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Ra�l Zibechi

 

Todo lo s�lido se desvanece en la calle

Ra�l Zibechi

Las revueltas del hambre que sacuden al mundo �rabe pueden ser apenas las primeras oleadas del gran tsunami social que se est� engendrando en las profundidades de los pueblos m�s pobres del planeta. El fenomenal aumento de los alimentos (58% el ma�z, 62 % el trigo en un a�o) se est� convirtiendo en la espoleta que dinamiza los estallidos pero el combustible lo aporta la brutal especulaci�n financiera que se est� focalizando, nuevamente, en las materias primas. Algunos precios ya superaron los picos de 2008, aunque el Banco Mundial y el FMI se muestran incapaces de frenar la especulaci�n con los alimentos, con la vida.

Dos hechos llaman la atenci�n en la revuelta �rabe: la velocidad con que las revueltas de hambre se convirtieron en revueltas pol�ticas y el temor de las elites dominantes que no atinaron, durante d�cadas, a otra cosa que no fuera resolver problemas pol�ticos y sociales con seguridad interna y represi�n. La primera habla de una nueva politizaci�n de los pobres del Medio Oriente. La segunda, de las dificultades de los de arriba para convivir con esa politizaci�n. El sistema est� mostrando sobradamente que puede convivir con cualquier autoridad estatal, a�n la m�s "radical" o "antisistema", pero no puede tolerar la gente en la calle, la revuelta, la rebeli�n permanente. Digamos que la gente en la calle es el palo en la rueda de la acumulaci�n de capital, por eso una de las primeras "medidas" que tomaron los militares luego que Mubarak se retirara a descansar, fue exigir a la poblaci�n que abandonara la calle y retornara al trabajo.

Si los de arriba no pueden convivir con la calle y las plazas ocupadas, los de abajo -que hemos aprendido a derribar faraones- no aprendimos a�n c�mo trabar los flujos, los movimientos del capital. Algo mucho m�s complejo que bloquear tanques o dispersar polic�as antimotines, porque a diferencia de los aparatos estatales el capital fluye desterritorializado, siendo imposible darle caza. M�s a�n: nos atraviesa, modela nuestros cuerpos y comportamientos, se mete en nuestra vida cotidiana y, como se�al� Foucault, comparte nuestras camas y sue�os. Aunque existe un afuera del Estado y sus instituciones, es dif�cil imaginar un afuera del capital. Para combatirlo no son suficientes ni las barricadas ni las revueltas.

Pese a estas limitaciones, las revueltas del hambre devenidas en revueltas antidictatoriales son cargas de profundidad en los equilibrios m�s importantes del sistema-mundo, que no podr� atravesar indemne la desestabilizaci�n que se vive en Medio Oriente. La prensa de izquierda israel� acert� en se�alar que lo que menos necesita la regi�n es alg�n tipo de estabilidad. En palabras de Gideon Levy, estabilidad es que millones de �rabes, entre ellos dos millones y medio de palestinos, vivan sin derechos o bajo reg�menes criminales y terror�ficas tiran�as (Haaretz, 10 de febrero de 2011).

Cuando millones ganan las calles, todo es posible. Como suele suceder en los terremotos, primero caen las estructuras m�s pesadas y peor construidas, o sea los reg�menes m�s vetustos y menos leg�timos. Sin embargo, una vez pasado el temblor inicial, comienzan a hacerse visibles las grietas, los muros cuarteados y las vigas que, sobreexigidas, ya no pueden soportar las estructuras. A los grandes sacudones suceden cambios graduales pero de mayor profundidad. Algo de eso vivimos en Sudam�rica entre el Caracazo venezolano de 1989 y la segunda Guerra del Gas de 2005 en Bolivia. Con los a�os, las fuerzas que apuntalaron el modelo neoliberal fueron forzadas a abandonar los gobiernos para instalarse una nueva relaci�n de fuerzas en la regi�n.

Estamos ingresando en un per�odo de incertidumbre y creciente desorden. En Sudam�rica existe una potencia emergente como Brasil que ha sido capaz de ir armando una arquitectura alternativa a la que comenz� a colapsar. La UNASUR es buen ejemplo de ello. En Medio Oriente todo indica que las cosas ser�n mucho m�s complejas, por la enorme polarizaci�n pol�tica y social, por la fuerte y feroz competencia interestatal y porque tanto Estados Unidos como Israel creen jugarse su futuro en sostener realidades que ya no es posible seguir apuntalando.

Medio Oriente conjuga algunas de las m�s brutales contradicciones del mundo actual. Primero, el empe�o en sostener un unilateralismo trasnochado. Segundo, es la regi�n donde m�s visible resulta la principal tendencia del mundo actual: la brutal concentraci�n de poder y de riqueza. Nunca antes en la historia de la humanidad un solo pa�s (Estados Unidos) gast� tanto en armas como el resto del mundo junto. Y es en Medio Oriente donde ese poder armado viene ejerciendo toda su potencia para apuntalar el sistema-mundo. M�s: un peque��simo Estado de apenas siete millones de habitantes tiene el doble de armas nucleares que China, la segunda potencia mundial.

Es posible que la revuelta �rabe abra una grieta en la descomunal concentraci�n de poder que exhibe esa regi�n desde el fin de la segunda guerra mundial. S�lo el tiempo dir� si se est� cocinando un tsunami tan potente que ni el Pent�gono ser� capaz de surfear sobre sus olas. No debemos olvidar, empero, que los tsunamis no hacen distinciones: arrastran derechas e izquierdas, justos y pecadores, rebeldes y conservadores. Es, no obstante, lo m�s parecido a una revoluci�n: no deja nada en su lugar y provoca enormes sufrimientos antes de que las cosas vuelvan a alg�n tipo de normalidad que puede ser mejor o menos mala.

Ra�l Zibechi, periodista uruguayo, es docente e investigador en la Multiversidad Franciscana de Am�rica Latina, y asesor de varios colectivos sociales.


Fuente: lafogata.org

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