiera
ocultándolo- se había entregado sin torpedos, cañón,
ametralladoras y municiones, un aligeramiento de peso de casi 50 toneladas,
lo que le permitía emerger medio metro adicional y ganar un décimo
de velocidad. Con ambos motores diesel funcionando a la máxima potencia,
era posible que hubiera podido llegar en ese plazo a Mar del Plata.
Dodsworth Martins insistió en que aun en el caso de que el U-530 no hubiera
hundido al Bahía, era probable que algún otro U-Boote lo hubiera
hecho, ya que en la víspera de la tragedia el torpedero Bocaina había
detectado la presencia de un submarino en la misma zona en que aquella se había
producido. Y añadió que aunque el U-530 hubiera pasado por las
rocas de San Pedro y de San Pablo antes del 4 de julio, tal como alegaban sus
oficiales, bien podía haber sembrado la zona de minas.
El almirante fue lapidario al descartar la hipótesis de una explosión
espontánea de la santabárbara del Bahía, tal como sostenían
fuentes anónimas y habían reflejado algunos medios. Y subrayó
que "desde el lado moral, el comandante nazi se hallaba en un estado de latente
agresividad contra Brasil, ya que pudiendo elegir un puerto brasileño
para rendirse, no lo hizo".
Al día siguiente, en Moscú, el diario Izvestia destacó
que "sería interesante saber quién viajó oculto y también
quién pudo abastecer a esa nave pirata con alimentos y combustibles durante
los dos últimos meses".
Sin documentos
El 12 de junio, Mallea admitió ante la prensa que el U-530 se había
entregado sin armamento útil y que Wehrmut reconocía haber disparado
frente a las costas de Nueva York siete torpedos a un convoy aliado que se alejaba
del continente sin haber dado en el blanco, así como haber ordenado arrojar
al mar poco antes de entregarse "los seis torpedos restantes" (sic), el cañón,
"que pesaba 5.000 kilos", las ametralladoras y municiones.
No explicó, en cambio, cómo, si había zarpado desde Noruega
para su última patrulla a principios de marzo, había pasado más
de tres meses sin reabastecerse de combustible. Necesariamente debía
haber sido reabastecido en alta mar o recalado en algún puerto amigo.
La falta de respuesta a este crucial interrogante aumentó la sospecha
de que hubiera pasado parte de aquellos tres meses a buen reparo, posiblemente
en una isla atlántica.
La Armada Argentina deseaba quedarse con la nave y ese mismo 12 de junio izó
en su mástil la bandera nacional, pero la reacción de los Estados
Unidos y Gran Bretaña fue fulminante: no sólo exigieron a coro
la entrega inmediata del submarino, sino también de toda su tripulación.
Ante el virtual ultimátum, y a fin de guardar las formas, el presidente
Farrell dispuso que una comisión -presidida por Perón- resolviera
la posición argentina. Horas después, el 13 de julio, tras señalar
que el U-530 había "violado voluntaria o involuntariamente (sic) los
compromisos contraídos en el acta de rendición de Reims" que obligaba
a todos los U-Bootes a "la entrega incondicional" a los aliados tras "emerger
izando una bandera negra", la comisión recomendó poner el submarino
"a disposición de los Estados Unidos e Inglaterra juntamente con su tripulación
y las actuaciones realizadas por nuestras fuerzas navales".
La persecución del Babitonga
Ese mismo 13 de julio, al cumplirse una semana del hundimiento del Bahía,
el Departamento de Marina de los Estados Unidos difundió un comunicado
en el que estimó que "si bien se desconoce la suerte de cuatro a seis
submarinos alemanes en el Atlántico, se cree que éstos fueron
hundidos. Por otra parte, se tiene la seguridad de que, si hubiera alguno navegando,
no estará ya operando en el Atlántico". A pesar de estas suposiciones,
el comunicado agregaba que aun en el caso de que hubiera algún U-Boote
navegando por el Atlántico, no era "factible" que tuviera "suficiente
radio de acción como para llegar al Japón".
La insistente mención a la supuesta intención de los U-Bootes
fugitivos de llegar al archipiélago japonés era una evidente "cortina
de humo": Para entonces, las tropas imperiales se batían en retirada
de la isla de Okinawa, dejando en sus playas centenares de miles de cadáveres
para concentrarse en la defensa de las islas centrales mientras la aviación
aliada descargaba miles de bombas incendiarias sobre Tokio. ¿Quién querría
llegar a Japón en esas circunstancias?
También el 13 de julio, el sonar del torpedero Babitonga, que había
reemplazado al Rio Grande do Sul en la Estación 13 –donde se había
hundido el Bahía- detectó dos cuerpos sumergidos a escasas 1.200
yardas. Parecían submarinos, y como no obtuvo respuesta a sus reiterados
pedidos de identificación, el comandante, capitán de corbeta Daniel
Dos Santos Parreira, dio la alarma a las naves del Grupo de Tareas 27.1.1 (que
se había formado para buscar a los náufragos del Bahía)
tras lo cual ordenó perseguir a los intrusos, acción que se ejecutó
durante cuatro días consecutivos.
