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Ra�l Zibechi

Nuevos escenarios, nuevas resistencias

Los escenarios de los combates sociales latinoamericanas cambian a una velocidad sorprendente. Un s�ntoma de estos cambios de escenario lo est� protagonizando el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, que sostiene que su principal enemigo ya no es el latifundio sino el agronegocio.

Ra�l Zibechi
La Fogata

La profundizaci�n del capitalismo en las �reas rurales est� provocando cambios econ�micos, pol�ticos, sociales y culturales en varios pa�ses de Am�rica Latina. El cultivo de soja en Argentina, segundo productor mundial luego de Estados Unidos, provoc� entre 1991 y 2001 la emigraci�n del 33% de la poblaci�n activa rural, adem�s de una fuerte polarizaci�n econ�mica y social y la destrucci�n del patrimonio cultural y natural del pa�s. Ah� donde es cultivada de forma intensa y extensa, "la soja deja secuelas devastadoras".

En Brasil, el agronegocio est� en alza, tanto en el terreno econ�mico como en el pol�tico. En 2003, primer a�o del gobierno de Luiz Inazio Lula da Silva, el agronegocio fue el responsable del mayor super�vit comercial en la historia del pa�s. Con 30 mil millones de d�lares exportados, el negocio agropecuario es responsable del 42% de las exportaciones brasile�as. El llamado "complejo soja" lidera este proceso con el 25% de las exportaciones del sector; las exportaciones sojeras crecieron en un a�o un espectacular 35%. El alza de los precios internacionales y la tracci�n de mercados importantes, sobre todo China, explican en gran medida este suceso. Pero la exportaci�n de productos agropecuarios por el agronegocio obliga a la importaci�n de otros productos, tanto para el consumo popular como para uso industrial. As�, Brasil exporta algod�n pero a su vez debe importar algod�n para abastecer la industria nacional, en tanto est� importando alimentos b�sicos como arroz, frijoles, ma�z, trigo y leche.

Nuevos equilibrios

El agronegocio no s�lo afecta la soberan�a alimenticia del pa�s sino tambi�n los equilibrios pol�ticos. En los pr�ximos a�os las exportaciones del agronegocio seguir�n creciendo, y con ello el poder pol�tico del sector, representado en el gabinete de Lula nada menos que por el ministro de Agricultura, Roberto Rodrigues, ex ejecutivo de Sadia. Una de las razones que explica la apuesta de Lula al agronegocio es que la explosi�n de las exportaciones (est�n creciendo a un ritmo del 22% anual desde comienzos de 2003) disminuye la vulnerabilidad externa del pa�s, mejorando la relaci�n entre producto bruto y deuda externa.

La trampa es evidente: las exportaciones s�lo crecen en aquellos rubros dominados por las multinacionales (soja y agronegocio son el mejor ejemplo de dominio absoluto de ese sector), lo que su vez provoca desequilibrios internos que redundan en un aumento de la dependencia (alimenticia) y, sobre todo, en un crecimiento del poder de las multinacionales. El caso argentino deber�a eximir cualquier comentario.

Los desequilibrios sociales que provoca el agronegocio est�n modificando la geograf�a de las luchas sociales. Bernardo Man�ano Fernandes, ge�grafo y asesor del MST, sostiene que las grandes empresas en el campo brasile�o concentran m�s la tierra y la renta, no generan empleos ni alimentos y sus exportaciones est�n destinadas a pagar los intereses de la deuda externa que nunca termina de crecer. Por eso sostiene que "los sin tierra no luchan m�s s�lo contra el latifundio" y que ahora "su principal enemigo es el agronegocio". Y concluye: "El latifundio improductivo est� siendo arrendado para plant�os de soja. Eso no genera empleo ni mueve la econom�a local".

Tampoco es cierto que la explosi�n exportadora promovida por el agronegocio redunde en una menor vulnerabilidad internacional. Seg�n un informe de la OMC, la corriente mundial indica un crecimiento de los productos procesados entre las exportaciones agr�colas, pero Brasil redujo las exportaciones de alimentos procesados en siete puntos entre 1990 y 2002. En el mismo per�odo, crecieron las importaciones de productos agr�colas procesados. Se trata del mismo proceso de "reprimarizaci�n" de las exportaciones que registr� Argentina desde la aplicaci�n del modelo neoliberal a comienzos de la d�cada de 1990.

