LA POLICIA DESALOJO A LOS OBREROS DE LA BRUKMAN
La fábrica que fue retomada Con un impresionante despliegue policial 
  y por orden del juez Rimondi, fueron desalojadas las trabajadoras que mantenían 
  funcionando la textil. Hay una muy tensa vigilia militante. 
  La fábrica fue rodeada por casi 3000 militantes y asambleístas, 
  y 300 policías. Los manifestantes evaluaron saltar el cerco policial 
  y recuperar la fábrica para los trabajadores. 
  
  Por Laura Vales / Página 12
  
  La Policía Federal desalojó la fábrica Brukman, que estaba 
  tomada y produciendo bajo el control de sus trabajadoras. El operativo se realizó 
  el jueves a las 12 de la noche, al comienzo del feriado de Semana Santa, con 
  más de 300 efectivos de infantería que llegaron en cinco micros, 
  celulares y taxis junto con un grupo de civiles, quienes se instalaron en el 
  interior del edificio una vez que los obreros fueron sacados del lugar. 
  A partir de ese momento y durante todo el día de ayer vecinos y militantes 
  se fueron reuniendo en la puerta de la textil, donde se desplegó un fuerte 
  operativo policial. En las esquinas que rodean la fábrica, los manifestantes 
  levantaron barricadas con carteles de publicidad y encendieron fuego. Anoche 
  había un clima de tensión y bronca contenida. 
  Si bien las trabajadoras evaluaron en varios momentos la posibilidad de traspasar 
  el vallado y volver a tomar el edificio junto a los manifestantes convocados 
  "para recuperar la fábrica", al cierre de esta nota y para 
  evitar lo que parecía una segura represión, decidieron mantener 
  una vigilia y llamaron para hoy, a las once del mediodía, a una asamblea 
  donde evaluar cómo seguir. 
  Cuando la policía llegó, poco después de la medianoche, 
  en el edificio había cinco trabajadores, dos hombres y tres mujeres. 
  Marcela era una de ellas. Estaban por irse a dormir cuando escuchó gritar 
  a una compañera que se había asomado a la vereda y vio el despliegue 
  policial. Los sacaron sin hacer detenciones. 
  La policía valló la cuadra de Jujuy entre Venezuela y México 
  para mantener lejos de la entrada a los que acercaran. Detrás de las 
  rejas se apostaron unos 200 efectivos de infantería mientras en los seis 
  pisos del edificio, detrás de los ventanales, se acomodaron unas 30 personas 
  de civil, hombres y mujeres. 
  Llovía, y Marcela con una de sus compañeras se refugió 
  bajo el techo de la estación de servicio de la esquina. Los vecinos primero, 
  y los asambleístas y piqueteros de los barrios más alejados después, 
  se fueron acercando a medida que la noticia se difundió por televisión 
  y se hacían cadenas telefónicas. 
  A la una y media, en las dos esquinas había manifestantes que armaron 
  una barricada. Todavía no eran demasiados, pero cuando un camión 
  policial corrió las vallas para salir, los manifestantes, sospechando 
  que podía haber cargado parte de las máquinas, se tiraron en el 
  asfalto para impedirle avanzar. En el forcejeo con la policía volaron 
  piedras y palos. Toda la noche permaneció gente reclamando contra el 
  desalojo, mientras se convocaba a las organizaciones sociales y políticas 
  y a los organismos de derechos humanos. 
  Brukman fue ocupada hace un año y medio –un día antes del 19 de 
  diciembre–, ante la inminencia del cierre de la planta. Los 50 empleados (casi 
  todos son mujeres) demoraron bastante en decidirse a empezar a producir, porque 
  inicialmente habían pensado la toma como una forma de presión 
  para negociar con los dueños, una vez que aparecieran. Pero tal cosa 
  no se produjo. Cuando empezaron a trabajar, encontraron que la empresa dejaba 
  ganancias suficientes como mantener sus puestos y mejorar sus sueldos, que eran 
  de apenas 5 pesos semanales. 
  "En los últimos meses tuvimos tantos encargos que reincorporamos 
  ex compañeros y entró gente", señaló anoche 
  Elisa. "Somos en total sesenta, ganando entre 70 y 100 pesos por semana". 
  
