Luego de tomar distancias del gobierno de Lula, el
principal movimiento social de Brasil y de América Latina quiere profundizar
sus lazos con los jóvenes pobres de las periferias urbanas, para seguir
avanzando en su empeño por cambiar el mundo.
Raúl Zibechi
La Fogata
Debajo de la enorme carpa instalada en el campus de la
Universidad Federal Fluminense (UFF), Marina dos Santos, de la dirección del
Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), asegura que "en este país
vivimos un período histórico muy complejo, tal vez una de las peores
coyunturas de los últimos años". Marina forma parte del contingente de 500
militantes sin tierra que llegaron hasta Niteroi, sede la UFF, para participar
a mediados de octubre del encuentro internacional Pensamiento y Movimientos
Sociales junto a una decena de intelectuales y cientos de activistas
urbanos. "Es necesario que la gente entienda que este gobierno, como los
anteriores, es como el frijol duro que hay que meterle mucha presión para
cocinarlo", concluye.
Los últimos meses significaron un remezón para el MST. Con la crisis del
gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, perdieron las escasas esperanzas que
aún tenían de que se produjera un viraje hacia la izquierda. En setiembre un
texto firmado por el coordinador del movimiento, Joao Pedro Stédile, fue una
suerte de ruptura "Digamos adiós al gobierno del Partido de los Trabajadores y
a sus compromisos históricos", puede leerse en el documento El MST ante la
coyuntura brasileña. Esta despedida fue muy significativa e impone al
movimiento un esfuerzo para comprender el fracaso del PT en el gobierno, así
como ensayar nuevos rumbos.
Nueva clase social
Hasta ahora el análisis más profundo sobre lo sucedido con el PT sigue siendo
el del sociólogo Francisco de Oliveira en un texto titulado El Ornitorrinco.
En su opinión, el PT representa el ascenso de una nueva clase social formada
por gestores de fondos de pensiones -la Constitución de 1988 creó el Fondo de
Amparo al Trabajador (FAT), que es el mayor financiador de capital de largo
plazo, donde las centrales sindicales tienen sus representantes- pero no es
una clase propietaria de medios de producción, ni de tierras ni de fábricas,
sino algo diferente. "Las capas más altas del antiguo proletariado se
convirtieron en administradoras de fondos de pensiones, que provienen de las
antiguas empresas estatales; forman parte de los consejos de administración,
como en el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), a título
representantes de los trabajadores", que ahora "están preocupados con la
rentabilidad de tales fondos, que al mismo tiempo financian la
reestructuración productiva que genera desempleo", dice Oliveira.
Desde el punto de vista político, esto explica la convergencia programática
entre el PSDB (el partido de Fernando Henrique Cardosdo) y el PT. Se trata de
"una nueva clase social, que se estructura de un lado, sobre técnicos y
economistas doublés de banqueros, núcleo duro del PSDB, y trabajadores
transformados en operadores de fondos previsionales, núcleo duro del PT".
Todavía hay algo más: "La nueva clase tiene unidad de objetivos, se formó en
el consenso ideológico sobre la nueva función del Estado, trabaja en el
interior de los controles de fondos estatales y semiestatales y están en el
lugar que hace de puente con el sistema financiero", allí donde el capital
privado busca recursos para acumular. De modo que las relaciones de la cúpula
del PT con el sistema financiero no son nuevas sino que se forjaron a mediados
de los años 90.
Apenas un ejemplo. Cuando el secretario de finanzas del PT festejó su
cumpleaños en una hacienda de Goiás, la prensa contó 18 aviones ejecutivos,
incluyendo varios jets privados, algo fuera de lo común incluso entre los más
destacados dirigentes petistas. Se trataba de Delúbio Soares, quien antes
había sido representante de la central sindical CUT en el consejo de
administración del BNDES, y el hecho sucedió antes de que Lula llegara a la
presidencia. Delúbio había comenzado como metalúrgico y en pocos años trabó
amistades con el tipo de personas que viajan en jets privados. Durante el
escándalo de corrupción Soares fue señalado como uno de los principales
responsables de la compra de votos de diputados. No es el único caso. El nuevo
presidente del PT, Ricardo Berzoini, y el ex ministro de Comunicaciones, Luiz
Gushiken, presentan biografías políticas casi idénticas, emparentadas a la
gestión de los fondos previsionales.
