La segunda fase del Plan Colombia en acción
Raúl Zibechi
La Jornada
Es muy probable que el bombardeo del ejército colombiano contra el campamento
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en suelo ecuatoriano
haya sido la primera acción de envergadura del Plan Colombia II, estrenado hace
un año con un gigantesco presupuesto que multiplica por cinco los fondos
destinados al Plan Colombia I. El objetivo de la segunda fase consiste en una
Estrategia para el Fortalecimiento de la Democracia y el Desarrollo Social para
el periodo 2007-2013. Las inversiones se elevan de 10 mil 700 millones de la
primera fase a 43 mil 800 millones para la segunda, una cifra alucinante que
sólo podrá ser compensada por las expectativas de las multinacionales –las
grandes beneficiarias– de conseguir grandes ganancias en Colombia.
Más allá de las declaraciones, todo indica que la segunda fase del Plan Colombia
no estará dirigida hacia lo que declaran sus promotores, como ya sucedió con la
primera fase. Un buen ejemplo es lo que viene sucediendo con los cultivos de
coca. Es cierto que el volumen de cultivos parece haber disminuido en Colombia,
pero se mantiene estable en los últimos años, y en una década las exportaciones
de cocaína a Estados Unidos no han decrecido y registraron un récord en 2007.
Según diversos análisis, lo que está sucediendo es una difusión de los cultivos
a otras regiones y a otros países. Más aún, las técnicas de los exportadores se
vienen perfeccionando con la construcción de decenas de semisubmarinos que
pueden transportar hasta 12 toneladas de cocaína cada uno. La Guardia Costera
estadunidense informa que este año espera capturar hasta 120 submarinos de los
narcos frente a los 23 capturados en los últimos años. La proclamada
guerra contra las drogas es un fracaso inocultable.
Por otro lado, la prensa colombiana informa estos días que los paramilitares
están de retorno luego de unas breves vacaciones. El grupo más activo se
denomina ahora Águilas Negras. Cuenta con unos 4 mil efectivos procedentes de
paramilitares que no se acogieron a la desmovilización auspiciada por el
gobierno de Álvaro Uribe y por nuevos efectivos reclutados por los
narcotraficantes, con los cuales estos grupos tendrían especial afinidad. Días
atrás lanzaron amenazas de muerte contra los movimientos sociales convocantes de
la marcha del 6 de marzo en homenaje a las víctimas del paramilitarismo. Una
parte considerable de esos grupos actúa cerca de la frontera con Venezuela.
Respecto de la guerrilla, aunque debilitada está lejos de ser derrotada, y
aunque ha sido duramente golpeada en varias regiones, su principal retaguardia,
en las selvas del sur, se mantiene intacta. Ahí fracasó estrepitosamente el Plan
Patriota, que pretendió desalojar a las FARC de una región que conocen y
controlan hace tiempo. En resumidas cuentas, el Plan Colombia I consiguió
algunos resultados, pero está lejos de ser un éxito, por lo menos en función de
los objetivos declarados. Sin embargo, tanto el Plan Colombia I como su segunda
fase están dando muy buenos resultados en dos aspectos no declarados y ni
siquiera mencionados lateralmente en la propuesta: los negocios marchan viento
en popa y la desestabilización de la región ha escalado varios pasos.
En efecto, el llamado "clima de negocios" que se respira en las principales
ciudades del país, que se resume en las inversiones extranjeras directas, revela
que Colombia se ha convertido en uno de los destinos preferidos de las
multinacionales de la minería, los hidrocarburos y el agronegocio. Hoy se coloca
sólo detrás de México, Brasil y Chile en su capacidad de captar inversiones. Se
asegura que la mayor seguridad es lo que explica esta afluencia de capitales. En
realidad, gracias a la intensificación de la guerra promovida por el Plan
Colombia hay ya 4 millones de desplazados, 10 por ciento de la población del
país, que están siendo expulsados precisamente de aquellas zonas apetecidas por
el negocio multinacional. Puede decirse que la política del desplazamiento
forzado es funcional, y necesaria, para el aterrizaje de las multinacionales.
El Plan Colombia II pretende actuar de modo decisivo sobre las dos fronteras
calientes: Venezuela y Ecuador, además de profundizar la penetración en la
región del Cauca, donde opera el movimiento indígena colombiano, el único actor
social capaz de plantarle cara a la guerra y a las multinacionales. Ello augura
un futuro inmediato más que complejo para el subcontinente. La acción militar
del primero de marzo puede ser apenas la primera de una serie destinada a
desbordar la guerra interior más allá de las fronteras, siguiendo los pasos de
los cultivos de coca. No se trata de una desviación sino de un efecto deseado.
La política hegemónica de Washington pasa por la desestabilización de los
gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, pero también por acotar
las iniciativas provenientes del Mercosur. De ahí la reciente propuesta de
Brasil de crear un Consejo de Seguridad de Sudamérica, que incluye sólo a los 10
países de la región.
Según el ministro de Defensa brasileño, Nelson Jobim, se trata de una iniciativa
brasileña que de forma explícita excluye a Estados Unidos. La iniciativa comenzó
a ser diseñada durante la crisis militar entre Ecuador, Venezuela y Colombia y
se propone el control de las fronteras, la lucha contra grupos ilegales y la
posibilidad de participar en operaciones de paz como las que encabeza Brasil en
Haití, en la que participa un amplio contingente militar de la región. Otras
versiones aseguran que la creación del Consejo de Seguridad regional fue pactado
en la reciente visita de Condoleezza Rice a Brasil, ya que Washington seguiría
interesado en que el país de Lula modere los ímpetus de Venezuela y Bolivia.
Aún es pronto para saber cuál de las dos lecturas es la más cercana a la
realidad. Sin embargo, ya sabemos que la segunda fase del Plan Colombia está
destinada a barrer con aquellos que desde los movimientos y los gobiernos se
oponen, aun parcialmente, a la política de "dominio de espectro total" diseñada
por las multinacionales y el imperio.