El Babitonga y su comandante eran un orgullo de la MB. Al igual que el comandante
del Bahía, Garcia D’avila Pires Carvalho e Alburquerque, Dos Santos Parreira
- oficial del Estado Mayor, ingeniero civil e hidrógrafo- se había
especializado en Estados Unidos en la lucha antisubmarina. La nave que comandaba
era un torpedero moderno, versátil y con gran poder de fuego que había
servido durante los primeros años de la guerra en la US Navy con el nombre
de DE 101 Alger. Los Estados Unidos lo habían donado a Brasil para fortalecer
su capacidad de lucha contra los temidos lobos grises.
Alternadamente al mando de Dos Santos Parrerira y de su segundo, el capitán
Sergio Duarte Nunes, el Babitonga persiguó tenazmente a los misteriosos
submarinos. Curiosamente, al menos uno de ellos -¿o sería un tercero?-
parecía tener intenciones de permanecer en la zona, ya que el 18 de julio
el Babitonga volvió a captar nítidas señales de su presencia.
Con los hidrófobos, los técnicos corroboraron no sólo que
efectivamente el cuerpo hundido era un submarino, sino también que intentaba
pasar inadvertido, moviéndose muy lentamente, con sus hélices
girando a muy pocas revoluciones por minuto. Luego de aumentar la velocidad
de las propias hélices para descartar que el sonar estuviese retrasmitiendo
un eco propio, Dos Santos Parreira ordenó atacarlo con cargas de profundidad
convencionales y las de nuevo tipo, las letales hedge-hogs.
En medio de la refriega, los tripulantes del Babitonga observaron cómo
emergía fugazmente "a unas 800 yardas un objeto negro y brillante" con
aspecto de "casco acostado", tal como quedó consignado en los libros
de a bordo. El objeto se sumergió mientras desde el Babitonga le disparaban
un cañonazo, tras lo cual aparecieron en la superficie grandes bolas
de agua, señal de que la inmersión había sido muy rápida.
Tras la lluvia de cargas de profundidad lanzadas a continuación, no observaron
ninguna señal, por lo que sobrevino una calma tensa y el uso intensivo
del sonar y los hidrófonos. Horas después el sonar detectó
nuevamente a un submarino en fuga, presumiblemente el mismo. El comandante ordenó
perseguirlo y arrojar una nueva serie de cuatro cargas de profundidad. Esta
vez, los artilleros parecieron haber tenido mejor puntería, pues afloró
una mancha de aceite "de 300 yardas de circunferencia", de la que el comandante
ordenó tomar una muestra efectuando un giro a toda máquina a fin
de no perder el rastro de su presa.
La aparición de esa mancha era una señal dudosa: podía
indicar que el submarino fugitivo había sido hundido o al menos dañado,
pero un marino con la experiencia de Dos Santos Parreira también sabía
que era habitual que los comandantes de los U-Bootes acosados ahuecaran el aceite
usado de las sentinas para despistar a sus perseguidores.
A pesar del rápido viraje, la pista del submarino se perdió ¿se
habría hundido? Para entonces el Marcilio Dias se había sumado
a la persecución. Ambos torpederos rastrearon en conjunto un área
de 14 millas de largo y 10 de ancho. Más tarde se sumó el Grajau,
pero la búsqueda se dio por terminada a las 18.
El 25 de agosto, tras amarrar al Babitonga en Recife, Dos Santos Parreira redactó
un pormenorizado informe en el que advirtió a sus superiores que creía
"viable la hipótesis de haber sorprendido el pasaje de submarinos enemigos
que, habiendo recibido fugitivos del Reich en algún punto del largo litoral
europeo, pretendían desembarcar en algún punto del litoral sudamericano",
por lo que recomendó que se intensificara la investigación sobre
la colonia alemana del Estado de Santa Catarina, cuyas costas e islas, recordó,
se habían transformado en "un escondrijo" de nazis fugitivos.
Del mismo modo, puntualizó que mientras perseguía a uno de los
submarinos no identificados, el 17 de julio, había escuchado por radio
que pescadores de un pueblo de Río Grande do Sul habían visto
a dos submarinos. "Es muy probable que estas naves sean las responsables del
hundimiento del crucero Bahía, cuando se consideraban al servicio del
Japón, potencia en guerra contra el Brasil", conjeturó.
Los análisis de las muestras de aceite y de las grabaciones de sonar,
ambos hechos en los Estados Unidos, determinaron que las primeras no pertenecían
a ninguna nave aliada en servicio, y que las segundas habían sido causadas
inequívocamente por un submarino.
Paradero desconocido
El mismo 17 de julio en que los pescadores gaúchos dijeron haber visto
a dos submarinos no identificados cerca de la costa, el oficial de la PBA Pedro
Longhi, a cargo del puesto de Mar de Ajó, informó del avistamiento
de uno frente a las costas de San Clemente del Tuyú. En realidad, decenas
de lugareños decían haber visto dos.
La noticia pronto llegó a oídos de la Armada. El radiograma 1505,
nº 802 de su Estado Mayor informó al Ministerio de Marina que a las 9
del día 17 de julio, varios civiles habían avistado a un submarino
a unos tres kilómetros de la playa de San Clemente del Tuyú y
también que el mismo se había sumergido al aparecer un avión.
"Volvieron a verlo diez horas más al sur sumergiéndose", añadió,
en obvia referencia a la existencia de más testigos.