  El desalojo fue ordenado por el juez Jorge Rimondi, en una causa penal iniciada 
  por los Brukman. Las trabajadoras habían obtenido, tiempo atrás, 
  un fallo favorable del juez Enrique Velázquez (quien ya no está 
  a cargo del juzgado), fallo que fue revocado por la Cámara de Apelaciones. 
  La abogada Myriam Bregman (Ceprodh) denunció que "los dos magistrados 
  quefallaron en contra de los trabajadores, los camaristas Piombo y Bonorino 
  Peró, son jueces de la dictadura". 
  A las cinco de la tarde, el número de manifestantes se acercó 
  a los tres mil. En la protesta hubo una gran cantidad de gente de las asambleas, 
  piqueteros del MTD Aníbal Verón, el Movimiento Territorial de 
  Liberación, el FTC, el Teresa Rodríguez, el MST, el Polo Obrero 
  y la Corriente Clasista y Combativa y jóvenes del Movimiento No Pasarán, 
  y partidos políticos de izquierda. Los legisladores Luis Zamora, Vilma 
  Ripoll, José Roselli, Patricio Echegaray, Jorge Altamira, Oscar González, 
  integrantes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, Eduardo Murúa (de Impa), 
  Fabio y Ariel Basteiro, Adriana Calvo y estuvieron entre los que se acercaron 
  para dar su respaldo. 
  Con la espalda apoyada en la pared y un limón en la mano, Stella Maris 
  Francia, de la asamblea del Cid Campeador, preguntó qué encadenamiento 
  de cosas la habían llevado a ese lugar. "Acá estoy, sentada 
  con este limón, yo que sufro de asma y sé que si la policía 
  tira gases no voy a poder hacer nada", dijo a este diario. "Yo trabajo 
  desde los 18 años, organicé mi vida social, personal y política 
  en torno del trabajo. Y no puedo creer que no se entienda la necesidad de trabajar". 
  
  La tarde avanzó con picos en los que los manifestantes armaron defensas 
  con sillas, puertas y materiales sacados de obras en construcción. Y 
  en las calles adyacentes, la federal apostó nuevos celulares y una veintena 
  de motos con personal armado. 
  En uno de esos momentos de máxima tensión, el juez Rimondi accedió 
  a recibir a una delegación de Brukman. La reunión se hizo en la 
  comisaría octava, en cuyo patio, mientras el magistrado hablaba con las 
  obreras, esperaron representantes de organismos de derechos humanos y una decena 
  de diputados. El gobierno de la ciudad envió a dos funcionarios, el secretario 
  de Desarrollo Económico Eduardo Hacker y el subsecretario de Acción 
  Política Daniel Martini. Pero no hubo acuerdo. 
  Buscando destrabar el conflicto, los legisladores y los funcionarios porteños 
  reclamaron la suspensión del desalojo y el retiro de los efectivos policiales, 
  al tiempo que difundieron un acta con el reclamo. 
  El diputado Ariel Basteiro detalló que "firmamos un acta reclamando 
  al juez que devuelva el expediente a la Sala Séptima de la Cámara 
  del Crimen, suspenda la medida de desalojo y saque a las fuerzas policiales 
  de la fábrica", ante "la tensa situación que se vive 
  frente a la textil", donde continuaban apostadas numerosas agrupaciones 
  piqueteras, políticas y sociales. Junto con ellos, las trabajadoras decidirán, 
  probablemente, sostener la vigilia hasta el lunes, cuando se convocaría 
  a una concentración que permita retomar la ocupación o abrir un 
  espacio donde destrabar el conflicto