La cuestión del poder
Stédile asegura que "la crisis es mucho más grave que lo que dice la prensa".
Sin duda está en lo cierto. Sólo estando en Brasil, escuchando a la gente de
izquierda, mirándola a los ojos y dejándose contagiar por esa mezcla de
desesperación y rabia, puede comprenderse la profundidad de una crisis que,
como dice el coordinador del MST, trasciende a la propia izquierda para
convertirse en "una crisis societal".
Oliveira sostiene que Lula cometió un error grave al asumir el gobierno: "El
sistema partidario estaba extremadamente fragilizado. Al asumir, Lula en vez
de profundizar la crisis intentó reconstruir un sistema que no representa
nada". El resultado es que en nombre de la gobernabilidad se llegó a una
situación de gran ingobernabilidad, de la cual es muy difícil salir sin hacer
grandes concesiones a la derecha. Sin embargo, la crisis de representación
sigue su curso y el escándalo de corrupción no ha hecho sino agravarla. En
este punto, tanto el análisis del MST como el de Oliveira convergen mostrando
un panorama desalentador, más aún cuando el gobierno Lula agravó los problemas
creados por 15 años de neoliberalismo. Quizá el más importante, ya que puede
provocar un estallido social, son los 12 millones de desocupados y los 15
millones de informales, casi 30 millones de personas en situación de extrema
precariedad. Para empeorar las cosas, los movimientos sufren las consecuencias
de la derrota de 1989 con la que se impuso el neoliberalismo. En consecuencia,
se trata de trabajar a largo plazo. "Ahora no es hora de plantar alfalfa. No
se trata de plantar para recoger en tres o cuatro semanas. Es hora de plantar
árboles. Van a demorar en dar frutos, pero cuando surjan serán duraderos" dice
Stédile.
El MST se apoya en sus 15 mil militantes que están estudiando, las 140 mil
familias acampadas a la orilla de las carreteras bajo las lonas; o sea, un
millón de personas que se pueden movilizar. Además, su base social son unas
480 mil familias ya asentadas, de las cuales unas 300 mil están vinculadas al
movimiento, y los cuatro millones de campesinos sin tierra. Pese a toda esa
fuerza social y militante acumulada en 25 años, no son optimistas. Gilmar
Mauro, de la dirección del MST, sostiene: "No hay perspectivas, a corto plazo,
de ascenso de la lucha social y de masas. Entendemos que el proceso será lento
y que es ncesario pensar el movimiento a largo plazo".
Para el MST esto se traduce en cuatro líneas de acción: estimular un debate
sobre un nuevo proyecto de país que supere el neoliberalismo, formar
militantes, impulsar las luchas sociales y elevar el nivel de cultura del
pueblo. El coloquio realizado en Niteroi forma parte de los convenios que
mantiene el MST con 42 universidades en las que se forman 4.000 militantes,
pero también es parte del esfuerzo por vincularse con los movmientos urbanos y
en particular con la juventud pobre.
Una buena muestra de los puentes que están forjando con los sectores urbanos,
fue la asamblea popular "Trabajo solidario por un nuevo Brasil" realizada a
fines de octubre en Brasilia, en la que participaron 8 mil militantes –sin
tierra, sin techo, sin trabajo, hip-hop, iglesias-, con el objetivo de crear
"unidad de lectura de la crisis y unidad de lectura de las salidas". El MST no
deja de sorprender: por encima de un discurso que en ocasiones parece calcado
de la III Internacional, muestra una gran creatividad en las iniciativas de
base, muy en particular en la educación, y está siendo capaz de modificar sus
propias formulaciones. Durante el último Foro Social Mundial en Porto Alegre,
Stédile dijo algo que revela que el MST no está aferrado a dogmas: "La
cuestión del poder no se resuelve tomando el Palacio, que es lo más fácil y se
ha hecho muchas veces, sino creando nuevas relaciones sociales".
Con los pobres urbanos
No es la primera vez que el MST tiende puentes con las ciudades. En 1997
decidió destinar militantes al trabajo urbano que se dedicaron al tema
vivienda y desocupación. La iniciativa fructificó con la creación del
Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) que consiguió cierto arraigo en el
área de San Pablo y en Rio de Janeiro. Los sin techo se proponen desplegar dos
formas de lucha: la ocupación de "latifundios urbanos improductivos" y el
trabajo comunitario, "un trabajo largo y que no tiene fin, pero genera frutos
y fortalece la lucha uniendo a los que no tienen vivienda con los que tienen
pero que aprendieron que sólo con eso no es suficiente".