Otro mensaje –que aunque carece de fecha, al parecer fue simultáneo o
inmediatamente posterior a aquel- le fue remitido al comandante de la Escuadra
de Mar: "Se espera que antes del 22, otro submarino alemán tome puerto
o desembarque personal en nuestra costa. Se supone que operará entre
Río de la Plata y Cabo Blanco. Explorar proximidades de la costa y apresarlo.
Escuadra de Río extenderá su exploración aérea hasta
Necochea y de superficie hasta Querandí"{[9]}.
A las 15, el Ministerio de Marina informó a las escuadras de Mar y de
Río y a la Prefectura que la Secretaría de Guerra le había
trasmitido a las 14.10 que la PBA tenía informes fidedignos de que en
San Clemente se había avistado un submarino, por lo que, de inmediato,
el capitán (Isaac) Rojas se había puesto en contacto con "el señor
Longui (sic), que lo había visto". Es una obvia referencia a Longhi,
el policía que había formalizado la denuncia.
Un nuevo radiograma de la Armada confirmó que, efectivamente, Longhi
le había informado a Rojas sobre el avistaje, aproximadamente a las 9,
de "una embarcación hacia el lado del faro de San Antonio, poco identificable
debido a la neblina. Que poco después, con sol, pudo constatar que era
una embarcación que en nada se parecía a los buques comunes y
que, comparándola con las fotografías publicadas del U-530 la
encontró parecida a ese submarino. Que estaba como parada a unos 3.000
metros de la costa. Que de lo que creía ser la torrecilla salían
dos cables, uno hacia la proa y otro hacia popa. Que no tenía chimeneas.
Que al aproximarse un avión se sumergió. Que más tarde,
a eso de las 1000 horas, lo vio él y otras personas un poco más
al sud, como si se dirigiera hacia Mar del Plata. Mar calmo. Que luego se sumergió
otra vez, no viéndolo más", transcribió Rojas.
Ese mismo 17 de julio Farrell y Perón firmaron el decreto 16.162 que
puso a disposición de Washington y Londres "el submarino, su tripulación
y las actuaciones producidas por el Ministerio de Marina con motivo de las investigaciones
practicadas". Y también ese mismo día se inició en Postdam
-la señorial residencia de los antiguos reyes prusianos- la cumbre de
los vencedores, para tratar la posguerra. Tan pronto como le presentaron al
nuevo presidente estadounidense, Harry Truman, Stalin, tratándolo de
la misma manera desenfadada como había tratado siempre al fallecido Franklin
Delano Roosevelt, le manifestó su certeza de que Hitler había
escapado.
El secretario de Estado norteamericano Jimmy Byrnes participaba en el cóctel
y recordó en su libro Speaking Frankly (Hablando francamente) que se
acercó al líder soviético, y luego de brindar con él
entrechocando sus copas, le preguntó a Stalin si creía que Hitler
estaba muerto. Y que Stalin le respondió: "No está muerto. Escapó
o bien a España, o bien a la Argentina".
Para tranquilizar a la opinión pública, los aliados anglosajones
no tuvieron mejor idea que instar a los altos oficiales de la Kriegsmarine prisioneros
a desmentir la posibilidad de que Hitler estuviera vivo y a salvo. Así
fue como el lugarteniente histórico de Dönitz, el almirante Eberhardt
Godt, estimó que "si se hubieran hecho preparativos para sacar a Hitler
de Alemania yo me habría enterado" y comentó que le parecía
inverosímil que el Führer hubiera huido, pues "le resultaría
imposible vivir como un señor cualquiera".
Al día siguiente de que Farrell y Perón firmasen el decreto de
entrega del U-530 y su tripulación, el 18 de julio, una comisión
del Senado de los Estados Unidos mantuvo en el Capitolio una larga reunión
con representantes de la Armada Argentina. A su término, el senador Mendell
Rivas declaró a la prensa que "si bien la Marina de los Estados Unidos
trata de localizar lo que quede de los submarinos alemanes por medio de aviones
y buques de superficie, no es de creer que alguno todavía esté
en el mar".
Ese mismo día el Almirantazgo británico admitió a través
de un breve comunicado que no podía calcular cuántos submarinos
alemanes faltaban entregarse. Simultáneamente, el Departamento de Marina
de los Estados Unidos demostró estar en el ajo. Informó que consideraba
"poco probable que alguno de los cuatro submarinos (sic) cuyo paradero se desconoce
esté cerca de la costa argentina, siendo indudable que debe haber un
error en la noticia de que se han visto submarinos nazis cerca de este país".
¿Un error? El 18 de julio a las 23 todos los buques de la Escuadra de Mar argentina
recibieron este escueto mensaje del Estado Mayor del arma: "Hidrófonos
vigías denuncian submarino atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad
punto posición proximidades El Fuerte".
Una farsa
En los escasos cinco días pasados desde el inicio de la persecución
del Babitonga -de la que no se había informado a la opinión pública-
y la conformación la comisión gubernamental que rápidamente
había aceptado las exigencias de entregar el U-Boote y su tripulación
a los Estados Unidos, habían pasado muchas cosas. Cerrando el círculo,
la advertencia a la Flota de Mar se refería a una nueva persecución
de un submarino no identificado. Esta vez mucho más al sur y a cargo
de un torpedero argentino, el Mendoza.
Veamos algunas de las cosas que habían sucedido en los cinco días
previos:
-El interrogatorio formal a Wehrmut, Schüller y demás oficiales
y tripulantes del U-530 recién se habían iniciado el 13 de julio.
