Fue absuelto por la justicia de sus crímenes durante la dictadura de 1976. Condenado a "degradación y fusilamiento" por una comisión militar a raíz de la derrota en la guerra de Malvinas, zafó y sólo recibió doce años de prisión de los que cumplió seis gracias al indulto de Menem. Lo mató "el juicio de Dios y de la historia" ayudado por un cáncer de páncreas..
Su estampa militar es recordada en el imaginario popular como la de un uniformado con charreteras, de rostro desencajado con un vaso de whisky en una mano y el afán de emular a Juan Perón desde el balcón de la casa de gobierno un 2 de abril de 1982, día de la aventura de Malvinas. Aquella guerra que él, Leopoldo Fortunato Galtieri, desató para perpetuar la dictadura militar, causó la muerte de 1.063 jóvenes: 662 fueron asesinados en el archipiélago durante los helados días de la contienda bélica y 401 murieron en Argentina -según la Federación de Veteranos de Guerra- víctimas de suicidios y enfermedades nacidas de aquella experiencia traumática para todo un país. Mientras Uruguay y Perú ofrecían su apoyo latinoamericano y el resto de la región invocaba el vetusto TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) para repeler la respuesta militar británica, el dictador Galtieri prefería confiar en sus mentores ideológicos, los militares de Washington. El presidente Ronald Reagan no sólo diluyó su apoyo a la aventura sino que abrazó la causa de Inglaterra, su aliado histórico..
HUIR HACIA ADELANTE .
De aquellos días de Malvinas, queda la frase bravucona pronunciada ante la multitud en la Plaza de Mayo el mismo 2 de abril de 1982: "Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla". Galtieri, su gabinete y toda la junta militar estaban cercados, en un callejón sin salida. El ministro de Economía era Roberto Alemann, uno de los economistas eternos del establishment, el mismo que en los turbulentos días de diciembre de 2001 debió huir a paso redoblado ante la indignación de los caceroleros que lo vieron en el microcentro y lo escracharon con insultos. Con Alemann al frente de Economía, Domingo Cavallo se ubicó en la dirección del Banco Central para estatizar la deuda privada, en un año que pasó a la historia como el de "la crisis de la deuda externa". La cgt se animó tibiamente a alzar la voz contra la dictadura por el creciente costo de vida y el avance del desempleo. Bajo la consigna "Paz, pan y trabajo", el líder sindical Saúl Ubaldini convocó a una movilización a Plaza de Mayo para el 30 de marzo, desafiando la autoridad militar. Veinte mil personas se congregaron frente a la Casa Rosada y la represión se cobró la vida de un obrero..
Pese a que el gobierno planeaba invadir las islas Malvinas en junio o julio, la presión social adelantó la fecha y dos días después de la protesta gremial, Galtieri convocaba a festejar la recuperación del archipiélago. Otra vez unas veinte mil personas se congregaron en la histórica plaza. Esta vez para vitorear al dictador..
En el apogeo de su popularidad y embriagado con los humores del whisky, su inseparable amigo, lanzó sin pudor otra frase histórica:"Las urnas están bien guardadas", dijo a los periodistas luego de una visita a los jugadores de la selección de fútbol listos para disputar el Mundial en España, en junio. Era la fuga hacia adelante de un régimen que se caía a pedazos, con la represión como único sostén. Galtieri también allí tuvo su historia..
EL REPRESOR .
Fue uno de los 613 oficiales del ejército argentino -hasta la vuelta de la democracia en 1983- que se formó en la Escuela de las Américas, academia de conspiradores y maestros de la tortura pergeñada por Wa-shington, de donde egresó en 1949, en pleno gobierno peronista. El golpe militar de 1976 lo encontró como subjefe del Segundo Cuerpo de Ejército, con sede en Rosario, donde desaparecieron varios centenares de montoneros y militantes sindicales a manos del ejército en la Quinta de Funes, uno de los centros clandestinos de detención de la dictadura en la provincia de Santa Fe..
Por su responsabilidad en los años de plomo fue sometido a juicio por la Cámara Federal. La fiscalía le imputó "once privaciones ilegales de la libertad, tres tormentos, ocho reducciones a servidumbre, una sustracción de menor, 242 encubrimientos, quince falsedades ideológicas". Pero el 9 de diciembre de 1985, cuando los jueces leyeron el fallo pudo retirarse tranquilamente a su casa en Villa Devoto, el barrio de clase media porteño donde pasó sus últimos años..
Allí sufrió dos escraches de hijos y desde 1999 no podía salir del país so pena de ser detenido por orden del juez español Baltasar Garzón, que investiga el genocidio argentino. Su cárcel se estrechó aun más desde marzo de 2002, cuando la justicia federal le dictó arresto domiciliario en una causa por la desaparición de veinte montoneros en 1980. Sólo le quedaba esperar "el juicio de Dios". El cáncer le facilitó el trámite y se llevó al otro mundo el inesperado reconocimiento del jefe del ejército, Ricardo Brinzoni, quien lo despidió con honores propios de un héroe y no de un asesino. Los organismos de derechos humanos protestaron y reclamaron la destitución del jefe del Ejército, también salpicado a raíz de su responsabilidad en una masacre en la provincia del Chaco en 1976, cuando era funcionario militar de la provincia. Con Galtieri desaparece la posibilidad de conocer los pormenores de la loca decisión de asaltar Malvinas y el destino de miles de desaparecidos..
Entre los que asistieron al entierro de Galtieri se destacó el general Albano Harguindeguy, ministro del Interior durante los años de Jorge Videla. Galtieri no es el único que, según dijo el martes 14 al diario Página 12 el ex jefe del Ejército Martín Balza, "podía aportar datos sobre el destino de los desaparecidos". Harguindeguy es un archivo vital de los años de plomo. Y pieza clave en la escalada del Plan Cóndor. El 18 de mayo de 1976, como ministro, recibió la visita de los dirigentes políticos Raúl Alfonsín y Wilson Ferreira Aldunate. Ambos iban a reclamar por la suerte de los dirigentes políticos uruguayos Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Harguindeguy mintió negando cualquier vinculación con el secuestro de ambos. A la salida de la Casa Rosada, Alfonsín y Ferreira Aldunate se enteraron por la prensa de la suerte corrida por Zelmar y el Toba. Galtieri selló su memoria con la muerte. Harguindeguy también sabe.