Brasil: renace la esperanza
Raúl Zibechi
La Jornada
La tercera semana de noviembre representó una inflexión en la política brasileña
que permite abrigar esperanzas de una recomposición de la izquierda social.
Luego de la segunda vuelta de las elecciones municipales, a fines de octubre,
los sucesos comenzaron a precipitarse en cadena y el escenario comenzó a
despejarse.
La agenda política oficial quedó focalizada en la forma como Luiz Inacio Lula da
Silva modificará su gabinete ministerial ante la salida del gobierno del Partido
del Movimiento Democrático (PMDB), pieza clave en el rompecabezas de alianzas
que aseguran al gobierno la mayoría parlamentaria. La salida de ese partido,
concretada en su convención del pasado domingo, que es la segunda bancada del
parlamento, coloca al gobierno de Lula en una situación delicada que le restará
capacidad para hacer aprobar sus iniciativas legislativas. Los ex comunistas del
Partido Popular Socialista también decidieron abandonar el gobierno y aliarse
con la oposición. A todas luces se está produciendo un giro político que
debilita al gobierno y hace cada vez más improbable el ansiado viraje de la
política económica neoliberal que mantiene el Partido de los Trabajadores (PT).
De ahí que, cada vez con mayor vigor, las expectativas hayan quedado fijadas en
los pasos que vaya dando la izquierda social.
El 18 de noviembre el gobierno destituyó al presidente del Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social (BNDS), Carlos Lessa, destacada personalidad
política y económica que defendía una línea opuesta a la que encadena al
gobierno de Lula con el capital financiero.
Discípulo del desarrollista Celso Furtado, fallecido dos días después, Lessa
calificó la política económica como una "alianza objetiva entre las altas
finanzas y la clientela de los programas asistencialistas, como Hambre Cero,
mientras las clases medias están siendo desmanteladas por el desempleo, el
subempleo y la caída, desde 1998, de la renta del trabajo". Pese a no ser un
hombre ideológicamente de izquierda, Lessa defendía la utilización de los
recursos del BNDS para promover el desarrollo nacional y la inclusión social. En
un reciente artículo señaló que el "proyecto nacional" para Brasil es el que "el
Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y otras entidades de la
sociedad civil están construyendo". Su defensa abierta de los sin tierra
es parte de la crítica despiadada al modelo de las elites, el cual ha provocado,
en su opinión, "la mayor crisis social de nuestra historia". Para el semanario
Brasil de Fato, su salida puede "radicalizar el proyecto neoliberal".
Si la destitución de Lessa provocó manifestaciones de apoyo a su figura, la
renuncia de Frei Betto como coordinador del Plan Hambre Cero, y su alejamiento
del gobierno esa misma semana, se procesó en el mayor silencio. Aunque el
dominico no realizó el menor reproche a Lula, su salida deja al gobierno sin uno
de sus principales referentes éticos y, sin duda, el mejor interlocutor con el
movimiento social.
La muerte de Furtado, el día 20, mostró también el divorcio entre Lula y
sectores significativos de la izquierda. Cuando resultó electo, en 2002, viajó
especialmente a Río de Janeiro para visitar a su amigo en un gesto de
reconocimiento a uno de los mayores intelectuales del país. Luego Furtado tomó
distancia del gobierno, aunque no lo criticó abiertamente; Lula no asistió al
entierro y sólo envió a un senador y un ministro. Poco antes de morir, a los 84
años, el ex ministro del gobierno de Joao Goulart -que debió exiliarse en 1964,
luego del golpe de Estado- se acercó también a los sin tierra, asegurando
que es "el más importante movimiento popular en nuestro país en el siglo XX".
El día 22 se produjeron tres hechos significativos de signos opuestos. Un grupo
de 30 destacados economistas difundió un manifiesto bajo el título Y nada
cambió, denunciando "el carácter excluyente y pauperizador de la política
económica". Coincidiendo con el análisis del dimitido Lessa, el manifiesto
asegura que el país se encuentra ante "la mayor crisis social de nuestra
historia, llevando a una escalada de marginalización social, criminalidad e
inseguridad". El documento, firmado también por intelectuales como Leonardo Boff,
defiende 10 medidas para salir de la crisis, entre las que destaca una reducción
drástica de las tasas de interés y del superávit primario.
Ese mismo día, Lula reunió a sus 17 ministros para encontrar salidas a la crisis
que plantea el PMDB. En la extensa reunión, que duró hasta la madrugada, el
poderoso jefe de la Casa Civil, José Dirceu, pidió a Lula flexibilizar la
rigurosa política monetaria. La respuesta del presidente fue tajante y cerró el
debate: "La política económica no tiene retorno, el camino ya ha sido tomado y
punto final".
Ese mismo día en Brasilea se abrió la Conferencia Nacional Tierra y Agua, en la
que el MST y otros movimientos debatieron los pasos a seguir. Las críticas a la
política económica fueron unánimes. Hubo quienes defendieron la ruptura abierta
con el gobierno, cuestión que los sin tierra prefieren evitar. El obispo
Tomás Balduino, presidente de la Comisión Pastoral de la Tierra, encabezó la
posición más radical. El Consejo Indigenista Misionario fue más lejos aún y
señaló que el gobierno de Lula es peor que el de Fernando Henrique Cardoso. "Lula
priorizó en estos dos años las relaciones con los sectores oligárquicos, con los
políticos conservadores y las elites del campo, las ciudades y el sistema
financiero", asegura el manifiesto de los indígenas.
"El próximo será un año de lucha de masas", aseguró Gilberto Pontes, secretario
del Foro Nacional por la Reforma Agraria, sintetizando el sentir del movimiento
social brasileño, que se dispone a retomar las grandes marchas y acciones que
realizó durante los dos gobiernos de Cardoso. La recomposición de la izquierda
comienza, como siempre, desde abajo, y en este caso desde el más abajo. Tal vez,
ojalá, en las alturas escuchen el clamor por un cambio de rumbo. En todo caso,
en Brasil renace la esperanza: hay un rumbo trazado y gente dispuesta a
caminarlo.