Faltando aún las cifras definitivas de las elecciones presidenciales en Argentina, queda claro que Menem (24,34% de los votos) y Kirchner (21,99%), son los candidatos que pasan a la segunda vuelta. La gran incógnita que queda, tanto para el sistema como para los que vienen resistiendo estas políticas, es si este resultado electoral pone fin a la profunda crisis de gobernabilidad del país, o si por el contrario, la fragmentación del voto del electorado entre seis propuestas afines al bipartidismo, mantiene abierta la disputa por la hegemonía política en el mismo bloque de poder y en el conjunto social..
El proceso electoral, viciado de irregularidades en su convocatoria, fue organizado a medida de la crisis de los dos polos del bipartidismo, peronistas y radicales. Se separaron las elecciones presidenciales, de las provinciales, y de la elección de diputados. Se habilitó la presentación de distintas fórmulas del mismo partido (por el Partido Justicialista hubo tres opciones). El comicio tenía como fin poner un freno a la deslegitimación de las fuerzas políticas tradicionales..
Todo hace pensar que la segunda vuelta significará la convalidación de Néstor Kirchner como presidente del país. Esto requiere entonces algunas consideraciones adicionales. Su candidatura expresa fundamentalmente la continuidad de la política del actual presidente Eduardo Duhalde. No representa un cambio de política, sino su prolongación en el tiempo..
Su candidatura no surge como un liderazgo natural (llega a concretarse luego de que Reutemann, gobernador de Santa Fe rechazó ser candidato, y que De La Sota no pudo concretar un suficiente apoyo). Habiendo aparecido como "la cara posible" del sector del justicialismo liderado por Duhalde, Néstor Kirchner alcanza el segundo lugar en la primera vuelta -que le permite llegar al ballotage- con el significativo voto de la Provincia de Buenos Aires (territorio donde "manda" Duhalde -desde que fuera gobernador de esa provincia-), donde queda en primer lugar con el 25% de los votos, un 5% más que los que recibe Menem..
Recibe también los votos mayoritarios en las provincias patagónicas (Santa Cruz, Río Negro, Neuquen, Chubut, Tierra del Fuego), y de las provincias norteñas de Jujuy y Formosa. Menem no alcanza el primer lugar ni en la provincia de Buenos Aires, ni en la Capital Federal (donde ganó el candidato de la derecha Ricardo López Murphy, seguido de Carrió, Kirchner, y Menem en cuarto lugar). Afirma su electorado en las provincias del interior del país, especialmente en las del centro y norte (La Rioja, Catamarca, Salta, Tucumán, Chaco, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Córdoba, La Pampa)..
Rodríguez Sáa, el tercer candidato justicialista, ganó las elecciones en las provincias de San Luis, San Juan y Mendoza, y la candidata Elisa Carrió resultó primera en la provincia de Santa Fe. No existe por lo tanto un voto homogéneo, sino una distribución de la hegemonía del justicialismo, en los feudos regionales liderados por estos caudillos, y sus zonas de influencia..
El voto a Menem es un golpe fuerte para todos los sectores que han venido intentando alternativas a la política más agresiva del "nuevo orden mundial". Es un voto alineado con Bush, con los sectores belicistas del Pentágono. Es un voto que valiéndose de la debacle producida por el gobierno post-menemista (la Alianza presidida por De La Rúa), se presenta como el candidato que promete más estabilidad, aunque sea sobre la base de la represión al conflicto social y de la entrega y subordinación completas a la política estadounidense (concebida como relaciones carnales)..
Frente a esto, una buena parte del voto radical (decepcionado por los sucesivos fracasos en el gobierno, de Alfonsín antes y de De La Rúa después), parte del voto progresista e incluso del voto de la izquierda, "emigró" para Kirchner. En la segunda vuelta, el "antimenemismo" podría reagruparse alrededor de esta candidatura, que intentó captar ese espacio expresando una diferenciación en la política exterior, con la abstención a Cuba y el acercamiento a Brasil..
En definitiva, una sociedad que hace un año y medio estalló de hartazgo frente a estos políticos, al no encontrar nuevas alternativas, volvieron a darles el voto. No hubo festejos al cierre de los comicios. Tampoco hubo grandes protestas. Salvo los escraches a algunos candidatos cuando fueron a votar, y las movilizaciones al centro porteño de algunos movimientos piqueteros, el clima de la jornada fue de aplastamiento..
La izquierda, en todas sus variantes, no logró articular propuestas que recibieran un apoyo significativo. La Izquierda Unida obtuvo el 1,77 % de los votos, el Partido Socialista el 1.13%, el Partido Obrero el 0.8%. Tampoco fue significativa la cifra de votos en blanco, impugnados o no votos, promovido por un conjunto de organizaciones políticas y sociales del arco de la izquierda..
Todos estos sectores, divididos en la jornada del 27 de abril, han acordado ahora un acto y movilización unitarios para el 1º de Mayo, que partirá de la fábrica recuperada Brukman, para la Plaza de Mayo. La izquierda, primera a la hora de la revuelta y de la protesta, no logra establecer lógicas comunes cuando juega en cancha ajena. Una vez más, el bloque del poder marcó los límites de la cancha, los tiempos, y secuestró la pelota en su campo. En la izquierda, entre tanto, cada cual atiende a su juego.. * Claudia Korol es secretaria de redacción de la revista América Libre