En Argentina, desde hace tiempo, las instituciones democráticas inspiran una suerte de desconfianza escéptica, comparable quizás a lo que viene sucediendo con la ONU después de la reciente invasión a Irak. La ONU, como las instituciones de Argentina ya no canalizan ninguna posibilidad de cambio para un mundo cada vez más inhumano y brutal..
En Argentina la mayoría de la gente piensa que las cosas no van a mejorar sea cual sea el resultado de las próximas elecciones. Quizás sea porque estas elecciones se parecen demasiado a una interna de candidatos del partido peronista (que no ha hecho primarias por que sus mafias no se pusieron de acuerdo), lo cierto es que nadie cree que se pueda mejorar el desolador panorama económico de un país que hasta hace poco tiempo era el ejemplo "emergente" de los organismos financieros internacionales (FMI; BM, etc)..
La trampa de estas elecciones es que nadie cree en ellas, pero ante la gravedad de una situación social desesperante se ven forzados a un voto asustado, un voto reactivo, que no lo mueve la esperanza de un mejor porvenir, sino el terror a un futuro violento. Y no faltan razones para el miedo. La pauperización de más de la mitad del país (66% de los menores de 18 años son pobres), sumado a la desarticulación del espacio público, tienden a manifestarse en un alarmante aumento de la delincuencia y la violencia mafiosa. Buenos Aires ayer famosa por su Av. Corrientes siempre despierta, hoy empieza a parecerse a otras capitales sudamericanas donde las ciudades tienden a feudalizarse en barrios-castillos que se aíslan de la violencia que prolifera entre los pobres, al mismo ritmo que aumenta la miseria, en las calles, cotidianamente..
Por otro lado y para contribuir al clima de inseguridad que resulta funcional al control social, en los últimos años, como en el caso Enron o Worldcom ha quedado en evidencia una inquietante red de funcionarios de corporaciones, instituciones de seguridad, partidos políticos y autoridades judiciales que constituye quizás uno de los nudos de corrupción más letales para la democracia. Cabe destacar a modo de ejemplo que a los tradicionales "nichos económicos" de las mafias (narcotráfico, prostitución, juego clandestino) en Argentina deben sumarse actos terroristas como la voladura de la AMIA, acciones parapoliciales de amedentramiento, secuestro y tortura de delincuentes y militantes, liberación temporaria de convictos para comisión de delitos, escuadrones de la muerte, etc., etc..
El clima de "inseguridad" generado por el empeoramiento de las condiciones mínimas de existencia, resulta propicio para "contener" la protesta social y liberar el accionar de las mafias. En Argentina estamos siendo testigos de la progresiva militarización y paramilitarización de la vida cotidiana y el cercamiento mediático-policial de toda protesta social. La tendencia es que el que no está conforme con el modo en que (supuestamente) se gestiona el bien común, o se adapta a los canales de expresión que el mismo poder propone o se lo identifica criminalmente, negándosele la posibilidad de expresión. Vemos como al interior de cada país, se aplican los paradigmas del control social vigentes a escala planetaria..
Como ejemplo de esta nueva modalidad represiva el 26 de junio de 2002 luego de una salvaje represión sobre grupos piqueteros por parte de la policía de la provincia de Buenos Aires (que el actual presidente reivindicó alguna vez como "la mejor policía del mundo"), la mayoría de los medios de comunicación barajó como primera posibilidad un enfrentamiento interno de los grupos rebeldes. Gracias a algunos valientes periodistas y medios alternativos quedó demostrado que la "pelea interna" entre piqueteros fue en realidad una gran cacería urbana, con el saldo de dos lúcidos y sensibles militantes asesinados y una gran cantidad de heridos y torturados. Habiendo sido probada la responsabilidad de al menos el jefe de la policía de la provincia de Buenos Aires (se sospecha del presidente Duhalde, quien no desmintió las acusaciones), se destituyó al funcionario policial y se adelantaron estas elecciones presidenciales..
Es altamente preocupante como desde entonces, esgrimiendo razones de inseguridad, las tradicionales instituciones a cargo del monopolio de la coerción (virtual fuerza armada de las mafias) aumentan su presencia en las calles y su poder de control social. Es preocupantes como se está promoviendo como bien común la defensa conservadora de un estado de cosas horrible y triste, por medio de la fuerza. No resulta sorprendente el silencio y falta de análisis a este respecto de la mayoría de las organizaciones políticas que se presentan en estas elecciones..
Mientras tanto la situación social se mantiene estable en base a la alquimia de al menos 1) un miserable plan de "ayuda social" de 150 $ por mes (mientras que el dinero necesario para cumplimentar las necesidades alimentarias, sin incluir ropa y otros lujos, ronda los 600$). 2) el amedrentamiento de la miseria que aumenta día a día, la evidente falta de compromiso político gubernamental para contener aumentos de precios y pauperización de los sectores desesperadamente frágiles 3) la ya mencionada militarización de la vida social y criminalización de la protesta, que se manifiesta en un incesante aumento de la presencia policial en las calles, en actitudes de intimidación generalizadas, represión, desalojos y amenazas..
Desde Seattle, Chiapas y cada lucha autónoma, el mundo es territorio para la experimentación de nuevos modos de acción política. Territorios que permiten encuentros donde se inventan y acumulan nuevos tipos de confianza, que neutralizan efectivamente el temor y la impotencia, el aislamiento que la violencia legal y cotidiana difunden capilarmente. En Argentina los acontecimientos del 19&20 de diciembre de 2001, inauguraron la posibilidad concreta de experimentar nuevos modos de enfrentar la descomposición social que produce el saqueo voraz y letal que realizan las corporaciones financieras en complicidad con las instituciones estatales administradas por elites político-partidarias que se reciclan en cada elección. Desde entonces buscamos e inventamos nuevos espacios sociales para implementar nuevas formas de hacer política hasta ahora impensadas. Nuevos modos que nos permitan construir por fuera de las lógicas paralizantes que el poder propone. Nuevos modos que nos ofrezcan un lugar posible a quienes deseamos cambiar este mundo inhumano que el mercado impone a escala global, a golpes de terrorismo y represión..
A pesar de que en estas elecciones ha quedado en evidencia que toda la clase política (aún la supuesta izquierda combativa) ha decidido ignorar el grito de rebeldía que alguna vez inundó las calles con el famoso "Que Se Vayan Todos" (del mismo modo que la elite gobernante del planeta despreció el clamor de millones de personas contra la guerra), somos muchos los que queremos construir un mundo mejor. Aprendimos a que la eficacia del poder radica en la capacidad de inducir la reproducción de la explotación económica y afectiva entre nosotros y que nuestra supervivencia se consolida en la invención de territorios que no queden sometidos a las leyes caníbales del mercado. Sabemos que los poderosos no pueden comprar el amor, la confianza, la imaginación y el deseo, que son el fundamento de nuevos valores y nuevas luchas en nuestras comunidades..
Mientras tanto y más allá de cualquier resultado electoral, emprendimientos personales, empresas recuperadas, piqueteros, asambleas y la solidaridad internacional siguen consolidando una vasta de red de comunicación, relaciones y experiencias que experimentan estrategias para inventar formas creativas de desobediencia a un orden inhumano. Un nuevo territorio que reflexiona ante sus dificultades, que aprende y se transforma, que experimenta, que crece. Una red de personas, afectos, pensamientos, acciones, deseos que inventan otro mundo posible. Una red que está tramando vida para derrotar la muerte.