El movimiento viene creciendo y ha protagonizado algunas acciones importantes
pese a la represión sistemática que sufre. En la madrugada del 1 octubre
instalaron un gran campamento en Taboao da Serra, a 25 kilómetros del centro
de Sao Paulo, un estado que tiene un déficit de 1,4 millones de viviendas. El
"campamento Chico Mendes" (en homenaje al luchador ambientalista asesinado por
hacendados), creció a la medida del hambre de vivenda: se inició con 300
personas, a los tres días ya eran mil y al mes son dos mil familias, unas diez
mil personas. Los campamentos sin techo son creados sobre el patrón de
los que instalan los sin tierra a la vera de las carreteras: carpas de
plástico negro, organización por grupos de familias, estricta disciplina,
discusión política, movilización constante.
Los desempleados urbanos, recuerda Stédile, ya no son lumpen, la mayoría
tienen estudios secundarios completos y es posible que "construyan nuevos
movimientos". Y agrega un comentario que muestra una lectura de la realidad
muy diferente a la que tienen los partidos de izquierda: "Un movimiento que se
está ampliado y masificando es el hip-hop. Es un movimiento que, con base
cultural, aglutina a los jóvenes pobres, negros y mulatos de las periferias
con ideas en la cabeza. Esos muchachos no son estúpidos. Y no son lumpen. Y
nosotros tenemos relaciones con ellos".
A través del hip-hop perciben que la juventud pobre de las grandes ciudades
encarna en la música tanto la protesta como su deseo de cambio social. Una de
las particularidades del movimiento hip-hop en Brasil es que, además de la
existencia de miles de grupos locales, se han creado "frentes" nacionales que
agrupan a sectores del movimiento. En Sao Paulo, por ejemplo, hay 4 mil grupos
de hip-hop, en los que trabajan 60 mil personas haciendo grabaciones,
distribuyéndolas y organizando festivales y conciertos. Los "frentes" agrupan
al sector "organizado" del movimiento, que participó incluso en un encuentro
con el presidente Luiz Inacio Lula da Silva hace ya dos años. Sin embargo,
para la cultura de los jóvenes pobres de las periferias urbanas la idea de
representación -que va de la mano con los "frentes" más institucionalizados-
suena como algo lejano y ajeno. "Todo el mundo queire hablar por sí mismo,
nadie quiere que otro hable por él", reconoce Marcelinho Buraco, de Naçao Hip
Hop, ligado al Partido Comunista de Brasil.
Los sin techo del Chico Mendes organizaron un festival de rap para
celebrar, a comienzos de noviembre, el primer mes de instalado el campamento.
En la convocatoria señalan que "la música combativa tiene el poder de hacer
una verdadera revolución en la mentalidad de las personas. El rap es una de
las formas que el pueblo de la periferia se comunica, se expresa y se
indigna". Lo consideran parte de una "guerrilla cultural", que rendirá sus
frutos a largo plazo. El encuentro de los excluidos del campo con los
excluidos de la ciudad, promete liberar energías insospechadas en un país que
ha sido definido como el "campeón mundial de la desigualdad".
Ahora que el MST rompió con el gobierno de Lula, retorna a un lenguaje duro y
radical. La "Carta a Lula" emitida por la Asamblea Popular de Brasilia, es
elocuente de un estilo que habrá de profundizarse. La reforma agraria
prometida no existe: "En el estado de Maranhao, donde está el mayor número de
familias sin tierra y la mayor concentración de latifundios, en los últimos
tres años el Incra no consiguió asentar ninguna familia del MST. Eso es una
vergüenza". Luego de la marcha por la Reforma Agraria de mayo, de los siete
acuerdos firmados ninguno ha sido cumplido. La Carta finaliza con una ironía
que habla por sí sola acerca de las distancias entre el gobierno Lula y el
MST: "El no cumplimiento de estos compromisos es una afrenta al sufrimiento de
las familias acampadas y una vergüenza para su gobierno. ¿Podemos imaginar lo
que sucedería si el gobierno fuese tan lento para atender los intereses del
agronegocio o de los bancos?".