Para entonces, las especulaciones acerca de si el U-530 había traído
a Hitler y hundido al Bahía habían crecido hasta transformarse
en un coro de ranas. A despecho de las versiones lanzadas por radar por Mallea
acerca de que los marinos alemanes los habían tirado al mar, los periodistas
recordaban la palabra oficial del ministro Teissaire y esperaban que de una
vez se hiciera público el contenido del cuaderno de bitácora y
de los libros de navegación.
-Durante la madrugada del 15 de julio el grueso de la tripulación del
U-530 había sido trasladada bajo custodia de la infantería de
Marina y en dos ómnibus de la empresa Cóndor a Buenos Aires. Habían
llegado a la Dársena Norte de Puerto Nuevo a mediodía. Y embarcados
en el aviso Cormorán, que los había conducido a la Isla Martín
García.
-El comandante Wehrmut, sus oficiales y los cuatro suboficiales de mayor rango
permanecían en la base de Mar del Plata, donde teóricamente seguían
siendo interrogados por una comisión integrada por el capitán
de navío José A. Dellepiane, los capitanes de fragata Carlos Ribero
y Patricio Conway, y dos intérpretes, los capitanes de corbeta Olindo
P. Berry y Bernardo Benesch. Estos dijeron a los periodistas que les a los alemanes
por qué habían arrojado al mar los cañones, ametralladoras,
torpedos y municiones y que aquellos se limitaban a encogerse de hombros y responder
Kapput.
-Uno de los interrogadores -narró el enviado especial de La Nación-
se quejaba de que al hecho de que "poco antes de rendirse, la oficialidad del
U-530 haya destruido casi toda la documentación, se le suma el silencio
que guarda, o lo poco explícita que es la tripulación cada vez
que se pretende obtener de ella algún dato referente al itinerario recorrido;
a las operaciones navales en que intervino" y a los otros "tantos interrogantes
que se plantean".
-De esta manera, la Armada ratificó oficiosamente que, a pesar de lo
afirmado por el ministro Teissaire, Wehrmut se habría desecho del libro
de bitácora y las cartas de navegación. En sus "trascendidos"
a los periodistas, los interrogadores también alegaron que "habría
que desterrar" la hipótesis de que el U-530 hubiera hundido al Bahía
por la imposibilidad de llegar desde las rocas de San Pedro y San Pablo hasta
Mar del Plata en seis días. A pesar de adelantar este juicio, los marinos
argentinos dijeron que no redactarían ningún comunicado oficial
sin antes consultar a los agregados navales de los Estados Unidos y Gran Bretaña.
- En rigor, los marinos argentinos no habían permitido a los capitanes
de navío Walter W. Webb y Valentin Maurice Wyndham Quin interrogar a
los prisioneros. El informe enviado por Webb a Washington fue lapidario: cada
tripulante alemán que salía de la sala de interrogatorios departía
con el que esperaba su turno, indicándole qué debía y que
no debía decir, a fin de unificar versiones.
Los interrogatorios habían sido una farsa.
La confirmación de Londres
Mientras las radios porteñas difundían la noticia de que según
la Armada las cartas de navegación y el cuaderno de bitácora del
U-530 se habrían evaporado, el 15 de julio la agencia Asociated Press
(AP) emitió un despacho de su corresponsal en Río de Janeiro en
el que se insistió en el hecho de que la marina brasileña había
"localizado y atacado" a un submarino "cerca del lugar en que se hallaba el
Bahía horas antes de que ocurriera la explosión" y ello, sumado
al "escepticismo de los peritos navales acerca de que la santabárbara
del Bahía pueda haber volado accidentalmente, y a los cálculos
respecto a que el U-530 tuvo tiempo de llegar a Mar del Plata entre el 4 y el
10 de julio, todo se ha unido en los últimos días para provocar
que la prensa de esta ciudad exprese abiertamente su insatisfacción por
las explicaciones del comandante del U-530".
El 17 de julio al menos dos docenas de vecinos del balneario San Clemente del
Tuyú -donde las aguas marrones aguas del Río de la Plata se diluyen
en el azul del océano- denunciaron a las autoridades haber divisado dos
submarinos de diferente tamaño navegando juntos a unos 5 o 6 kilómetros
de la costa, así como que el ruido de sus motores era perfectamente audible.
Por su parte, como ya se dijo, el oficial Pedro Longhi, a cargo del puesto policial
de Mar de Ajó - balneario situado al sur de San Clemente- también
dio fe de haber visto un submarino.
El avistaje de los vecinos de San Clemente fue rápidamente difundido
por radio, de manera que los vecinos de Mar de Ajó, "se situaron en el
muelle, con sus prismáticos mirando en dirección al norte" y afirmaron
que, efectivamente, pudieron ver a los dos submarinos, describió La Nación.
Su crónica aseguró no sólo que Longhi y un grupo de vecinos
anónimos habían visto a los sumergibles; sino también que
el enviado del diario El Tribuno de la ciudad de Dolores había informado
telefónicamente a su redacción que uno de aquellos había
encallado a 15 kilómetros al sur de San Clemente y a unos 200 metros
de la playa Las Margaritas, zona de "muchos canales y bancos de arena". El periodista
había entrevistado a un testigo del encallamiento que le había
contado cómo, a poca distancia de la costa, el submarino había
pugnado ruidosamente por zafar del banco de arena por espacio de unos 5 minutos
hasta conseguirlo, tras lo cual había navegado mar adentro y se había
sumergido. Aunque no publicó su nombre, El Tribuno dio fe "de la seriedad
de la persona" que había narrado la escena.