A los desequilibrios anotados se suma la desigual distribuci�n de la ayuda estatal, que los profundiza. Los peque�os productores de Brasil (responsables del 40% de la riqueza producida en el medio rural y del 70% de los alimentos que llegan a la mesa de los brasile�os) ocupan 14 millones de personas mientras el latifundio exportador ocupa s�lo 421 mil trabajadores. Sin embargo, son esos latifundios los que concentran el grueso de la ayuda estatal: durante el primer a�o del gobierno de Lula se liberaron 4.500 millones de reales en apoyo de la agricultura campesina, la misma cifra que recibieron s�lo 15 empresas transnacionales del sector agropecuario, entre ellas Nestl�, Bunge, Cargill, Bayer y Monsanto. Las previsiones para la zafra 2003/2004 establecen que el Estado apoyar� con 7 mil millones de reales la agricultura campesina pero con 38 mil millones al agronegocio.

Un viraje de largo aliento

Los campesinos y sin tierra brasile�os enfrentan un enemigo poderoso que intenta expulsarlos de las zonas rurales. La capacidad de las grandes multinacionales agropecuarias de avanzar sobre la tierra es hoy mucho mayor que la de los campesinos de recuperarlas. Man�ano Fernandes asegura que en la zona m�s conflictiva del estado de San Pablo, el Pontal do Paranapanema, los sin tierra recuperaron en diez a�os 100 mil hect�reas en las que se asentaron cinco mil familias. Pero el reciente avance de la soja en la misma regi�n ocup� otras 100 mil hect�reas en apenas dos a�os.

Uno de los escenarios que est�n cambiando tiene que ver con el tipo de argumentos que utilizan los sin tierra. Se se�ala que el latifundio es improductivo, pero no puede decirse lo mismo del agronegocio. Se trata de poner en cuesti�n el car�cter de la producci�n: o est� dirigida al mercado internacional o a las necesidades de la poblaci�n; o a las exportaciones o al mercado interno. Ambas opciones son incompatibles. Ciertamente, nadie en su sano juicio puede negar la importancia de las exportaciones, pero la producci�n como tal debe no debe estar orientada al mercado internacional, siempre en manos de unas pocas multinacionales.

Un segundo cambio de escenario est� relacionado con el car�cter de las luchas. Como se�ala Man�ano Fernandes en el Jornal Sem Terra, la t�ctica de las ocupaciones se acentuar� hacia las �reas del agronegocio. Esto supone una confrontaci�n in�dita, no ya con la vieja oligarqu�a terrateniente en decadencia, sino con el m�s pujante sector neoliberal. Este viraje en las luchas sociales rurales enfrenta al movimiento a desaf�os in�ditos, que lo pueden llevar a profundizar su confrontaci�n con el sistema.

En tercer lugar, el agronegocio est� s�lidamente instalado en el gobierno de Lula. Esta alianza crea tambi�n una situaci�n nueva y compleja al movimiento, que no podr� enfrentarla con una t�ctica simplista, en virtud de la relaci�n de fuerzas existente hoy en Brasil. Hasta ahora el MST ha demostrado que ning�n gobierno, ni siquiera el de Lula, es capaz de cooptarlo o domesticarlo. Las luchas desarrolladas en el "abril rojo", mes en el que fueron ocupadas unas cien haciendas, es una clara se�al de que la autonom�a del MST no decae sino que se mantiene en todo su vigor. Pero los sin tierra tampoco buscan un enfrentamiento frontal con el gobierno. De alguna manera, est�n construyendo un nuevo escenario, m�s complejo que el anterior pero que, a su vez, abre nuevas posibilidades para profundizar la lucha que llevan desde hace m�s de 20 a�os.

Este nuevo escenario posneoliberal tiene algunas similitudes con la situaci�n que atraviesan los movimientos en Argentina, y parcialmente en Bolivia, donde ya no es posible seguir peleando igual que antes de los gobiernos de Kirchner y Mesa. Complejidad no es sin�nimo de par�lisis, sino de creaci�n de nuevas formas de acci�n para seguir avanzando



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