Raúl Zibechi
Masiosare
Coautor de Imperio junto con Antonio Negri, el estadunidense Michael Hardt
considera que los gobiernos progresistas de América Latina son necesarios para
frenar el belicismo expansionista de Geoge W. Bush, pero plantea
conceptualmente que no existen gobiernos de izquierda sino gobiernos que
"abran espacios a la izquierda" social. Aquí presentamos fragmentos de una
entrevista con este autor
El filósofo estadunidense sostiene que vivimos un periodo de transición
caracterizado por la retirada del clásico imperialismo y el ascenso de lo que,
junto a Negri, definen como imperio. Intenta demostrar que ni siquiera el
inmenso poderío de Estados Unidos es capaz de modelar el mundo a su voluntad
como lo hicieron los imperialismos en el pasado, y que las nuevas formas de
dominación inmateriales están lejos de representar un avance para la
humanidad.
¿Su tesis del fin del imperialismo sigue siendo vigente luego de las
críticas recibidas y de la ofensiva imperialista de Estados Unidos?
Mi pregunta es si el imperialismo es el concepto adecuado para comprender
el poder global y la dominación. Las guerras en Afganistán e Irak han
demostrado los límites de Estados Unidos para controlar esos países. Ambas
guerras son un desastre, incluso para los inspiradores de la guerra, ya que no
pueden comportarse como verdaderos imperialistas, porque no han logrado
imponer un mercado estable, ni lucrar con el petróleo ni ampliar sus alianzas.
Por el contrario, el prestigio de Estados Unidos y su capacidad de liderazgo
están deteriorarados.
Además, Estados Unidos es un Estado frágil como quedó demostrado con el
huracán Katrina, que develó una situación de pobreza, división social,
racismo estructural y la incapacidad del gobierno para abordar la cuestión
social. A mi modo de ver, ese hecho demuestra que Estados Unidos no puede
dedicar recursos a la conquista del mundo manteniendo la estabilidad
doméstica. Otro síntoma de su incapacidad es la derrota del ALCA. Es evidente
que ya no puede imponer su política a los países de América Latina.
Sin embargo, la presión que sienten algunos países latinoamericanos por
parte de Washington es muy fuerte.
Creo que se sobrestima el poder imperialista de Estados Unidos. Hay un
cambio profundo en las estructuras del poder global. El punto central es que
aquel imperialismo ya no es posible y en su lugar emergen nuevas formas de
dominación y de resistencia. Contra el viejo imperialismo las luchas giraban
en torno a la liberación nacional y a la defensa de la soberanía nacional. Hoy
ningún Estado-nación es capaz de imponer y mantener el orden mundial de modo
unilateral y extender su soberanía sobre otros estados, lo no quiere decir que
no vaya a haber intervenciones militares. El viejo imperialismo fue derrotado
por décadas de luchas y resistencias de los pueblos del tercer mundo y
llegamos a un punto de acumulación de derrotas que ha erosionado la eficacia
de ese modo de dominación.
Mi impresión es que estamos al final de una etapa y que los gestos imperiales,
por dolorosos que sean, son ya cosa del pasado. Entonces queremos abocarnos a
comprender el nuevo monstruo, porque la dominación y la explotación van a
continuar, sólo que cambiarán sus formas. El orden global por venir lo que
llamamos imperio se asienta en una red de poderes que colaboran entre sí: las
instituciones supranacionales como el FMI y el Banco Mundial, las grandes
corporaciones capitalistas, algunas ONG importantes y también varios Estados
nacionales. Este imperio es la forma de gobierno adecuada al capital mundial.
Para los pueblos, ¿qué habría cambiado?
Que las formas de dominación y segregación social son más severas con el
imperio que bajo el imperialismo, y las formas de explotación más degradantes.
No queremos decir tampoco que los Estados nacionales hayan dejado de ser
importantes, sino que son un componente más de una amplia red mucho más
compleja. El desafío es comprender la emergencia de un orden mundial en el que
los Estados nacionales tendrán un papel central pero ya no soberano. O sea,
son elementos de un orden general que se extiende más allá de ellos. Pero esto
es apenas una tendencia aún no completada. Lo que queremos es comprender lo
que se viene.
Si de lo que se trata es de comprender al nuevo enemigo, ¿cuáles serían
las estrategias de lucha bajo el imperio? ¿Cómo se enfrenta esa red de
poderes?
Lo primero a considerar es que no todos los poderes de esa red son
iguales. Estados Unidos seguirá siendo un poder dominante en lo militar, en lo
político y en lo económico. El tema es que esos poderes ya dependen de otros
poderes menores para mantener su dominación. Varios poderes no tan importantes
como Estados Unidos o el FMI pueden imponerle condiciones como sucedió con el
G-20 conducido por Brasil, que bloqueó las negociaciones de la OMC en Cancún,
y parte de esa tendencia es lo sucedido en Mar del Plata cuando se enterró el
ALCA.
¿Se refiere a los gobiernos progresistas en América Latina?
En alguna medida sí. Todos esos países Brasil, Argentina, Venezuela,
quizás mañana México a los que sumaría China e India, actuando separados no
pueden conseguir casi nada. Pero actuando juntos pueden imponer cosas a los
grandes países y organismos globales. Este es uno de los desafíos más
importantes que enfrentan los gobiernos progresistas del continente. Postulo
que alianzas de estos países pueden provocar transformaciones en las
relaciones internas del imperio, que no lo hacen desaparecer pero que
consiguen una nueva relación de fuerzas.
¿Cuál sería para los movimientos sociales la importancia de este
enfrentamiento entre poderosos?
Con los gobiernos progresistas y la alianza de varios de estos Estados
emergentes puede haber transferencia de poder a los pueblos, a los
productores, a los trabajadores.
Por lo tanto cree que los gobiernos de izquierda tienen un papel
destacado en la lucha contra el imperio.
Al filósofo francés Gilles Deleuze le preguntaron qué significaba un
gobiernos de izquierda. Dijo que no existen gobierno de izquierda, que un
gobierno no puede ser de izquierda y que en todo caso puede haber gobiernos
que abran espacios a la izquierda y la favorezcan. Entonces la pregunta
debería ser ¿se abren mejores posibilidades para los movimientos con un
gobierno de ese tipo?