Crítica publicó esa tarde que ambos submarinos habían sido
ubicados y perseguidos por buques y aviones de la Armada, y recordó que
unas semanas antes se había encontrado un bote de goma abandonado en
una playa cercana a Necochea. El redactor especuló sobre la posibilidad
de que Hitler y Eva Braun lo hubieran utilizado para desembarcar .
Al U-530 le faltaba un bote de goma, y un bote de goma había sido encontrado
en las cercanías de Necochea a fines de junio o a principios de julio,
ratificó un sustancioso despacho de la agencia UP fechado en Londres
el 18 de julio. Ese detalle, con todo, no era lo más importante. Su lectura
dejaba sin respiración ya que contenía cinco informaciones a cada
cual más resonante.
- En las "esferas oficiales de esta capital -Londres- se insiste en que Hitler
desembarcó en la Argentina el 30 de junio último, transportado
por el U-530".
- Esas mismas fuentes daban "crédito a la versión de que el bote
de goma de que se hallaba dotado el submarino rendido en Mar del Plata" se había
encontrado "diez días antes de su rendición".
- Interpol había lanzado una orden de captura internacional contra Hitler.
- El U-530 -siempre de acuerdo a fuentes gubernamentales británicas-
había formado parte de un convoy de, al menos, seis submarinos.
- Los U-Bootes que integraban ese convoy no sólo habían hundido
al Bahía, sino que también habían desembarcado a un grupo
de dirigentes nazis en algún lugar de la costa argentina.
Que fuentes oficiales británicas hubieran hecho trascender estas informaciones
era inusual. Quizá se debiera a lo revuelto que estaba el panorama político
en vísperas de las elecciones celebradas el 25 de julio, en las que contra
todo pronóstico el conservador Winston Churchill sería derrotado
por el laborista Clement Richard Atlee. Fue un hecho tan conmocionante que durante
largos días el resultado de los comicios se mantuvo en secreto -so pretexto
de dificultades en el escrutinio- a fin de no debilitar la posición del
maltrecho imperio en la conferencia de Postdam.
El Mendoza al ataque
El informe de la oficial Comisión de Esclarecimiento de las Actividades
Nazis en Argentina (CEANA, 1998), la historia oficial, sostiene que "el día
17 un submarino que viajaba hacia el sur a unos tres mil metros de la costa
fue visto en distintas oportunidades al menos por 24 personas" y agrega que
al anochecer de ese mismo día, "el torpedero Mendoza, que patrullaba
mar afuera, avistó un periscopio y detectó sonidos submarinos
en sus hidrófonos" por lo que "persiguió el objetivo por una hora
y cuarenta minutos, disparando ocho cargas de profundidad sin resultado aparente,
hasta que la oscuridad lo obligó a abandonar las operaciones".
El documento fue redactado por el historiador canadiense Roland Newton, contratado
por el gobierno del presidente Carlos Menem. Como no precisa la ubicación
del torpedero, se entiende tácitamente que debía encontrarse cerca
de San Clemente y de Mar de Ajó, los lugares desde donde habían
sido avistados los submarinos. Pero la lectura del diario de navegación
del Mendoza depara no una, sino dos grandes sorpresas: La primera es que el
avistamiento no se produjo el día 17 sino el 18 de julio por la tarde,
y la segunda es que no fue frente a aquellas costas sino mucho más al
sur, frente a San Antonio, el mismo lugar en el que, tres décadas atrás,
la tripulación del buque hospital alemán Seidlyz había
pasado más de un año.
El Mendoza zarpó de Puerto Belgrano bien avanzada la noche del 17 de
julio rumbo al Golfo de San Matías. A las 10.05 del 18, a la altitud
60º divisó un "avión tipo Corsario rumbo oeste cota 300 m. Características
2-0-14" y a las 8.25 "puso proa a la costa para reconocer Caleta de los loros
y playas adyacentes", llegando "hasta dos millas de la costa". Como allí
no encontró nada, reanudó la navegación hacia el sur. Fue
bien entrada la tarde, a la altura de San Antonio, cuando la tripulación
vio con absoluta claridad, el periscopio de un submarino que se desplazaba dejando
una gran estela.
Dicen textualmente las anotaciones del diario de navegación correspondientes
a ese cuarto: "A 17.30 se avistó periscopio submarino al Av 140 del fondeadero
exterior San Antonio (especie caño sobresalía del agua color gris
claro); rodeaba al mismo una estela grande con intumescencia, rumbo aproximado
160. Se tocó alarma antisubmarina, máxima velocidad (23 nudos)
y se puso proa al lugar indicado donde se comenzó a largar bombas de
profundidad. Se patrulló toda la zona durante 1 h 40 m (hasta el anochecer),
largándose ocho bombas. A 19.10 se puso rumbo 107 rd=14 para alejarse
de la zona (...) y patrullar la costa norte abordable del golfo".
A las 21.05 -continúa el diario de navegación del Mendoza- se
avistó el faro Belén, momento a partir del cual se patrulló
la costa haciendo escucha hidrofónica hasta avistarse a medianoche el
faro San Matías. Desde entonces el Mendoza y tres aviones de la Armada
buscaron afanosamente durante dos días al submarino no identificado,
recorriendo el puerto y la Bahía de San Antonio hasta el Golfo de San
Matías y sus alrededores.
Cuando desde el Mendoza se avistó el faro San Matías, hacia una
hora que todos los buques de la Escuadra de Mar habían recibido el escueto
mensaje ya reseñado: "Hidrófonos vigías denuncian submarino
atacado con bombas hasta oscurecer sin novedad punto posición proximidades
El Fuerte".
Al día siguiente -19 de julio- el Estado Mayor de la Armada recibió
un nuevo mensaje: "Periscopio-San Antonio Este. He dispuesto reforzar exploraciones
allí". Camarasa describe que como era evidente que "la situación
iba más allá de una psicosis colectiva (…) determinó que
se movilizaran tropas, aviones y lanchas" y que "en medio de un alerta general
se detuvo a dos mujeres jóvenes, de nacionalidad alemana, una de las
cuales fue identificada como Maximiliana Oschatz. Al día siguiente de
la detención, ocurrida el 19 de julio, la captura fue rotundamente negada
por la policía provincial".
Área libre
Insólita e intempestivamente, el 21 de julio, el jefe de la Armada, Vernengo
Lima, ordenó suspender todos los patrullajes ¿Por qué? Es la pregunta
del millón.
Un interrogante no menor es por qué Vernengo Lima no revisó esa
medida cuando recibió nueva y precisa información sobre la presencia
de un submarino no identificado a diez millas de las costas del sur bonaerense.
Porque el jueves 24 de julio, a las 15.20, el Prefecto General Marítimo,
contralmirante Francisco J. Clarizza, le informó al Ministerio de Marina
que, siendo las 14, el subprefecto inspector a cargo de la costa marítima,
Demetrio Vergara, había recibido a un conocido empresario pesquero, el
Sr. Alfaro, quien le había informado que en la víspera, siendo
las 18 y estando en la estación Copetonas del Ferrocarril del Sur -a
la altura de los balnearios de Reta y Claromecó, unos cien kilómetros
al sur de Necochea- observó "un submarino que se encontraba como a 10
millas de la costa" cuya eslora era de alrededor de 70 metros y cuya torre estaba
"pintada de gris".
El viernes 23, tras regresar a su despacho en Ingeniero White -el puerto de
la ciudad de Bahía Blanca- el subprefecto Vergara le ratificó
telefónicamente al contralmirante Clarizza que debía "ser cierto
lo de la aparición del submarino" en la costa cercana a la estación
Copetonas, puesto que "tres tripulantes de la lancha Alfaro II" coincidían
en afirmar que el miércoles 23 "a la caída del sol, entre las
18 y las 18.30 y a 15 kilómetros de la costa vieron claramente emerger
y sumergirse a un submarino con proa al sur".
El contralmirante Clarizza llamó por teléfono a Rojas el sábado
26 a las 14.20. Rojas confeccionó el correspondiente informe para Vernengo
Lima. Puntualizó en él que Clarizza le había prometido
que al día siguiente, o a más tardar el lunes, estaría
concluido el correspondiente sumario .
Ese mismo sábado, Clarizza redactó un informe para ministro Teissaire.
Le explicó ue "tres tripulantes del Alfaro II manifestaron que, desde
tierra, a unos 15 km. de la costa, el día 23 del corriente, a la caída
del sol, de 1800 a 1830 horas, vieron emerger y sumergirse a un submarino, cuya
proa estaba orientada hacia el sur, rumbo que presumen habría tomado".
Para entonces, otro informe secreto de la Armada había dado aviso -el
viernes- del avistamiento de un submarino -acaso el mismo- cerca de Claromecó.
No hay constancia de que al enterarse de estas novedades Vernengo Lima haya
ordenado reanudar el patrullaje costero. Si la hay, en cambio, de que se puso
molestó mucho porque las noticias del avistamiento de un submarino el
día 23 hubieran llegado -aunque fuera sin mayores precisiones- a radio
Bahía Blanca, que las había difundido. Porque le ordenó
al capitán de navío Ernesto R. Villanueva, jefe de la "División
R" -contraespionaje- que averiguará cómo se había producido
la filtración.
Pasó casi un mes hasta que un nuevo submarino alemán, el U-977,
al mando del teniente de navío Heinz Schäffer, se entregó
en Mar del Plata. Durante ese tiempo pasaron cosas muy significativas, entre
ellas que Churchill perdió las elecciones y se lanzaron sendas bombas
atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, holocausto que forzó la rendición
de Japón.
A principios de agosto de 1945 la Marina evaluaba la posibilidad de descerrajar
un golpe de estado para derrocar al binomio Farrell-Perón con el apoyo
de los Estados Unidos. El embajador argentino en Washington, Oscar Ibarra García,
voló precipitadamente a Buenos Aires tras la aparición del U-530,
y en cuanto llegó se enfrascó en una larga conversación
con Farrell y Perón. El 3 de agosto cenó en la Embajada de los
Estados Unidos con el embajador Spruille Braden y 48 horas más tarde
regresó a Washington. Los servicios secretos norteamericanos consideraban
a Ibarra García un claro pro-nazi, y como tal figuraría en las
páginas del Libro Azul que Braden auspició en un fallido intento
por impedir el ascenso de Perón acusándolo de complicidad con
el nazismo.
El 7 de agosto Braden informó a la Secretaría de Estado el contenido
de su entrevista con Ibarra García. Además de reclamar "reconocimiento
por el envío del U-530 a los Estados Unidos como resultado de sus recomendaciones
desde Washington", el embajador argentino, escribió, le había
explicado que la Armada "temía efectuar un bloqueo de Buenos Aires para
derrocar al gobierno, ya que sólo tenía reservas de combustible
para dos semanas", razón por la cual, agregó, él mismo
se había comprometido personalmente "a conseguirle a la Marina el abastecimiento
necesario".
En la víspera, el Comando Naval del Nordeste había terminado rápida
y silenciosamente el sumario interno para establecer la causa del naufragio
del Bahia con la asombrosa conclusión de que… el crucero había
sido hundido a causa de una torpeza de propia tripulación. Un anónimo
y desaparecido operador de una de sus ametralladoras de 20 mm., decía,
le había pegado un tiro al lugar de la popa donde se guardaban las cargas
de profundidad, haciéndolas estallar.
El general Douglas Mc Arthur aguardaba el 17 de agosto a los emisarios japoneses
para entregarles un ultimátum. Tokio había ordenado el cese del
fuego, pero las tropas japonesas seguían combatiendo agónicamente
contra los chinos, deseosos de tomarse venganza por las masivas salvajadas que
los ocupantes su nación habían cometido.
Ese viernes, en el que en Argentina se rendía homenaje al general José
de San Martín al cumplirse 95 años de su muerte, amaneció
nublado. Las radios comentaban el hundimiento de Japón bajo la hecatombe
nuclear y el enfrentamiento de la víspera entre militantes de la Alianza
Libertadora Nacionalista, atrincherados en su sede de Corrientes y Florida,
y una columna de manifestantes antifascistas. Éstos habían apedreado
el edificio, pero habían sido repelidos desde el interior a tiros, con
un saldo de varios heridos de bala. Los manifestantes habían asaltado
una armería, pero la policía había acordonado la sede aliancista,
impidiendo que fuera asaltada.
A diferencia del U-530, el U-977 estaba recientemente pintado, y no ser por
la rotura del periscopio y una fea avería en el casco, cerca de la proa,
lucía impecable. Se presentó con 16 plazas libres, lo que provocó
todo tipo de suspicacias lógicas suspicacias (que iban a llegar al punto
de hervor cuando más tarde se conociera que había sido dado por
hundido en las cercanías de Bergen, Noruega). Era obvio sospechoso de
haber hundido al Bahía. Y por lo pronto estaba claro como el agua clara
que había pasado un mes escondido en alguna caleta del vasto litoral
marítimo argentino.
Gracias a la orden de Vernengo Lima, quien pronto, tras el triunfo de Perón
en las elecciones presidenciales de febrero de 1946, se iría a vivir
a los Estados Unidos.
Recuadro:
Rumores y bocadillos
Todo indica que quien le avisó a Vernengo Lima que un grupo de submarinos
alemanes estaba navegando hacia la Argentina fue, o bien el Almirantazgo británico,
o bien la US Navy. Pero reconocerlo implicaría reconocer tanto que staban
al tanto de las contingencias de la Operación Ultramar Sur, como que
hacían la vista gorda al declarar que la navegación por el Atlántico
ya no era peligrosa y que, en la práctica, habían auspiciado su
desembarco clandestino.
Esta fundada hipótesis sería contrarrestada más de medio
siglo después por el historiador canadiense Ronald Newton. Autor de un
buen libro, El cuarto lado del triángulo -parte de cuyo texto olvidaría-
Newton fue contratado por la Comisión de Esclarecimiento de las Actividades
Nazis en la Argentina (CEANA) prohijada por el gobierno del presidente Carlos
Saúl Menem como modo de compensar simbólicamente a la comunidad
hebrea por los nulos resultados de las investigaciones sobre los atentados cometidos
contra la embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina
(AMIA) con un saldo conjunto de casi cien muertos.
Como autor de uno de los capítulos del informe final de la CEANA, el
referido a las "Actividades clandestinas de la marina alemana en aguas argentinas
con referencia especial a la rendición de dos submarinos alemanes en
Mar del Plata en 1945", Newton apuntaló la historia oficial escrita sucesivamente
por los servicios de inteligencia de las marinas de guerra de Argentina, Estados
Unidos y Gran Bretaña y en especial refrendó dos patrañas
tamaño de un portaviones: que así como que para esa época
–1998- se conocía el destino que habían corrido todos los submarinos
alemanes (todavía hoy se desconoce la suerte de 55) y que "dos y solamente
dos se dirigieron a la Argentina".
A pesar de ser una verdad histórica irrefutable que el U-530 y el U-977
se encontraban navegando hacia la Argentina cuando Vernengo Lima informó
de ello a Teissaire, Newton imitó a los cronistas de espectáculos
al afirmar que la información que le había llegado al jefe de
la Armada y que éste le había trasmitido al ministro… no había
sido más que un chisme sin fundamento.
En suma: según Newton su "descubrimiento clave" fue el de que cuatro
días antes de que Vernengo Lima pusiera al tanto al ministro Teissaire,
el 18 de mayo, el agregado militar de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos
Aires, el general (en realidad, coronel John) Lang, le había contado
a un argentino no identificado "un sabroso bocadillo": que el canciller argentino,
había "recibido rumores acerca de la existencia de uno o más submarinos
alemanes que se dirigían a las costas argentinas". Newton asegura que
fue este "rumor" el que llegó a oídos de Vernengo Lima.
La principal fuente de Newton fue quien era entonces el agregado naval de la
propia embajada, el ya mencionado capitán Webb, quien había informado
a Washington que según había podido establecer, los "rumores"
se habían originado en esa misma sede diplomática.
Newton sostiene que como el "rumor" señalaba que la intención
de esos submarinos era "rodear el Cabo de Hornos y desembarcar en algún
punto del sur de Chile", informó Webb, el Ministerio de Relaciones Exteriores
argentino se lo habría notificado a los británicos y a la Armada
Argentina. Tras lo cual el Ministerio de Marina argentino había ordenado
"patrullar a todos los destructores y barreminas que tenía disponibles"
y "una barrera de destructores formó una red para impedir los desplazamientos
por el Cabo de Hornos".
A pesar de tantas precauciones, Newton destaca que no se localizó submarino
alguno..., lo que es absolutamente lógico, pues por entonces los que
se dirigían a la Argentina todavía se encontraban en el hemisferio
norte. Y al comenzar junio, mucho antes de que llegaran, se interrumpieron los
patrullajes por primera vez.
Al transcribir los resultados de la investigación de Webb, Newon, intenta
difuminar el hecho obvio de que el coronel Lang (el oficial residente de la
OSS, la Office of Strategic Services en base a la cual se creo la CIA en 1947)
debía estar informado por el jefe de la misma William "Bill Wild" Donovan
de las alternativas de la Operación Sunrise (Amanecer) tal como la denominó
la OSS, originalmente destinada a la rendición de las tropas alemanas
que combatían en Italia a fin de garantizar que los comunistas no tomasen
el poder, y que había derivado en la protección de los jefes derrotados
por parte de los halcones anglosajones que querían proseguir la guerra
contra la Unión Soviética. Al fin y al cabo, la Operación
Ultramar Sur no era más que un subproducto de aquella.
De creérsele a Newton, ¡Hop! El gobierno de Churchill pasa como por arte
de birlibirloque de ser obvio sospechoso de haber informado a la Armada Argentina…,
a ser informados por ella. Y la Armada argentina pasa a haber sido informada
por un general norteamericano que deliraba… con tan buena puntería que
imaginaba lo que en realidad estaba sucediendo: que un grupo de submarinos alemanes
navegaba hacia la Argentina.
Aun si Lang hubiera sido un adepto a los alucinógenos que tuvo la increíble
fortuna de acertar su pronóstico, la historia de Webb-Newton dejaría
flotando dos interrogantes: 1) Si la información original afirmaba que
los U-Bootes querían desembarcar en Chile ¿por qué Vernengo Lima
la había adulterado para afirmar que pretendían llegar a Japón?
2) ¿Al levantar el patrullaje costero, Vernengo Lima ejerció la obediencia
debida ante Londres, Washington o ambas capitales?
Es lógico concluir que las jefaturas de las marinas de los tres países
debieron haber obrado de consuno.
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{[1]} Esta información fue mantenida en secreto durante años,
hasta que la publicó el vespertino Crítica. El diario publicó
la copia de una nota de la Policía Federal a Contal, fechada el 27 de
julio, referida a dicho desembarco.
{[2]} Aumnan había sido el edecán naval del presidente Ramón
Castillo –derrocado por un golpe militar el 4 de junio de 1943-y fue desde aquella
época un conocido agente de Berlín para quien organizó
hacia el fin de la contienda una red de espías en Paraguay.
{[3]} Sin embargo, uno de los periodistas, el húngaro-argentino Ladislao
Szabó, de Crítica, logró burlar la prohibición y
un oficial le dijo, al parecer, que el destino de su viaje era… la Antártica.
Tan impresionado quedó Szabó que en 1947 publicó su libro
Hitler está vivo, que llevó el subtítulo "Se fugó
a la Argentina a bordo del U-977" (Editorial Tábano, Buenos Aires, 1947)
{[4]} Teissaire aceptaría secundar a Perón en la fórmula
presidencial que consagró su reelección en 1952. Rojas sería
el principal impulsor del golpe de septiembre de 1955 que derrocó a Perón.
Teissaire fue investigado entonces por una comisión presidida por Rojas
y terminó acusando a Perón de las peores tropelías, tal
como le propuso Rojas.
{[5]} Ver Submarinos alemanes en Mar del Plata, por Miguel Angel Moyano, publicado
en "Todo es Historia" nº 72 de abril de 1973.
{[6]} Ver La Prensa del 11 de julio
{[7]} Wehrmut diría a sus interrogadores que la noche antes de entregarse
había recalado cerca de Miramar, y por cierto, al U-530 le faltaba un
bote de salvamento.
{[8]} La Nación agregó que, no obstante, las autoridades navales
habían dicho tener plena seguridad de que "ninguno de los que faltan
es lo suficientemente grande como para que pueda llegar hasta el Japón".
Se adelantaban así al inminente comunicado del Departamento de Marina
estadounidense.
{[9]} Quien firmó su recepción fue el capitán de navío
José J. Almagro.